Por más que parezca precioso cantar loas al fundador, cantante, guitarrista, compositor y líder inicial de Pink Floyd, Syd Barrett, el genio loco, la mente brillante detrás del disco debut The Piper At The Gates Of Dawn (1967), lo cierto es que a este tipo se le chifló el moño más temprano que tarde, se le limó el cerebro de tanta falopa y terminó no sirviendo ni para avisar quien viene. La propia banda le tuvo que mostrar dónde estaba la puerta al año siguiente de ese auspicioso arranque. Roger tomó la posta desde entonces, la transformó en un ícono del rock progresivo primero y en uno de los mayores números del mundo después.
Hoy el propio Waters cuenta el desafuero de Barrett de una forma un tanto más edulcorada, homenajéandolo. De hecho, en las enormes pantallas, mientras la banda arremetía una hermosa versión de Wish You Were Here, según la leyenda dedicada a él, Roger dejaba claro que Pink Floyd fue, antes que nada, una ideación de los dos. Y es sumamente delicado, también en las pantallas, a la hora de hablar de la debacle mental de su amigo.
Además, hay que decir que a David Gilmour, algo así como la némesis de Waters, el que agarró la posta de la banda desde 1985 hasta el final, cuando al bueno de Roger se le antojó que Pink Floyd no debía existir más, más allá de que cante bárbaro (mucho mejor que Roger, que cantando no le vuela la cabeza a nadie), que toque la guitarra como los dioses, que con él al frente la banda haya mantenido su estatus de gigante y que sea más políticamente correcto, ninguno de los discos en los que agarró la posta floydiana (A Momentary Lapse of Reason, de 1987, The Division Bell, de 1994 y The Endless River, de 2014) le llega ni a los talones a los de la era Waters.
A diferencia de Barrett, Gilmour es absolutamente ignorado por Waters durante su repaso floydiano por esta gira. Realmente, uno hasta podría apostar que le tiene más bronca a su viejo compañero de ruta de la que podía tenerle al presidente del Comité Israelita del Uruguay, Roby Schindler, o al premier israelí, Benjamin Netanyahu. De hecho, está ausente en las imágenes en las que homenajea a sus viejos compañeros de ruta con Pink Floyd (que se completan con el tecladista Richard Wright y el percusionista Nick Mason) y también en el repertorio. El recital arrancó con la versión 2022 de Comfortably Numb, una versión más sombría y teatral que la original, haciendo extrañar sobre todo el brillante solo de guitarra que creó Gilmour. Lo mismo con la parte escogida de Shine On You Crazy Diamond, justo en la que menos se destaca la viola.

El show. Entre tanta bronca y resentimientos previos, hay que decirlo ya de una vez. El espectáculo que Roger Waters dio el viernes pasado en el Centenario fue muy bueno, pero notoriamente menos logrado que el que dio en ese mismo lugar en 2018, en su primera visita al país. En ella también hizo gala de su verborragia política tan conocida, con su presencia en el Palacio Municipal y “conferencia” (de alguna manera había que llamarlo) propalestina en la sede del PIT-CNT incluidas. Pero como los tambores de guerra resonaban entonces con menos fuerza que en este 2023, con la invasión de Hamás a Israel en octubre y la inmediata respuesta fresca y presente, a nadie pareció molestarle demasiado.
Como lo eran los de Pink Floyd, los recitales de las giras de Waters tienen una estructura rígida. En Is This Not A Drill las dos partes del show son casi un espejo: arrancan con clásicos de The Wall, siguen con un pequeño set de su cosecha solista (una etapa no demasiado prolífica ni demasiado interesante para el grueso del público) y terminan con joyas inmortales de los otros discos de la etapa de gloria (de Wish You Were Here y Animals en la primera, de The Dark Side Of The Moon en la segunda). Finalmente, llegó el bis.
Todo eso aderezado con sus mensajes antibelicistas, anticapitalistas (no puede no señalarse la paradoja de que es un show carísimo que encaja como anillo al dedo en el sistema del que dice abjurar), antigobierno israelí y proderechos humanos, gracias al impecable juego de los 400 metros cuadrados de pantallas.
