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Giovanna Martinatto: "Con el ballet queremos salir a los barrios, llegar a otro público"

La exprimera bailarina del BNS estrena Alicia en el país de las maravillas, la primera obra de la nueva compañía independiente que lleva su apellido

Jueves, 1º de setiembre. A seis días del estreno de Alicia en el país de las maravillas —que será un día antes de la publicación de esta nota— hay un 72% de entradas vendidas. Es la primera vez que se monta este ballet en Uruguay. Esta vez, sin embargo, no es el Ballet Nacional del Sodre (BNS) el encargado de sorprender con otra gran producción. 

De la mano de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, el vestuario de Hugo Millán y Dolores de Arteaga y las proyecciones de la empresa Hoop 360, se trata de la primera apuesta de Martinatto Dance Company, proyecto que lleva el apellido de su directora, exprimera bailarina del BNS. A Giovanna Martinatto se le mezclan muchas emociones. Este verano, mientras componía este ballet escena por escena, en la playa, entre la música y el libro que enmarcan la historia, la imagen de la sala principal del teatro Solís repleta a la espera de que se levantara el telón aparecía como un anhelo muy lejano. Ahora, la alegría de la bailarina se cruza con un enorme sentido de responsabilidad, y con la necesidad de sumar algún café a los tantos que ya toma por día para energizar la corrida tras los últimos detalles: desde conseguir el color para pintar una olla hasta encontrar la máscara para uno de los muñecos de la obra, por mencionar solo algunos de los más ínfimos.

Serán 17 bailarines en escena y 35 músicos en la orquesta. El equipo, si se suma el trabajo tras bambalinas, es de unas 60 personas.

Entre los bailarines hay algunos del BNS, otros que formaron parte de esa compañía y varios más egresados de la Escuela Nacional de Danza. Por ahora, cuenta Martinatto, planea armar el equipo obra por obra, aunque desea fervientemente contar con un cuerpo estable de bailarines con el que se pueda trabajar a diario. Para eso, dice, se necesita apoyo económico. “Ojalá en algún momento se dé. Sé que es un proceso, que son cosas que cuesta lograr, pero me encantaría que pudiera suceder tener bailarines a total disposición. Sería maravilloso”. Y es un sueño compartido. En Uruguay hay una enorme cantidad de bailarines que se dedican a la docencia por no tener la posibilidad de vivir de bailar. Cada año egresan entre 50 y 60 alumnos de la Escuela Nacional de Danza. De todas las carreras, la de ballet es la que más inscriptos tiene año a año y sobran los dedos de una mano para contar cuántos de ellos logran ingresar al BNS.

“Por lo general todos están dando clase. Me parece fundamental que puedan dedicarse de lleno a bailar. Yo ya bailé, y este es un gusto que me doy. Entré al BNS con 16 años, bailé muchísimo, hice muchísimos Lagos (Lago de los Cisnes), Quijotes. No una vez, sino muchas”, dice la bailarina, que se retiró del BNS en 2017, con 36 años. 

El camino tras ese y varios sueños está recién empezando, y los hechos hablan por sí solos. El domingo 4, a tres días de la primera de las tres funciones —del miércoles 7 al viernes 9— las entradas ya estaban agotadas. El público está ávido de más y más ballet. Hay espacio en abundancia para satisfacer la gran demanda y Alicia… es una muestra de la intención de cubrirla, aunque no la única. En marzo de este año, por ejemplo, se creó oficialmente el Ballet Clásico Juvenil, dependiente de la Escuela Nacional de Formación Artística del Sodre. Según el comunicado con el que se dio esta noticia, esta propuesta “constituye la posibilidad de realizar una experiencia preprofesional que brinda a los estudiantes las herramientas para enfrentar el mundo laboral a nivel local y/o internacional con mayor solidez”. Por un lado, fortalece las habilidades y capacidades de los bailarines, y los entrena para vivir arriba de un escenario, con todo lo que eso implica. Por el otro, también pretende acercar este arte a público de todo el país. “Generar producciones artísticas y actividades que estén al alcance de público joven, generando un acercamiento de nuestro arte a la comunidad”, señala el comunicado como otro de los objetivos.

