N° 2045 - 07 al 13 de Noviembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn esta serie de columnas semanales acerca de la mutante realidad de la actividad futbolística local, resulta casi inevitable no hacer mención a algo que ya se haya dicho en alguna entrega anterior. En especial, cuando ello pretende ilustrar al lector sobre la tantas veces señalada irregularidad de todos los equipos del medio, y la emergente dificultad de vaticinar cuál será su suerte a la finalización del torneo actualmente en disputa.
Es que –como ilustra el título de esta columna— en apenas diez días, la sólida ventaja en puntos que exhibía el Nacional de Álvaro Gutiérrez, tanto en la tabla del torneo Clausura como en la Anual, sobre los equipos que le seguían (entre ellos su tradicional rival Peñarol) se esfumó como por arte de magia. Y aunque aún mantiene la punta, la diferencia con sus seguidores es hoy escasa, y su favoritismo para quedarse con los títulos en juego no aparece ya tan claro.
A mediados de la semana anterior, el equipo tricolor había perdido el invicto de nueve partidos (por el Intermedio y el Clausura) a manos de un inspirado River Plate, que con la experta conducción de Jorge Fosatti lo derrotó en forma clara. Pese a lo sorpresivo de este resultado, vale recordar que en los dos cotejos anteriores (ante Plaza Colonia y Cerro) su rendimiento ya había mermado considerablemente respecto a los cotejos iniciales del actual certamen. Quien vino a sacar partido de ese traspié tricolor resultó ser Peñarol, que sin mejorar mayormente sus últimas actuaciones obtuvo tras cartón un valioso triunfo ante Danubio. Luego de esa fecha la abultada diferencia que Nacional tenía sobre sus inmediatos perseguidores se vio parcialmente reducida, y abrió una interrogante sobre el desarrollo futuro del Clausura.
Ante ese imprevisto panorama, la actividad del pasado fin de semana (tras el impasse por el acto eleccionario) cobraba una dimensión que, hasta pocos días antes, parecía poco probable. Nacional debía enfrentar a Cerro Largo, un rival potencialmente peligroso, que aunque llegaba a esa cita sin haber ganado en sus dos anteriores presentaciones, igualmente exhibía con orgullo su tercera ubicación en la Tabla Anual. Por su parte, a Peñarol tampoco se le presentaba un panorama sencillo, pues debía enfrentar a Plaza Colonia, que estaba solo dos puntos debajo suyo en la tabla del Clausura, aunque algo más distanciado en la Anual. Adicionalmente, en la fecha pasada se daba una circunstancia potencialmente relevante: a diferencia de lo acontecido en las anteriores, sería el aurinegro el que jugara en primer término, por cuya razón –si lograba ganar su partido— le transfería toda la presión al tricolor para el día siguiente, obligándolo a obtener una victoria si pretendía mantener su aún cómodo liderazgo del torneo.
Y bien. Aunque con muchas más dificultades de las previstas, Peñarol logró una agónica, aunque merecida, victoria ante un rival exigente a lo largo de todo el partido. El equipo aurinegro logró ponerse en ventaja a los pocos minutos del segundo tiempo, con un muy certero centro del juvenil Pellistri, que conectó estupendamente el español Xisco con preciso golpe de cabeza. Sin embargo la alegría le duró poco, pues algunos minutos después un penal innecesario de Formiliano sobre Waterman le permitió a este empatar el partido desde los once pasos. Y, por más que Peñarol se adueñó por completo de la iniciativa, le costó demasiado hilvanar alguna acción de peligro ante la valla coloniense. Por el contrario, cerca del final del partido un veloz contragolpe de Plaza dejó al argentino Umeres solo y sin marca frente al arco de Dawson, perdiéndose un gol increíble. Y Peñarol no perdonó. Ya en los descuentos, en una jugada en cuyo arranque pareció existir un empujón de Xisco a un defensa coloniense, Gastón Rodríguez bajó de cabeza un centro de Rojas, y Acevedo con corto remate logró el festejado gol de la victoria (curiosamente, participaron de esa jugada los tres futbolistas que habían ingresado en los minutos finales del partido).
Y si Peñarol hizo lo suyo, no ocurrió lo mismo con Nacional, al día siguiente. Con una enorme responsabilidad sobre sus espaldas, el equipo de Gutiérrez volvió a defeccionar y se vio maniatado por un equipo como Cerro Largo, que se plantó en el Parque Central sin complejo alguno. Tanto, que en la etapa final se lanzó resuelto en busca de la victoria. Mejía hizo varias tapadas providenciales; luego, ya cerca del final, Tellechea se perdió un gol increíble, y poco después el mismo jugador se encontró con un insólito obsequio de la defensa tricolor, para marcar el gol que le dio la victoria a su equipo.
¿Qué ha pasado para que Nacional haya dilapidado en apenas dos fechas lo que tan laboriosamente había conseguido en el tramo anterior del Clausura? En primer lugar, la seguidilla de partidos le costó algunas lesiones de futbolistas importantes, a pesar de lo nutrido y parejo de su plantel. Asimismo, los técnicos rivales han sabido captar las fortalezas y las debilidades del equipo tricolor. La dupla Viña-Castro no encuentra facilidades para subir por la punta, a Felipe Carballo le ponen una marca cercana que le impide manejarse con comodidad y, más allá de su indiscutible capacidad goleadora, Bergessio absorbe casi enteramente la ofensiva del equipo, que con el juvenil Vecino tenía una elaboración más afinada. A lo que debe sumarse la responsabilidad, para un plantel relativamente bisoño, de consolidar una levantada en la que pocos creían.
Peñarol, en tanto, se ha limitado estrictamente a cumplir con lo suyo. Pese a que su técnico ha estado en la “cuerda floja” en estos últimos partidos (incluso estuvo a un tris de renunciar e irse al exterior), y a que la racha de lesiones no para, ha encontrado a dos valores jóvenes (Pellistri y De los Santos) que han refrescado su imagen, asumiendo la presión con inusual desenvoltura, y a un hombre como Xisco, que verifica el acierto de su contratación, demostrando oficio y eficacia en el centro del ataque.
Es difícil predecir, a esta altura, cómo habrá de ser la definición del certamen, que tampoco parece perfilarse como un exclusivo duelo entre los dos equipos grandes. A esta altura, a falta de seis fechas (una de ellas se está disputando por estas horas) Progreso —de sorprendente campaña— puede llegar a la punta del Clausura si prospera su reclamo reglamentario, y Cerro Largo se mantiene al acecho en la tabla Anual.
Dijimos en nuestra columna anterior —y lo mantenemos— que lo único que luce como una constante en nuestro fútbol es la manifiesta irregularidad de todos los equipos, por lo que los profundos altibajos en su rendimiento obstan a que pueda hacerse algún vaticinio medianamente acertado. Lo que sí parece claro es que si esa nota persiste, el tramo final de esta discreta temporada promete ser apasionante.