Este jueves 10 se estrenan en cine dos películas de realizadores uruguayos que viven en el exterior.
Este jueves 10 se estrenan en cine dos películas de realizadores uruguayos que viven en el exterior.
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No hacen falta efectos especiales para hacer una película fantástica. Prueba de eso es Chico ventana también quisiera tener un submarino, la ópera prima del uruguayo Alex Piperno. Entre las fiestas de un crucero de lujo que recorre las costas patagónicas, una misteriosa cabaña de concreto en un pueblo de Filipinas y el departamento de una mujer que vive sola (interpretada por la escritora y guionista uruguaya Inés Bortagaray) transcurre esta película, que hilvana los tres escenarios con un recurso sobrenatural: un portal mágico que permite el acceso de uno a otro. La mujer y un marinero (Daniel Quiroga, argentino) empiezan a visitarse, transgrediendo los límites de sus espacios (y tal vez también del tiempo), mientras los campesinos filipinos procuran entender el origen de los aterradores temblores que sienten dentro de la cabaña.
Instalado en Buenos Aires desde que empezó a estudiar en la Universidad del Cine (de donde egresó en 2010), Piperno dice no saber muy bien cómo terminó estudiando este arte, porque nunca fue precisamente cinéfilo. Su formación previa en Montevideo estaba vinculada a las artes plásticas y a la literatura; incluso publicó algunos libros de poesía. "Siento que accedo a la disciplina desde la escritura y que, aunque al principio me hacía sentir raro, pienso que eso es bonito, que uno tiene que mantenerse extranjero de la lengua que habla", dijo a Galería. "En el 2010 filmé mi primer cortometraje titulado La inviolabilidad del domicilio se basa en el hombre que aparece empuñando un hacha en la puerta de su casa. Era un plano fijo de 6 minutos y se estrenó en la Semana de la crítica del Festival de Cannes en el 2011. Esa experiencia fue muy concreta y muy radical a la vez y me permitió pensar que podía tener una vida dentro del cine. La primera versión que tengo del guion de Chico ventana es de esa época".
El proceso de la película duró 10 años, en los que hubo "muchas primeras veces" para el director. "Tuve que aprender a escribir una película, a producir una película, a dirigir una película. En el transcurso de ese proceso yo cambiaba y el guion también. (...) Y así la película va constituyéndose como un sistema abierto, digamos, de caos controlado", contó.
Antes de dar con Inés Bortagaray para el papel de la mujer, el director buscó entre actrices uruguayas y argentinas a su protagonista, pero no la encontraba. Fue googleando "actrices uruguayas" que se topó con una foto vieja, "chiquita y de mala calidad", y supo que era ella. "Para mí Inés es una actriz increíble. Tiene algo como de santa pagana, como una fotogenia portadora de verdad. Y también el raro don de poder pensar como guionista desde la escena. Al ser Daniel (Quiroga) e Inés actores no profesionales, registrar sus expresiones y movimientos desprovistos de intenciones formó parte del proceso creativo. La película es el encuentro entre dos inocencias, que son las inocencias de los personajes pero también la de los cuerpos de sus intérpretes".
Bortagaray, que ya se había aventurado al delante de cámaras con algunas apariciones breves en 3, de Pablo Stoll, y en un cortometraje de Alejandro Cesarco, nunca lo había hecho en un rol de esta envergadura. "Trabajé en cine como segunda asistente de dirección, como continuista, hice castings, desde hace años escribo guiones. Creí que podía ser lindo acompañar una película desde ese lugar nuevo y pensé que capaz un día si tengo nietos podrán verme en una película. Pensé en la posteridad. Pero más que nada de lo que yo haya pensado lo que me convenció fue la tremenda y entusiasta insistencia de Alex Piperno", contó Bortagaray. Los puso en contacto Lucila, hermana de Inés, y se encontraron por primera vez en un café. Ella se llevó el guion, lo leyó en un vuelo a Colombia y pasó de pensar que era "completamente imposible" que pudiera interpretar algo así, a entender que "era una aventura que podía correr".
El rodaje supuso un desafío también para el director: "tuve que encontrar un modo propio de filmar mientras me enfrentaba a las expectativas de un equipo técnico y de producción que tenía su propia experiencia —acaso más ligada a una dinámica industrial— y que naturalmente necesitaba definiciones urgentes que yo no podía darles. El cine es una disciplina tan normada, jerárquica, colectiva y costosa que te lleva puesto", explicó. "Descubrir cuáles eran mis tiempos y mis prioridades y aprender a confiar en ellos y a defenderlos en el fragor del rodaje fue lo más complejo para mí. Mucho más que la búsqueda de financiación y las dificultades de producción. Porque el modo tradicional de producción rechaza cualquier posibilidad de duda, juego o error y para mí esas son las herramientas de trabajo más valiosas que uno tiene como cineasta".
