De todos los pueblos originarios que existían en Uruguay, los charrúas fueron los más difíciles de doblegar. Incluso se dice que llegado un momento, los guenoas, los yaros y los minuanes se unieron bajo la misma identidad charrúa para ofrecer resistencia al poder de la época que los quería conquistar. De allí nace el término tan conocido, “garra charrúa”, que hace a la identidad de los uruguayos y que tantas veces nos dio motivos para hincharnos el pecho. Sin embargo, el término encierra una paradoja: si bien nos identifica como nación, Uruguay es el único país de América Latina que no reconoce oficialmente la existencia de pueblos originarios en su territorio. El relato oficial sostiene que es un país de inmigrantes.
Según ese mismo relato, los charrúas fueron exterminados el 11 de abril de 1831 en la matanza de Salsipuedes, encabezada por el primer presidente constitucional, Fructuoso Rivera. Cuatro de los sobrevivientes fueron enviados a París para ser estudiados y exhibidos en un circo. En tanto, las mujeres y niños fueron regalados o donados como servidumbre a lo largo del territorio nacional, sobre todo en el trayecto de regreso de Salsipuedes a Montevideo.
Pero la historia de los charrúas en nuestro país no termina allí. De forma desapercibida, su existencia se ha prolongado hasta nuestros días, redoblando su legado histórico. Visibilizar esta realidad es el objetivo de Colectivo Nativo, un grupo de cuatro fotógrafos que desde 2015 se encuentra trabajando y generando acercamientos con las diferentes agrupaciones charrúas del Uruguay. Federico Estol, Nicolás Vidal, Lorena Larriestra y Diego Alegre se proponen, a través de las imágenes, aportar una nueva visión a la identidad charrúa. Para ello, trabajan en el desarrollo de un archivo fotográfico que se complementará con audio, video y artículos de investigadores históricos sobre el tema. El inicio del proyecto, al que denominaron Archivo de la Memoria Charrúa, ya se encuentra disponible en internet y con el paso del tiempo irá creciendo. Entre sus objetivos se encuentra armar el árbol genealógico charrúa.
“La intención es propiciar un cambio en la forma de entender la historia y el devenir de los pueblos originarios que ocuparon el actual territorio del Uruguay, desmitificando el relato consolidado de que vivimos en un país sin personas indígenas”, señala el colectivo en su presentación. “Queremos generar una narrativa que invite a la reflexión sobre un patrimonio indígena que permanece vivo en unos pocos y merece ser comunicado con productos visuales contemporáneos”, agrega.
En diálogo con Galería, Alegre contó que el colectivo surgió con la intención de trabajar sobre la identidad uruguaya. A partir de allí eligieron centrarse en el legado de los charrúas, un tema sobre el cual poco se ha investigado. En aquel entonces, un dato proporcionado por el Censo de 2011 les llamó poderosamente la atención. Allí surgió que el 5% de la población se reconocía descendiente de los pueblos originarios indígenas.
Con ese dato en la cabeza, se pusieron a investigar y lograron contactarse con el Consejo Nacional Charrúa (Conacha), una organización que nuclea a 10 comunidades indígenas dispersas por el territorio nacional, lo que les facilitó bastante el acercamiento. Además, en 2020 ganaron un fondo concursable para la cultura del Ministerio de Educación y Cultura, con lo que pudieron empezar a financiar el proyecto.
“Vamos a los pueblos del interior, nos contactamos con las organizaciones locales y ellos se autoconvocan. Se acercan, nos traen sus fotos y nos cuentan sus historias”, manifestó Alegre. “Nuestra metodología no es sacarles fotos a esas personas, sino trabajar con el archivo personal familiar que tengan. Entonces, vamos al interior del país con una mesa de reproducción. No nos quedamos con la foto, sino que la digitalizamos. El original se lo queda la familia. También grabamos sus historias y en algunos casos hacemos video”, explicó Estol a Galería. En tanto, el Museo Histórico Nacional también ha colaborado con el proyecto, poniendo a disposición el material con el que cuenta.
Lucía Castillo de Pisso y su hija Natividad Pisso Castillo, Adelina Arnaud Pisso (hija de Natividad) y su hija Arací Arnaud. Luego de la matanza de Salsipuedes Lucía fue traída como prisionera y dada en adopción a la familia Pérez del Castillo. Nicolasa Pacheco de Pacheco, entregada a un colono gallego para ser su esposa luego de ser capturada. Para recibir tierras, cada inmigrante debía estar casado; si eran solteros les vendían las estancias con una indígena para ser su esposa. Nuestros orígenes. Luego de la matanza de Salsipuedes, los charrúas que sobrevivieron debieron ocultar su origen indígena para pasar desapercibidos y no ser discriminados. “Por ejemplo, cambiaron sus nombres y apellidos. Se ponían Rodríguez o el apellido del patrón”, comentó Estol. Alegre, por su parte, agregó: “Hubo un proceso de etnogénesis”, es decir, el pueblo charrúa se camufló para ser considerado parte de otra etnia. Más allá de esto, hay muchos ritos y costumbres que se siguen viviendo hasta el día de hoy entre quienes se autoperciben como charrúas o, incluso, entre quienes ni lo sospechan.
