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¿Qué hace que un libro agarre al lector por el cuello y lo arrastre por sus páginas sin descanso? En
el caso de Pageboy, el reciente libro del actor transgénero Elliot Page,
es la presencia de una voz confesional y una singular obsesión por poner en
palabras un tipo de sufrimiento psíquico para muchos insospechado. Después de
todo, para eso leemos, para conocernos como especie humana y para saber sobre
las distintas formas de sentir.
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En esa
dirección, las memorias de la estrella de cine, aclamada por su papel en Juno
y El origen —cuando todavía era Ellen Page—, además de activista, abren
una brecha y tienen la capacidad de expandir la sensibilidad del lector. Gracias
aPageboy, que se convirtió en una suerte de manifiesto de la
comunidad LGTBIQ+, celebrada este mes de setiembre en Uruguay, muchos pueden,
por ejemplo, conocer mejor y más cercanamente qué es la disforia sexual, cómo
es sentirse enajenado del género que el cuerpo indica. Page lo cuenta poco
menos que a los gritos cuando explica cómo detestaba usar ropa de mujer:
“Imagínate ponerte la prenda de ropa más incómoda y humillante que existe. Te
retuerces dentro de tu piel. Es ajustada, quieres quitártela del cuerpo,
arrancártela, pero no puedes. Así, día tras día. Y si la gente descubriera lo
que hay debajo, quién eres sin ese dolor, la vergüenza saldría a mares, sería
imposible de contener”, escribe.
Yo soy queer.
En sus memorias, el
actor deja un registro especialmente honesto de su vida, desde su crianza en
Nueva Escocia, Canadá, con su madre soltera y criada por un pastor anglicano, a
quien le resultaba especialmente difícil aceptar las inclinaciones de su hija. “El
desagrado de mi madre por mi forma de vestir y mis amistades aumentó. La ropa
masculina y los amigos chicos deberían haberse acabado y todo ese rollo de
marimacho debería ser un vago recuerdo. Yo debía convertirme en una joven
señorita o, al menos, la idea que tenía mi madre de eso. ‘Solo quiero lo mejor
para ti, quiero protegerte, no quiero que tengas una vida dura’”, decía.
A partir de
la desaprobación de su madre, las burlas de sus compañeros de clase y el
rechazo de la esposa de su padre, Page inicia un viaje de transición que avanza
y retrocede varias veces y que se ve salpicado por una vida sexual precoz por
su temprana exposición en la industria del cine.
Junto a actores y director de la película The East, en mayo de 2013. Mark Davis, AFP
Con el actor Shiloh Fernández en un evento organizado por Fox en Park City, Utah, en enero de 2013. Jamie McCarthy, AFP
Las páginas
de un texto escrito con un estilo ágil y actual van desplegando la salud mental
del actor, que trastabilla con autolesiones y depresiones, desde que manifiesta
públicamente que es queer hasta que transiciona a un varón con una
operación de tres horas en la que se elimina los senos.
“Salir del
armario no fue fácil, y ahora me sorprende, pero supongo que nos olvidamos de
la magnitud del cambio que ha ocurrido en la última década. Pasé de ir a unas
sesiones de terapia en las que creía imposible anunciar que era queer, a
sentirme perplejo y furioso por haber soportado esa mierda durante tanto
tiempo, porque camuflar mi identidad queer se consideraba parte del statu
quo y mi dolor, una consecuencia natural. El dolor no solo vivía en mi
mente, sino también rondaba por todo mi cuerpo”. (Puede resultar esclarecedor
recordar los orígenes de la palabra queer, que se remontan al siglo XVI
y que según algunos estudiosos es de origen alemán y significa “oblicuo” o
“torcido”. Con el tiempo la palabra empezó a aludir a lo que era extraño o
distinto).
A partir de
autodefinirse queer, Page explora las dificultades que tuvo con su
imagen corporal, que la sumían en una mezcla de vergüenza y autorrechazo y que
se manifestaba en una postura física de encorvamiento permanente. Por otro lado
transcurría su torbellino emocional, que en varias ocasiones también se veía
acentuado por sus viajes en solitario para trabajar y por sus numerosos
encuentros amorosos en el glamoroso pero también peligroso mundo de Hollywood.
Ellen Page y Emma Portner fueron juntas a las première de Tales of the City, en Nueva York, en junio de 2019. En ese momento eran pareja. Theo Wargo, AFP
En la Met Gala del año pasado, Elliot lució en su solapa una rosa verde, en clara referencia al clavel verde que Oscar Wilde popularizó como símbolo gay en 1892. Mike Coppola, AFP
En
realidad, la vida amorosa de Page era bastante prolífica pero intermitente y
culposa. Alternaba con mujeres queer y cada tanto hacía esfuerzos para
ser “normal” y estar con hombres, aunque estos últimos intentos siempre
terminaban frustrados por la abulia y la desesperación de estar tan alejado de
sí mismo. Con las mujeres las cosas tampoco funcionaban de forma feliz, su
miedo y vergüenza a “salir del closet” terminaban enturbiando y enfriando la
relación y su juventud.
Hasta que
cumplió 30 años, su vida sentimental resultó en una pasarela de encuentros que
empezaban y terminaban en la misma página del libro. De una mujer, Ryan, con la
que había estado un tiempo pero ocultando la relación, cuenta: “No era una
relación sostenible. Las mentiras, los nervios, el asco. La gente no pensaba
que ella era queer, pero sícreían que yo lo era y Ryan no habría
soportado la vergüenza. Al final, tuvo que hacer lo mejor para ella y, por
desgracia, la consecuencia fue destrozarme el corazón”.
Más allá de
ser un libro vistoso, que puede resultar atractivo como testimonio de una vida
de lujo en hoteles caros y amistades con actores como Drew Barrymore, Hugh
Jackman o Leonardo DiCaprio, es elogiado por aportar una mirada crítica de la
masculinidad y los roles de género en la sociedad. Sin embargo, también resultó
controversial, ya que algunos consideran que Page ofrece una versión edulcorada
de la complejidad de la vida transgénero y no aborda realmente la
discriminación, marginación y violencia que la comunidad trans enfrenta.
También se
lo critica por dibujar un retrato algo idealizado de la transición y no mostrar
la realidad completa de ese proceso que transforma cuerpo y mente. Es que en
realidad la historia de Elliot todavía se está escribiendo y su transición está
en vías de ser: “La verdad es que, en cierto sentido, mi narrativa aún se está
desarrollando. Llevo más de un año con testosterona. Cada viernes me levanto
emocionado y contento, con una nueva sensación de calma en mi vida. Me inyecto
cuarenta miligramos de testosterona; estoy cambiando, creciendo, solo es el
principio”, escribió, en sus párrafos finales.
En setiembre de 2019 su look ya era este. Rich Polk, AFP