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Una nueva generación de cantautoras transforma la escena local

Alfonsina, Eli Almic, Florencia Núñez y Papina De Palma se han ganado un lugar en un rubro dominado por hombres, y ahora buscan abrir la puerta a las demás.

En la industria musical actual, las canciones -sobre todo del género pop- se crean prácticamente en un laboratorio en el que varios compositores y productores recurren a sus mejores fórmulas para hacer el tema más pegadizo posible. En ese escenario, la figura del cantautor es cada vez más una rareza: un "cantante, por lo común solista, que suele ser autor de sus propias composiciones, en las que prevalece sobre la música un mensaje de intención crítica o poética", como lo define el diccionario.

Sin embargo, Uruguay tiene una fuerte tradición de cantautores. Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, Jaime Roos, Rubén Rada y Daniel ?Viglietti son considerados prácticamente fundacionales de la música. Ahora la posta la tiene Jorge Drexler, que rompe con todos los pronósticos cada vez que gana un Grammy Latino con un disco compuesto enteramente por él. Es que seguramente no concibe otra forma de hacerlo, porque por estos lados quien compone, canta.

Y hasta ahora, quienes escribían y cantaban eran principalmente hombres. Aunque claro, existen excepciones. Por ejemplo, Amalia de la Vega, una de las primeras mujeres que lograron un reconocimiento público en la escena musical folclórica. Pero a pesar de que su aporte al cancionero uruguayo es bastante conocido y que este año el Ministerio de Educación y Cultura la haya celebrado en su centenario, en cierta forma, ha caído un poco en el olvido. Contemporáneas están Estela Magnone, Laura Canoura, Samantha Navarro y otras tantas más. Pero incluso ellas, que cuentan con carreras sólidas y una trayectoria reconocida, siguen teniendo que luchar por su espacio: en varios festivales, entre ellos la 54ª Semana de la Cerveza de Paysandú y el 34º Festival Minas y Abril, celebrados este año, no se convocaron artistas mujeres para integrar la grilla.

No obstante, en el último tiempo se ha dado un fenómeno curioso: en el ámbito local, los hombres se han ido volcando más hacia el formato de banda. Y mientras que ellos exploraron esa veta, las cantautoras fueron encontrando su lugar. A esta cuestión casi circunstancial se suma una transformación social que ha ido sucediendo en los últimos cinco o seis años: el movimiento feminista ha ido cobrando cada vez más fuerza en todas partes del mundo, reclamando la presencia de más mujeres en la industria. Mujeres que aporten una narrativa diferente a las canciones, que lideren proyectos musicales, que toquen instrumentos. Aunque aún falta para que se alcance la igualdad, esa lucha ha dado resultado y para comprobarlo basta con ver quiénes son las dos revelaciones musicales del año a escala internacional: la estadounidense Billie Eillish, de 17 años, y la española Rosalía, de 26 años.

Este es el momento de las cantautoras. Pero para poder aprovechar la ola, hay que estar preparado. Y eso es lo que hicieron Alfonsina Álvarez, Eli Almic, Florencia Núñez y Papina de Palma, que desde hace unos ocho años están componiendo y tocando en bares, pero también llenando salas, sacando singles y discos, filmando videoclips, saliendo en la prensa. Estas cuatro cantautoras (entre 28 y 32 años) representan a una generación que viene a sacudir las cosas.

Florencia Núñez: "Me planto de una forma que me da confianza"

Creció en la ciudad de Rocha, y a pesar de que su familia no era "muy musical", a los 15 años pidió que por favor la mandaran a clase de guitarra. Como le iba muy bien en el liceo, sus padres accedieron. Para una adolescente que se había criado admirando a Shakira en la época de Pies descalzos, poder aprender a tocar la guitarra era un sueño. A los pocos meses, y cuando apenas sabía tres acordes, le mostró a su profesor las canciones que había escrito. "Fue el primero que me dijo que veía una madurez y una solidez en lo que escribía", recuerda. Eso la incentivó a seguir componiendo.

Pero no fue hasta que se instaló en Montevideo que empezó a mostrar esas canciones a los demás. Sus compañeros de Facultad de Comunicación la motivaron y en 2011 materializó aquellas primeras canciones en un EP, Estas canciones no están en ningún disco, y con ellas fue a cantar a donde quisieran recibirla, desde un bar a la Sala Zitarrosa. En 2014 grabó su primer disco, Mesopotamia, editado de forma independiente, con canciones que navegaban el folk y el pop (aunque con un tema bastante jazzero, "Uff"). Un comienzo auspicioso.
En 2017 publicó su segundo álbum, Palabra clásica, que por razones obvias es el más maduro de su discografía y que le valió un premio Graffiti a Mejor compositora del año. "Mi objetivo es sentirme tan contenta con mis próximos trabajos como me sentí con ese disco", asegura. Con ese disco se animó a dejar su trabajo y dedicarse en cuerpo y alma a su proyecto musical, una decisión que hoy celebra por todas las oportunidades que le ha traído.