Bortagaray participó en tres etapas del rodaje: en un apartamento en Montevideo, en un barco por el Canal Beagle (que une el océano Atlántico con el Pacífico en Tierra del Fuego) y en otro encallado sobre el Paraná, en Zárate (Buenos Aires). Pero también se filmaron varias escenas en Filipinas, donde transcurre una de las realidades del filme. No sorprende que Chico ventana... se concretara como una coproducción entre Uruguay, Argentina, Brasil y Holanda.
La película, que tuvo su estreno mundial en la sección Forum del 70 Festival Internacional de Cine de Berlín —donde obtuvo el Tagesspiegel Award—, que significó un experimento actoral "desconcertante y ocasionalmente bonito" para Bortagaray y un periplo de una década para su realizador, podrá verse en salas a partir de este jueves.
LA DEL INVITADO ETERNO
Hay imprevistos en los cumpleaños infantiles más previsibles que otros: que dos invitados se peleen, que no alcance la bebida, que venga un apagón. El que se da en el cumpleaños de Lukas (Kasimir Brause) es de los otros, es el disparador de la trama de la película El cumple (Der Geburtstag) y está basado en hechos reales. Matthias (Mark Waschke) y Anna (Anne Ratte-Polle) son padres de este niño de siete años y están separados. Es fácil deducir que ha sido ella quien se encargó de todos los detalles, aunque ese día el padre también está presente. Llega con la torta de cumpleaños pero sin regalo, y posponiendo una vez más la visita al zoológico que le prometió a su hijo, ansioso por conocer al elefante bebé antes de que crezca. La fiesta transcurre con normalidad (globos explotados, gritos de niños). Lo que se sale del esquema es que Julius (Finnlay Jan Berger), uno de los invitados, sigue ahí cuando todo terminó; nadie ha pasado a recogerlo.
Lo que recrea la película es una situación que el realizador uruguayo Carlos Morelli vivió con su familia en Berlín, donde reside, al final del cumpleaños de su hijo. "No podíamos contactar con sus padres y los nervios aumentaban sacando a relucir lo peor de nosotros. El salón estaba devastado, estábamos muy cansados y en el cuarto de los niños se hallaba un chico extraño al que no conocíamos. Mi mujer y yo nos lanzamos acusaciones el uno al otro más rápido de lo que podíamos imaginar", cuenta en las notas de producción. En la película, las horas pasan y los padres no aparecen, y entonces es Matthias, el padre del cumpleañero, quien se dispone a devolver al niño a su casa en una misión que se complica a cada minuto.
Imposible de definir en un género, El cumple es un drama en blanco y negro, un ejemplo de cine noir que elude sus cánones habituales pero toma su valor estético. Morelli escribió y dirigió este filme (coproducido por ZDF, la televisión pública alemana) hablado en alemán y filmado en Halle, una ciudad de 300.000 personas ubicada en una región de Alemania Central. "Estudié música muchos años, y eso me permitió trabajar el idioma como si fuera un instrumento", explicó a Galería Morelli, que si bien vive en Alemania desde 2008 y entiende el idioma, no lo habla fluido. "Esta es una película de muchos diálogos y con intenciones muy precisas, y eso se logró con muchos ensayos y mucha paciencia de los actores, porque yo elegía que cada palabra fuera la mejor. Hay muchas opciones de palabras para todo en alemán, y la elección tenía que ver con la sonoridad, con el ritmo".
Su película anterior, Mi mundial, fue un auspicioso debut como realizador, pues compitió en festivales internacionales y le fue muy bien en la taquilla nacional. El cumple se estrenó en Alemania en 2019 en el 40 Film Festival Max Ophüls Preis, e internacionalmente en la competición oficial del 22 Shanghai International Film Festival. Además, ganó el premio a Mejor Guion en Achtung Berlin y el del Público Joven en Kinofest Lünen.
Como en Mi mundial, en este nuevo largometraje los personajes interpretados por niños son centrales en la trama. "Con ellos hay que ser muy honesto, muy claro y muy preciso, porque en general los niños, en cualquier idioma, no entienden mucho las abstracciones. Eso hace que todo el equipo funcione así, porque los niños afectan el rodaje de las películas, y todo el equipo termina modulando en un tono muy claro, muy honesto. Traen buena energía", aseguró.
En la película subyace otro gran tema, que evoluciona en su transcurso y que hace que El cumple sea, además, el viaje de un hombre hacia una paternidad más honda y comprometida.