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El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta una retrospectiva del artista pop estadounidense Alex Katz, una de las principales figuras de la historia del arte norteamericano del siglo XX que, a sus 94 años, todavía sigue activo
imagen de Una retrospectiva del artista Alex Katz en Madrid
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No es sencillo sintetizar en cuarenta obras una carrera tan larga y fecunda como la de Álex Katz (Nueva York, 1927), considerado un precursor del arte pop. El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta una retrospectiva del pintor estadounidense, una de las principales figuras de la historia del arte norteamericano del siglo XX que, a sus 94 años, todavía sigue creando. Se ha logrado reunir 35 óleos de gran formato, acompañados de algunos estudios, que permiten realizar un completo recorrido por los temas habituales de Katz: sus retratos individuales, de grupos, alternados con sus reconocibles flores y envolventes paisajes de colores vivos y fondos planos.
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Las obras cronológicamente cubren casi seis décadas de su trabajo, desde 1959 hasta 2018, revelando la renovación constante a la que el artista se ha sometido a lo largo de su carrera, en la que ha recurrido siempre a los mismos temas, pero sin renunciar a incorporar nuevas perspectivas.
Red Coat, 1982. Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
Museos como el MoMA de Nueva York y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid han prestado obras para esta nueva exposición. El comisario de la muestra y director artístico del museo madrileño, Guillermo Solana, enfatiza que es “la gran exposición del año” del Thyssen. “Un pintor que no solo está en activo a sus 94 años, sino que se levanta a las 7 de la mañana. Un pintor de grandes formatos que con siete décadas a sus espaldas por primera vez tiene una exposición en España que recorre toda su obra: desde sus piezas históricas a las más recientes”, explica Solana, y añade: “Todo un retorno a la pintura figurativa de la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI que no estaba presente en nuestras colecciones”.
Esta exposición, la primera del artista en España, incluye piezas fundamentales como The Red Smile (1963), procedente del Whitney Museum of American Art (Nueva York); Round Hill (1977), de Los Angeles County Museum of Art; Red Coat (1982), del Metropolitan Museum of Art (Nueva York); Black Hat #2 (2010), de la Albertina (Viena), así como The Cocktail Party (1965), Ted Berrigan (1967), Blue Umbrella #2 (1972) o Green Table (1996), de colecciones privadas. La muestra cuenta con el apoyo del propio artista, que a pesar de su avanzada edad ha seguido paso a paso su desarrollo.
ENTRE LA PINTURA Y LA POESÍA. Katz nació en Brooklyn, hijo de inmigrantes rusos, interesados por la pintura y la poesía. En 1946 ingresó en la escuela de arte Cooper Union de Manhattan, donde se inició en las teorías y técnicas del arte moderno. En 1949 obtuvo una beca de verano en la escuela de pintura y escultura Skowhegan, en Maine, donde lo animaron a pintar del natural, algo que resultó fundamental en su desarrollo como pintor, y le aportaron “una razón para dedicar mi vida a la pintura”, como él explica.
Un año después se instaló en Manhattan. Se ganaba la vida trabajando en una empresa de enmarcados y con encargos de pinturas murales. Poco después realizó una primera exposición junto con su mujer, Jean Cohen, en la Peter Cooper Gallery, y en 1954 expuso por primera vez en solitario en la Roko Gallery de Nueva York.
A finales de los cincuenta, Katz comenzó a interesarse por el retrato. Pintaba a su círculo de amigos y, sobre todo, a su segunda esposa y musa, Ada del Moro, a la que conoció en 1958 y desde entonces su modelo más frecuente, siendo la protagonista de más de 1.000 obras. Después sería su nuera.
Katz explica que solo quería plasmar el aspecto del retratado, su superficie, sin implicarse emocionalmente. Fue entonces cuando se inició en los fondos planos, monocromáticos, características de su estilo. La figura se presenta separada del fondo, en un espacio desnudo, sin referencias espaciales, ni fuentes de luz.
Poco después, influenciado por la pantalla de cine y las vallas publicitarias, Katz optó por las pinturas a gran escala, lo que supuso un punto de inflexión en su carrera. Quería llevar la pintura figurativa al lienzo grande, como hace el expresionismo abstracto, algo que nadie había hecho antes.
The Black Jacket, 1972. Colección privada, Suiza.
Al tiempo que aumentaba el tamaño del soporte, debía crecer también el rostro del retratado, por lo que comenzó a pintar retratos de gran formato en primer plano sobre fondos de color uniforme, rasgos fragmentados y encuadres a menudo muy ajustados, incluso recortando el rostro, como puede verse en The Red Smile (1963) y Red Coat (1982), donde prevalece el rojo por encima de todo.
En 1977 le encargaron un gran mural en Times Square, donde podría competir con las vallas publicitarias. Titulado Nine Women, estaba compuesto por 23 primeros planos de mujeres, de 6 metros de altura, en un panel de 75 metros de largo y coronado por una torre de 18 metros de alto en la intersección de Times Square con la calle 42 y la Séptima Avenida. “Descubrí que mi pintura era más potente que cualquiera de las vallas publicitarias que la rodeaban”, afirma Katz. “Fue una de las grandes experiencias de mi vida”.
ANTES DE WARHOL. Katz continuó explorando las posibilidades del retrato realizando series del mismo lienzo. El retrato puede ser doble o múltiple, como una versión de la hoja de contactos en fotografía o la serie de fotogramas del cine y continúa sin profundizar en la psicología del retratado.
The cocktail party, 1965. Colección privada, Chicago. VEGAP 2022.
Sus repeticiones precedieron a las de Andy Warhol y su técnica es completamente diferente: mientras Warhol la automatiza, Katz vuelve a pintar la imagen en cada repetición con resultado diferente.
Desde mediados de la década de 1960 y durante los años siguientes, Katz retrató grupos de figuras, reflejando el mundo social de pintores, poetas, críticos y fotógrafos de su entorno. Sin embargo, ya no presenta las figuras sobre fondos planos, sino en entornos realistas. En The Cocktail Party (1965) aparecen 11 amigos del artista, perfectamente reconocibles, compartiendo una velada en su loft. A través de los cristales, se ve la noche de Nueva York, otras ventanas iluminadas y luces de neón, en una estampa que refleja la vida neoyorquina.
Aunque le interesó en sus inicios, el paisaje perdió prioridad en la obra de Katz en favor de la figura humana y el retrato. Habría que esperar 30 años para que volviera a aparecer, tras la primera gran retrospectiva de su obra en el Whitney Museum (1986), cuando decidió dar un segundo giro a su carrera con pintura de paisaje de gran formato.
Desde finales de los ochenta y durante la última década de los noventa, Katz dedicó parte de su trabajo a estos grandes paisajes en los que el espectador pudiera verse envuelto por la pintura. “Para estar dentro del paisaje”, explica Katz, “este tenía que alcanzar entre tres y seis metros”.
La exposición en el Thyssen-Bornemisza —que se puede visitar hasta el 11 de setiembre— incluye la original Green Table (1996), una mesa de madera sobre la que se presentan 17 cabezas pintadas o cutouts, una práctica que Katz empezó a desarrollar en 1959, casi de manera fortuita, con la que otorga una especial tridimensionalidad a la pintura. (A partir de EFE)