¿Escribís para procesar lo que te pasa?

Sí, es cierto. Hay canciones que de pronto no salen a la luz pero que fueron necesarias para seguir viviendo. Es una especie de terapia personal pero en la medida en que lo que yo haga le pueda servir a alguien más, ahí está la cuestión interesante.

¿Te cuidás a la hora de decir las cosas?

Siento el peso de haber llegado hasta acá y creo que tengo que decir cosas que valgan la pena.

¿Sentís que en tu tarea de música tenés que ser activista y pronunicarte políticamente?

Por un lado, siento que siendo mujer siempre se espera más de ti, que te ganes ese lugar. Por otro lado, en lo personal, yo no voy a cambiar mi perfil artístico para encajar con un momento en el que se espera de las mujeres que den ciertos mensajes. Yo trabajo con seriedad, me planto de una forma que me da confianza. Obviamente, soy feminista, sería tonto no serlo, y es algo que hablo con mi grupo de amigos, con mi abuela.

De chica, ¿tuviste referentes mujeres en lo musical?

Mi referente mujer más temprana fue Shakira. Hacía unas canciones increíbles con 17 o 18 años. Las niñas necesitan referentes porque los varones los tienen todo el tiempo. Nadie va a comprar lo que no ve; en esto es lo mismo, todo el mundo necesita verse reflejado.

Eli Almic: "Abrimos la puerta a que las disidencias se sumen"

Desde chica, Eli Almic tuvo una tendencia a imitar a aquellas cantantes que le gustaban. La primera fue Shakira, pero más adelante hubo otras referentes como Stella Maris, vocalista de Elefante, una banda de hard rock uruguaya. Así fue probando diferentes estilos musicales, aunque ninguno le convencía del todo. 

Hasta que llegó al rap a través de un disco pirateado y ahí entendió que ese ritmo tenía "una cosa medio pegadiza que no sabía por dónde pasaba" pero que la hacía sentir muy cómoda. Y después le llegó la cuestión del discurso que tiene el rap, donde se trata de dar una opinión, y eso la terminó de convencer.

Como la escena del rap en Uruguay es predominantemente masculina, no era sencillo sumergirse en ella, aunque Eli reconoce que siempre fue bien recibida. Empezó a ir a competencias de freestyle a veces a rapear y otras solo a mirar. "Cuando me empecé a arrimar estuvo bueno porque algunos pibes me dijeron que les gustaba cómo rapeaba, que me acercara. Me hicieron entender que tenía condiciones. Yo ya lo intuía pero siempre está bueno que te lo reafirmen", recuerda.

Al tiempo grabó sus primeras canciones y se las mandó a unas cinco personas de la escena. Dos contestaron de forma positiva y se agarró de eso para motivarse. Poco después grabó su primer disco, que a su vez era uno de los primeros de rap femenino porque, al ser un género que nació en la marginalidad, muchas no habían llegado a la instancia del estudio de grabación. Hacé que exista (2016) la colocó en un lugar de referencia y ella lo supo aprovechar, tocando en varios espacios, entre ellos el festival Primavera Sound de Barcelona.

En 2019, dos de sus canciones, "Brujas" y "Ayuda", se volvieron himnos dentro del movimiento feminista local. El primero es un llamado a la resistencia que toma la conocida frase que se recita en las marchas "Somos las nietas de las brujas que nunca pudieron quemar" para su estribillo, transformándolo en algo nuevo. Ayuda, en cambio, narra varias experiencias de acoso callejero con las que es imposible no sentirse identificada. El rap trascendió el nicho.

Ahora que llegaste a cierto lugar, ¿sentís la responsabilidad de hacerles lugar a otras?

No me pasó inmediatamente porque al principio estuve muy ocupada en hacer mi propia movida, en empezar a escribir. Tuve unos primeros años de total descubrimiento. Después me di cuenta, sobre todo después del año pasado, de que yo ya tengo un lugarcito, que nunca es fijo, nunca es permanente, que hay que pelearlo para que crezca, se sostenga y se expanda. Pero no quiero ser la única. Nunca fui la única, ya había chicas que rapeaban antes que yo. Pero el rap se puede quedar mucho en el barrio, no llegaba a los medios de comunicación, ahora un poco más.

