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Emma Cline en la mente de Harvey Weinstein

Después del éxito de Las chicas, inspirada en la secta Manson, la joven escritora Emma Cline vuelve con Harvey, una novela que aventura cómo habrán sido para Weinstein las 24 horas previas a su sentencia
Editora de Galería

Después del éxito de Las chicas, inspirada en la secta Manson, la joven escritora Emma Cline vuelve con Harvey, una novela que aventura cómo habrán sido para Weinstein las 24 horas previas a su sentencia

Emma Cline es uno de esos casos raros que alcanzan el éxito aun antes de alcanzar el éxito. Con 25 años, esta joven californiana egresada de la Universidad de Columbia firmó un contrato por dos millones de dólares por la que sería su primera novela, Las chicas. La editorial, Random Publishing, debió superar la oferta de las otras 11 interesadas en el manuscrito. El potencial éxito del libro se materializó ni bien los ejemplares salieron al mundo en 2016: estuvo tres meses en la lista de best sellers de The New York Times y fue traducido a 40 idiomas. Y también recibió un alud de reseñas elogiosas que ubicaron a Cline, al año siguiente, en la lista de la revista británica Granta de los mejores novelistas jóvenes estadounidenses, además de ganar el prestigioso Plimpton Prize que entrega la revista literaria The Paris Review. Dicen que no se veía un éxito así con el debut literario de una mujer joven desde Zadie Smith en el año 2000, cuando se editó su novela Dientes blancos.

Las chicas está narrada en primera persona por una chica de 14 años que, a fines de los 60, se une a una secta evidentemente inspirada en la familia Manson. A este libro, que ya vendió sus derechos para adaptarse al cine, le siguió una novela breve sobre un personaje no menos escabroso. Una inmersión profunda de la autora en los pensamientos de Harvey Weinstein dio como resultado una versión de cómo pueden haber sido las 24 horas previas a la sentencia del poderoso productor de Hollywood en el juicio por las acusaciones de abuso que recibió en 2017 a partir del movimiento Me Too.

Harvey se titula esta segunda novela, que se publicó por primera vez, algo abreviada, en las páginas de The New Yorker el año pasado bajo el título White Noise. Es una excursión ficticia al mundo interior de Weinstein, pero el poder de observación de Cline y su prosa elegante y certera ilustran un personaje siniestro y a la vez sus aristas más humanas.

Una chica, las chicas. Emma Cline fue la segunda hija de sus padres, seguida de otros cinco hermanos. De niña, en los años 2000, se imaginó siguiendo una carrera como actriz, que llevaron a su madre a buscarle oportunidades en la industria. Eso es lo que pasa con los niños actores, escribió en una columna para The Guardian: "Requieren el patrocinio de un adulto, el impulso de los padres toma el mando cuando el interés del niño flaquea". Las palabras parecen encerrar un reproche. Por pura superstición llevaba en ese entonces la misma ropa a todas las audiciones y masticaba la misma cantidad de chicles antes de entrar. "No era una niña feliz", resume. Cuando finalmente la eligieron para una película, When Billie Beat Bobby (2001), se bloqueó en pleno set y no lograba, toma tras toma, entregar lo que se esperaba de ella en escena. "Los niños son actores poco confiables, así que las personas que hacen películas tienen sus trucos de magia: el mentol que te soplan en los ojos para hacerte llorar. Los cortes y la edición creativa. El doblaje en las líneas en que es necesario". Pero nada de eso la ayudó en el instante preciso en que todas las miradas estaban en ella, impacientes, incluida la de su madre. "Tal vez ella todavía pensaba que podías hacer a la gente feliz siendo lo que ellos querían que fueras". Su experiencia como actriz no fue mucho más allá.

Su vocación la esperaba apenas 10 años después, cuando se graduó de su Master of Fine Arts en Columbia y publicó en el mismo año (2013) y por primera vez un relato en The Paris Review: Marion. La historia contenía ciertas alusiones a Charles Manson, un tema que se volvió el eje argumental en su novela debut, Las chicas. Evie Boyd es la protagonista de esta historia, una adolescente algo perdida y con ansias de atención que se une, casi inintencionalmente, a la secta Manson. Las chicas lánguidas y de espíritu libre la cautivan y le enseñan poco a poco la obediencia y fidelidad que se debe rendir al líder del grupo, Russell, un tipo de aspecto relajado que genera a su alrededor un casi involuntario campo magnético al que sus fieles se sienten inevitablemente atraídos. Harían cualquier cosa por él. Robar comida, dinero o bienes para asegurar la permanencia del culto. Tener sexo con hombres a los que Russell les debía favores. Tener sexo con Russell cuando y como él decidiera. Los nombres propios cambian, pero el escenario de la novela está claramente inspirado en la secta que terminó con la masacre de Sharon Tate embarazada y cuatro de sus amigos el 9 de agosto de 1969.

