La idea partió de una charla informal entre Campodónico y la presidenta del Sodre, Adela Dubra, allá por 2021, mientras el músico le insistía en la necesidad de desarrollar una fonoteca que albergue y fomente la historia de la música uruguaya. “El discurso con el que llegamos tuvo apoyo, pero fue un proceso largo el que atravesamos para reunir las voluntades”, advierte.
La exposición se encuentra en el Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra, del Sodre (ANIP).
Una vez que tuviste la adhesión de Adela Dubra, ¿hubo que seguir insistiendo?
Juan Campodónico: Obviamente, sí claro, pasaron dos años. Se necesitaba bastante dinero para montar todo esto, y sobre todo con esas impresiones fotográficas. ¡Sale fortunas copiar estas fotos! Muchas instituciones apoyaron, AGADU, Genelec —con tremendo equipo de sonido—, pero el Sodre y el MEC (Ministerio de Educación y Cultura) fueron nuestra casa. Especialmente en el tramo final sentimos un apoyo claro. Se entendió la necesidad que expresamos, y nosotros vamos por más. Hasta que no haya una fonoteca en Uruguay, donde esté representada nuestra música, no hay que parar.
En la inauguración oficial, el jueves 5 de octubre, Adela Dubra subrayó que “ANIP merecía una muestra como esta” y destacó la importancia de que esté disponible en el tiempo, y luego recorra los diferentes departamentos. En la sala montevideana estará montada durante seis meses, hasta abril de 2024.
La muestra, desplegada en la doble planta, sobre la esquina de Sarandí y Misiones, es una recorrida obligada para melómanos, pero también un paseo audiovisual de gran relevancia en la oferta cultural local. De hecho, bien vale la pena visitarla en más de una oportunidad. En el hall central, quienes la recorran encontrarán una semblanza precisa de los 11 artistas seleccionados: Alberto Mastra, Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Amalia de la Vega, Lágrima Ríos, Alfredo Zitarrosa, Manolo Guardia, Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso, Ruben Rada y Jaime Roos. También allí, podrán escuchar fragmentos de entrevistas proyectadas sobre una pantalla con los tres músicos aún en actividad: Fattoruso, Rada y Roos, en las que confiesan sus referencias e influencias de quienes los antecedieron.
“Tener a Jaime Roos hablando de Romeo Gavioli, o a Rada contando cómo Pedro Ferreira lo influenció, es increíble”, advierte Campodónico. “Jaime Roos nos dijo: Yo soy el más joven de la muestra. Por tanto, sé exactamente qué giro musical, qué acentuación, qué letra o frase viene de cada uno de los que están acá; todos me influenciaron'”. El músico y productor agrega: “Yo hace 15 años no sabía quién era Romeo Gavioli, incluso siendo parte de un proyecto como Bajofondo, que bucea en la historia musical del Río de la Plata. Pero cuando lo escuché dije: esto es parecido a Bajofondo, tiene el tempo medio afro pero es tango. De hecho, hasta sentí que temas míos eran medio parecidos… Y sí, seguramente lo habré escuchado en la feria Tristán Narvaja o por ahí, pero no tenía la narración de qué era eso que escuchaba. La intención de una muestra como esta es crear la conciencia de que falta contar nuestra propia historia y darle relevancia. Esto está armado como si fuera un museo europeo, pero estamos hablando de cosas que de otra forma solo las encontrarías sonando en la calle, o en la cultura popular”.
De los tres géneros en esta genealogía, el más asociado a la identidad nacional es el candombe, o al menos es el excluyente. El resto son rioplatenses, e incluso, la milonga es más expansiva y tiene base hasta en Río Grande do Sul.
Andrés Torrón: Es cierto, pero decir que son nuestros implica una zona geográfica que es muy amplia y no necesariamente tienen que ser nuestros exclusivamente, sino que pueden ser compartidos. La música uruguaya siempre se caracterizó por ser muy amplia y tener influencias muy distintas, a diferencia de Brasil y Argentina. La música brasileña no toca la música argentina y viceversa. Son países continente, muy proteccionistas. Acá siempre fuimos muy cosmopolitas, muy abiertos, y a ese tango, milonga y candombe que hubo, les siguieron luego una cantidad de ramificaciones en el rocanrol, el jazz, el rap y otras músicas.
En el subsuelo del local, destaca una línea de tiempo trazada en un enorme mural, que comienza en 1909, cuando nace Alberto Mastra (Mastracusa), eximio guitarrista, cantante y compositor uruguayo, y culmina en 1999, cuando el sello Big Word publica Candombe Grupo Cuareim, un álbum que incluye piezas de Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Eduardo Useta, Ruben Rada, Eduardo Mateo, Manolo Guardia o George Roos (tío de Jaime).
Allí, predominan los nacimientos, los primeros conciertos y publicaciones de los 11 seleccionados pero es quizá, también, donde se abre la polémica de los ausentes.
