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Cecilia Sánchez:"El humor es una herramienta que tenemos para soportar el dolor”

La actriz debuta como dramaturga con La pérdida. Un plan franco, una comedia que habla sobre la muerte de un hijo

Aunque suene como un cliché, Cecilia Sánchez asegura que se sube a los escenarios porque es el lugar donde es feliz. La actriz, egresada de la Escuela Municipal de Arte Dramático, estuvo en grandes clásicos como Gatomaquia, Las mil y una noches y Mi muñequita. Siempre trabajó de forma independiente, pero participó en obras de la Comedia Nacional. También estuvo con Gabriel Calderón en Or. Tal vez la vida sea ridícula y con Jorge Denevi en Las conquistas de Norman. "Tengo la posibilidad de elegir dónde estar y ver qué papel me llega", dice Sánchez, ganadora del premio Florencio a Mejor actriz de comedia por El salvador en 2013. Siente la actuación como una parte fundamental de su vida y a la comedia como una forma de lidiar con los problemas. Nunca pensó en salir de los escenarios. Nunca, claro, hasta que su pequeño bebé murió sin saber la causa hace dos años. Ahí, todo se derrumbó. La actriz se replanteó desde su carrera hasta su vida entera, y no tenía energía para subirse al escenario. "¿Yo querré hacer teatro? ¿Podré volver al escenario? Me cuestioné todo", cuenta. Pero en medio del duelo encontró en la escritura una forma de canalizar la tragedia. Y el texto se volvió su primera obra como dramaturga.

Así, con una carrera de dos décadas, Sánchez se bajó del rol que la caracteriza para debutar como dramaturga en La pérdida. Un plan franco. La obra, que lleva de la risa al llanto en un par de líneas, trata sobre un médico que es secuestrado por un padre desesperado después de la muerte de su bebé. La historia, tan dura como absurda, cuestiona los sistemas de salud y la sociedad. Pero, sobre todo, habla del dolor de una madre. Interpretada por Fernando Amaral, Gustavo Saffores, Carlos Rompani, Leonor Svarcas, Gastón Torello y Julieta Zidán, la obra está los sábados a las 21 horas y los domingos a las 20 en La Gringa.

La pérdida. Un plan franco es tu primera obra como dramaturga. ¿Cómo fue el proceso de escritura?

Es una comedia y todo el tiempo tenés que estar sorprendiendo con algo para mantener la expectativa. Leonor es la que viene a cortar la comedia, es la parte más cruda y dura. Es la madre que viene con el dolor. Ahí cambiamos de códigos, si es que se puede hablar de códigos. En el teatro te reís y llorás con la misma intensidad. El teatro está bien o está mal y si está bien te vas a reír. En una comedia el personaje siempre está viviendo una tragedia. El actor es inteligente y lo trabaja de determinada manera para que sea atractiva. La comedia te requiere estar pensando inteligente y sensiblemente mucho. No te podés ahondar en un viaje sensible y emotivo porque se te caen los ritmos y pierde conexión con lo coral.

Trata sobre la muerte de una bebé, un tema delicado e invisibilizado. ¿Tenías miedo de que un chiste o una escena no cayera bien?

Yo me sé dar cuenta cuando algo es divertido y cuando no, tengo esa intuición. Encuentro un potencial cómico a las situaciones porque personalmente logro esa abstracción. Cuando lo estás viviendo muy potentemente no te reís, pero cuando pasa el tiempo le encontrás el humor.

La obra, si la mirás sin conocer tu historia, puede parecer otra historia de comedia trágica, pero tiene un montón de lo que viviste. ¿Por qué elegiste trasladar tu experiencia al argumento?

La obra trata de la pérdida de una hija y yo perdí un hijo. Si bien la primera escena la tenía escrita, cuando te pasa te sumergís en un viaje en el que realmente no tenés ni idea del grado de dolor que podés llegar a sentir. Cuando estás viviendo todo eso, un poco porque mi pareja me decía que tenía que sacarlo, empecé a escribir y me encontré con esa escena que tenía de raptar un médico. Tenía en la cabeza la película Perros de la calle, de Tarantino, y dije "lo uso a esto". Depuré lo que no me servía, corté algunas cosas y seguí con la idea de raptar a ese médico y lo angustiante que a mí me tocó atravesar. Quise volcar lo que te encontrás: la sociedad, el sistema mutual, todo lo que te va golpeando, además del dolor.