Pero la novela es más sobre las chicas, su lealtad extrema y su constante afán de ser queridas. "Pobre Sasha. Pobres chicas", escribe Cline en su novela en la voz de una Evie ya madura y desencantada. "El mundo las engorda con la promesa de amor. Cuánto lo necesitan, y qué poco recibirán jamás la mayoría de ellas. Las canciones pop empalagosas, los vestidos descritos en los catálogos con palabras como ‘atardecer' y ‘París'. Y luego les arrebatan sus sueños con una fuerza violentísima; la mano tirando de los botones de los vaqueros, nadie mirando al hombre que le grita a su novia en el autobús. La lástima por Sasha me bloqueó la garganta".

El supuesto plagio, el spyware y las fotos íntimas. A ese primer libro le siguió una antología de relatos titulada Daddy (Papi, 2020), que aún no se tradujo al español, en la que la autora cumplió con dos de los tres libros a los que se comprometió en el contrato millonario que firmó con la editorial. "La palabra (daddy) tiene un significado inocente y dulce, pero también asumió todo este bagaje cultural, esta extraña identidad psicosexual sobre las dinámicas del poder -dijo a The Guardian-. Veo esas temáticas volviendo sobre mi trabajo una y otra vez".

Daddy llegó después de una prueba desafiante a la que le tocó hacer frente cuando todavía estaba en plena promoción de Las chicas. La cachetada iniciática con que la esperaba la fama: su primera denuncia de plagio. Cline, tan celosa de su intimidad como para no tener redes sociales (solo una fanpage de Facebook para postear noticias o actividades vinculadas a sus libros) y con una reputación como escritora todavía en construcción se vio expuesta a la violencia y la vergüenza que una acusación de ese tipo conlleva. Fue a principios de 2017 que su exnovio, Chaz Reetz-Laiolo, también escritor, dijo que Cline había instalado un spyware en su computadora y que Las chicas era un plagio de un trabajo suyo. Reclamó un resarcimiento por derechos de autor con la amenaza de acudir, si no, a la Corte. Cline respondió a los alegatos con el argumento de que había instalado el spyware por su propia protección -pues al parecer la relación era abusiva por parte de él- y para confirmar si su entonces novio la estaba engañando. El abogado de él, David Boies (casualmente también abogado de Weinstein), presentó a su vez una transcripción de varias charlas íntimas de Cline con hombres con los que había tenido un vínculo así como fotos con contenido erótico de la joven, obtenidas de una vieja computadora suya que había caído en manos de su ex. La intención de estos documentos era probar que el vínculo entre Cline y Reetz-Laiolo no había tenido la naturaleza violenta que ella aducía. Cline contrató, por su parte, a Carrie A. Goldberg, una abogada especializada en violaciones a la privacidad sexual. Poco después estas pruebas fueron descartadas y, a mediados de 2018, el juez de la causa opinó que las similitudes entre la obra de Cline y los escritos de Reetz-Laiolo eran generales y desestimó un posible plagio.

"Creo que hubo un momento en el que me sentí tan dolida y tan abrumada que no pensé que volvería a trabajar, porque requiere tanta ternura y franqueza. Es como si no tuvieras piel", dijo a Los Angeles Times respecto a su oficio. Pero finalmente se sobrepuso y con Daddy llegó la reconfirmación pública de su talento.

Cline vs. Weinstein. Los meses que siguieron fueron más amigables y los últimos días de 2019 la encontraron filmando y dirigiendo su primer cortometraje, Jagger. Cline decidió poner a prueba el ojo atento y perspicaz que puede leerse en sus novelas y lanzarse a una nueva aventura, más visual. Tuvo además la fortuna de contar con la guía de un realizador como Brian De Palma, un amigo de Cline que, dadas las circunstancias, se volvió su mentor. "Siempre pienso visualmente. Pienso mucho en cómo se ven las cosas en las historias que estoy escribiendo, pero escribir algo que será realmente trasladado a lo visual fue interesante", dijo Cline a De Palma en una charla que publicó Vulture.

Una vez terminado el rodaje, en enero de 2020 volvió a sentarse en su escritorio. Una idea le rondaba la cabeza desde que había leído en una noticia que, después del juicio en el que se lo acusaba de varios crímenes sexuales, Harvey Weinstein pasaba los días en casa de un amigo mirando Netflix y buscando en Google su nombre. En dos meses, y antes de que se dictara la sentencia que condenó al megaproductor a 23 años de cárcel, Cline escribió un relato que tituló White Noise (en alusión a la obra del escritor Don DeLillo, un personaje que aparece en la historia más de una vez como una suerte de alucinación) y se publicó por primera vez en The New Yorker en junio de ese año. White Noise, que en inglés no llegó a ser libro pero sí en español, francés e italiano titulado simplemente Harvey, es una visión posible de cómo habrá vivido Weinstein su último día de inocencia.

"Creo que con solo vivir la vida como mujer, tienes una idea bastante clara (de cómo piensan los hombres), desafortunadamente", dijo Cline a The Guardian. "Siempre me han interesado las historias que las personas se cuentan a sí mismas, cómo se ven a sí mismas. Eso es algo que ha estado más en el aire recientemente, ya que los hombres especialmente han tenido que disculparse públicamente y presentar sus propias narrativas. No me interesa criticar a mis personajes, donde tú y el lector puedan sentir cierta superioridad moral sobre ellos. Estoy tratando de replicar algo de su vida interior. Siempre vuelvo a mi propia conciencia, a lo que se siente estar dentro de una cabeza, y quiero darles a todos el beneficio de tener esa totalidad".