En el subsuelo del local, se encuentra una línea de tiempo en la pared, en la que se destacan los nacimientos de los artistas y fechas relevantes de cada uno.
La directora nacional de Cultura, Mariana Wainstein, definió la muestra como “una gran arena de debate”, donde seguramente muchas personas notarán figuras faltantes. Mientras, Dubra insistió en que “lo bueno es que, como toda tesis, tiene discusión”. De Rodríguez Castillos a Gastón Ciarlo, pasando por Los Olimareños —que además de los géneros mencionados también fundaron la murga-canción—, las ausencias son grandes, aunque hay presencias muchas veces relegadas.
“Faltan un montón de personajes”, confiesa Campodónico: “Osiris Rodríguez Castillos, el Sabalero, Los Olimareños; todos artistas enormes y superimportantes. Pero hay que ver también que la muestra incluye muchos artistas que fueron ocultados por la historia, que la gente de mi generación, e incluso más joven, no conoce. Mucha gente no sabe quiénes son Romeo Gavioli, Alberto Mastra, Amalia de la Vega, Manolo Guardia, muy influyentes para los más reconocidos y populares. Obviamente en algún lugar había que cortar. Nosotros decidimos que fueran 11, pero la muestra podía tener 50 músicos uruguayos. Habrá otras muestras”.
La selección incluye dos mujeres como parte de la oncena, pero sus curadores advierten que no fue por cuota de compensación, sino que bien merecen ese lugar en la historia. “No están por ser mujeres. Lágrima Ríos es la cantante máxima que yo he escuchado en la historia del Uruguay. Es una cantante que no tiene parangón, y Amalia de la Vega es una creadora excepcional. Son tremendas músicas. No hubo una búsqueda de equidad de género”.
En la planta inferior del local, junto a la línea temporal, hay tres vitrinas con objetos fundamentales de los artistas seleccionados: la guitarra Contreras de Alfredo Zitarrosa, la mítica carpeta azul de Eduardo Mateo con el manuscrito de alguna de sus composiciones (La máquina del tiempo y Espíritu burlón); algunos borradores de canciones emblemáticas de Jaime Roos (Hermano te estoy hablando y Amándote), el violín de Romeo Gavioli, partituras originales de Manolo Guardia, programas y afiches del debut solista tanto de Jaime como de Rada, y unas muy curiosas artesanías de Alberto Mastra que representan escenas de tangos como Miriñaque dentro de botellas (a la usanza de los modelistas que fabrican barcos en miniatura).
¿Cómo fue el encuentro con los artistas aún en actividad y que son parte de la selección: Roos, Rada y Fattoruso? De alguna manera, su participación les otorga una certificación, una validación del trabajo.
A. T.: Sí, claro. Tuvimos una recepción increíble de los tres, una generosidad tremenda. Jaime prestó sus letras, nos dio acceso a su archivo, y a los masters de alguna de sus grabaciones. De alguna forma, esta muestra es un homenaje a ellos y, a través de ellos, a otros que no homenajeamos directamente. Con el único con quien tuve una charla más honda fue justamente con Jaime, que siempre está muy metido en esa cosa más musicológica, y con quien hasta se dieron algunas discusiones sobre figuras faltantes. Creo que entendió perfecto el concepto y sí, nos dio su bendición.
De los artistas aún en actividad fue Rada quien pudo estar presente en la inauguración de la muestra. Hugo Fattoruso está en medio de su 15a gira por Japón con 18 conciertos, con el dúo Dos Orientales, mientras que Jaime Roos seguramente visite próximamente la exposición. Rada —quien ya ha concretado espectáculos y registros fonográficos, al hurgar en la genealogía del tango, milonga y candombe— agradeció el trabajo y destacó a figuras que le influyeron como Pedro Ferreira o Eduardo Mateo. Al tiempo que pidió disculpas por su aspecto en la foto que acompaña su semblanza en el hall. “En esa época me peinaba a la cachetada”, dijo y despertó la ovación. “La familia de Manolo Guardia nos dio un montón de material, no solo de Manolo sino de Rada”, cuenta Torrón. “Esa foto que está ampliada, por ejemplo, nos la dio la hija de Manolo. Es de la época en la que Guardia había hecho los arreglos del primer disco de Rada”.
La directora nacional de Cultura, Mariana Weinstein, asistió a la inauguración de la exhibición.
Imagino que en el curso de la investigación, de ir conformando la muestra, se fueron generando nuevos afluentes y descubriendo distintos tesoros. ¿Qué podrían destacar de esta experiencia?
A. T.: Es muy fuerte el proceso. Fuimos encontrando fotos de Romeo Gavioli, por ejemplo, que no sabíamos ni que existían.
J. C.: En el archivo de Agadu había mucho material, también en el archivo de El País, o el archivo Caruso (que diario El País compró a El Día). Ahí no se sabe ni lo que hay. Hay cosas invaluables.