¿Canalizaste tu dolor en la escritura?

Sí, y al mismo tiempo tuve que lograr ser objetiva, porque cuando lo estás escribiendo las reglas son distintas. De repente lo que en tu dolor es muy importante, cuando lo hacés en escena no rinde tanto como otra cosa. Creo que ahí está la transformación de poder hacer algo con el dolor. La madre, Leonor, no soy yo. Hay muchas cosas que me tocaron atravesar y otras tantas que son ficción. Cecilia, yo, no aparezco: no es que esté sobrevolando. Es un todo que lo podés ver independientemente de mi historia. Todas las comedias son tragedias.

Cuando respondés, mirás a tu pareja y repetís que "está presente". ¿Cuán importante fue en este proceso?

Es importante porque necesitás que te contenga. Pasar por la pérdida de un hijo hace que tu autoestima vaya a menos mil. Entrás a dudar de todo, de todo literal. ¿Yo querré hacer teatro? ¿Podré volver al escenario? Estás muy conectado a un solo tema y no sé si después te podés alejar. El tiempo todo lo colabora. Él me decía "dale", "sí".

¿Te ayudó a salir del pozo?

Claro, es que tu autoestima creativa queda destruida. Después decís "yo puedo hablar de esto porque sé de esto". Cada uno lo vive a su manera y no es que le vaya a faltar el respeto a una temática porque sea una comedia y el trasfondo sea muy duro. A mí no me faltó el respeto, a mí me gusta el humor que maneja y los momentos de críticas también.

En la obra criticás cómo lo vive la sociedad, decís que es un problema invisibilizado. ¿Lo sentiste en primera persona cuando tu bebé falleció?

A nivel social, la muerte es un tabú. Y la muerte de un bebé es peor. La gente se va corriendo, no te va a mirar. Hay de todo, pero es un tabú. También hay problemas a nivel humano en los sistemas de salud. Incluso con la normativa: la autopsia, por ejemplo, no es un derecho, la hacen si la institución lo permite. Uno no puede atravesar un embarazo esperando que se vaya a morir, entonces es un machazo que te da vuelta para toda la vida. Para el entorno también.

Hay muchos escritores que escriben desde el dolor. ¿El teatro siempre fue tu refugio?

Sergio Blanco me mandó un mensajito por Facebook y me dijo: "Tenía que suceder la desgracia para que sucediera el libro". Era algo que yo antes no entendía. Siempre escuchaba "los pintores cuando están dolidos pintan mejor", y yo decía "yo no; yo si estoy hecha percha no puedo actuar". Actuar es distinto. Yo no soy dramaturga, me colgué por ahí pero no tengo las herramientas más que el ejercicio de actriz, de entender la escena, una sensación de ritmo y visión general. Puede venir un dramaturgo y decirme "atrevida", porque no tengo esa formación. Pero la escritura es un momento en soledad, entonces entendés que podés estar hecha percha y llorar y releer y seguir. Yo elegí el teatro porque ahí soy feliz. Ahí están bien los conflictos y las cosas que pasan por ahí. Siempre elijo los proyectos que me gustan, tengo la visión y la posibilidad de decir que sí o que no con la misma tranquilidad. Vas con esa cosa imaginativa, lo imaginás y lo conectás desde algún lugar tuyo.

En el teatro no estás solo vos; la obra es un diálogo entre los actores con la complicidad del público. ¿Cómo hiciste para desprenderte de tu experiencia y adaptarlo a la escena?