Una apuesta. Alicia en el país de las maravillas no es el primer ballet que dirige la exprimera bailarina. Tras su retiro, en 2017, Martinatto cofundó, junto con colegas, Telón Arriba, una compañía de danza neoclásica y contemporánea que en 2018 fue nombrada Compañía Residente del Teatro Solís. Junto con Telón Arriba, Martinatto llevó adelante espectáculos como Titanic, en 2019, y Pulcinella, en 2021. 

Ese mismo año, sin embargo, decidió desvincularse de esta compañía para lanzar Martinatto Dance Company, un emprendimiento más alineado a su estilo, neoclásico, pero más clásico que el de Telón Arriba. En puntas, pero sin llegar a las terminaciones y formas del ballet estrictamente clásico. “El clásico tiene unas formas muy marcadas, de terminaciones, posturas de brazos, y en realidad el lenguaje neoclásico es más libre de torso y de brazos. Cuando vas a ver un clásico, un Quijote, un Lago, tiene muy marcadas sus líneas, es muy exacto. Un neoclásico es en punta también, pero eso se desestructura, hay más movimientos de torso, las líneas de brazos son diferentes”, explica la bailarina.

¿Por qué se inclina por el neoclásico?

Es lo que me fascina y con lo que siempre me sentí más cómoda. Siempre me encantó bailar clásico, pero a veces esa presión de ser tan exacto, tipo relojito, es un poco agotador. Se insiste mucho en una pirueta en terminar en cuarta o quinta posición, y es eso o nada. El neoclásico es diferente. Tenés más opciones. Al montar la coreografía veo lo que le queda bien al bailarín y trato de ir a ese punto, a él. Puede haber cosas específicas que queden bien coreográficamente, pero si no, se amolda; es como plastilina, el bailarín está en esa sintonía. Que él se sienta cómodo con esa terminación y que sea segura para él. Eso se logra en el contacto de trabajar coreógrafo-bailarín en directo. El coreógrafo (en contacto) directo (con el bailarín) maneja lo que pensó en su cabeza y lo decide ahí. Si viene un repositor (maestro que pone en escena una coreografía ajena), por ejemplo, ya tiene que consultar.

Apuesta al ballet independiente, algo tal vez impensado antes de 2010, cuando llegó Julio Bocca, se reinauguró el Sodre y creció el público del ballet.

Ha habido una evolución enorme realmente. Es genial que estén estas apuestas, que haya público, que la gente vaya. Son apuestas de mucho vestuario, mucha gente, mucha escenografía. Y estas apuestas generan nuevos públicos. Alicia… se dirige a la familia, y al público infantil. 

Fue el éxito de Pulcinella, el ballet que dirigió en 2021, también junto con la Orquesta Filarmónica de Montevideo, el puntapié para apostar este año por Alicia en el país de las maravillas. Desde la orquesta le pidieron a Martinatto que pensara un título para 2022 y, tras un poco de meditación, Martinatto eligió Alicia… cautivada por su historia y por sus infinitas posibilidades y desafíos. “Podía haber una creación muy fantasiosa desde el vestuario, hay personajes de animales, está el lacayo, el pez, el conejo. Parece ideal para niños y familias”. También estuvo en la balanza el hecho de ser un ballet que nunca se hizo en Uruguay. “Está bueno que se puedan hacer cosas nuevas y diferentes”. Parte de la novedad viene de la mano de la empresa Hoop 360, que se encargará de las proyecciones en 3D, una alternativa a las escenografías. “Tenía pensado no usar tanta escenografía detrás, sino proyecciones en 3D, eso me parece recopado. La semana pasada tuve reunión con los que hacen las proyecciones, que es la empresa Hoop 360; han expuesto en varias partes del mundo, y cuando yo se los planteo y me envían un primer video de algo que habían hecho para Estados Unidos, me pareció increíble. Es impresionante”. Y otra novedad: la orquesta no estará en el foso, sino sobre el escenario. “Para nosotros está bueno que estén arriba. Siempre están en el foso, están pero no los ves. (Pero ahora) están arriba, acompañándonos. Cuando uno baila y están atrás es increíble, sentís las notas entrando. Es diferente el sonido cuando ellos están atrás, te envuelve”, relata la bailarina.

