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    Las reglas de la vida online

    Redes sociales: una guía de comportamiento para no meter la pata

    Entrar en una red social es ingresar en otro país. Cada una tiene su propio lenguaje, sus propias reglas, sus límites. El país Facebook se está quedando sin jóvenes, que emigraron para Snapchat, territorio donde muchos mayores de 25 apenas lograron poner un pie para marcharse en cuestión de meses. Acceder a una red social no solo implica saber cómo funciona. Implica saber usar sus herramientas. Existen reglas explícitas y otras tácitas, que se fueron moldeando con el tiempo. Algunas reglas básicas fueron heredadas de sistemas de mensajería instantánea como el MSN Messenger, que seguramente para muchos usuarios de Snapchat o WhatsApp puede remitir al Paleolítico. Desarrollado en 1999, el MSN estableció algunas normas de comportamiento elementales, que fueron modificándose colectivamente, desde cómo elegir la foto de perfil y el tipo de letra más adecuado o amigable para la comunicación hasta qué clase de mensaje dejar. Especialistas e influencers consultados por galería coinciden en un punto clave respecto al comportamiento en redes: el valor que tiene ser un interlocutor que dé información apreciable, atractiva, compatible, sea un video en Snapchat, una foto en Instagram o un tuit en Twitter. Y sobre todo: no abusar de los recursos que cada red ofrece.

    Seguime, te sigo (dale, por favor). Seguro lo han visto. Tuits o descripciones de perfiles a través de los cuales sus usuarios piden, de manera pública, ser seguidos. “Es una práctica que se usa mucho y en efecto no está mal hacerlo”, comenta Pablo Buela, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios, director de Prosper, un holding de empresas basadas en tecnología e Internet, y la agencia de publicidad online Pimod. “Desde sus inicios, la base de Twitter se apoya en la reciprocidad, es decir, en el ‘te sigo, seguime’”, explica Buela, cuya cuenta de Twitter (@Pablobuela) es seguida por más de 8.000 personas. “Claramente, no siempre sucede. Se ve muy claro en las figuras públicas que tienen una gran cantidad de seguidores: la reciprocidad es prácticamente imposible”.

    Buela explica que, en muchos casos, “el pedido de seguir se da para que exista la posibilidad de enviarse DM (mensajes directos)”. Y agrega: “Hasta hace poco solo se podían mandar DM a cuentas que se seguían mutuamente. Esto ya no es así, ahora el usuario puede configurar su cuenta y permitir que toda persona pueda escribirle por privado”. Buela, de hecho, tiene configurada su cuenta de este modo. Sin embargo, comenta, esta acción se da en la minoría de los casos: “Twitter es normalmente usado para comunicación pública y no privada”.

    El periodista y conductor de televisión Christian Font tiene una intensa presencia en las redes. Especialmente en Twitter (@christianfont), donde se presenta de este modo: “Obrero del entretenimiento. Conductor de @buendiauruguay, colaborador en @JusticiaRadio y autor de @paellibro_uy. Crítico en actividad, cupletero en receso”. Tiene casi 44.000 followers.

    “No pido que me sigan en Twitter aunque reconozco que por trabajar en un medio masivo estoy en posición ventajosa r especto a otros usuarios a la hora de generar una audiencia 2.0”, reconoce Christian Font. “Creo que si las intervenciones son interesantes el feedback llega y los followers también. Y así como llegan se van, es imposible saber qué resorte emotivo tocás en los demás cada vez que tuiteás sobre algo”.

    El conductor radial y televisivo Diego González, activo usuario de Twitter,  comenta: “Cuando recién arrancó Twitter, el Te sigo, seguime, resultaba. Con el correr del tiempo se dejó de usar. Incluso porque Twitter mismo te sugiere cuentas a seguir. Pero creo que la mejor forma de conseguir seguidores en Twitter es escribir. La gente te sigue porque le gusta lo que ponés. Esa es una de las diferencias que tiene con Facebook, donde la gente te sigue para ver a dónde fuiste de vacaciones”. El secreto para generar seguidores está en la actividad, supone González, que además maneja las redes sociales del programa “Bendita Tv”, de Canal 10. “Tenés que ser un usuario activo, escribir mucho, más seguido que en Facebook. En Twitter, cuanto más seguidores tenés, la propia red empieza a recomendarte automáticamente”.

