En Uruguay, Houston fue conocida a mediados de los 80 por uno de estos spots en que la Pepsi Cola le peleaba el liderazgo del mercado a la Coca Cola apelando a estrellas de rock. O de pop, soul y R&B, como en su caso. Ahí cantaba un fragmento de Greatest Love of All, uno de los tres números 1 de la Billboard que le generó su primer disco, Whitney Houston (1985), uno de los debuts más exitosos de la historia de la industria, que le significó el primero de sus seis Grammy y los primeros 25 de los 170 millones de álbumes que ha vendido en todo el mundo. En 1987 sonó bastante en FM I Wanna Dance With Somebody (Who Loves Me), primer corte de difusión de su segundo disco, Whitney, y cuarto número 1 consecutivo de una serie de siete, con los que superó el récord de The Beatles. Era un pop bailable y facilón, en ese estilo que le generó críticas de artistas afroamericanos de no ser suficientemente “negra” a la hora de cantar y sí ser excesivamente liviana en su producción, algo señalado en la película. Pero su mayor notoriedad por acá la logró interpretando a la cantante Rachel Marron en la película El guardaespaldas (1992), junto a Kevin Costner. Su banda sonora, a la que ella aportó seis canciones, es la más vendida de todos los tiempos: casi 50 millones de unidades. El tema principal, I Will Always Love You, sonó hasta la saciedad.
Ese decadente tramo final de su vida es el que más ha prevalecido en la memoria popular. Dos documentales, Whitney: Can I Be Me (2017) y Whitney (2018), pusieron el acento en su cuesta abajo, más allá de hallazgos fílmicos realmente sorprendentes. Una anterior biopic pensada para televisión, Whitney (2015), se ha centrado en su turbulento vínculo con Bobby Brown, el cantante de hip hop con quien tuvo una hija, Bobbi Kristina.
Esta nueva película persigue, de alguna manera, volver a poner el foco en lo talentosa que era, más allá de narrar (imposible era evitarlo) sus horas más oscuras, no sin cierta indulgencia. Además, el éxito descomunal de Bohemian Rhapsody, la biopic de Freddy Mercury de 2018 dirigida por Bryan Singer y sobre el final por Dexter Fletcher, le mostró al mundo cómo tomar la historia rica y turbulenta de un músico, pasteurizarla y volverla carne de Hollywood. Tan referente fue esta producción que para Quiero bailar con alguien se contrató al mismo guionista: Anthony McCarten.
Spoilers, si eso es posible. Lo que sigue ahora bien pueden considerarse spoilers, por más raro que resulte esto en una película biográfica; así que quien así lo desee puede ir a Spotify y escuchar los discos My Love Is Your Love (1998) o I Look At You (2009). Pese a sus casi 30 años de carrera, Whitney Houston apenas editó siete discos de estudio. De cualquier forma, nunca estuvo muy apurada por sacar nuevo material: tres de ellos fueron de diamante, lo que equivale a decir un piso de diez millones de copias solo en Estados Unidos.
A Whitney la llaman Nippy (ágil, rápida, inquieta) y tiene el destino casi que marcado. Es hija de una reconocida cantante de soul y góspel llamada Cissy Houston (Tamara Tunie), quien le hizo coros a Elvis Presley y Aretha Franklin. Esta última, además, es su madrina. Su prima, por si le faltara pedigrí, es Dionne Warwick. Canta en el coro de su iglesia como solista y en la banda de su madre como apoyo, conoce a una chica, Robyn Crawford (Nafessa Williams), que será su amiga primero, su amante después y su colaboradora siempre, un rol algo más sustentado en su vínculo personal que en sus aptitudes para la tarea. Conoce a Clive Davis (Stanley Tucci), el productor que catapultó a la CBS y que fundó Arista, y las piedras comienzan a rodar. A diferencia de cómo se ha mostrado en la pantalla grande al 99% de los ejecutivos de la industria musical, este hombre es sabio, benevolente, abierto, atento y generoso (también es uno de los productores de la película, lo que explica bastante todo). De su bolsillo se banca a toda su familia. Se tiene que tragar que le digan que es “poco” negra y que su padre John (Clarke Peters), uno de los malos de la película, que pretende tomar las riendas del negocio, rechace que su hija, ya convertida en la nueva american sweetheart, sea vista como una lesbiana. Conoce a Bobby Brown (Ashton Sunders), estrella de la música afroamericana, mujeriego, drogón y violento; esto último en el filme se toca de manera bastante tangencial, así como elíptica se muestra la muerte de la propia Whitney, luego de alcanzar las cimas y descender a las simas, alternativamente. Las oscuridades internas y externas se sobrevuelan con la música como hilo conductor.
El productor musical Clive Davis está interpretado por Stanley Tucci. Las influencias de McCarten y de Bohemian Rhapsody se notan desde el arranque. La biopic de Mercury, multipremiada, ultrataquillera y supercuestionada a la vez, arranca y termina con la icónica presentación de Queen en el Live Aid de 1985, en Wembley. En el medio se sucedieron el inmigrante tímido, el tipo que se transforma en un escenario, la llegada al estrellato, la salida del closet, las adicciones, las malas juntas, el derrumbamiento, la redención. Todo se presenta de forma efectista y superficial (esa es la mayor crítica que se le hizo a esa película), con un Rami Malek muy convincente en el rol principal. Acá la estructura es igual, solo que se cambia el mítico estadio londinense por el Shrine Auditorium de Los Ángeles, durante la ceremonia de los American Music Awards de 1994. Ahí se mandó un popurrí con I Loves You, Porgy, And I Am Telling You I’m Not Going y I Have Nothing, lo que no es para cualquiera (en realidad, para casi nadie, no por nada se lo conoció como The Impossible Medley). Y Naomi Ackie está muy bien en la piel de la estrella, incluso cantando: la voz de Guide Me, O My Great Jehovah en el templo es la suya, para lo que tuvo que trabajar un año.
