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El Cuarteto de Nos pospandemia y el nuevo disco que significa otro salto en su popularidad

La banda sale de gira con Lámina Once, un disco que significa otro salto en su popularidad

“Aquí estoy, esperando que cambie el mundo”, canta Roberto Musso en el arranque de Flan, el tema que abre Lámina Once, el decimoséptimo disco de El Cuarteto de Nos. La ciudad sin alma, la canción que cierra el disco, también cierra ese concepto con un dejo de esperanza: “Algo renacerá desde un mejor lugar”. Ese mejor lugar, deja claro, no es este de acá.

“Nos gustó empezar el disco así y terminarlo también así”, le cuenta a Galería Roberto Musso, cantante, guitarrista y desde los últimos tres discos el único letrista de esta banda, nacida en 1980, sobreviviente de la oleada del cantopopu, de un momento de auge del rock nacional que la tuvo como protagonista secundaria, de un pico de popularidad tremendo que coincidió con un electrocardiograma casi plano para el rock nacional (Otra Navidad en las trincheras, 1994), de varias subidas y bajadas, y de un suceso que desde Raro (2006) se volvió for export y que no ha parado de crecer en América Latina. “La ciudad sin alma es una canción melancólica pero que deja una luz: algo va a renacer, pero no sobre estos escombros. Yo creo que todo tuvo que ver con cómo nos afectó la pandemia, que para todos significó mucha incertidumbre. Yo creo que ella tocó tangencialmente a las canciones y a sus personajes, ¡pero el Cuarteto no iba a caer en el cliché de componer una canción sobre el Covid!”.

La pandemia, al Cuarteto, en todo caso parece haberle caído bien. Lámina Once, que vio la luz en formato digital en julio, ya ha tenido en solo un mes niveles de reproducción similares a los de Raro, el disco del despegue, que aún tiene una tremenda aceptación, asegura Verónica Piana, directora de Majareta Producciones, encargada de managment del quinteto. No solo se trata de la aceptación de un sólido material nuevo, ecléctico como siempre, cargado de una ironía a veces corrosiva que de a poco le ha ido ganando la pulseada al humor más directo y la acidez lindante con el surrealismo que fueron marcas históricas del grupo. Es también aprovechar el envión que había dejado Jueves, el disco de 2019 que apenas pudo defenderse en los escenarios. Parece que Punta Cana, Mario Neta o Contrapunto para Humano y Computadora son temas de la prehistoria, pero recién habían salido a la cancha meses antes de que se paralizara el mundo.

Así, las ocho canciones que conforman Lámina Once surgieron, al decir de su compositor, sin tener necesidad de existir. “Es algo complejo de definir. Nosotros sacamos Jueves en 2019 y lo pudimos presentar dignamente solo acá, en Argentina y en Santiago de Chile. Cuando estábamos viajando a México, en marzo de 2020, cayó la pandemia. Entonces teníamos un disco que nos gustaba mucho, con grandes canciones, con mucho potencial y sin saber qué hacer. Había un gran signo de interrogación, mucha incertidumbre. Lo que no había era una necesidad de hacer canciones nuevas”, dice Musso. “Sin embargo, con el correr del tiempo fueron surgiendo naturalmente esas canciones, aun sin necesidad de existir. Son un conjunto de canciones sin urgencia que sin embargo ya calaron rápidamente. En nuestro recorrido por Latinoamérica este es el momento más alto. Siempre fue en ascenso, ¡pero esta vez el salto fue increíble!”.

Siempre digitalmente, los cortes de Lámina Once fueron viendo la luz paulatinamente: Fiesta en lo del Dr. Hermes en setiembre de 2021, La ciudad sin alma en febrero de este año, Maldito show en mayo y Rorschach con el resto del disco en julio. La cosecha y la expectativa por ver a la banda dieron sus frutos. Una vez vueltos al ruedo para saldar las deudas de 2020 con el público, se dieron cuenta de que en Costa Rica debieron dar tres recitales en marzo, en el Jazz Café, cuando antes de la pandemia tenían previsto uno solo. En Panamá agotaron un teatro con más de mil localidades, incluyendo público que había llegado desde Honduras y Guatemala. También estuvieron en Paraguay y Ecuador, que ya eran territorios conquistados, y en Chile. A diferencia de otros enclaves del Pacífico, como Perú, este último no era uno de los públicos más fuertes del Cuarteto hasta los primeros días de agosto cuando llenaron en Santiago dos teatros Coliseo (lo que equivale a decir 5.000 personas), más otro show en Valparaíso, quintuplicando el alcance que hasta entonces tenían ahí.