    Cada vez es más común que un usuario avise a otro de un tuit o le pida que lo retuitee. ¿Qué tan bueno es eso? “Si alguien te escribe por WhatsApp es porque esa persona tiene agendado tu teléfono”, explica Buela. “Que alguien te pida un RT o FAV mediante WhastApp es algo que puede funcionar. De hecho en algún caso le he pedido a algún influencer que ayude a difundir mediante Twitter algunas causas, sobre todo benéficas”. En general, González opina que “la gente que te quiere pedir una mano te pregunta antes de etiquetarte o arrobarte”. Es lo que corresponde. González, que también tiene cuenta en Instagram, aconseja diferenciar los contenidos que se suministran a las redes. “Hay chistes que hago en Twitter que no hago en Facebook. En una época había gente que sincronizaba sus cuentas, Twitter y Facebook, pero para mí es un error porque son dos maneras de comunicar distintas. Facebook es más literal mientras que Twitter maneja más la ironía y el sarcasmo. Hay que usarlas por separado”. En Instagram sube momentos, “lugares que visito, lo que estoy cocinando o alguna situación que me parezca graciosa”.

    Hashtags más, hashtags menos. Están en Twitter, en ese espacio cada vez más silencioso que es Google+, se apilan en Instagram, no faltan en los paneles de Pinterest, ni en Tumblr ni en YouTube, y se han colado en los muros de Facebook. Son los hashtags. Las etiquetas. Los tatetís. Lo que en España llaman “almohadillas”.

    Poner un hashtag en un tuit, en un posteo en Facebook o junto a la descripción de una foto en Instagram convierte a la palabra etiquetada en un enlace con el mundo. Los hashtags conectan a través de las redes los mensajes acerca de un hecho (#FeriaDelLibro), un concepto (#Amistad), una figura (#DavidBowie), lo que uno quiera (#Desayuno). La función está en su origen, cuando las charlas en la web se llevaban a cabo por medio de los canales de IRC, el equivalente a la Edad de Piedra para los actuales usuarios de Twitter, LinkedIn o Vine. Por aquellos años, el símbolo # definía los temas de los canales de chat (#Fútbol, #Música) a los que accedían las personas. Se incorporaron a Twitter en 2007 para enlazar tuits y crear conversaciones en torno a un tema. Usados además de forma humorística o irónica, con los hashtags los mensajes se vuelven más fáciles de encontrar. Y, también, se convierten en algo más: pasan a ser links.

    Muchos usuarios, sabiendo que las etiquetas aumentan la visibilidad de sus mensajes (tuis, posteos, fotos), terminan abusando o empleándolas de forma poco eficiente. “En general detesto los hashtags, y me molestan”, dice Font. “Hay quien dice que son llamadores, que ordenan las conversaciones, por lo general los uso para disparar o sumarme a una consigna divertida”, agrega. “Hay usuarios adictos al hashtag que igual suben una foto de una baldosa y al lado diez hashtags tipo #montevideo #sabado #vereda #caminar: es lo más parecido a leer un telegrama o conversar con un jefe sioux”.

    Tampoco es recomendable escribir hashtags demasiado largos o hacer que cada palabra tenga una etiqueta: #Ahora #HayQueVer #LosSimpsons. “Muchas veces hay un uso ilógico o hasta abusivo de los hashtags”, dice Buela. “El punto es analizar para qué se usan, y mayoritariamente podemos llegar a dos grandes respuestas. Una (y la principal debería ser), lograr que las personas encuentren mi tuit o post y de esa forma generar interacción y un mayor alcance al contenido publicado. Es decir, mediante hashtags puedo lograr que más gente vea mi mensaje. Pero por otro lado creo que hay un factor hasta ‘estético’, ‘cool’ de usar hashtags, muchas veces sin sentido. Por ejemplo, alguien que publica una foto de su perro y pone #amor #dog #loveyou #perrito #mivida, realmente no estará logrando demasiado con esos hashtags que en algunos casos pueden ser extremadamente genéricos y no relativos a la imagen”.

    Arrobados. Hay quienes lo detestan y otros lo buscan desesperadamente: ser arrobados. Arrobar es mencionar a otro usuario poniendo su dirección digital antecedida por @. “Siempre que quieras que alguien se entere que lo mencionaste es una buena herramienta arrobar”, explica Buela. Font coincide: “Menciono bastante a otros usuarios, sean personas o marcas. Directa o indirectamente es una especie de recomendación”.  Según Buela, arrobar “es la forma para que la persona se entere mediante una notificación. No lo veo como algo malo, sino todo lo contrario”. En el caso de Twitter arrobar es clave para que la cuenta al menos pueda verlo.