Ahora me di cuenta de que desde este lugar de visibilidad que tengo, junto con otras raperas, formamos un colectivo y abrimos la puerta a todas las pibas que quieran y a que las disidencias (de género) se sumen. No quiero repetir lo mismo que sucede con los hombres cuando ocupan los lugares y dejan afuera a otra gente que es más invisibilizada que yo. Abrimos la puerta a un espacio para todos los que quieran, menos los varones cis. Para mí es muy importante. Laburé y laburo mucho, pero creo que hay un montón de cosas que me han ayudado. Con el tiempo me di cuenta de que hay una cuestión de privilegios que tienen que ver con la imagen, de que soy una piba blanca, delgada, hetero, que al sistema le puede llegar a caer bien. Yo no quiero vivir esto sola y me parece que compartiéndolo yo también me engrandezco. El día de mañana, cuando haya libros sobre el rap en Uruguay, yo me voy a sentir reorgullosa.

Alfonsina: "Pienso la poesía como la relación entre formas y silencios"

Más que cantante, Alfonsina se define como poeta. Eso es algo que aprendió de su abuelo, que le mandaba cartas con poemas desde Paysandú cuando ella era una niña. "La musicalidad de su forma de escribir me fue entrando y me empezó a educar en la música de la palabra. Pienso la poesía como la relación entre formas y silencios, y ahí también entra una guitarra, un bajo o una batería", explica.

Eso la llevó a escribir sus primeras letras y, más adelante, a ponerles música a esas letras. Sobre todo en la etapa de la adolescencia, en la que se vio desbordada de emociones. Sus influencias musicales de aquella época eran varias, desde Nirvana a Britney Spears, también Lauryn Hill y el techno, que descubrió en boliches como Milenio. Con fuertes inclinaciones artísticas (y nieta de dos pintores), estudió Licenciatura en Artes Visuales, lo que enriqueció sus canciones con una manera diferente de mirar al mundo, "no tan presa de las palabras", según Alfonsina. Eso se puede ver sobre todo en sus shows en vivo, en los que tanto el vestuario como los visuales tienen una idea detrás.

Después de haber sido corista de otros artistas, en 2014 debutó con El bien traerá el bien y el mal traerá canciones, que tenía como protagonistas su voz y la guitarra, con algunos elementos de rock, folk y jazz. Era novedoso para la escena local, pero demasiado tradicional en comparación con lo que sería su segundo trabajo. En Pactos (2017) se dedicó a explorar otras influencias y paisajes emocionales, lo que resultó en un disco un poco más oscuro y con más peso del pop y del rock and roll. Con él ganó tres Premios Graffiti: Mejor álbum pop, Mejor solista femenina y Artista del año por voto popular y tocó en el Lollapalooza de Argentina.

¿Qué diferencia tu primer disco del segundo?

El bien traerá el bien y el mal traerá canciones fue un primer pasito en el que me entendí como hacedora de canciones, comprendí que podía hacer música y contar historias. Después, en el segundo disco, me planteé cómo estoy contando esas historias, qué frecuencias estoy usando, qué arreglos. El primer disco me dio ganas de ir más allá, de expresarme como mujer enteramente.

¿Qué implica eso?

Quería, por ejemplo, transmitir agresividad en la música, que es algo que las mujeres tienden a disfrazar. Hay muchos paisajes emocionales, unos son agradables y otros son más difíciles, más ríspidos. Eso lo quería poner en la música, no solo lo que pienso, sino la forma. ¿Por qué? Porque quiero hacer un aporte de alguna manera. Cuando yo escucho a otros artistas que me habilitan esos espacios emocionales digo acá puedo existir, puedo estar enojada y a la vez ser dulce. Todos los artistas que me inspiran me han habilitado ese espacio, y tuve la suerte de haber podido escucharlos porque soy una hija de YouTube. Además me pasa que muchos de mis discos favoritos están en inglés, entonces quise traer esto al español.

¿Sentís que esta generación viene a romper las cosas?

La verdad que parece que sí, que somos un punto de partida hacia todos los puntos. Hay una libertad tremenda y terrible, porque es una libertad que también viene acompañada de la conciencia de intentar ser responsable por todo lo que decís.

¿Te pesa a veces eso?