La tormenta ayudó a darle más épica a la presentación. Los relámpagos eran tan espectaculares que no palidecían frente a los brillantes efectos visuales del espectáculo. Antes de la intimista The Bar, la última de su primer segmento de temas solistas, los rayos salieron de su boca. “Estamos tan felices de estar acá con ustedes en Montevideo. Sé que no todos querían que viniera. Tengo que desearle unas buenas noches en especial a Roby Schindler, quien es líder de una organización israelí acá e hizo que me prohibieran alojarme en los hoteles de su hermosa ciudad. Así que, Roby, fuck you!”, le dedicó el músico, mientras enarbolaba the finger, al presidente del Comité Israelita en Uruguay, a quien acusó de la campaña para impedir que consiguiera hoteles para alojarse en Montevideo. “No me quiero poner muy alegre porque, mientras hablamos, sus amigos, el gobierno israelí, están masacrando a nuestros amigos, el pueblo palestino en Gaza”. Stop genocide, machacó a través de las enormes pantallas, para que no quedaran dudas.

Como si fuera una plaga bíblica, pocos minutos después, mientras Have A Cigar volvía a poner el recital en modo floydiano, la llovizna se transformó en chaparrón y el recital se suspendió por 15 minutos. Había que esperar (¿rezar?) a que la cosa parara. Cuando la lluvia aflojó (llevándose con ella al segmento menos valiente del público), Roger arremetió de nuevo con ese clásico del disco Wish You Were Here exactamente donde lo había dejado y prometiendo que se quedaba hasta la hora que fuera necesaria para terminar el recital. Ovación.
El mal tiempo no resultó gratuito. La lluvia restringió los discursos políticos de Waters y también obligó a los globos gigantes con forma de oveja (pensado para cuando fuera el turno de Sheep, de Animals, uno de los mejores momentos de la noche) y de chancho (para el intervalo) a quedarse en el corral; en este caso, detrás del inmenso escenario. “Suponemos que no salieron por la tormenta”, dijeron desde la producción a Galería.
La segunda mitad del show, luego de un intervalo más corto que lo habitual, fue un calco de la primera, pero sin interrupciones por la lluvia: el arranque con toda la fuerza con In The Flesh? y Run Like Hell de The Wall, el introspectivo set solista, aquí en base a su disco Is This The Life We Really Want?, de 2017, y las cinco últimas de The Dark Side Of The Moon, desde Money a Eclipse, que de por sí ya justificaron la entrada, la lluvia y, en algunos casos, el no haberse ido al bar ni a la mierda. Y no, no hubo ningún “nazi” (realmente habría que conocer la trayectoria de Waters antes de hablar, o al menos haber ver visto la película de 1982, Pink Floyd: The Wall, de Alan Parker) que incomodase en exceso a nadie.
El tono del final fue, nuevamente, intimista. O todo lo intimista que puede ser un recital en el Centenario, ante miles de personas y con un despliegue visual de aquellos. Lo fue por el repertorio escogido: Two Suns In The Sunset del disco The Final Cut (el último con él al frente de Pink Floyd, de 1983), un reprise de The Bar que incluyó una elogiosa dedicatoria a Bob Dylan (el judío más famoso del planeta rock y sus satélites), a su esposa, Khamila Chavis (su quinta esposa, 35 años menor, con la que se casó en 2021), y a su hermano mayor, John, fallecido el año pasado, y el cierre con Outside The Wall, en una conmovedora versión con toda la banda en plan músicos callejeros. Esta canción, que además es la última del disco doble The Wall, fue considerada entonces como un dénouement de la historia de Floyd Pink Pinkerton (el “nazi” de las polémicas previas): un final calmo después del clímax, como para irse tranquilos. Vino bien.
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LA BANDA
Roger Waters
Voz, guitarras, piano, bajo
Jon Carin
Teclados, guitarras, coros
David Kilminster
Guitarras, coros
Jonathan Wilson
Guitarras, coros, voz en Money
y Us And Them
Gus Seyffert
Bajo, guitarras, coros, acordeón
Joy Waronker
Batería, percusión
Amanda Belair
Voz, percusión
Shanay Johnson
Voz, percusión
Robert Walter
Teclados, piano
Saemus Blake
Saxofón, clarinete
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EL REPERTORIO EN EL CENTENARIO
Parte 1:
Comfortably Numb
The Happiest Days Of Our Lives
Another Brick In The Wall (parte 2)
Another Brick In The Wall (parte 3)
The Powers That Be
The Bravery Of Being Out Of Range
The Bar
Have A Cigar
Wish You Were Here
Shine On You Crazy Diamond (partes 6 a 9)
Sheep
Parte 2:
In The Flesh
Run Like Hell
Déjà Vu
Déjà Vu (reprise)
Is This The Life We Really Want?
Money
Us And Them
Any Colour You Like
Brain Damage
Eclipse
Two Suns In The Sunset
The Bar (reprise)
Outside The Wall