"Por eso lo estaban castigando, de eso iba todo este circo: la sociedad no soportaba a alguien que no se castrara voluntariamente a sí mismo. Tenían que convertirlo en un ejemplo. Un sacrificio de sangre", dice un pasaje de Harvey.

Si bien en el libro abundan los detalles sobre el estilo de vida de Weinstein (como las medias rojas de hilo de Escocia, las mismas que usa el papa, compradas en un pequeño taller al lado del Vaticano), los lazos con su familia o algunos recuerdos específicos de su infancia, Cline no investigó absolutamente nada sobre su protagonista. "Quise escribir la historia basándome en lo poco que sabía de Harvey Weinstein. No sabía si tenía hijos o no, pero yo quería contar que tenía hijas adultas y que alguna de ellas iba a visitar a su padre la noche antes del juicio. Quería permitirme este tipo de licencias narrativas", contó a El Cultural de España. En Harvey, escribe: "Ahora la (hija) mayor mandaba largos emails con copia a su psiquiatra, y en el asunto: VIOLACIÓN, y la pequeña le escribía algún mensaje de vez en cuando para ver qué tal, pero incluso la banalidad de sus palabras parecía irradiar algo: ¿qué? Odio, suponía. ¿No les gustaría ver eso, a las mujeres, ver lo que habían hecho? Familias arruinadas. Habían hecho sufrir a sus hijas, impedido que durmiesen, enfriado sus naturales instintos amorosos, y ¿cómo podía alguien defender eso, decir que se lo merecía?".

Cline se propuso profundizar en cómo funciona el autoengaño, y hasta qué límites se puede llevar, y explorar los mecanismos mentales y los recursos emocionales de un hombre acostumbrado a tener todo ese poder en una situación de tanta vulnerabilidad.

"Nadie es un monstruo las 24 horas del día", opina Cline. Por ese abordaje ha sido celebrada y también cuestionada. El plasmar los presuntos temores o dolencias físicas de un depredador sexual fue visto por una porción de lectores como una forma de humanizarlo e inspirar empatía y hasta pena. Ella se limitó a decir que no es jueza ni su responsabilidad es legislar sobre el acoso sexual: "Entiendo el deseo de retratar a las personas como héroes o villanos. A todos nos gusta la elección binaria de blanco y negro. Nuestros cerebros disfrutan de esas categorizaciones. Pero (...) Soy novelista y tengo que explorar todos los grises", dijo a El País de Madrid. "La ficción nunca puede estar sujeta a un escrutinio moral, porque no funciona según los estándares en los que operamos como sociedad. Y eso es lo que creo que es genial ".

En la conversación que mantuvo con De Palma para Vulture, Cline aprovechó la oportunidad para preguntarle qué tan acertado veía su retrato de Harvey Weinstein, partiendo de que ambos se mueven en los mismos círculos y frecuentan las mismas fiestas. "Tuve muy poco contacto con Harvey, porque no me gustan los bullies", respondió él. "Pero recuerdo haber organizado un almuerzo para un director amigo que había traído su película irlandesa a Nueva York. Harvey estaba distribuyendo la película. Lo vi en el almuerzo y fue suficiente para mí. Los bullies consumen todo el oxígeno de la habitación".

En una de las páginas de Harvey Cline recrea un posible diálogo entre el poderoso productor y su asistente, cuando vuelven de visitar a un gurú de la India en un avión privado. Harvey viajó para recibir su mantra, pero ahora que ya sabe el suyo, quiere conocer también el de ella. "Se supone que no tienes que decir nunca tu mantra", responde la chica al primer pedido de él. "Pero la cosa era esta: ambos supieron, tan pronto formuló la pregunta, que ella acabaría diciéndole su mantra. Solo quedaba por saber cuánto tiempo llevaría, cómo serían los momentos entre la demanda de él y la capitulación de ella. Al final, para él, en último término, sería lo mismo, como cualquier otro triunfo", escribe la autora en un párrafo que parece resumir cualquier clase de abuso de poder.

Tanto en Harvey como en Daddy -que está previsto que llegue traducido al español en los próximos meses- hay un retorno sistemático a personajes que no terminan de adaptarse a los cambios sociales que generó el Me Too. "Las cosas que eran normales hace cinco años ahora son totalmente inaceptables. Y hay toda una generación de hombres y mujeres que están desorientados y alienados por esta nueva cultura", opinó.
En estos días Harvey Weinstein volvió a ser noticia al declararse inocente de nuevos cargos en su contra: cuatro de violación y siete de agresión sexual. Once nuevas víctimas que se atrevieron a hablar. "Alguna gente se resistía, otra no. Alguna gente se quedaba parada, inmóvil; otra se echaba a reír de incomodidad. Las disfrutaba todas, incluso las victorias más triviales: eran como los distintos sabores de helado", dice un fragmento de Harvey. De ser hallado culpable, Weinstein podría ser sentenciado a toda una vida en prisión: 140 años que se sumarían a su condena actual.