    Sobre las diferencias entre lo que se publica y lo que no en Twitter, Facebook o Snapchat, Buela sostiene que “depende de la identidad digital que cada persona se proponga”. Por ejemplo: “En mi caso busco una presencia en Twitter más asociado a mi perfil profesional, por lo cual difícilmente vean tuits sobre mi vida personal. En cambio, en Instagram o Facebook sí pongo esos contenidos. O en Facebook pongo contenidos solo para mis amigos, y no para el público en general. Digamos que no hay reglas duras sobre esto. El punto es que cada cual defina cómo quiere ser visto en cada red”.

    Las redes son terreno fértil para implantar publicidad. Algo básico, que ya casi no se hace más, es arrobar a personas para promocionar productos. Si usted hace unas empanadas deliciosas o caricaturas maravillosas, no arrobe, perderá seguidores o será bloqueado. Facebook hoy sanciona a las empresas que arroban a las personas. Mejor, busque influencers.

    Las marcas los eligen según la cantidad de seguidores y la interacción que tienen con ellos. González es, como Font, un influencer. Su cuenta @diegodelacurva cosecha casi 108.000 seguidores, y era influencer sin saberlo. Hasta que compró una cerveza. Un día de julio de 2014, al salir del trabajo, compró un pack de cerveza Miller. Llegó a su casa, abrió una botella, y subió una foto a Twitter: “Linda noche para estar sentado frente a la estufa leyendo a Miller”. Tuvo seis retuits y 20 Me gusta. Pero lo interesante fue que después la firma que distribuye la cerveza se comunicó con él, le pidió su dirección, y al día siguiente recibió de regalo varias cajas con productos.

    Como influencer, González promociona productos de Unilever. La empresa llegó a él, dice, por la dinámica de la cuenta: “Más que la cantidad de seguidores, las marcas buscan cuentas que tengan repercusión”. Pero el acoso publicitario genera antipatía. Hay gente que lo maneja bien, otra que no. Hay marcas que le encontraron la vuelta de hacer lo comercial también algo entretenido”.

    Para González, la clave para perder seguidores en cualquier red es abusar de los recursos. “Hay gente que retuitea cosas todo el tiempo. Todo lo que se hace exageradamente, a menos que sea buscando un efecto humorístico, puede generar antipatía”. Lo mismo con la publicidad.

    Todo y nada. Snapchat, la red de los millenials, de los adolescentes que se fueron de Facebook, tiene algunas reglas estrictas. Además de que se prohíbe expresamente difundir contenido sexualmente explícito o promocionar asuntos con temas sexuales, hay reglas tácitas, como la de no esparcir imágenes de la casa de otra persona, especialmente sin su consentimiento. En esta app los usuarios suben fotos, graban videos, escriben textos y los envían a una lista específica de destinatarios. Fotos y videos (snaps) duran entre uno y 10 segundos, y luego se borran automáticamente. Entre las recomendaciones están no abusar de las selfies, y no enviar demasiados snaps a una misma persona en un un mismo día (el límite: cinco snaps por día).

    Acerca de otras normas no oficiales, Font contó que en lo personal en las redes evita meterse en “discusiones bizantinas” con otros usuarios cuyo razonamiento no va a cambiar. “En cualquier caso y cada vez más: leo y releo varias veces todo lo que voy a postear o tuitear. Muchas veces me encuentro reaccionando enajenado y con el pulgar sacándole chispas a la pantalla y tras leer un par de veces lo que iba a poner suelo borrar ese estado. Cuando me leas iracundo en alguna red podés estar seguro que leí, releí y medité al menos un instante acerca de lo que vaya a comunicar”.

    “No hay que olvidarse que las redes sociales son una ventana a tu vida, vas a estar expuesto”, dice González. “Tenés que estar preparado para recibir críticas y a veces ofensas de gente que ni conocés”. La regla de oro: “El que se calienta, pierde”. 

    · ALGUNAS REGLAS DE ETIQUETA EN LAS REDES

    Buena sintaxis y ortografía. Las redes sociales reflejan mucho la persona. Los mensajes llegan mejor y a más gente si están bien escritos.

    Diferenciar los contenidos. No sincronice sus cuentas. Cada red es una forma distinta de comunicar.

    No abuse de los recursos. El exceso genera rechazo. Abusar de selfies, etiquetas, arrobas, más que convocar seguidores, los ahuyenta.

    Genere contenidos propios. Evite compartir o retuitear constantemente contenidos de otros medios o usuarios; genere su propio contenido.

    No evangelice. No se enfrasque en discusiones que busquen cambiar razonamientos u opiniones de otros usuarios.

    No tema pedir que lo sigan. Pedir un retuit, un FAV o ser seguido, vía mensaje directo, puede ser útil.

    Sea consciente de dónde está. Las redes sociales implican una fuerte exposición a críticas. Son las reglas del juego. El que se enoja, pierde.