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    Tropezón

    N° 2044 - 31 de Octubre al 06 de Noviembre de 2019

    “Un tropezón cualquiera da en la vida…”, dice la letra de un conocido tango que grabara Carlos Gardel en 1927. Y aunque esta alude a una situación bastante diferente, bien puede aplicarse a lo acontecido en la fecha pasada, ante la caída sin levante del líder del Clausura, Nacional, ante River Plate.

    Es que la larga y resaltable levantada del equipo tricolor desde la asunción de su actual técnico Álvaro Gutiérrez —que le permitió pasar de la cola del torneo Apertura a comandar con holgura la tabla del Clausura y también la anual— no hacía pensar en la posibilidad de que ella se viera interrumpida ante un equipo de media tabla, como el que dirige el experiente Jorge Fosatti. Y sin embargo, nadie puede cuestionar los méritos hechos por el elenco darsenero, que jugó un muy buen partido y estuvo claramente por encima de su rival, como bien lo expresan los dos goles de diferencia en el tanteador final.

    Cierto es que Nacional no había convencido mayormente en los dos partidos anteriores, ante Plaza y Cerro respectivamente, aunque finalmente se alzara con sendas victorias. Sin embargo, ese circunstancial decaimiento en su fútbol bien pudo atribuirse a un cierto desajuste entre sus líneas, como consecuencia de la rotación dispuesta por su técnico, para afrontar de la mejor manera el previsible desgaste derivado del apretado fixture del torneo. Sin embargo, lo del pasado jueves marcó un notorio retroceso en su producción, tanto en el orden colectivo como en el rendimiento de algunos de sus futbolistas, suficiente para generar cierta inquietud en las hasta entonces tranquilas tiendas tricolores.

    El comienzo de Nacional fue muy malo. Apenas a los siete minutos, River abrió el tanteador, cuando Juan Manuel Olivera conectó de cabeza un preciso centro desde la izquierda, para vencer netamente a Mejía. Hubo allí un grosero error de la defensa tricolor, que permitió que un reconocido especialista en el fútbol aéreo cabeceara solo y sin marca a la entrada del área chica. El desconcierto subsiguiente fue visible, y en otra acción en que la pasividad de la defensa fue manifiesta, Urruti, con una precisa media vuelta, puso a su equipo dos goles arriba, ya en el primer cuarto de hora del partido. Colocado en una situación no común en los últimos tiempos, Nacional adelantó sus líneas y cerca del final del primer tiempo logró descontar por intermedio de su goleador Bergessio. Como podía suponerse, el comienzo del complemento mostró al tricolor lanzado en procura de la igualdad y a River esperando para proyectar su contragolpe. Y mientras la ofensiva tricolor chocaba contra la firme retaguardia albirroja, su defensa tambaleaba ante los espaciados embates del dueño de casa. Así, tras una apilada fenomenal, que dejó desairada a media defensa tricolor, Urruti se perdió un gol hecho. Y algo más tarde, culminando una corrida espectacular (con una doble pisada incluida) Adrián Leites cerró el tanteador, sepultando así toda pretensión de su encumbrado adversario para torcer la suerte del partido.

    ¿Una explicable distensión tricolor tras una arremetida muy larga y exigente? ¿Un exceso de confianza ante el buen resultado fruto de tanto esfuerzo? ¿El inevitable desgaste físico y emocional que ello demandara? Entiendo que hubo un poco de todo eso. Es que en un fútbol tan peculiar como el nuestro, y aunque resulte paradojal, quizás lo único que aparece como una constante es la existencia de profundos altibajos en la producción de todos los equipos; lo que se refleja fielmente en los vaivenes en las tablas respectivas. No resulta extraño, entonces, que un técnico experiente como Gutiérrez dijera que ese resultado fue un “llamado de atención, en ver que si no entramos al 100 por 100 todos, pueden pasar este tipo de cosas”.

    Claro que en esa siempre renovada puja entre nuestros dos equipos grandes, quedaba por ver si al día siguiente Peñarol —en un pronunciado retroceso en su producción, apenas atenuado con su pálido triunfo en la fecha anterior— lograba sacar partido de esa imprevista defección del líder, para acortar la clara ventaja en puntos que este le sacara en ambas tablas. Oportunidad esta que, en iguales circunstancias, fue muchas veces desperdiciada por los dos equipos en los últimos torneos. Sin embargo, ello no aconteció esta vez, y el conjunto aurinegro, si bien no lució, derrotó con justicia a un adversario que no le exigió mayormente.

    Con la novedad del ingreso del español Xisco Jiménez ante la lesión de Viatri, el equipo de Diego López dominó las acciones durante el primer tiempo, pero sin inquietar mayormente el arco rival. Pero ya en el tiempo complementario la presión ofensiva fue en aumento y el gol de penal convertido por Canobbio, a los pocos minutos, le abrió las puertas para concretar la victoria que buscaba. Danubio no tuvo respuesta, en un partido que ya se le estaba yendo de las manos, y varios minutos después, Xisco conectó con exacto golpe de cabeza un preciso centro desde la derecha, para vencer a Cristóforo (que poco antes había tenido una espectacular salvada en una jugada casi idéntica) y poner el tanteador fuera del alcance de su discreto rival. Aún sin lucimiento, el equipo mirasol logró concretar su segunda victoria consecutiva, y sin goles en contra (aunque pagando otra vez tributo, por las lesiones que lo vienen persiguiendo desde hace tiempo) dándole así cierto respiro a un técnico que, como Memo López, tiene pendiente de un hilo su continuidad al frente del equipo.

    ¿Qué puede pasar de aquí en más? Solo el discurrir de los próximos partidos lo podrá develar. La distancia entre el líder y su rival de todas las horas se acortó a cuatro puntos en la Tabla del Clausura (aunque también dos abajo de Progreso) y a cinco en la anual, cuando aún quedan muchas fechas para la finalización del actual certamen. Además, debe tenerse en cuenta que en esta pugna entre estos tres equipos, los dos grandes tienen pendiente el partido clásico, y ambos deberán medir fuerzas con el tercero en discordia, el sorprendente Progreso.

    Es claro que no podía descartarse que en el marco de esa espectacular remontada del equipo tricolor (tras haber enhebrado trece victorias al hilo) no apareciera algún escollo inesperado. Por tal razón su reciente contraste ante River Plate debe ser tomado como una mera contingencia, propia de un muy parejo fútbol de entrecasa, donde no hay ningún equipo que sea invulnerable.

    Entre la lógica inquietud tricolor y la renovada ilusión aurinegra, en razón de ese inesperado tropezón del actual líder del Clausura, las fechas que restan para su culminación podrían desarrollarse en un marco de cierta incertidumbre. Aunque los eternos rivales harían bien en cuidarse de que en ese previsible “mano a mano”, no se les meta algún “colado”, como ya ocurriera en el reciente torneo Intermedio.