Propuesta independiente. Aún en los momentos del humor más, podría decirse, “grueso” del Cuarteto, allá por los años 80 y 90, convenía tener cierto bagaje cultural para entender y apreciar las ironías más finas de una banda distinta a todas las que había en Uruguay, cuya formación histórica la completaban el bajista Santiago Tavella, el baterista Álvaro Pintos y el guitarrista Riki Musso, el hermano de Roberto que se bajó del barco en 2009 por diferencias con el rumbo que se estaba tomando. Esa conveniencia sigue estando presente: Lámina Once es una alusión a las 10 láminas con manchas de tinta impulsadas por el psiquiatra y psicoanalista suizo Hermann Rorschach como test de diagnóstico para evaluar personalidades y detectar posibles patologías mentales. Sus detractores han afirmado que estas manchas son tan ambiguas que uno puede ver en ellas prácticamente todo lo imaginable, lo que le quita todo rigor científico. En Rorschach, uno de los mejores temas del trabajo, cuyo videoclip salió junto con el disco, Roberto canta casi con desesperación: “Perdónenme, ¿qué quieren que le haga? Si solo veo, si solo veo manchas”.

La pandemia y su trasfondo, así como estos tiempos repletos de sobreinformación, sobreexposición, necesidad de marcar postura (blanca o negra, obvio) sobre temas de distinto pelo y color, fueron el marco y el hilo conductor del nuevo disco. A la pandemia no la nombran, pero a todo lo demás sí. Estos elementos forman los colores de una paleta que parece estar compuesta de tonos más oscuros. El videoclip de Rorschach, dirigido por Charly Gutiérrez, es toda una muestra audiovisual. El cantante apunta a que esta pieza tiene guiños, además de a películas de terror clásicas, a otro video suyo dirigido por el mismo Gutiérrez: el de El hijo de Hernández (Bipolar, 2009), tema con el que también tiene links en su propia lírica. En todo caso, sería su versión dark.

Musso recuerda que el tratamiento del humor en el Cuarteto cambió —como su proyección fuera de fronteras— de Raro en adelante: “El humor directo que teníamos en la década del 90 se fue transformando en una visión más irónica. Yo creo que fue una evolución natural”. El tecladista Santiago Marrero, que se unió a la banda en 2009 junto con el guitarrista Gustavo Antuña, es de la idea de que Lámina Once es diferente a los trabajos anteriores: “Si bien hay una continuidad porque uno crea, compone y dialoga con su pasado, es algo nuevo porque la realidad en la que estamos cambió. Esta época pandémica afecta la creación, uno compone y se mueve en la realidad. Yo creo que este disco tiene una impronta más rockera”.

Marrero también destaca el “desafío” que significa trabajar con productores reconocidos como Eduardo Cabra y Héctor Castillo (los mismos de Jueves). “Eso nos obligó a estar a la altura de las circunstancias y saber qué es lo que está pasando con la música en el mundo. Por caso, yo trato de escuchar qué es lo que está pasando con la música dentro y fuera de Uruguay, y dejarte influenciar por lo positivo, por lo que te gusta y por lo que está bueno”. En el caso del tecladista, ese abanico va desde Twenty One Pilots hasta Bad Bunny.

El nuevo disco, grabado entre Montevideo, Nueva York y Puerto Rico, supone también una nueva etapa. Los trabajos del Cuarteto han sido editados por distintos sellos nacionales y multinacionales, desde Orfeo, Ayuí/Tacuabé, Manzana Verde, Koala y Bizarro, hasta EMI, Warner y Sony. Ahora es el momento de la casa propia: Porfiado Récords.

