A pocos días de cumplir 97 años, Carlos Julio Pereyra votará por 16ª vez en una elección presidencial; hizo campaña a caballo, fue legislador y compañero de fórmula de Wilson Ferreira en 1971.
A pocos días de cumplir 97 años, Carlos Julio Pereyra votará por 16ª vez en una elección presidencial; hizo campaña a caballo, fue legislador y compañero de fórmula de Wilson Ferreira en 1971.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCarlos Julio Pereyra votó en 15 elecciones nacionales. Si a ellas suma plebiscitos, referéndums, internas, segundas vueltas y municipales, el número de veces que concurrió a las urnas se multiplica de forma abrumadora. Y la cifra sigue en aumento, porque el domingo 27 tiene previsto trasladarse a su Rocha natal para votar por decimosexta vez.
La primera vez que puso el sobre en la urna fue en 1942, y optó por el Partido Nacional Independiente, en una época en que los blancos estaban divididos y el nombre Partido Nacional estaba en manos del Herrerismo. Carlos Julio -nadie lo llama Pereyra- tiene ADN blanco, porque su abuelo peleó en la revolución saravista de 1897 y su padre en la de 1904. Él hizo campaña a caballo, en carro, atravesó arroyos desbordados, se comunicó por carta, siguió discursos por radio, y recorrió el país en muchísimas oportunidades. Con 96 incansables años, es el último referente de una generación que marcó una época en la política uruguaya. De los 183 años de existencia del Partido Nacional (uno de los más antiguos del mundo), él ha vivido más de la mitad.
Fue edil, diputado y senador en varias ocasiones; candidato a presidente, y compañero de fórmula de Wilson Ferreira en las recordadas elecciones de 1971. También fue maestro y profesor. Nació en Rocha el 15 de noviembre de 1922; tiene 13 años más que Julio María Sanguinetti y 12 más que José Mujica, por mencionar solo a dos de los políticos más veteranos.
Durante décadas, Carlos Julio fue la cara más visible del Movimiento Nacional de Rocha (MNR), el sector fundado por Javier Barrios Amorín en 1964. En 1971 el MNR hizo una alianza con Por la Patria, de Wilson Ferreira, que se disolvió en 1987, cuando el grupo de Carlos Julio apoyó el voto verde en el referéndum que intentó sin éxito derogar la ley de caducidad. Matilde Rodríguez, viuda de Héctor Gutiérrez Ruiz y presidenta de la comisión para derogar la norma, integraba el MNR.
En 2005, Carlos Julio le dijo adiós al Parlamento y se alejó de la primera línea de la política activa, aunque cada tanto concurre a actividades partidarias. El 30 de junio en la noche estuvo en la sede de Todos, celebrando el triunfo en la interna de Luis Lacalle Pou; su nombre cierra el Senado de la lista 40, en lo que se considera un lugar de honor en la nómina.
Para hablar de su periplo electoral y recordar anécdotas de viejas campañas, galería visitó a Carlos Julio en su apartamento de Pocitos, donde los recuerdos familiares y políticos se ven en fotos blanco y negro. En una pared cuelga una divisa blanca con la leyenda Todo por la patria. Vencer o morir, que sobrevivió a la revolución de 1904, y que le regaló hace años un correligionario.
Es viudo, tiene dos hijos y cinco nietos. Camina con un bastón; la silla de ruedas que necesitó en alguna oportunidad está plegada detrás de la puerta de entrada. En los meses de invierno enfrentó un cuadro viral que lo obligó a estar más quieto que de costumbre, pero mantiene una lucidez que se nota cuando habla de temas de actualidad o hurga en la memoria para hablar del pasado.
Luego de tantas campañas electorales, ¿cómo observa la actual?
Ha aparecido una nueva forma de manifestar el pensamiento, que son las redes sociales. Es un camino abierto para decir cualquier cosa y a veces la campaña se ensucia con esa información descontrolada. La Constitución ampara la libertad de opinión por cualquier medio; no ampara las campañas sucias, la degradación, el insulto, las calumnias. Hay otras formas que también son beneficiosas. La televisión ha sido el gran instrumento de sustitución de las grandes asambleas populares; muestra todos los días a los candidatos, sus pensamientos, a veces hasta su conducta se analiza. La opinión pública ha ganado en información, por la libertad que felizmente todavía subsiste en Uruguay. A veces amenazada, como con la famosa ley de medios. Por ahora no ha habido actos claros, a no ser el abuso que a nuestro juicio el gobierno viene realizando con los medios públicos, pagados por la ciudadanía, para difundir su propaganda.
