Mi registro vocal es de contratenor, y esa voz suele llevarte al período barroco, a un canto más clásico. Puedo cantar cualquier cosa, pero hay tanto repertorio dentro del barroco y hasta manuscritos olvidados… ¡Grabé unas cantatas napolitanas barrocas que no habían sido grabadas nunca! Me encantó. Pero este disco tiene un importante dejo folclórico, no estoy cantando ópera; sin embargo, mi formación siempre me devuelve a lo otro.
Intentando llegar a esas notas tan altas, ¿no hay un sobreesfuerzo?
Es completamente natural, como cualquier otro cantante. La mayoría de mis profesores no eran contratenores y trabajaban conmigo de la misma manera, no hay diferencia. Una ventaja es que al momento de irme hacia los graves puedo simplemente usar la voz de pecho, de cuando hablás. Es cierto que hay gente que fuerza un poquito cuando canta, pero yo hasta me río como contratenor.
Llegó desde España, se bajó en el Aeropuerto de Carrasco y lo primero que hizo fue volver a su Salto natal. Estaba buscando unos días de desconexión y poder dedicarse a pleno a la preparación de las dos presentaciones de su disco; primero en el Centro Comercial de Salto el 24 de enero, y luego el 25 en el Museo de Arte Precolombino, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
Un talento desconocido. Era un niño con una muy buena voz, hasta que creció. Marziotte adolescente sentía vergüenza por cantar “como una nena” y no sabía explotar la originalidad de su registro. Pasó mucha agua debajo del puente antes de que alguien se diera cuenta de que el artista era un contratenor. Y ahora, sin abandonar su bajo perfil, Marziotte ya no pide permiso ni perdón en el escenario.
¿Siempre aceptó su voz como un don?
La primera vez que fui a cantar al coro, con seis años, me llevó mi hermana. Ella ya iba y se ve que ese día no tenían dónde dejarme, y me encantó. La profesora cuando me escuchó enseguida se acercó y me mandó a cantar los solos. Cuando uno es niño canta con voz aguda siempre, entonces yo cantaba como contratenor sin saberlo. Pasó desapercibido hasta que llegó la adolescencia, ese período donde hablamos como con ese gallo, y aunque mi voz hablada sí cambió, seguía cantando con la voz aguda. Una profesora de música me decía que esa no era mi voz, que tenía que encontrarle una solución para poder usar mi voz de pecho, ¡y a mí me daba vergüenza que dijeran: “¡Este canta como una nena!”.
Entonces lo intentaron “corregir”...
Sí, varias veces, pero no les salía. Yo naturalmente cantaba así, como una nena. Igual encontré mi otra voz, la de pecho, y ahí me dije: ahora sí puedo cantar. Hasta que me vine a Montevideo y en la escuela de música no les importó eso, me dijeron que mi registro era contratenor, que tenía que trabajarlo. Me mandaron a hablar con Eduardo Gilardoni, una persona y profesional increíble, muy relacionado con el mundo barroco. También me regalaron un disco de Andreas Scholl, un contratenor alemán que me encantó, y me fui metiendo en ese mundo sin conocer nada. La otra profesora me terminó diciendo más adelante que si hubiese sabido cómo ayudarme lo hubiese hecho. El consejo era que si ibas a cantar como contratenor tenías que creértelo. Si uno va pidiendo perdón al escenario, la gente percibe ese miedo. Esto es lo que soy, lo que yo propongo, al que le guste bien y al que no, que no escuche. Ahora en general canto como contratenor, aunque para este disco (Las musas de América) canté en una de las canciones con voz de pecho y la verdad que me gusta, es como otro mundo, toca otra fibra.
En 2013 recibió una distinción como ciudadano destacado de Salto. ¿Cómo se pasa de provocar un extrañamiento a fascinar a la gente de una misma ciudad?
Cuando me dieron la placa yo pensaba: ¿por qué me están dando esto? No entendía, lo agradezco, evidentemente, pero me parecía muy temprano. Tenía 29 años, había hecho algunos conciertos pero no había logrado todavía… Bueno, no sé, a veces me cuesta ver todo lo que logro. Las cosas que hago me parecen lógicas, normales. Pero no fue nunca una cuestión de maldad, lo que uno no conoce lo juzga o lo mira con recelo justamente porque no sabe. Al principio cantando como contratenor me escuchó mucha gente y nadie supo qué decirme.
Abrirse las puertas al mundo. Este salteño no dejó el país porque en Uruguay le fuera mal, sino por el contrario: había quedado en una audición del Sodre con solo 22 años. Fue la alegría más grande que tuvo en su carrera. Si bien hubo otros logros y proyectos más grandes, nada se compara a lo inesperado y emocionante del primero: tocar el Oratorio de Pascua de Bach en la Catedral de Montevideo junto con la Orquesta Nacional.
Con este temprano hito, a Marziotte no le quedaba mucho más para ofrecer, y la única manera de seguir nuevos caminos era viajar y ampliar sus horizontes. Después de vivir en Francia, Holanda y Alemania, actualmente el contratenor uruguayo está radicado en Barcelona, donde hasta el momento no ha actuado. Tampoco en España. “Todo lo que hago es fuera, viajo mucho. En Barcelona estoy para preparar mis conciertos, estudiar las partituras o para ir a la playa”.
¿En qué momento eligió volcarse al universo del barroco?
La vida me fue llevando por ese camino. Una persona te contacta con otra, y esta con otra, y así. Yo nunca me hubiese imaginado cantando música clásica. Me acuerdo que de adolescente mi abuela me escuchaba cantar y decía: “¡El próximo Pavarotti!”. Me daba una vergüenza… Pero mirá dónde terminé. No sé si era visionaria o qué. Lo que pasa es que si sos tenor, el repertorio es mucho más amplio, ahora si sos contratenor, estás destinado a cantar barroco. Fue mi voz la que eligió por mí.
