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    La doble competencia

    N° 2063 - 12 al 18 de Marzo de 2020

    Alguna vez desde esta columna hemos señalado la notoria dificultad de los equipos uruguayos para lograr soportar adecuadamente las exigencias de una actividad paralela en el plano local e internacional. O, desde otra perspectiva, los serios inconvenientes que ellos tienen para sostener un nivel futbolístico medianamente aceptable cuando tienen que afrontar los partidos que les fija el calendario en dichos planos, con muy pocos días de diferencia. Algo que es asumido con la mayor naturalidad por los equipos del viejo continente, a los nuestros les representa una problemática contingencia, que no siempre es bien resuelta.

    Ambos equipos grandes han vivido en estos días este tipo de complicaciones, por la paralela competencia en el torneo Apertura y en la Copa Libertadores. Y, con algunos matices entre ambos, el saldo hasta esta fecha no les ha sido favorable. Peñarol, que inició su actividad local derrotando merecidamente a Cerro  2 - 1, cayó luego sorpresivamente ante Defensor Sporting, en un cotejo que le fue mayoritariamente favorable, y en el que mereció mejor suerte. Desde allí hasta su debut en la Libertadores, Diego Forlán tuvo tiempo para recuperar a su equipo de ese inesperado traspié, al no haber actividad oficial el siguiente fin de semana, por la asunción del actual presidente de la República. Cabía suponer entonces que podría superar una racha particularmente adversa en aquel tradicional torneo, pues en su debut como visitante en las anteriores cinco ediciones no había podido alzarse con la victoria (aunque en tres de ellas le tocó jugar en la altura). A ello se sumaba que su rival, el Atlético Paranaense, lo había eliminado en la segunda fase de la Libertadores del 2018, triunfando 2-0 como local, y goleándole luego 4-1, en la revancha en el Campeón del Siglo.

    Sin embargo, Peñarol no logró superar ese karma que le perseguía desde entonces. En su estreno en la Copa estuvo muy lejos del nivel esperado, ante un rival de menor poderío, respecto del que ganara la Copa Sudamericana dos años antes. Su planteo fue extremadamente cauteloso, dejando que el dueño de casa fuera el dominador de las acciones, produciendo un par de chances de gol frente al arco aurinegro. Entre tanto, Peñarol solo atinaba a defenderse, sin hilvanar una sola proyección ofensiva digna de destaque. Y ese superior despliegue brasileño se acentuó en el segundo tiempo, cuando salió dispuesto a liquidar el pleito cuanto antes. Dawson, con un par de excelentes atajadas logró impedirlo transitoriamente, pero a un cuarto de hora del final, una exquisita definición de taco de un delantero brasileño lo dejó sin asunto y con el cotejo virtualmente liquidado. El saldo aurinegro fue deficitario, corriendo detrás de la pelota cuando la manejó el rival, y devolviéndosela de inmediato cuando lograba recuperarla (y la culpa no fue solo del césped sintético).

    Con ese panorama oscurecido de entrada en el plano internacional, su vuelta a la actividad local tampoco fue satisfactoria. Tanto que el pasado fin de semana debió repartir los puntos en juego ante un Danubio apenas discreto. Aunque, tal como en el cotejo perdido ante Defensor, arrancó mucho mejor que su rival, no supo capitalizar alguna situación favorable en ese lapso (esa es su principal carencia), y su nivel fue mermando con el transcurso del partido. Forlán no acertó ni en la alineación inicial ni en los cambios que hizo en el segundo tiempo, hasta que cerca del final, y de penal, el Cebolla Rodríguez (aún lejos de su mejor forma) puso en ventaja a su equipo. Sin embargo, ya en los descuentos, llegó el inesperado empate danubiano, que despertó los primeros silbidos de la hinchada hacia esta renovada formación aurinegra y a su actual conductor.

    Por su parte, el panorama tricolor, aunque con un trayecto casi opuesto, no ha sido más gratificante. El equipo de Munúa tuvo un muy flojo comienzo en el plano local, con una rotunda derrota inicial ante Rentistas y un deslucido empate en dos tantos ante Cerro Largo, en un partido que lo tenía perdido en el tiempo reglamentario, pero que milagrosamente  rescató ya en los descuentos, ante un rival que quedó con un hombre de menos y con un golero improvisado.  Sin embargo, a diferencia del aurinegro –y ratificando una buena costumbre de anteriores ediciones–, Nacional venía de obtener un valioso triunfo de visitante ante Alianza de Lima, en su debut en la Libertadores, con un gol que trajo desde el vestuario, y que trabajosamente mantuvo hasta el epílogo del partido,  aun con las fuerzas exhaustas de varios de sus hombres.

    Con ese envión anímico, se pensó que vuelto a la actividad local iba a poder descontar la ventaja en puntos que lo separaba de su tradicional rival; más aun cuando en la víspera este había dejado dos puntos por el camino. Otra vez se puso en ventaja en las primeras de cambio, y con un Amaral deslumbrante, bien secundado por el Chori Castro, aumentó la diferencia y estuvo a un tris del tercero, que hubiera liquidado prematuramente el partido. Pero no fue así, y Wanderers aprovechó una gruesa distracción de la defensa tricolor y logró descontar sobre el final del primer tiempo. Con Bergessio afuera por lesión, el rendimiento de Nacional en el complemento fue mermando con el paso de los minutos, pagando tributo al desgaste del partido en Lima y un viaje de muchas horas, pese a haber cambiado medio equipo entre un partido y otro. Amaral aguantó solo hasta la mitad del complemento, y desde allí el equipo tricolor se desmoronó físicamente. Wanderers se fue arrimando al arco de enfrente y en el filo del tiempo reglamentario, una precisa media vuelta de Acuña dejó sin asunto a Mejía, sellando el empate definitivo. Y la chance de nivelar el puntaje de su eterno rival, tras su traspié del día anterior, se esfumó como por arte de magia. Preocupa a la gente tricolor no haber ganado aún en este Apertura, así como lo mucho que le ha costado, desde el plano físico, en estos primeros escarceos, compatibilizar la paralela competición local e internacional.   

    Y se ha verificado una impensada paradoja. Mientras Peñarol se reforzó con muchos futbolistas, aspirando a una buena actuación en el plano  internacional, Nacional apostó a la promoción de figuras juveniles, con una pretensión menos ambiciosa. Sin embargo, el tricolor fue el que salió mejor parado en su debut  en la Libertadores, en tanto es el aurinegro el que aparece mejor posicionado en el torneo Apertura, aunque lejos de las posiciones de vanguardia, encabezadas sorpresivamente por un orondo equipo de Rentistas. Lo que no hace sino demostrar acabadamente cuánto les cuesta abordar con similares pretensiones una actividad paralela en ambos planos, como sí lograron hacerlo otros equipos de menor historia en el continente.

    ¡Y la seguidilla continúa!