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La Academia Nacional de la Ciencias estrenó sede

En la planta superior de la Quinta Vaz Ferreira empezó a funcionar este mes la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay.
Editora de Galería

En la planta superior de la Quinta Vaz Ferreira empezó a funcionar este mes la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay.

La Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (ANCiU) cumple 10 años de su creación y ocho de funcionamiento, y por primera vez tiene sede propia. A partir de este mes, la segunda planta de la Quinta Vaz Ferreira acoge a los 28 miembros actuales de la academia que representan a todas las áreas del conocimiento, desde las ciencias sociales hasta las exactas. "Nosotros siempre pensamos que la parte alta de la casa tenía espacio ocioso y se podía utilizar para una institución", contó Cristina Echevarría Vaz Ferreira, presidenta de la Fundación Vaz Ferreira-Raimondi, a galería.

El proceso de establecerse allí fue largo, pero llegó a buen puerto. Hace unos días, en la inauguración de la sede, el presidente de la academia, el médico y bioquímico Rafael Radi, presentó a los cuatro nuevos miembros, dos nacionales (el veterinario Franklin Riet y el biofísico Eduardo Mizrahi) y dos extranjeros (el bioquímico argentino Armando Parodi y Eddy De Robertis, experto del área Biología del Desarrollo de la Universidad de California).

La academia, fundada en 2009, tardó en materializarse más tiempo del deseado por sus impulsores (como referencia, la Academia Nacional de Ciencias argentina ya cumplió 150 años). Según Radi, sus primeros detractores argumentaban que sus integrantes "serían un grupo metido en una burbuja, que no servía para nada", o "un grupo de gente vetusta que no iba a hacer nada". A eso respondieron asegurando y estableciendo que sus miembros serían investigadores activos y tendrían como límite de edad 75 años; después, pasarían a ser miembros eméritos.

La ANCiU ya tiene ocho años de trayectoria, pero hay quienes todavía se preguntan, concretamente, cuál es su misión, en qué proyectos trabajan, qué investigan.

Expertos para el gobierno. La misión de la academia es, junto con la Udelar y el Conicyt (Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología), asesorar a los poderes del Estado en las políticas de ciencia, tecnología e innovación. "Una de las cosas que hace la academia es evaluar y asesorar en proyectos de ley que nos llegan todo el tiempo desde el Parlamento: salud, medioambiente, salud animal, energía", explicó Radi. Tiene convenios y ha trabajado con la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Industria, Energía y Minería y con el Ministerio de Relaciones Exteriores porque parte de lo que hace la academia es aportar para los foros internacionales de la ONU. "Ahora está en discusión el tema de ciencia abierta, derecho al conocimiento, que se discute en la asamblea general de la ONU, y Uruguay necesita llevar una posición. El MEC va y pone la cara, pero ¿quién genera los insumos? ¿Cuál es la posición del país? Cuando se habla de cambio climático en la Asamblea General de la ONU, esos temas se discuten desde las academias y desde otras instituciones como universidades y suben -a través de la IAP, el International Academy Panel- hasta llegar ahí", aclaró el presidente.

La academia también trabaja en la difusión de la ciencia, organiza eventos científicos y forma parte de una red internacional de academias, sin perder de vista la diferencia en cuanto a años de historia con organizaciones pares de otros países. "Tenemos ocho años de funcionamiento que contrastan con los más de 350 de la academia francesa y de la británica, que la fundó (Isaac) Newton; con la academia norteamericana, que tiene más de 100 años y la fundó Abraham Lincoln para tener un órgano asesor; con la argentina, en Córdoba, que cumplió 150 años y la fundó Sarmiento, y con la brasileña, que cumplió también más de 100 años", dijo Radi. Esto explica lo rezagado que está Uruguay en esta materia por haber tenido, quizás, una cultura más asociada a las letras, a las artes y a la filosofía, pese al legado de científicos como Clemente Estable y Roberto Caldeyro Barcia.

Los miembros.

En 2011, un comité creado por el Ministerio de Educación y Cultura y formado por miembros de las academias de ciencias de Brasil, Argentina y Chile evaluó a los científicos nacionales y eligió a los primeros 15 miembros, que luego fueron eligiendo a los otros 15. El tope de cupo de la ANCiU es de 30 miembros y hoy son 28 los que integran la academia; cuando alguno alcanza los 75 años pasa a ser emérito y genera un nuevo cupo.
Además de los miembros de número, que son los activos, que tienen voz y voto, y de los miembros eméritos, están los miembros extranjeros y los colaboradores. Estos últimos son científicos de renombre que no han sido elegidos miembros de número pero que la academia convoca para alguna tarea en particular. "Tenemos un conjunto grande de colaboradores que han trabajado en temas importantes a nivel nacional e internacional, como calidad de las aguas en las Américas, mujeres en la ciencia, bioseguridad alimentaria, y ahora se está trabajando en el fracking, la fractura hidráulica, en relación a la obtención de hidrocarburos. El Ministerio de Industria, Energía y Minería le pidió a la academia una asesoría y la academia a su vez se asesora con colaboradores que conocen del tema", cuenta Radi.

