El cadáver de la colombiana Griselda Blanco, asesinada a balazos por un sicario en moto mientras compraba carne en la carnicería Cardizo, en una calle céntrica de Medellín, tenía varias y elocuentes huellas de lo que habían sido sus 69 años de vida: heridas de bala, varias, recibidas a diferentes edades; las cirugías estéticas que se hizo por coquetería para disimular su obesidad; el pelo recién teñido de negro para ocultar las canas; los rastros no digeridos de una arepa con queso que se había comido en el desayuno, y su pantalón capri y blusa, ambos blancos, signos de una especie de religiosidad que había cultivado en sus últimos tiempos, en los que se acercaba a una congregación para leer himnos y salmos. Tres de sus cuatro hijos habían sido asesinados por ajustes de cuentas. El menor, Michael Corleone, es el único que sigue vivo y es bastante activo en las redes sociales.
Cuando Griselda murió, el 3 de setiembre de 2012, su fortuna, según cálculos de la DEA, ascendía a más de 500 millones de dólares de la época, repartidos en bancos extranjeros, lujosas propiedades y en caprichos estrafalarios, así como un diamante rosado que perteneció a la primera dama argentina Eva Perón. A la contrabandista de droga también le atribuyen haber adquirido una vajilla de porcelana que perteneció a la reina Isabel II de Inglaterra, país al que llegaron sus embarques de cocaína. Aseguran que la viuda negra —como la llamaban por la suerte que implacablemente corrían los hombres que se unían sentimental o sexualmente a ella— creó el Blanco Group, que incluía una línea de joyas, el Diamante Blanco; una disquera conocida como Magic City Records y un complejo de edificios denominado Bad Clown Enterprise. Pero nunca nadie rastreó sus bienes, la Justicia colombiana jamás se interesó por ellos y al parecer la mayoría quedó en manos de testaferros cuyos nombres solo ella conocía. En realidad, aparecen registradas a su nombre solo 20 de las más de 200 propiedades que tenía en Colombia, incluidas grandes haciendas. Esa grosera cantidad de dinero había llegado a sus manos como producto de un conjunto de operaciones que formaban parte de un entramando criminal gestado a partir de los años 70 y que consistía en contrabandear droga desde Ecuador, Perú y Colombia hacia Estados Unidos y a Europa con una trabajada red de compra y distribución.
Recientemente, Netflix estrenó una miniserie con la biografía de Griselda, no porque ella hubiera sido la narcotraficante más notoria, ni siquiera fue la única mujer —Griselda competía por el trono de “la reina de la cocaína” con Marta Libia y Verónica Rivera, entre otras—, pero sí fue una de las más crueles y sanguinarias y en su haber se encuentran más de 250 muertos, incluidos niños. Sofía Vergara interpreta lo mejor que puede a este personaje, pero la historia de Netflix no es para nada precisa y más bien tiende a la romantización. Aunque la caracterización es buena y Vergara se acerca bastante a un personaje repulsivo que se va autodestruyendo con excesos de todo tipo, se siente de fondo una cierta “sororidad”, o quizás una dificultad por parte de la actriz colombiana para encarnar a una figura demasiado cruel. Así, varios de los hechos biográficos son suavizados o llanamente falseados.
Su relación con Escobar. Griselda Blanco comenzó su carrera de narco un poco antes que Pablo Escobar. Cuando se conocieron, él tenía 27 y ella 33. Escobar estaba trayendo sus primeros viajes de coca desde Ecuador, mientras Griselda ya llevaba dos años en los archivos de los más buscados en Estados Unidos y varios más acumulando dinero. El joven narcotraficante andaba en un Renault mientras que Griselda se desplazaba en una limusina negra con chofer y escoltas, y tenía varias mansiones en Medellín. “No cabe duda de que la viuda negra fue el modelo mafioso que Escobar emuló y superó. Fue ella quien lo motivó a conseguir su primera ruta hacia Estados Unidos y la que le contaba, en largas conversaciones, cómo distribuir la cocaína en las calles gringas y cómo lavar el dinero”, escribió la periodista colombiana Martha Soto en su libro La viuda negra. La verdadera historia de Griselda Blanco, la narcotraficante más poderosa y sanguinaria que ha tenido Colombia, base de la miniserie protagonizada por Vergara. Con el tiempo Escobar llegaría a amasar bastante más dinero que Griselda, tanto que, al igual que ella, ni siquiera pudo disfrutar. Se supo que tenía tantos billetes de dólares que no sabía dónde esconderlos y se le terminaron pudriendo en la humedad de un sótano.
La relación con Escobar se enturbió cuando Griselda mandó asesinar a Martha Ochoa, prima de los Ochoa Vásquez, los grandes socios de Pablo. Pasado un tiempo de ese homicidio, y ya estando en prisión —donde cumplió una condena de 20 años—, Griselda pudo ver cómo Escobar se adueñaba de parte del mercado que ella tuvo que abandonar por estar convicta.
Luego se enteró de que su aprendiz había sido cómplice del asesinato de su hijo mayor, Osvaldo Trujillo Blanco, por una deuda de droga. Fue uno de los golpes más duros que recibió. “Casi enloquece de tristeza, rabia e impotencia por no poder vengar a su hijo. Algunos dicen que para cobrarle a Escobar ese crimen empezó a financiar y a darle información a Los Pepes (perseguidos por Pablo Escobar)”, escribió Soto.