¿De dónde surge su identificación con el Partido Nacional?
Me vinculé en mi hogar. Mi padre, Juan Elías Pereyra, peleó con Aparicio Saravia, sirvió en la revolución de 1904. Se embarcó en la revolución con la fuerza de Juan José Muñoz, que era el jefe político de Maldonado. Muñoz le avisó a mi abuelo, que había servido con él en la revolución de 1897, que tenía que plegarse a las fuerzas revolucionarias. Mi abuelo le dijo: "Tengo 75 años, esta vez no voy, pero van mis hijos". Era un deber de honor, si él no iba, iban los hijos. Mi padre fue herido en Paso del Parque del Daymán.
¿Qué hacía su padre?
Empezó como capataz de estancia, era un hombre de campo. Después fue empleado y luego tuvo una casa de comercio de esas que todavía existen en la campaña, llamadas de ramos generales, donde se vendía desde la ropa al arado y las herramientas de trabajo, y se confiaban cueros y lana. Era frecuente que la gente de la zona mandara la lana, los cueros, y a fin de año se hacía el balance entre lo que había llevado y la mercadería que dejaba. Mi padre murió de poca edad, de 54 años. Mi madre lo sobrevivió muchos años. Cuando mi padre muere en 1934 fue una situación difícil. Tuvimos que entregar el campo, y fuimos al barrio Lavalleja de Rocha, uno de los más pobres. Conocimos la solidaridad de gente muy humilde. Tuvimos que enfrentar dificultades, pero cuando miro para atrás creo que ahí aprendí a formar mi carácter. El dolor y las dificultades enseñan, adoctrinan, nutren de inquietudes y de ideales, fortalecen el pensamiento que nos lleva a la lucha. Por eso entré a la lucha política. A los 13 años me emplearon en una carnicería para hacer el reparto de la carne. Lo hacía a pie, todavía no había bicicleta. Después fui locutor de Difusora Rochense. Trabajé en siete oficios, porque la necesidad era para ganar el peso y ayudar a llevar el pan a la casa.
A Carlos Julio siempre le gustó la historia, y el interés por el pasado lo acercó a un profesor del liceo de Rocha, que no era otro que Javier Barrios Amorín. Empezó a colaborar con él, como si fuera su secretario, y lo acompañó en la campaña de 1942, donde Barrios Amorín fue electo diputado por Rocha, y los colorados retuvieron el gobierno con la fórmula Juan José de Amézaga y Alberto Guani.
Cuénteme de esa campaña.
En cada seccional de Rocha hacíamos un acto abierto a todo el público. También se hacían las visitas personales, a familias, las campañas se iniciaban muy temprano. Nos trasladábamos a caballo, en carro. Yo al caballo lo conocía dede niño porque en la campaña andaba desde los cinco años. A veces crecían los arroyos y había obstáculos naturales, se hacía como se podía. En aquella época no había televisión y la radio no cumplía todavía una gran función. Después fue el gran instrumento para llegar, por ejemplo con Chicotazo (Benito Nardone), y luego con (Manuel) Flores Mora o el doctor (Eduardo J.) Corso.
¿Cuáles eran los temas que preocupaban en aquellos años en Rocha, que parecía tan lejana al gobierno colorado en Montevideo?
La guerra. En general, las simpatías de los uruguayos eran por los aliados. Aparecían algunos brotes de simpatías nazis y fascistas. El fascismo se instala después en el Río de la Plata, se dice que lo trajo (Juan Domingo) Perón, que había sido agregado militar en el gobierno de (Benito) Mussolini. Felizmente, aquí no prosperó. Curiosamente, hoy tenemos un gobierno que públicamente denosta al fascismo pero emplea a veces algunos medios ilegales, a juicio no solo míos, sino de estudiosos sobre temas constitucionales. El uruguayo no tolera regímenes que vulneren la libertad, la prueba está en que, silenciosamente, el plebiscito del 80 abrió el camino para la democracia.
¿Cuál fue su primera campaña como candidato?
Fui candidato a la Junta Departamental de Rocha en 1950. Hacíamos campaña en todo el interior. Eran muy importantes las cartas y los documentos impresos, en sustitución de la radio y de la televisión. Yo había venido a Montevideo por las circunstancias económicas. Es uno de los motivos por los que me embarqué en la política: este país me ha dado educación gratuita, un título modesto pero honroso de docente, y me ha favorecido y honrado dándome cargos de gobierno. Cuando vinimos, trabajábamos todos, mi hermana como costurera, mi hermano como maestro y profesor, yo como empleado de comercio.