“Cuando tenés una carrera que avanzó tanto te podés permitir cosas que antes te daban vértigo”, dice Marrero. “Ser independientes es tener el control de tu propia música, decidir vos qué inversiones hacer, qué querés hacer. Siempre tuvimos el 100% del control de la música, pero un sello reparte su tiempo entre todos sus artistas”. En el caso de Sony, la discográfica anterior, estos se contaban por miles. “Tener el control de todo eso nos ayuda un montón. Más que dar miedo, ¡está buenísimo!”.

Para Musso, el sello propio, la independencia, es “un experimento” que también es hijo de la pandemia. Luego de estar en tres de las mayores discográficas, que los ayudaron a posicionarse en la región, ahora decidieron disponer del tiempo propio. Por ahora, Porfiado (llamado igual que el disco de 2012, el primero en el que participaron Marrero y Antuña, el de Cuando sea grande, Buen día Benito y Enamorado tuyo), es el formato para Lámina Once. “Luego se verá si seguimos o si usamos el sello para otros artista. Tampoco quiere decir que no volvamos más a una discográfica. Estos son tiempos nuevos, donde el disco en formato físico ya no existe. Obviamente, también estamos corriendo con todos los riesgos”.

Los tiempos cambian. La irreverente incorrección política de El Cuarteto de Nos se dio a conocer pese a las deficiencias sonoras del formato cassette en los ya distantes años 80. Lámina Once saldrá físicamente solo en vinilo en 2023, adelanta Piana. Hay cosas que han cambiado mucho. Y hay cosas que van a seguir.

Hay algo que sigue vivo. Los últimos recitales del Cuarteto tienen una duración aproximada de una hora y 45 minutos. En Chile, el setlist consistió de 21 canciones: seis de Jueves, cuatro de Raro, tres de Lámina Once y de Bipolar, dos de Porfiado y de Habla tu espejo (2014) y uno de Apocalipsis Zombie (2017). Su ya clásico disco de 2006 es el punto de quiebre. De la “prehistoria” subsiste solamente Me amo, una oda a la vanidad exagerada con el toque característico e histórico del grupo. Esta es una canción con una historia particular: originalmente fue parte del disco Cortamambo (2000), cuando el Cuarteto era prácticamente una banda de consumo local; regrabada en 2009, para Bipolar, tuvo una segunda y mejorada adolescencia. “En el Me amo tan irónico de 2000 la gente me decía: ‘Ah, yo conozco uno tal cual describís’. Desde 2009, con la relectura, la gente me dice: ‘Soy ese’ (risas), ¡me parece maravilloso!”.

La ficticia ciudad originaria de Tajo ya quedó en el recuerdo. El fuerte siguen siendo los recitales, aunque ya no se pongan globos en la cabeza como en la feria de Villa Biarritz, se disfracen de viejas en el Teatro El Galpón o de quinceañeras en la discoteca Milenio. Sus canciones no generan un terremoto político como El día que Artigas se emborrachó (1996), ni llegan a la incorrección política extrema de Mabel (1991), que hoy sería carne de cancelación. Las canciones de Tavella, antaño otro pilar de la composición y el canto, por decisión artística ya no son parte de los discos de la banda y quedan para sus proyectos personales; en los últimos recitales, el también artista visual solo aporta la primera voz a Enamorado tuyo y Pobre papá. Riki Musso, quien también era otro cantante y creador de canciones (las más surrealistas, casi siempre), ya no está. El Cuarteto en rigor es un quinteto. Claro que estas cosas están presentes únicamente en el público uruguayo y —habría que precisar— el de 40 años para arriba. Y hay algo que ni el mayor nostálgico de discos como Soy una arveja (1987) puede rebatir: ahora tienen más éxito que nunca, premios Grammy Latino y endorsement del fabricante de guitarras Gibson.

“La gente ya entiende que sos parte de una etapa supergrande”, dice Marrero. Antuña y él entraron poco después de que Bipolar saliera al mercado y participaron en los últimos cinco discos. “A la mayoría de los fans no les preocupa los años que llevás en la banda, no es un tema recurrente para ellos. Además, también tenemos voz y voto”, se defiende en tono serio.