La sede.

Hace cuatro años se firmó el convenio entre la Fundación Vaz Ferreira-Raimondi, el MEC y la ANCiU para la utilización de la quinta como sede. Durante el proceso de reformas Cristina Echavarría, arquitecta y presidenta de la fundación, y el también arquitecto y museólogo Jorge Schinca, acompañaron para asegurar la preservación patrimonial. "Hubo que tirar alguna pared para hacer lugar para 30 miembros; necesitábamos además un espacio de reunión de Directiva para 10 personas, un espacio de Presidencia para pequeñas reuniones, un área de recepción, un área de biblioteca y un salón de estudio", contó Radi, porque en la segunda planta, donde está la sede, estaban los dormitorios de la casa, todos con vista al frondoso jardín.
"¿Te imaginás a un Premio Nobel paseando por este jardín?", le dijo -según recuerda Echevarría- Radi a Rodolfo Gambini (físico cuántico y relativista), primer presidente de la academia, en una de sus primeras visitas a la quinta cuando ya se sabía que sería la sede.

Proyectos.

Y en algo parecido están trabajando. La idea es que el año que viene se organice aquí la reunión interamericana del programa Mujeres para la Ciencia, con sus 30 delegadas. "Ana Denicola (química farmacéutica), que es miembro de la academia, ha trabajado mucho en ese programa interamericano que reúne a las academias de ciencia desde Canadá hasta Uruguay. La última reunión fue en Bogotá y estaban buscando sede para el año próximo, y Ana propuso Uruguay".

Otro logro de la academia es que todos los años un grupo de investigadores uruguayos asista a las reuniones de los premios Nobel que se hacen en el sur de Alemania, en Lindau. "Ahí compiten miles de investigadores jóvenes y Uruguay se aseguró un cupo de dos o tres que van todos los años y rotan, un año es en medicina, otro en física, química, economía, literatura. Acá nosotros tenemos un mecanismo de selección y ellos hacen la selección final. Es un espacio que estaba cerrado para Uruguay".

En diciembre, además, la Academia Nacional China visitará el país, lo que asegura interacciones con la ACNiU. "Para los incrédulos, el tiempo demostró que la academia terminó cumpliendo una función. Que no le sacó el lugar a nadie, sino que completó un espacio que faltaba", concluyó Radi.

LA FUNDACIÓN

En 2007, los descendientes de Carlos Vaz Ferreira y Elvira Raimondi crearon una fundación en homenaje al matrimonio, a sus hijos y a la poeta María Eugenia Vaz Ferreira. El objetivo era preservar y darle continuidad a la Quinta Vaz Ferreira, y la conservación de todos los bienes y valores patrimoniales de la casa.
"La casa de Vaz Ferreira es Patrimonio Histórico Nacional desde 1975, y desde 2004 empezamos a abrirla en la jornada del Patrimonio para tratar de demostrar que la gente aceptaba el destino cultural que le queríamos dar a la casa", dijo la presidenta de la fundación Vaz Ferreira-Raimondi, Cristina Echevarría Vaz Ferreira. "El primer año vinieron 200 personas, y para el tercero ya eran 800".

La quinta, que ya cumplió 100 años, es considerada la única casa en el país con un equipamiento pensado para el uso doméstico basado en las ideas de Figari. "Toda la decoración de la casa es de Milo Beretta, un pintor amigo de mis abuelos que decoró el escritorio y todos los salones. Y resulta que Beretta fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios cuando Figari fue director. Fue ahí que se contactó con la parte conceptual de Figari con respecto al arte y lo aplicó acá, con una calidad impresionante y unas terminaciones espectaculares". La quinta se restauró primero con inversiones de la familia, y en 2008 la Comisión de Patrimonio aportó fondos para ese fin.

Como tributo también a Vaz Ferreira, que era un gran melómano y organizaba veladas musicales dos veces por semana, en un claro del jardín -constituido por árboles librados a su evolución natural por iniciativa del matrimonio-, algunos sábados de mañana, entre octubre y diciembre, se ofrecen conciertos con el sonido de los pájaros de fondo.