Dardo Ortiz, Gonzalo Aguirre, Carlos Julio Pereyra, Jorge Silveira Zabala y Fernando Oliú se reunieron con Wilson Ferreira en Río de Janeiro en setiembre de 1982. (Foto del libro Soy testigo).
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La Casa de los Lamas es una vieja casona ubicada en el número 1324 de la calle Uruguay. Durante años fue la sede del Partido Nacional Independiente, hasta que se produjo la unificación con los blancos herreristas, de cara a las elecciones de 1958. El MNR se reunió por años en ese lugar. En diciembre de 2013, en esa casa tan asociada a la historia del nacionalismo independiente, Carlos Julio anunció su respaldo a Lacalle Pou, bisnieto de Herrera. Los tiempos, los liderazgos y las circunstancias internas habían cambiado. Cuando Lacalle Pou nació, Carlos Julio tenía 51 años; ya había sido diputado, senador y compañero de fórmula de Ferreira.
Viene de un sector que se enfrentó al bisabuelo de Lacalle Pou y usted personalmente compitió con su padre en 1989. ¿Qué lo atrajo de él?
El país superó una etapa de divisiones y el Partido Nacional se unió. Las fuerzas se aglutinaron y entiendo que no podemos ser víctimas de los errores del pasado. Lo que me sedujo de Lacalle Pou fue la renovación. Viví una época en que los candidatos eran mayores de 60, 70 años. Llegó la época de la renovación. Incluso Wilson y yo en el 71 fuimos una renovación frente a viejas figuras, como (Martín) Echegoyen. Los partidos tienen que renovarse en el pensamiento y en los hombres. Los dirigentes pasamos, desaparecemos, el partido continúa. A Lacalle Pou algunos le criticaron su juventud. Yo dije en determinado momento: ¿cómo el Partido Nacional logró establecer las libertades públicas en el país luego de las revoluciones de 1897 y 1904? ¿Quiénes hicieron las revoluciones? ¿Los viejos? Sí, algún caudillo viejo quedaba, pero las legiones que murieron en esas guerras eran jóvenes de 20 y pocos años. Si sirvieron para abrir el camino a la libertad, ¿cómo no van a servir para enfrentar los problemas del presente? A Lacalle Pou le voy a dar mi voto y el poco apoyo que a esta altura de mi vida pueda brindarle.
¿Qué recuerda de la elección de 1958, la primera que ganó el Partido Nacional después de más de 90 años de gobiernos colorados?
La viví muy alegre y triste. Porque en la noche ganaba la fracción de la Unión Blanca Democrática (UBD), y al día siguiente con los votos de la campaña, ganó el eje Herrera/Nardone. Viví la euforia del triunfo y al día siguiente la realidad de que había ganado el Partido Nacional, pero otro sector. De cualquier manera, tratamos de colaborar porque era el gobierno del partido. Tuvimos diferencias, sí, pero se fueron zanjando.
¿Cómo era su vínculo con Herrera?
Nunca hablé con él. Lo oí en un acto, porque tenía curiosidad. Creía que era un orador que entusiasmaba a la multitud, pero era sencillísimo, hablaba de las plazas, de los árboles, de las calles. Lo conocí después a través de sus libros, fue un escritor muy fecundo y muy bueno.
¿Cómo fue su llegada al Parlamento en 1963?
Tenía tal apego por el interior que dije "voy a ir solamente los días de sesión". Era imposible. La tarea de legislador obliga a estar permanentemente en el estudio de los problemas. El legislador tiene que estudiar, buscar asesores. En materia económica recurrí mucho a Carlos Quijano, que venía del Partido Nacional. (Adolfo) Gelsi Bidart también era muy abierto a ayudar, aunque creo que no era blanco.
¿Qué recuerda de la campaña de 1971?
A Wilson lo conocía de muchacho, porque pasaba las vacaciones en La Paloma. En la vida política primero coincidimos en el nacionalismo independiente, después en la UBD, y en 1962 en la alianza de la lista de (Washington) Beltrán y Wilson, con la lista de (Alberto) Gallinal del MNR. Fue la época que viví más intensamente. Entrábamos a las ciudades, andábamos por los caminos en medio de gente que vivaba a Wilson, al partido, como nunca había visto. En el programa de gobierno Compromiso con usted se hablaba de los problemas de la educación, de la tierra, del comercio, de la actividad bancaria. Eso llegó a la población, que lo recibió con entusiasmo. Fue una elección que terminó siendo anormal, porque se hizo una prórroga de la recepción de votos sobre el vencimiento del plazo hasta las 12 de la noche. Ahí aparecieron aquellos circuitos en que había más votos que votantes.