A. T.: Nos pasó también con las grabaciones. Encontramos el registro del quinteto vocal Brindis de Sala, por ejemplo, el grupo que tenía Lágrima Ríos en los 50, y del cual no existían copias. Tuvimos que ir hasta la casa de la propia Lágrima Ríos (fallecida en 2006) para encontrar el disco y samplearlo para que esté hoy disponible. Hicimos una playlist que la gente puede escuchar en la sala acustizada (ubicada en el subsuelo y acondicionada con un sistema de audio de última generación), pero que también se puede llevar a su casa. Hay un código QR para scanear donde se puede vincular y disfrutar. Es similar aunque no exactamente la misma playlist que en la sala (28 canciones) porque hay cosas que no están en Spotify.
Es muy probable que los próximos días surjan nuevos aportes, registros tanto de audio como fotográficos, una vez expuesta toda esta colección.
J. C.: ¡Sí, seguro! Ahora se va a multiplicar más aún eso, cuando la gente venga. Van a aparecer muchos que digan: yo tengo una foto de no sé quién… Va a ser muy lindo ese proceso.
Además de los músicos vivos que son parte de la selección, los curadores decidieron incluir entrevistas a algunas figuras que atraviesan a los distintos artistas de la muestra. Hilario Pérez es sin dudas uno de los eslabones emblemáticos de esta cadena genealógica. El eximio guitarrista de 87 años acompañó y produjo a tres de los 11 homenajeados. “Cuando comenzamos a trabajar en la idea, Juan propuso hacer algunas entrevistas, donde tenían que estar obviamente los músicos en actividad. Pero cuando las concretamos, sentíamos que faltaba algo”, declara Torrón. “La figura de Hilario era enigmática para mí”, confiesa Campodónico. “Tenía más presente a otros guitarristas como (Eduardo) Toto Méndez, con quien grabé incluso para Bajofondo, o Julio Cobelli, que es toda una institución. Pero Hilario es el más viejo de todos ellos y era el que unía a Amalia de la Vega con Alfredo Zitarrosa y Lágrima Ríos. Hilario fue productor y arreglador del debut de Lágrima Ríos, por ejemplo. De hecho, Hilario ya era una estrella cuando Zitarrosa va a pedirle que toque con él. Hilario le decía: ‘Usted canta como un locutor, Don Alfredo’. Y Zitarrosa le reprochaba: ‘Pero ¿usted no cree en mí?’”, señala el músico, mientras que su socio agrega: “Uno da a Zitarrosa por sentado, como que siempre fue un artista de tradición, y no; al principio fue algo raro, rupturista, un joven que venía de otro palo, un intelectual, locutor, poeta, que nadie tenía como músico. Apareció tocando milonga y los viejos milongueros no lo conocían. Decían: ‘¿Quién es este locutor?’”. (Risas).
Del mismo modo, Campodónico y Torrón entrevistaron a Mathías y Wellington Silva, hijos del Cachila y nietos de los tocadores que conformaron la cuerda de tambores que acompañó al violinista Romeo Gavioli, autor de himnos nacionales como Baile de los morenos, Borocotó Chas Chas, María del Carmen o Tamboriles, generando un entramado exquisito en la música popular uruguaya. “Imaginate que Gavioli (fallecido en 1957) fue uno de los músicos más populares del Uruguay en las décadas del 40 y 50. No saber hoy quién es es como que alguien dentro de 50 años no conozca a Jaime Roos”, advierte Campodónico en una clara comparativa.
El vasto recorrido dispone además de una sala de proyecciones en la que los visitantes pueden ver y escuchar (con auriculares) algunos registros fílmicos de los artistas seleccionados. La muestra se expandirá en noviembre con una exposición paralela en la Fotogalería a Cielo Abierto de la Ciudad Vieja, y se llevará a cabo un ciclo de cine documental coorganizado con Cinemateca Uruguaya.
Adela Dubra adelantaba en la inauguración que el Sodre iba a coordinar visitas de escolares y liceales a la exposición. ¿Qué recuerdan ustedes de haber visto en la escuela sobre la cultura musical uruguaya?
A. T.: Muy poca cosa, la verdad. Recuerdo que las clases de música eran muy aburridas. Y recuerdo que me llamó mucho la atención cuando nos enseñaron sobre Lauro Ayestarán, aunque nos hablaron muy superficialmente de las investigaciones que había hecho. Es algo que hace mucha falta.
J. C.: Yo la escuela la cursé en Ciudad de México, así que no tuve esa experiencia, pero viste que allá el Chapultepec, el parque central, tiene 10 museos. Fue una política de los 60. Decían: si la gente no va a los museos, pongamos los museos donde va la gente. Es como si acá llenaran la rambla de Montevideo de museos. Me influyó mucho eso. Algo tiene que ver con las ganas de hacer esto, del museo como cultura y entretenimiento. Venir en el parque con la lanchita y de repente entrar al museo. Ese es el espíritu de esta muestra”.