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    “Cambia... todo cambia”

    N° 2035 - 29 de Agosto al 04 de Setiembre de 2019

    , regenerado3

    Tiene razón Mercedes Sosa cuando entona esta hermosa canción. Porque las bruscas subidas y bajadas en la producción de los equipos de nuestro medio últimamente se van tornando cada vez más habituales. Sin ir más lejos, el año pasado, Nacional —que ya se había quedado con los dos primeros torneos del calendario— se encaminaba raudamente a hacer lo mismo con el Clausura y con la Tabla anual acumulada, con una amplia diferencia sobre Peñarol. Sin embargo, en la fase final de esta última competencia, el equipo tricolor entró en un brusco descenso futbolístico, que determinó que se le fuera escurriendo de las manos la muy sólida ventaja que llevaba, ambientando que la vigorosa arremetida del aurinegro le permitiera quedarse finalmente con dicho torneo y con el preciado título de Campeón Uruguayo.

    Trasladado ese antecedente a este decisivo momento del Torneo Intermedio, no es posible vaticinar si, en definitiva, los hechos habrán de desarrollarse del mismo modo. O sea, si el equipo que tenía las perspectivas más favorables para ganarlo ve como ellas se van esfumando, como por arte de magia, y es aquél que venía persiguiéndole el que finalmente se queda con las mieles del triunfo. Lo cierto es que, aún con variadas alternativas, la amplia diferencia en puntos que el equipo aurinegro le llevaba a su eterno rival en la Tabla anual, hasta hace unas pocas semanas, se ha visto reducida a apenas dos unidades. Con el aditamento de que este fin de semana se juega un clásico, que habrá de ser determinante para el desenlace —aunque solo sea transitorio— de ese tan añejo duelo entre tricolores y aurinegros. Y es tanta la expectativa al respecto que a sus hinchas parece incluso no preocuparles mayormente el hecho de que los equipos de su preferencia puedan quedar eventualmente fuera de la definición del actual Torneo Intermedio, cuyas series hoy están lideradas por dos equipos menores (la “A” por River Plate y la “B” por Liverpool, tras el imprevisto traspié del antes favorito Cerro Largo).

    La nota determinante del pasado fin de semana fue, sin dudas, la sorpresiva derrota de Peñarol ante River Plate, en el viejo Parque Saroldi, en un resultado que poco tiene que ver con lo que fue el trámite del partido que, especialmente en el primer período, resultó netamente favorable al equipo aurinegro. Peñarol hizo en ese lapso un interesante despliegue ofensivo, con sus triangulaciones habituales por ambos extremos, pero ocurrió que Acevedo no supo usufructuar un par de claras chances de gol que se le presentaron. Y fue curiosamente River el que sin buscarlo lo consiguió tras un grueso error de un defensor aurinegro, a la salida de su área. Se pensó que en el segundo tiempo el equipo aurinegro podría dar vuelta el tanteador, pero el tiempo fue pasando sin que su superior despliegue futbolístico se concretara en el arco rival. Su técnico optó entonces por tres cambios, pero lejos de mejorar la producción ofensiva de su equipo la desdibujaron casi por completo, diluyéndose así toda posibilidad de rescatar algún punto del escenario darsenero.

    La expectativa se centró entonces en lo que pudiera pasar en el complemento de la fecha. Y al día siguiente Nacional logró por fin lo que, en circunstancias similares, no había podido concretar en las fechas anteriores. O sea, ganar su partido ante el colista Juventud, aprovechándose de la renovada oportunidad que Peñarol le había otorgado, tras su inesperada derrota del día anterior. No fue buena, sin embargo, la labor de la escuadra dirigida por Álvaro Gutiérrez, si bien es cierto que el técnico, ante la inminencia del choque clásico, optó por reservar a varios de los habituales titulares. Fue una vez más Bergessio el que abrió la cuenta, esta vez por la imprevista vía de un espectacular tiro libre. Pero cuando, avanzado ya el segundo tiempo, debió salir de la cancha, algo sentido, Nacional se quedó sin potencial ofensivo. Y, lejos de liquidar el pleito, sorpresivamente fue cediéndole la iniciativa a su rival, el que aún con poco igualmente logró generarle alguna incomodidad al arco de Rochet, calmada recién por el segundo gol de Cardaccio, cuando el partido concluía.

    Aunque los hinchas tricolores puedan lamentar haber dilapidado tantos puntos en su pujante remontada, que le hubieran permitido acceder bastante antes a la expectante posición que hoy tiene su equipo, debe costarle mucho más a la gente aurinegra digerir la impensada forma en que fue desapareciendo la muy sólida distancia que le separaba de su tradicional rival. Precisamente en este sentido, los números asustan: ¡apenas seis puntos obtenidos de los últimos quince que disputó!

    Son varias las razones de ese profundo declive. Una primera, que salta a la vista, es que el plantel aurinegro se ha ido desmantelando paulatinamente. Las necesidades económicas le hicieron ir desprendiéndose de varias de sus mejores figuras. Se fueron el argentino Lema y Lucas Hernández en la defensa, y su ofensiva quedó diezmada con el alejamiento de su figura más promisoria Brian Rodríguez, y también de Darwin Núñez, que iba a ser su natural reemplazante; ambas sumadas a la anterior de su goleador Gabriel Fernández. Y si bien llegaron otros futbolistas en su reemplazo (al caso el argentino Rojas y el zaguero Abascal, o Riascos, un ignoto colombiano) la diferencia en calidad y rendimiento es apreciable. A ello se ha sumado una seguidilla de lesiones que diezmaron al sector más fuerte del equipo, que era su mediocampo. Nadie puede desconocer todo lo que gravitaba la presencia conjunta del Cebolla Rodríguez y Walter Gargano en esa zona. Y el técnico López casi no ha podido juntarlos en los últimos tiempos. Aún así, el gran momento de Guzmán Pereira y un buen aporte de Trindade, en la mitad del terreno, y destellos de Lores, Cannobio y Viatri en ofensiva, hicieron que Peñarol mantuviera, aún en este período de fuerte declinación, una cierta línea futbolística con triangulaciones precisas y veloces por los extremos, aunque carentes de adecuada definición para poder obtener los resultados que merecía.

    El hincha aurinegro se queja y protesta a viva voz su impotencia, pero es la realidad la que manda, y el mercado internacional impone sus duras reglas. La cantera aurinegra supo proyectar últimamente un buen número de juveniles de un futuro insondable (Bueno, Rossi y Valverde hace un tiempo; Brian y Darwin ahora), pero sin poderlos disfrutar, porque ya han emigrado al exterior. Y su consuelo estará en lo que este fin de semana pueda ocurrir en un clásico que, a diferencia de otras veces, quizás no defina la suerte del actual torneo (hay varios equipos menores pugnando por hacerlo con muchas posibilidades), pero que igual puede servir para restañar algunas heridas que duelen mucho.

    Aunque, como también dice aquella canción: “Lo que cambió ayer, tendrá que cambiar mañana”.