El teatro siempre va a ser algo en tanto uno mire. Si yo estoy muy con eso, no podría soltarlo, no podría dejar que venga otro y me diga que es una porquería. Ahí pude dividirlo. Como actriz trabajás siempre con el otro y los buenos actores son los que cambian. Esa es la sensibilidad que tenés. Yo te tiro una y veo cómo funciona. El actor no es un bicho solitario en su arte. La obra surgió imaginando las situaciones, viviendo los conflictos. Las personas nos levantamos y nos movemos porque tenemos conflictos. Eso es lo que te motiva. Me obligué a escribir. No tengo mucha desidia. Me pongo metas y fechas por como soy.

¿Cómo viviste los días anteriores al estreno? ¿Fueron removedores?

La parte más fuerte del proceso fue antes. Al trabajar con los actores pensaba "pobres, tienen como directora a la persona que lo vivió, lo escribió. Todo en uno. No se pueden ni mover, van a tener miedo a todo" (risas). Y lo primero que les dije fue que había que faltarle el respeto al texto, teníamos que tener esa libertad como actores porque si no no íbamos a poder trabajar. Hablamos mucho del tema, logramos entender algunas cosas. Fue un proceso de aprendizaje en ese sentido. Es una comedia que se transforma en una tragedia pero no en un melodrama. Podría ser una tragedia: en un momento, cuando aparece Leonor, hay una mina como caída del Monte Olimpo. Es fuerte, sí, pero se trabaja con inteligencia y disparates. Te hace pensar.

Es lo que tiene el teatro, moviliza...

Sí, y también está bien que no guste.

¿Tu objetivo es que te haga pensar? ¿Que abra un debate?

Quiero que por lo menos se active algo. Al estreno fueron muchas mamás que perdieron a sus hijos porque están agrupadas en fundaciones.

¿Cuando perdiste a tu hijo también te contactaste con una fundación?

No, la historia es así: María Noel Minozzo es una comunicadora que perdió a su hijo dos meses antes que yo. No nos conocíamos pero teníamos en común a Leonor. María Noel estaba muy mal, enseguida se comunicó conmigo y nos hicimos amigas, como le debe haber pasado a muchas mujeres cuando pasan por esta situación. Es otra que entiende, que te dice "está perfecto", "tranquila, no te vas a enloquecer". Ella se había conectado con una mamá que trabaja en la fundación Luz del Cielo. Cuando estaba haciendo el proyecto también tuve que estudiar, porque cada caso es un mundo; no es lo mismo perder un bebé cuando está en la panza que cuando tiene seis meses. Son distintas situaciones y me comuniqué con ellas porque no quería embarrarla. Ahora van a ir esas mamás y sé que no les voy a faltar el respeto. Hacemos lo que podemos. Si vienen mañana y me dicen "hay una mamá que perdió un hijo y está saltando de un globo aerostático, te digo: ‘está perfecto'".

¿Por qué elegiste la comedia para contar esta tragedia?

A mí me sale por ahí. No encontraría otra manera de contar una tragedia.

¿En la vida sos así?

Sí, y como actriz tiendo a ir hacia ahí... si quiero que vaya gente (risas).


Es que el humor es una herramienta para procesar el dolor.

Claro, es una cuestión energética. No quiero decir que los otros géneros no, pero me parece que en la comedia vivís lo que pasa con los personajes. Si te reís liberás algo. Lo querés. Y como lo querés, sufrís con él. El humor una herramienta que tenemos para soportar el dolor y sobrevivir. Es una sana herramienta que tenemos.

¿En qué momento te encontrás hoy?

Estoy bien, es una marca que te queda. Es como que estás en un delicado equilibrio siempre. Seguramente todos tenemos que cuidarnos, pero cuando te toca algo así la cosa se complica. Hay que cuidarse y cuidar la cabeza. Hay que no enloquecer, ¿verdad? (risas). Uno espera que un padre fallezca, pero un hijo no. Hasta podés sentir que fallaste. Es un dolor de locura y nunca sentiste un dolor de locura. Todos vamos a buscar el equilibrio toda la vida. Con el tiempo, esa cuerda floja irá siendo zócalo. Siempre digo seguramente porque no lo sabés, pero tiendo a pensar que sí.