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Hay una pantalla de laptop dividida en varios cuadrantes. En cada uno de ellos aparece una persona joven que escucha con atención, alguna otra que toma apuntes, otra algo dispersa. Pero el cuadrante del medio es solo oscuridad. Es una clase virtual y todos tienen la cámara web encendida menos el docente, que se escuda en que se le rompió hace ya un tiempo y no ha podido arreglarla.
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Ese profesor es Charlie y lo de la cámara rota no es más que una mentira. Él no quiere mostrar su cara, no quiere mostrar su apariencia, su casa, nada. Se siente más seguro y cómodo dando a conocer solo su voz. Es que Charlie, que vive en un pequeño apartamento de dos dormitorios en algún lugar de Idaho, Estados Unidos, sufre de obesidad mórbida. Pesa 270 kilos y a duras penas puede levantarse del sillón, en el que pasa la mayor parte del día. Cuando lo hace, se sostiene con un andador.
Bajo los colgajos de la piel de Charlie está Brendan Fraser, el protagonista de The Whale (La ballena), una película dirigida por Darren Aronofsky (El cisne negro, Réquiem por un sueño) y escrita en conjunto con el dramaturgo Samuel D. Hunter, quien primero la pensó para teatro y luego la adaptó a la pantalla grande. La historia transcurre durante una semana en la vida de ese profesor solitario. En su hogar, apenas luminoso, mira televisión, lee y corrige ensayos en su computadora y en papel, come y lidia con sus problemas de salud. Su situación se agrava con el paso de los días, pero esa no es su preocupación principal. En cambio, solo quiere volver a conectar con su hija Ellie (interpretada por Sadie Sink, quien hizo el papel de Max en Stranger Things), una adolescente rebelde que se aparece en su casa de repente, después de no ver a su padre durante muchos años.
Charlie y su exesposa, la madre de Ellie, están divorciados. Cuando la adolescente tenía ocho años, su padre se enamoró de un alumno y allí comenzaron una relación. La separación fue algo conflictiva y Charlie dejó de ver a su hija. Al tiempo, el novio del profesor murió, y desde entonces quedó solo en ese apartamento, ahogando sus penas con comida y hundiéndose cada vez más en el sillón. La única persona que lo acompañó desde entonces fue Liz (Hong Chau), la hermana de su difunto novio, que se convirtió en su mejor amiga y enfermera personal.
Sadie Sink interpreta a Ellie, la hija distanciada de Charlie (Brendan Fraser)
Diseñando a Charlie. Por su actuación en este filme, Fraser se posiciona como uno de los favoritos a ganar el Oscar a Mejor actor y Hong Chau está nominada a Mejor actriz de reparto. Además, The Whale compite en una tercera categoría de los premios de la Academia: mejor maquillaje. El canadiense Adrien Morot, quien trabaja desde hace tiempo con Aronofsky, fue uno de los encargados de diseñar, desde el maquillaje, al personaje de Charlie. No, Fraser no tuvo que engordar cientos de kilos para interpretar al protagonista de la película, sino solo unos pocos. Cada día de rodaje, el actor se preparaba durante cuatro horas. Se vestía con un fatsuit, un atuendo que se traduciría de forma literal como “traje de gordo”, y por esa connotación peyorativa fue que Fraser jamás lo llamó así.
Charlie se logró con un trabajo cuidadoso y detallista de maquillaje y ese traje de 136 kilos, relleno de porotos y canicas. A pesar de que por el resultado Morot esté en carrera por un premio, la prensa internacional y otros referentes del mundo cinematográfico han expresado duras críticas. ¿Por qué no elegir a un actor con obesidad real para interpretar ese papel?
“Darren (Aronofsky) me explicó que era más que nada crear el cuerpo de un personaje, de la misma manera en la que harías con cualquier efecto especial, maquillaje, vestuario o aparatos. Hacer eso con tanta autenticidad y dignidad como fuera posible. Miré muy de cerca muchas películas, observé a actores que trabajan con obesidad para ver cómo eran los tipos de personajes que se les pedía interpretar... Algunos estaban ahí solo por una línea, por un chiste, o por la ropa que usaban. Y confiaba en que esta vez no iba a ser así”, dijo Fraser en una entrevista de promoción de The Whale.
