Horacio Guerriero presenta Cien. fifty & fifty, una colección de caricaturas elegidas caprichosamente y en busca de lectores cómplices
Horacio Guerriero presenta Cien. fifty & fifty, una colección de caricaturas elegidas caprichosamente y en busca de lectores cómplices
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá"Yo trato de explicar lo menos posible. Es una aspiración que tengo. No me gusta decir que tengo ‘pescado fresco', ¡porque si no es fresco no se puede comer! No me gusta explicar lo obvio. Me gusta dejar pensando a la gente, que pueda hacer un análisis más allá de lo que ve".
Con dosis similares de timidez, amabilidad y firmeza, el caricaturista y artista plástico Horacio Guerriero, Hogue (Trinidad, Flores, 1953), le cuenta a Galería por qué es reacio a dar más explicaciones que las que surgen de sus trazos. Sin embargo, algo dejará entrever, a raíz de la publicación de Cien. Fifty & fifty (de autor, $ 1.500), un libro-objeto con 50 de sus dibujos acompañados con 50 frases alusivas que, al decir de la periodista Silvana Tanzi en el prólogo, "son una suerte de 50 espejos donde todos podemos mirarnos".
Hogue sí se entusiasma al hablar del producto terminado. Si bien el "proceso real" que llevó a su edición este diciembre insumió dos años, incluyendo la presentación del proyecto a eventuales sponsors, la idea venía rebotando en la cabeza del artista desde hace 25 años. Y si bien 20 de las 50 caricaturas fueron realizadas este año, hay un repaso de toda su trayectoria, iniciada en 1978 en el diario El Día y en la agencia de publicidad Ferrero y Ricagni. La más antigua de sus obras en Cien es un Luis Buñuel de 1983, que fue publicado entonces en el desaparecido diario. "Fue un dibujo muy instintivo y aún lo conservaba. Lo hice con pincel y tinta china sobre una cuartilla, que era donde entonces escribían los periodistas", explica.
"Un paranoico, como un poeta, nace, no se hace", dice el texto que acompaña el dibujo del cineasta español, en castellano y en inglés, como todas las citas. En la selección de las frases, admite Hogue, le dio la derecha a Tanzi, periodista cultural en Búsqueda y docente de la Universidad Católica. Estas, escribe ella en el prólogo, "a veces apelan al humor y otras a la seriedad, pero siempre son como un dardo que pega y no se olvida".
Otras caricaturas de vieja data son la de Vito Corleone y su hijo menor, un gatuno Michael (notablemente logrados), a lápices de colores de 1993. Con lápiz litográfico sobre papel inmortalizó a Humphrey Bogart (y su gacho) en 1988 y a Nelson Mandela en 1998. Con pincel seco sobre papel gofrado plasmó la enorme cabeza de Federico García Lorca, tocando un piano que se vuelve un fusil apuntando sobre él, en 1988.
Todas las demás caricaturas -un Jorge Luis Borges que aparece en la portada, un Charles Darwin con un amoroso monito trepado, una Carlota Ferreira con un tatuaje de Juan Manuel Blanes, un Juan Carlos Onetti difuminándose sobre un banco de plaza, un prostibulario Touluse Lautrec, un angelical John Lennon o un universalista constructivo Joaquín Torres García- fueron realizadas en este siglo.
La selección de personajes no responde más que a una "elección caprichosa" del propio autor. El personaje ameritaba una correspondiente frase. Y a veces era esta última -una idea, una respuesta, un tema- la que ameritaba un dibujo, sobre todo en las creaciones de este año. "Nunca quise ser famoso, yo solamente quería ser grandioso", prologa a un bocón Ray Charles; "Entre la persona que yo fui y el tipo que yo iba a ser, quedaría una cosa común: recuerdos", rodea a un Felisberto Hernández de mirada provocadora; "La vida es un sueño, despertar es lo que nos mata", acompaña a una submarina Virginia Woolf.