Según ha dicho Clive Davis, el propósito de esta película, que se estrenó en Estados Unidos el 23 de diciembre, era mostrar una Whitney “completa”, lo que a su criterio no ocurrió en las producciones anteriores, que generaron mucho rechazo en fans de la artista y ni que hablar en familiares. “No quisimos encubrir el impacto letal de las drogas, la manera como estas condujeron a una persona única a su trágico y prematuro final. Pero a la vez hemos realizado esto con el fin de mostrar su tremendo talento y las razones por las cuales no tenía parangón y era tan querida alrededor del mundo”, indicó, según una gacetilla facilitada por la producción.
No hace falta decir que Quiero bailar con alguien tiene el visto bueno de los herederos de Houston, sobre todo de una de sus cuñadas, Pat Houston, que supo ser su manager. Ya no está su hija, Bobbi Kristina, que murió en 2015 a los 22 años, también luego de haber sido hallada inconsciente en su bañera. Sobra recordar que una biopic no es un documental; y que quien la paga pone el énfasis donde desea.
En la biopic Nafessa Williams es Robyn Crawford, amiga y colaboradora de Houston. Buenos insumos. La vida de los músicos, sobre todo los de rock (tomado este en su concepto más amplio, como para poder incluir a Whitney Houston), suele tener los suficientes condimentos como para darle insumos a una película biográfica con ciertas chances de éxito. Para que esto pase, debe haber una relación directa con el grado de reviente del homenajeado en cuestión. Y suelen dejar caliente a un pueblo.
A Bohemian Rhapsody, por caso, pese a ganar cuatro Oscar, dos Globos de Oro y dos premios Bafta, pese a recaudar más de 900 millones de dólares en el mundo, convirtiéndose en la película más lucrativa de este tipo, se le cuestionó el exceso de licencias creativas con fines dramáticos que se tomó (fechas y personajes alterados, sucesos y personajes inexistentes), además de ser “superficial, sensiblera y sencilla”. Esto último fue, según publicó en noviembre de 2018 Vanity Fair, la que la hizo justamente exitosa. Y quizá sea esa también la apuesta, por eso tan querido en el show business de repetir las fórmulas que dan resultado, de Quiero bailar con alguien.
Hay biopics que significaron un redescubrimiento. The Doors (Oliver Stone, 1991) significó que toda una nueva generación descubriera que 20 años atrás existía una banda que se llamaba The Doors y que tenía un cantante llamado Jim Morrison, bastante olvidados por entonces. Los miembros sobrevivientes de la banda criticaron mucho el hecho de que Morrison (interpretado por Val Kilmer) fue mostrado como un tipo psicopático, agresivo, drogadicto y borracho, desmereciendo sus virtudes como artista y haciendo que la gente se cuestione cómo corno un tipo tan infumable estaba al frente de un proyecto colectivo.
De la misma manera, Johnny Rotten Lydon, excantante de Sex Pistols, criticó con dureza a Nancy & Sid (Alex Cox, 1986), basada en el trágico vínculo entre Sid Vicious, el bajista de esa banda punk, y su novia. Pero la película fue muy elogiada por la crítica y Gary Oldman (el Sid de la pantalla grande) sustentó gran parte de su carrera en el cine gracias a esa actuación.
Como Oldman, Jamie Foxx saltó al superestrellato como Ray Charles en Ray (Taylor Hackford, 2004), recogiendo unanimidades detrás de su brillante actuación. Negro, ciego desde niño, pobre de nacimiento, talentosísimo, adicto a la heroína, mujeriego, activista; también hay que decir que con semejante material solo un inepto haría una mala película.
Sin embargo, hay gente que logra los imposibles. Nina (Cynthia Mort, 2016) es el homenaje que alguien tan increíblemente talentosa, temperamental e idealista como Nina Simone definitivamente no merecía. La crítica la destrozó, la familia de la artista la odió, el público le dio la espalda y hasta la actriz Zoe Saldaña (que no era ni parecida) se arrepintió de haber actuado en ella.
Rocketman (Dexter Fletcher, 2019) no sería exactamente una película biográfica, sino que es más bien un musical basado en la vida de Elton John. También es “hija” de Bohemian Rhapsody, sobre todo porque es dirigida por el mismo cineasta que tuvo que terminar esta luego del despido de Singer. Tan excesivo y genial como Mercury, acá el resultado es brillante, más allá de otras licencias artísticas en detrimento de los hechos reales que se tomó el realizador. Taron Egerton la protagoniza y canta, y no lo hace para nada mal. Elton John estuvo muy satisfecho con el resultado; claro, fue uno de los productores.
La penúltima cuenta de este collar es Elvis (Baz Luhrmann, 2022). Que Austin Butler, como Elvis Presley, coleccione nominaciones a todos los premios y que en el reparto esté Tom Hanks, como el coronel Tom Parker, ya garantizan la calidad. Logro nada menor: alguien tan grande como el Rey merece algo que esté a su altura. De última, criticar es gratis.