A su vez, el filme representa la vuelta del actor a la pantalla grande tras varios años de ausencia y otros tantos de sufrir cambios violentos en su cuerpo para interpretar distintos personajes. Actuó en La momia, Al diablo con el diablo y George de la selva y “destrozó” su cuerpo “haciendo escenas de riesgo”, según dijo en otra entrevista. Había pasado por un momento de su carrera en el que no rechazaba ningún proyecto. Pensaba que tenía que trabajar sin parar e insistía en interpretar por sí solo todas las escenas de acción, sin ayudas. “Cuando hice la tercera entrega de La momia (2008) me envolvían con hielo y vendas. Me hacía un exoesqueleto todos los días”, reveló. En esta nueva etapa de su carrera actoral, Fraser, de 54 años, prefirió cuidarse más a sí mismo.
El arduo trabajo de diseño de Charlie para The Whale estuvo acompañado de una interpretación cuidadosa. El actor volvió al cine pisando fuerte. La cámara se posiciona, en varias escenas, muy cerca de él, para que el espectador pueda ver su sudor, sentir su respiración agitada y entrecortada, oírlo cuando mastica la comida sin control. Fraser aprendió, de verdad, cómo se siente habitar un cuerpo de las dimensiones del de su personaje. Cada vez que se levanta del sillón, debe balancearse dos o tres veces para tomar impulso. Su andador tiene que estar cerca. Cuando logra pararse, tiene que esperar unos segundos hasta asimilar su cuerpo para levantar un pie, y luego el otro.
Fraser logró empatizar con la historia de su personaje y con los principales temas de fondo que trata la película. En otra entrevista, reflexionó acerca de que los pensamientos y críticas hacia las personas que padecen obesidad son “el último prejuicio aceptado que existe” en la cultura. Se trata, desde su punto de vista, de un prejuicio que permanece cuando uno describe a alguien que tiene obesidad.
“Creo que podemos hacerlo mejor que eso, sin señalar con el dedo a nadie, porque esta es una película que va a desafiar las creencias preconcebidas que llevas contigo cuando la ves. Creo que puede cambiar algunos corazones y mentes. Esa es mi esperanza”, anhela el actor.
The Whale se filmó en una única locación, un set en el que se construyó el departamento del profesor.
Del escenario a la pantalla. The Whale nació como una obra de teatro. Samuel D. Hunter empezó a trabajar en ella hace 13 años, cuando daba clases de escritura expositiva con quien hoy es su esposo. En una entrevista de promoción de la película, Hunter contó que en ese entonces estaba desesperado por conectar con sus “estudiantes descontentos, que no tenían ganas de estar en la universidad”. Así surgió en Hunter la idea de escribir una obra precisamente sobre eso: un profesor que intenta conectar con sus alumnos.
Si bien la historia tenía un punto de partida autobiográfico, no fue hasta que empezó a incluir aspectos de su vida íntima en las líneas del guion que todo cobró sentido. Crecer siendo homosexual en un pequeño pueblo de Idaho, asistir a una escuela fundamentalista, caer en depresión y automedicarse con comida durante muchísimo tiempo.
En sus inicios, Hunter creyó que quizás ese guion era solo para él, que quizás era más un acto de terapia o de purga. Pero de a poco se animó a compartirlo con otras personas y el proyecto —que define como una autoficción más que como una autobiografía— se volvió real. La obra se estrenó en 2012 y ganó varios premios. Para su adaptación cinematográfica, el dramaturgo trabajó codo a codo con Aronofsky.
Los actores que integran el elenco de The Whale tuvieron tres semanas para ensayar antes de comenzar a rodar la película. Esos ensayos fueron sobre un escenario en el que se construyó una maqueta del apartamento de Charlie, única locación de la película. El primer día, el director les dijo: “Ahora somos una compañía de teatro”. Sobre el piso del escenario había tiras de cinta adhesiva que marcaban los pocos espacios del apartamento del protagonista. Estaba prohibido pasar por encima de esas cintas y, según Fraser, el elenco se lo tomó en serio.