Roberto Musso, protagonista de toda la historia, se ríe. “Acá en Uruguay hay un montón de gente de otra generación que todavía conserva esa época ‘dorada’ del Cuarteto. Lo digo como fan de muchos artistas: uno se enamora de la época en que los conoce. Ya con Otra Navidad en las trincheras (que con más de 20.000 copias vendidas fue en su momento el disco de rock uruguayo más vendido en el país, según un libro sobre ese álbum escrito en 2017 por el periodista Ignacio Martínez) hubo gente que se preguntó qué había pasado con el cuarteto de los 80. Por suerte, eso ha pasado siempre con nosotros a través de los años, hoy tenemos un público mayoritariamente joven, pero a mí me parece buenísimo ese cuestionamiento. Estamos orgullosos de haber podido evolucionar y no haber quedado en el mismo círculo vicioso de siempre, la misma propuesta y los mismos seguidores”. En el exterior, sobre todo por fuera del Río de la Plata, tal nostalgia no existe. Más allá de que El Cuarteto de Nos, el compilado de 2004 de sus clásicos regrabados, reversionados y mejorados, fue pensado para captar el mercado fuera de fronteras, eso no se logró hasta Raro, dos años después. “La gente (en el extranjero) no se enganchó mucho con el material anterior, esa es la verdad”. Me amo, ya se ha dicho, fue la única excepción.

Cambió la infraestructura, la profesionalización y todo lo que conlleva participar de festivales internacionales de música donde es necesario subir los estándares técnicos y creativos. Los artesanales años 80 quedaron atrás. “Lo que nunca va a cambiar en nosotros es la esencia de cantar desde un lugar distinto, cosas que no son habituales de ser cantadas, letras nada convencionales de personajes poco probables pero bastante verosímiles. ¡Por algo la gente se sigue identificando con ellos!”, resume Roberto Musso.

Maldito show desde adentro

El Cuarteto de Nos tiene un público variado en edades, que van de los nueve a los 60 años, y en diferentes países. Eso hace que su propuesta también apueste a la diversidad y a la fusión. Para el cantante Roberto Musso, el nuevo trabajo es un botón más de esa muestra.

“Ciudad no se sabe bien qué es, pero Hermes es un rap lírico. En cada país al que fuimos dicen que la escribimos para un político o personaje famoso local (N. de R.: La letra refiere a un hombre poderoso, corrupto, intrigante y extorsionador). En un meet & greet, un chiquito que tendría ocho años me dijo: ‘Yo sé quién es el doctor Hermes, es mi tío, el que se robó la plata de toda la familia’ (se ríe). En Rorschach, como en su momento El hijo de Hernández, el personaje es un poco ese rebelde que se planta frente a esa presión de la sociedad de tener que identificarnos con algo o teniendo que sentar una posición, generalmente radical, teniendo muy pocos datos. Ese paralelismo me pareció muy interesante con el test de este psiquiatra: se te pide que con nada, con unas manchas, se pueda saber si tenés una patología psicológica, ¡y el tipo solo ve manchas! Es la misma sociedad que refleja Maldito show, una crítica a los que están en ese mundo hiperconectado, ¡desde la perspectiva de alguien que es parte de ese “maldito show”! ¡Todos estamos en esta maquinaria! Ahí el verbo que hace que funcione esa ironía es ‘condenar’: ‘¿Quién nos condenó, sin poder decir no, a participar de este maldito show?’”.

En carretera

Entre setiembre y noviembre, El Cuarteto de Nos tiene previstas nueve fechas en México, tres en Colombia, una en República Dominicana y siete en Argentina. En Uruguay la banda tocará el 16 de setiembre en Florida, en el Festival de la Independencia, el 12 de noviembre en el Antel Arena de Montevideo (la que sería la presentación oficial de Lámina Once ante su público), el 26 de noviembre en el Parque Harriague de Salto y el 2 de diciembre en el Club Centenario de San José.

“Por suerte, nos seguimos sorprendiendo para bien. Y por suerte nos sigue corriendo esa adrenalina previa a tocar. Los nervios siguen, por suerte”, confiesa Roberto Musso.