Junto a integrantes de la bancada del Movimiento de Rocha en febrero de 1973, para responder a los comunicados 4 y 7 del Ejército y de la Fuerza Aérea. Carlos Julio Pereyra estaba acompañado, entre otros, del hoy canciller Rodolfo Nin Novoa (el segundo a la izquierda de la foto), Ernesto Amorín, Wilson Elso Goñi, Edison Zunini, Ricardo Rocha Imaz, Alem García y Javier Barrios Ansa. (Foto de la familia de Carlos Julio Pereyra).
En la dictadura integró el triunvirato que estuvo al frente del Partido Nacional, con Dardo Ortiz y Mario Heber. En 1978 recibió una de las botellas de vino envenenado, un episodio en el que murió Cecilia Fontana, la esposa de Heber. Lacalle Herrera, el tercero en recibir esa botella, dijo alguna vez que tiene una idea de quién las envió. ¿Usted qué piensa?
No tenemos la prueba de quién inyectó la botella, pero fue la dictadura. Quién fue la persona... yo qué sé, pero eso vino de ahí.
¿Cómo fue la campaña del plebiscito del 80?
Estuvimos proscriptos. Cité en Rocha a una manifestación por el No y salí a la puerta de mi casa a verla pasar. La gente cuando me reconoció entró a mi casa, me llenó el zaguán de flores, fue emocionante. Yo no podía participar activamente, pero tampoco me podían sacar de la casa. El día del plebiscito había bocas de urnas pero no eran muy seguras. Recuerdo que a Néber Araújo se le veía en la cara la salida de votos del No. Hasta que los militares suspendieron el escrutinio para deliberar qué hacían, si anulaban el plebiscito o lo respetaban.
¿Y las elecciones de 1984?
Fuimos todos en la misma lista. Yo encabezaba el Senado, después iban (Alberto) Zumarán y (Guillermo) García Costa. Fue una idea de Wilson para mostrar que la fórmula que había despertado mucho entusiasmo popular en 1971 seguía vigente. A mí no me dejaban hablar, tenía que mirar de lejos, porque si hablaba, se terminaba el acto. El del Cine Cordón lo miré de afuera. Llegaron soldados a caballo con los garrotes.
El MNR fue semillero de políticos jóvenes, algunos que terminaron en el Frente Amplio, como Luis Almagro o Rodolfo Nin Novoa.
El MNR definía la acción política como una función pública, una función social. La función social es resolver los problemas y no beneficiarse uno mismo, como cuando aparecen (felizmente pocos) casos de corrupción. Nosotros entendíamos que la corrupción iba a terminar con la democracia y por eso intentábamos poner el acento en la ética.
¿Cómo vivió la elección de 1989, donde ganó el Partido Nacional?
Hubo dirigentes que se fueron del MNR, no entendieron que ganó nuestro partido; y que si ganó nuestro partido no podíamos ser oposición. Algunos se habían consustanciado tanto con algunos principios éticos que pensaron que era una obligación combatir también al gobierno del doctor Lacalle. Nosotros optamos por una crítica constructiva, muchas veces criticamos, y logramos corregir algunas de las medidas.
Luego del gobierno blanco, llegaron otras dos administraciones coloradas en las que Carlos Julio fue senador. Dice que mantuvo buena relación con Julio Sanguinetti y con Jorge Batlle, y que también colaboró con ellos cuando entendió que sus posiciones eran compartibles. En 2005, con la llegada del Frente Amplio al poder, Carlos Julio se retiró de la política activa. "Tuve la suerte de salir sin enemigos y con muchos amigos de todos los partidos", dice sonriente.
Es imposible calcular la cantidad de veces que, en 96 años, Carlos Julio recorrió los casi 200 kilómetros que separan Montevideo de Rocha. Comenzó a viajar en la década de los 30 del siglo XX; lo hizo en tren, ómnibus y auto. Vio cómo cambiaba la morfología del paisaje, y cómo los caminos de tierra se convertían en rutas asfaltadas. El domingo 27 volverá a transitar ese trayecto cargado de recuerdos felices y otros no tanto, para colocar su voto en la urna, porque quiere aportar su grano de arena a una elección que puede convertirse en su última alegría política.
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DOCUMENTAL
Detrás del traje es un documental sobre Carlos Julio que realizó su nieta, la comunicadora Inés Pereyra. El 15 de noviembre, cuando Carlos Julio cumpla 97 años, se estrenará en el canal de YouTube.