Jorge Luis Borges en la portada
Cien es, además, una muestra de versatilidad del artista. "La vida me ha llevado a eso, sobre todo para sobrevivir", minimiza. Lo cierto es que es un muestrario de todas las técnicas disponibles en su oficio: lápiz, acrílico, carbonilla, óleo, pasteles e incluso lo digital. Entre sus maestros nombra tanto a los caricaturistas norteamericanos Herbert Lawrence Block y Brad Holland, como a los pintores Goya y Rembrandt.
Estos dos últimos también son homenajeados en Cien. La caricatura del español, un pastel tiza sobre cartón de 2014, es sobrecogedora, con los fusilados del 3 de mayo tiñendo de sangre su paleta. "El arte dentro del arte", resumió Tanzi en el libro. Un enorme, oscuro y triste Rembrandt domina dos carillas, también en pastel tiza pero sobre cartón, realizado en 2013.
"Hay una búsqueda incesante de mi parte de buscar el alma del personaje. Es que eso es una caricatura: la caricatura es un retrato del alma. Y a veces se logra. Cuando se logra, yo priorizo la emoción de quien la observa", enfatiza Guerriero. "Aunque creo que eso se da en todas las áreas", vuelve a relativizar.
Algunos de sus trabajos demoraron días, comenzándolos, dejándolos reposar y siguiendo luego. Otros insumieron horas y algunos apenas minutos. Su Andy Warhol (2014), de pastel tiza sobre cartón, lo hizo en 15 minutos: "Tomé los papeles, empecé a manchar y cuando quería acordar ya estaba pronto". Es un Warhol cabezón, canchero y desprolijo, con una lata de sopas Campbell a la distancia. "Amy (Winehouse) fue hecho de forma digital en muy poco tiempo". Puro pelo ("Mi cabello siempre está perfecto, incluso si en lo demás estoy realmente desalineada", dice la frase), puro ojos, de rara sensualidad, a la cantante británica la caricaturizó en 2020, en plena cuarentena. Esta palabra está plasmada en la caricatura, reflejando que no pensaba que el libro se terminara tan rápido. "Pero al final, ¿cuánto es mucho y poco tiempo?", se pregunta.
Hogue, en resumen padre de estos 50 "hijos", se excusa de preferir a alguno sobre otro (más allá de algunas señales: por algo Borges, hecho en 2020, es tanto la tapa como la primera ilustración que aparece). También es reacio a explayarse sobre algunos destacados por Galería. Así, una bella Idea Vilariño tiene a Onetti mirándola desde algo parecido a un pin. Un pequeño Miles Davis llena el resto de una doble página con su música y sus dichos diabólicos, contundentes y picantes. Un muy real Steve Jobs tiene un pedazo menos de cráneo, que recuerda a su famosa manzana. Mario Benedetti emerge del humo de un café en un pocillo rojo. A Marilyn el viento le sube su vestido blanco, para mostrarla sin piernas y con un John Kennedy decapitado a sus inexistentes pies.
"Yo prefiero que la gente los vea, repare en un detalle y asocie o vaya a leer en una biografía el porqué. Hay mucho trabajo para el lector". Sí, las caricaturas también se leen o decodifican; hace falta inquietud y complicidad.
El necesario humor
Hogue destaca que se ha sentido cómodo en todos los tipos de caricatura: la editorial, la meramente ilustrativa, la que no tiene un compromiso con un texto y la que sí, la política. Nunca tuvo problemas personales con algunos de los por él caricaturizados. "Eso habla bien del humor de los uruguayos". Sí alguna vez notó alguna "molestia" de algún periodista que había escrito una nota que llevaba una ilustración suya (para más datos, en prensa trabajó en El Día, El Dedo, Guambia, El Observador y Búsqueda).
Una caricatura siempre tiene humor, agrega. "El tema es cómo se recibe". Y el humor en las personas, como todo estado de ánimo, fluctúa. Cuando trabajaba en vivo en Código país, un periodístico de Canal 12, en las vísperas de las elecciones de 2009, con los propios candidatos en el piso, "era notoria, muy visible, la mayor incomodidad de algunos, sobre todo cuando se veía que los resultados estaban casi definidos". No los nombra, pero la alusión es evidente: en el balotaje de ese año la fórmula frenteamplista José Mujica-Danilo Astori venció con comodidad a la blanca Luis Alberto Lacalle-Jorge Larrañaga.