Uno de ellos es el baño de la luna, que consiste en que el abuelo o la abuela materna saque al exterior y desnudo al bebé recién nacido en la primera luna llena, a modo de presentación y de bautismo. “Es una práctica que hasta el día de hoy muchos que se dicen descendientes de italianos o españoles la practican”, señaló Estol, indicando la fuerte presencia de mestizaje en nuestro territorio. Otros ejemplos de prácticas originarias que aún perduran son la doma india, que no implica violencia, y ciertos tipos de medicina tradicional.
También hay rasgos charrúas que se siguen perpetuando de generación en generación: los ojos chicos, los pómulos salientes, el diente en pala (dientes incisivos que presentan una concavidad en la cara interna) y la mancha mongol (una mancha azulada que aparece en la zona del coxis).
De hecho, los últimos estudios de la Facultad de Humanidades sobre el genoma humano en Uruguay, encabezados por la antropóloga Mónica Sanz, señalan que los genes charrúas tienen en nuestra población una prevalencia mayor a la que siempre se pensó. Según estas investigaciones desarrolladas en 2021, el 34% de la población uruguaya tiene ancestría indígena por línea materna. Esta cifra puede ser mayor en algunos departamentos, como Tacuarembó, donde asciende al 62%.
Al respecto, Alegre sostuvo que es en el norte del país donde se encuentra hoy la mayor cantidad de comunidades charrúas. “En la parte norte de Tacuarembó es donde se concentra la mayoría. También conocemos gente de Rivera, Salto, Artigas, Paysandú, Florida, Treinta y Tres y Durazno. E incluso en Canelones y Montevideo”, manifestó.
Cuadro de fútbol de Constancia (Paysandú), con varios descendientes del cacique Sepé, entre sus integrantes. En la foto se puede observar como los charrúas convivieron con los inmigrantes, el principio del mestizaje en nuestras tierras. Tan desapercibidas viven entre nosotros las raíces charrúas, que uno de los fotógrafos del grupo, Nicolás Vidal, descubrió su ancestría indígena gracias a esta investigación. “Él es rubio con ojos claros, pero descubrió que su abuela era charrúa y fue dada en adopción en Montevideo, aunque venía del interior. Entonces, le contaba a su madre del baño de la luna y otras costumbres”, relató Estol.
Nuestra historia. Ante esta realidad, Colectivo Nativo se propone producir material que el día de mañana pueda servir para introducir con mayor profundidad el estudio de los charrúas en la educación formal y ayude a entender nuestros orígenes.
“Uruguay es el único país de América Latina que no reconoce el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), es decir, no reconoce la existencia de los pueblos originarios en su territorio. Esto hace que el tema de los charrúas no esté en nuestra educación”, señaló Alegre. En tanto, Estol manifestó que la cultura afrancesada que nos caracteriza no dio lugar a que en los contenidos curriculares se incluyera lo afro y lo indígena. Sin embargo, hoy “tenemos pobladores que se sienten charrúas, comunidades vivas y organizaciones en todo el territorio nacional que hacen rituales y encuentros, y practican las costumbres charrúas. Son esos vestigios que están presentes, pero que no se valoran porque la cultura montevideana es muy fuerte”, expresó.
Estol señaló que así como lo afro tuvo su empuje hace unos años, hoy es tiempo de que lo charrúa tome su lugar en nuestra historia. De hecho, saludó que en 2009 el Parlamento uruguayo haya establecido el 11 de abril, día conmemorativo de la matanza de Salsipuedes, como el Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena. Sin embargo, afirmó que todavía queda mucho por hacer. “Nosotros estamos acompañando un proceso natural que se está dando en la sociedad. Cada vez más, la gente nos escribe consultándonos sobre sus orígenes: mi madre vivía en tal lugar o tiene tal rasgo, mi abuelo hacía la doma indígena y quieren saber más”, concluyó.
Retrato de Abuchu, descendiente charrúa, y su compañera. Abuchu era carpintero, reparaba ruedas de carretas, entre otras tareas con madera. Varios inmigrantes alemanes que se establecieron en la isla Román, frente a la localidad de San Javier (Río Negro), junto a isleños charrúas que convivieron con ellos en la isla, hasta que una inundación los obligó a evacuar. —
Consejo Nacional Charrúa
El Consejo Nacional Charrúa (Conacha) también se encuentra trabajando para lograr el reconocimiento de la población indígena en Uruguay y lograr la ratificación del Convenio 169 de la OIT, como forma de visibilizar a los pueblos nativos y lograr el incremento de la autoidentificación indígena, señala en su blog. Representantes de la Conacha han llegado a reunirse con autoridades de la Naciones Unidas para alcanzar estos objetivos.
—
Día Internacional de los Pueblos Indígenas
El 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, establecido por las Naciones Unidas en 1994, con el propósito de reflexionar sobre su relevancia histórica y cultural. Este año el día se conmemorará bajo el lema “Juventud indígena, agente de cambio hacia la autodeterminación”, reivindicando así la posición que deben ocupar los jóvenes indígenas en la toma de decisiones.