La ópera y la música barroca nació y se desarrolló en el viejo continente. ¿Qué le ofrece el público europeo?
El público europeo es como un niño mimado, viene acostumbrado a escuchar siempre los mejores grupos del mundo y entonces en un show excelente se lo ve normal, escuchando un concierto más. En América Latina, en cambio, la gente te agradece de una forma completamente diferente, está más presente, se sienten los aplausos, y cuando termina el show vienen a saludarte personalmente. Después en lo musical, el latinoamericano tiene toda esa parte de transmisión, de dejarlo todo desde el corazón, y en Europa son mucho más rigurosos, buscan tanto esa perfección que a veces les falta un poco de corazón. Los asiáticos son otros que tienen una técnica todavía mejor. Uno aprende de todo, y cuando hace música de cámara, por ejemplo, y hay gente de distintos países, me encanta ver cómo uno aporta la rigurosidad, otro la flexibilidad… La música es eso, compartir.
Un aporte completo.
Portada del disco.
En enero de 1938 Alfonsina Storni pasó sus vacaciones en Colonia, situación que el por aquel entonces Ministerio de Instrucción Pública uruguayo aprovechó para reunir en un acto a las tres poetas del momento. Esa fue la primera y única conferencia de relevancia internacional que tuvo juntas a Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral y Storni. Idea Vilariño estaba en el público. Marziotte, conocedor de esa historia, eligió el mismo mes y día de aquel acto pero 85 años después para el lanzamiento de su disco.
Las musas de América musicaliza algunos textos de estas tres referentes de la poesía en español a través de la mezcla de la música barroca con el folclore sudamericano, dos estilos que no se habían pensado fusionables hasta el despertar creativo de Marziotte. “Mi idea era justamente atraer y unir, incluso dentro del Cono Sur. Tenemos tantas cosas en común con Argentina y Chile, el sur de nuestro sur. Son realidades muy similares; tenemos el mismo invierno y la forma en la que los poemas describen a la naturaleza es la misma”.
El disco está compuesto por 10 poemas en forma de canción, con el acompañamiento del clavecín del argentino Ariel Rychter y la venezolana María Elena Medina en la viola da gamba, dos instrumentos típicos del período barroco a través de los cuales el artista buscó aportar al poema moderno una sonoridad antigua.
¿Es la primera vez que graba un disco propio o es la primera vez que uno suyo ve la luz?
Sí, es la primera vez que hago todo, y si te digo todo, es todo. Tuve la idea, busqué los poemas, les puse la música, edité las partituras. Pero me dieron muchas manos. Me fui encontrando con muchas trabas, muchos problemas en el camino. Dije: okey, voy a agarrar los poemas de Juana, ¿puedo usarlos? Hablé con la Biblioteca Nacional, de ahí con el Ministerio de Educación y Cultura, la Asociación General de Autores, otra vez la biblioteca… Había muchos temas burocráticos para conseguir la autorización, acá, en Argentina y en Chile. Los poemas de Storni ya eran de dominio público, pero en Chile los de Mistral los tenían los franciscanos y tuve que pagar para conseguirlos. Después, registrar las canciones.
De intérprete a compositor. ¿Qué pasó? ¿Encontró un techo?
Mirá, yo no tengo hijos, no planté un árbol, no escribí un libro. Voy a componer música por lo menos, porque algo positivo quiero dejarle al mundo.
Actualizó la obra de las tres poetisas de una forma muy original. ¿Cómo fue el proceso de convertir un poema en una canción?
Difícil, porque cada persona percibe un poema de forma diferente según las vivencias que haya tenido. Leí muchísimos poemas de ellas y había algunos que no me decían nada, yo tomé los que sí. Traté de ser fiel a lo que sentía y transmitir lo que me generaba, esperando que otras personas encuentren y transiten el mismo camino que yo al escuchar la canción. Y al ser música tiene otra escucha, toca otra tecla porque genera el ambiente. Propongo otra forma de leer un poema, porque vos no leés poesía mientras estás cocinando o haciendo otra cosa.
Por momentos usted mismo rompe el tono íntimo de sus canciones cuando de repente alegra las melodías, como por ejemplo en Yo no tengo soledad, de Gabriela Mistral.
Ese poema cuando lo leí lo vi supernegativo. “Es el cielo desamparo, es el mundo desamparo”, todo negro. Pero terminaba siempre diciendo: “yo, la que te tengo”, “la que te mece”, “no tengo soledad”. Y entonces hice mi versión; cada uno elige ver el vaso medio lleno o medio vacío. Yo me pregunté: esta frase ¿es oscura?, ¿o es la que hace brillar el resto del poema? Y lo veía como eso último, entonces lo presenté de otra forma para que la canción termine positiva. Yo soy gracioso, alegre, y si transmitís eso y sos natural, a la gente le va a gustar lo que hagas.
¿Qué empujón le hace falta a esta música en el país?
Difusión. Indiscutiblemente habría que dar a conocer más esto y sobre todo hacer llegar la música clásica a todo público. Quien no conoce piensa que es algo de una élite y nada que ver, yo no me siento para nada de ninguna élite. No es música vacía, sin texto. Tampoco se trata de atacar la música popular, hay una música para todo momento, pero la ópera necesita acercarse a los más jóvenes. Hay un colectivo, Ópera Joven, que existe desde 2006, pero hacen todo a pulmón. No hay nadie que ayude.