¿Cómo se le ocurrió la idea de abrir su propia compañía? ¿Fue después de retirarse?

Salí del BNS sin idea de qué iba a pasar. Siempre pensé que hay que seguir adelante con proyectos, con sueños. Mi mamá siempre me inculcó tener proyectos a corto, mediano y largo plazo. Me quedó supergrabado en mi cabeza y cuando salí fue eso, salir a buscar proyectos. 

Entre sus proyectos posretiro, Martinatto también buscó formarse como maestra de ballet, lo que la llevó a estudiar dos años en la Royal Academy of Dance. “Siempre quise ser buena en todo lo que hacía y tener entrenamiento. No por haber sido primera bailarina iba a ser buena maestra, tenía muy claro eso”, apunta. Cuenta que la de la Royal Academy of Dance fue una formación exigente. “Tenía pruebas para entregar cada 15 días, en cada módulo tenía que pasar un examen, después tenía que ir a Barcelona a entrenarme durante una semana, de 9 a 10 de la noche. Después seguía otro año más en el cual mi tutora veía todas las clases que daba por día, y una reunión de devolución de una hora con lo que estaba bien y lo que había que corregir”, explica. Allí aprendió desde anatomía hasta gestión, un área clave para dirigir una compañía.

Sus dos años de estudio la llevan por estos días a tener la valija abierta. Martinatto bailará en el estreno de Alicia en el país de las maravillas y esa misma noche viajará a Londres para la graduación en el Imperial College. Al contarlo, la bailarina vuelve a la mezcla de sensaciones: la felicidad de poder viajar a su graduación y finalmente ponerse la toga y el birrete, y la tristeza de no poder estar en las tres funciones de Alicia… “Soy la primera uruguaya que logra esto y la verdad que estoy superfeliz. Lo único que me partió el corazón fue que cuando me pasaron la fecha, coincidía con las funciones. Cuando uno monta un ballet así, grande, con toda esa producción, es como el nacimiento de un hijo casi. Mucho tiempo, mucho trabajo. Cuando me enteré se me caían las lágrimas”, manifiesta. 

¿A qué aspira a llegar con su compañía?

A más obras, más funciones, que se pueda salir a barrios, ir al Florencio Sánchez, a otro tipo de teatros capaz que más pequeños; llegar a otro público, el público que necesita y que no puede venir hasta acá, o no puede económicamente. Me parece que eso está muy bueno. Puede haber una niña que tenga unas grandes condiciones que al verte bailar diga: “yo quiero hacer eso”, y ahora ni siquiera sabe que es una posibilidad. Hay muchos casos de bailarines, como Carlos Acosta, primer bailarín del Royal Ballet, que era un niño de muy bajos recursos en Cuba y cuando lo encontraron quedaron maravillados, y terminó donde terminó. 

Para Martinatto, las entradas agotadas hablan no solo del crecimiento del público del ballet, sino también de la necesidad del arte en general, algo que se volvió especialmente notorio tras la pandemia. Muchas y ambiciosas propuestas, y público que llena los teatros. “No sé si el arte no es esencial. Si vas y ves en el Auditorio y en el Solís la sala llena es porque la gente lo estaba necesitando”. Y coincide plenamente con aquella frase que dice que las artes salvarán al mundo.