Primeros crímenes. Griselda Blanco nació en Santa Marta, pero a los 12 años su madre y ella se fueron a vivir a Medellín, donde conseguían su sustento trabajando en burdeles. Su primer asesinato ocurrió siendo ella muy chica, con apenas 10 años mató a un niño de 11 que había sido secuestrado. Su vida delictiva se acabó de formar en las calles de Medellín y a los 14 años se fue de su casa y se unió a Carlos Trujillo, especialista en falsificar documentos y padre de sus tres primeros hijos: Osvaldo, Dixon y Uber. A comienzos de los años 60 emigró ilegalmente a Estados Unidos con pasaportes falsos y se instaló en Queens, Nueva York, con sus hijos y su marido, quien murió pocos años después, dicen que a manos de su esposa.
Después conoció a Alberto Bravo, apodado Pirringuis, contrabandista y comerciante de remanentes de cocaína. Como escribió Soto, después de varios delitos “pasaron a ser exportadores, a gran escala, de marihuana colombiana y de droga ecuatoriana, boliviana y peruana”. Inicialmente, Griselda Blanco y Alberto Bravo llevaban cocaína a Estados Unidos en maletas de doble fondo, jaulas para perros y posteriormente contrataban prostitutas colombianas que la trasladaban en sus corpiños.
Cuando se instalaron en Queens, Griselda tenía 21 años. “Si Griselda Blanco no hubiese existido, no habría habido guerra de la cocaína”, escribió en un libro sobre narcotráfico Max Mermelstein, también traficante de drogas. “Griselda es la persona más malvada que he conocido en mi vida. Otros mataban porque tenían que hacerlo; Griselda mataba porque lo disfrutaba. Podía verse la sed de sangre en sus ojos. Eran ojos de muerte”, agregó.
“La viuda negra” asesinó a Bravo, su segundo marido, debido a que presuntamente la había traicionado en los negocios y en su relación amorosa. Tiempo después se casó con Darío Sepúlveda, el padre de su cuarto hijo, Michael Corleone.
Finalmente, a sus 42 años la viuda negra fue arrestada en su casa de Miami. La DEA la acusó de fabricar, importar y distribuir cocaína. Duró 20 años en la cárcel, tiempo durante el cual fueron asesinados sus primeros tres hijos.
En 2004 fue liberada y deportada a Medellín, en donde vivió una vida tranquila durante ocho años hasta su asesinato en 2012. Cuentan que durante esos tiempos Griselda acostumbraba hacer donaciones a iglesias de las comunas y se volvió devota lectora de salmos y del libro de Isaías.
Durante mucho tiempo poco se habló y se supo de su vida, opacada quizás por Pablo Escobar. Sin embargo, su figura salió a la luz de la ficción por el atractivo incomparable que tienen las narconovelas, productos culturales que para muchos colombianos son nocivos por la repercusión que tienen en la percepción internacional de Colombia.
El embajador colombiano en Londres, Roy Barreras, por ejemplo, manifestó su inquietud por cómo estas producciones podrían estar afectando negativamente la imagen del país a nivel internacional. “Hay tanto buen cine por hacer en la Colombia del siglo XXI. Pero insisten en refritar historias de los años 70 y 80. ¿No hay carteles gringos y asiáticos y europeos? ¿La imagen de sus países son sus criminales? Hagan series con sus lacras y dejen a Colombia en paz!”, escribió en Twitter.
¿Será la combinación de crimen, dinero fácil, despilfarro y lenguaje coloquial? El mercado parece sordo ante los cuestionamientos, y la acumulación de series, películas y libros acerca del narcotráfico latinoamericano de los últimos 40 años tiene un público infalible.
—
“Harta” de Griselda
Después de seis meses de rodaje, la barranquillera Sofía Vergara estaba deseando darle un final al personaje de Griselda Blanco. “Estaba harta, pues fumé y me metí perico por primera vez en mi vida para grabar unas escenas”, contó en entrevistas. Es cierto que su personaje fuma mucho. También vocifera, asesina, manda ejecutar gente y es, en suma, muy activa de una forma muy violenta. “Llegaba a casa loca perdida”, contó. “Cuando es algo dramático, tu cuerpo no sabe que tú no estás viviendo esas experiencias. Me iba a casa de muy mal humor porque uno se lleva todas esas sensaciones dentro del cuerpo”, dijo.
La caracterización de Sofía, además, fue bastante compleja y requería de largas sesiones de maquillaje. Se hizo prótesis de nariz, prótesis de dientes y cambio de color, peluca y modificaciones en la piel para ocultar sus cejas y llevarlas como Griselda, quien acostumbraba dibujárselas en una delgada línea.
Pero también pudo disfrutar de actuar en español, cosa que nunca había hecho antes. La actriz colombiana, quien también fue productora ejecutiva de la serie de Netflix, siente que su carrera actoral siempre estuvo limitada por su “estúpido” acento en inglés, como ella misma lo describe. Sin embargo, la mujer de 51 años acumula una cuantiosa fortuna pues con su actuación en Modern Family se convirtió en una de las actrices mejores pagas de Hollywood. Además, Vergara no solo actúa, también es empresaria y supo aprovechar su influencia y fama para sacar líneas de jeans, maquillaje y skincare.