Sí, es una locura. Es una responsabilidad. También con las redes sociales todo se ha intensificado mucho. Cuando ponés algo en las redes tenés que ser consciente de qué estás contagiando y atenta a en qué te estás convirtiendo. Tenés que plantearte si te vas a parar en temas políticos y desde dónde querés hacerlo. Yo no quiero imponer mi manera de pensar; sí quiero invitar a la reflexión, porque es algo que yo hago en mi arte y en mi vida.


Papina de Palma: "Las circunstancias nos han vuelto ingeniosas"

Papina no tiene demasiados recuerdos vinculados con la música, salvo ver la tapa de El amor después del amor, de Fito Paéz, en el escritorio de su padre y cantar las canciones de Bandana con sus amigas como invitadas en el programa Charoná TV. Sin embargo, cuando estaba en la Primaria del colegio San Juan Bautista tuvo la posibilidad de entrar al coro que dirigía Carmen Pi, y fue allí que se enamoró del canto. Para aquella niña convertirse en cantante "era una utopía". El coro trascendió el ámbito escolar y se transformó en Coralinas, un grupo vocal integrado por 13 mujeres, dirigidas por Pi, que cantan un repertorio bastante ecléctico.

Al tiempo, Papina aprendió guitarra y empezó a tocar en diferentes boliches. Tenía canciones propias, pero se sentía demasiado vulnerable cantándolas mientras otros comían o charlaban. Necesitaba encontrar otros espacios y así fue como se encontró con diferentes casas de la cultura. Por esa época, mientras estudiaba Ingeniería Audiovisual, también se propuso grabar su primer disco como solista.

Una Semana de Turismo se fue de viaje a Buenos Aires a hacer la preproducción del disco con Juan Serrano (alias Juanito el cantor). Después de estar dos semanas encerrada haciendo música casi las 24 horas del día, se le hizo imposible volver a Montevideo a insertarse en la rutina. "Siempre estaba elaborando un plan b por si la música no funcionaba, pero me estaba demandando más energía eso que el plan que yo realmente quería que funcionara", cuenta.

Con un poco de plata prestada y mucho trabajo, finalmente pudo sacar Instantes decisivos (2016), compuesto por 13 canciones frescas de romance naíf -algo que en retrospectiva no le convence demasiado. Esos temas la llevaron a tocar en salas más grandes, como la Zitarrosa, y también a Argentina. Habiendo sido "atravesada" por el feminismo y después de haber tenido un pasaje por la murga Falta y Resto (aunque no sabía nada del género), ahora se prepara para una nueva etapa.
¿Estás trabajando en un segundo disco?

No tengo claro que sea un disco, tal vez sea una serie de singles o tal vez un par de EP. Me pasó que después de sacar Instantes decisivos me dio un poco de vergüenza que todas las canciones fueran de amor, me pareció que era poco representativo porque realmente tengo otros intereses. Fue algo que pasó así y no me di cuenta. Entonces pensé que estaría bueno escribir sobre otras cosas, que sería desafiante. En los últimos años el feminismo me atravesó con mucha fuerza y hay muchas de las letras del disco anterior que no representan nada lo que yo querría decir hoy. Son letras que, sin quererlo, tratan de un amor superposesivo, que parece tierno pero es muy peligroso. Entonces decidí empezar a ser mucho más cuidadosa con las cosas que digo y con cómo las digo. Ya de pique la temática es un poco distinta. Como una música a la que le va relativamente bien, siento una responsabilidad grande a la hora de componer y no quiero colaborar más con ese discurso dañino.

¿Faltan espacios para las mujeres?

Las circunstancias nos han vuelto ingeniosas y somos buenas generándonos nuestros propios espacios, pero sí, siguen saliendo festivales con grillas enteras de varones o en porcentajes muy altos. Es bastante frustrante, porque pareciera que el reclamo choca contra una pared y no puedo creer que sea tan difícil incluirnos. Para mí es muy difícil empatizar con ellos. Aunque no lo sientan en su corazón podrían hacerlo estratégicamente. También está el discurso de que "nos lo tenemos que ganar", como que no somos tan buenas o no convocamos tanto, y en realidad lo de convocar, por ejemplo, es una consecuencia directa de no estar en determinados espacios que son los que amplifican más las cosas.

Agradecemos al edificio Plaza Alemania por la locación. A Zarvich, María Bouvier, Sole Hernández Lafourcade, Margo Baridon, Erre Art Studio, Aldo, Mutma y Picú por el vestuario. Producción: Sofía Miranda Montero. Asistente: Claudia Rezende. Maquillaje: Florencia Álvarez. Pelo: Jorge Cruz.