La pareja ya fue. El fin del amor. Dos libros que hablan de una crisis en el relacionamiento sentimental entre las personas. Dos títulos lapidarios y desesperanzadores. Si así son las cosas, ¿qué hacemos ahora?
La pareja ya fue. El fin del amor. Dos libros que hablan de una crisis en el relacionamiento sentimental entre las personas. Dos títulos lapidarios y desesperanzadores. Si así son las cosas, ¿qué hacemos ahora?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl primero es la obra más reciente del psicólogo Álvaro Alcuri, que lleva como subtítulo: Cómo volver a creer en una forma de vivir casi en desuso. Una aclaración que da un poco de respiro ante tan tajante aseveración.
El segundo es el muy recomendado libro de la escritora y filósofa argentina Tamara Tenenbaum, quien desde una perspectiva personal y colocándose ella como protagonista en un relato casi autobiográfico investiga lo que sucede cuando el matrimonio y la pareja monógama ya no son un objetivo en la vida y el amor romántico cae en desuso entre las nuevas generaciones.
Como estos, debe haber una enorme cantidad de otras publicaciones circulando por el mundo que reflexionan sobre lo que nos está pasando, acerca de ese profundo cambio de paradigma en la estructura de la sociedad.
En el verano, se sabe, es cuando el “amor” vuela en el aire. Los cuerpos más descubiertos, las temperaturas cálidas, las jornadas sin trabajo, sin agenda ni reloj, el consumo de bebidas “espirituosas”, los días largos y las noches hermosas crean el marco perfecto para hacer nacer o reavivar las cuestiones del corazón. Pero en muchos casos esas experiencias efervescentes nos enfrentan luego a frustraciones, a realidades que duelen, a cuestionamientos propios y ajenos. Y parece que son varios los factores que entran en este juego.
En primer lugar, Tenenbaum, proveniente de una familia judía ortodoxa, analiza cómo ha cambiado el valor y la importancia del matrimonio en la historia. De manera muy interesante, resume cómo antiguamente las uniones entre las personas eran más por la conveniencia comercial y económica de las familias que por un sentimiento amoroso que existiera entre los involucrados. Por tanto, si el motivo de la unión no tenía que ver con los sentimientos, difícilmente ese aspecto fuera una causa de ruptura, pues la base de esa pareja era otra. Parece entonces que cuando comenzó a basarse en el amor mutuo fue cuando la institución del matrimonio y la familia comenzó a caer. Y tiene sentido, pues a lo largo de la vida los sentimientos pueden cambiar, mientras los intereses económicos y comerciales, no. Tenenbaum asegura que empezar a creer en el amor romántico fue un acto de rebeldía. “En toda historia de amor imposible, son los hijos y las hijas, los adolescentes o jóvenes como Romeo y Julieta los que se desprenden de la familia y sus valores para vivir el amor. El matrimonio puede aparecer como algo forzado o fingido (…), pero el amor no es en estos relatos una imposición social, como lo es armar una familia, sino todo lo contrario: es una forma de rebeldía, propone una transgresión respecto a la familia”, escribe la autora. Y plantea una verdad: “La lectura de estas historias (como las de Romeo y Julieta) refuerza una de las ideas de la Modernidad que más nos importa conservar: que somos más que nuestra raza, nuestra clase social, nuestro país o nuestras familias; que, a pesar de que estamos condicionados por todas esas intersecciones, somos más que la mera suma de ellas: hay algo que nos hace únicos e irrepetibles que no está cubierto por ninguna de esas categorías y, si alguien se enamora de nosotros, se enamora de eso”.
Y aquí tal vez comience el caos. Ese declive del amor y de la pareja del que hablan estos libros parte de la tendencia al individualismo, a quererme y valorarme tanto a mí mismo que difícilmente pueda haber lugar para otro más en mi vida, de la manera que nos enseñaron, claro.
El artículo que Patricia Mántaras escribió para esta edición basado en el libro de Alcuri explica un concepto que parece tan conocido como revelador. Primero menciona que la felicidad está de moda y esto es catastrófico porque es una vuelta al narcisismo, que encierra a la persona en su felicidad. Entonces, un individuo que pretende aplicar como pareja debe cumplir con una serie de requisitos alimentados, a menudo, por construcciones culturales como el amor romántico. “Es interesante cómo la idealización del amor romántico sintoniza perfecto con el individualismo reinante, resulta que es mucho más importante mi experiencia que el otro, reducido apenas a un instrumento para alcanzarla”, dice Alcuri. Y sigue: “Cada vez más adultos están teniendo comportamientos inmaduros, no soportan la frustración, no saben sacrificar lo propio en beneficio de la relación, son narcisistas, hacen berrinches, no saben negociar, no tienen autocrítica, creen que nunca se equivocan, mucho menos saben pedir perdón. Una vez que se terminan las endorfinas y la idealización del otro, no les queda nada. No pueden hacer el proceso de crecimiento conjunto hacia otro nivel de relacionamiento”.
Empezar a comprender esto es la clave para encontrar la salida a un tema que parece estar funcionando dentro de un laberinto. Es necesario tener la suficiente madurez para pasar a la siguiente etapa de la relación, y esto es aceptar y transitar el conflicto, entender que no siempre vamos a coincidir con el otro, aceptar las diferencias, no tenerles miedo a las consecuencias y, sobre todo, no aferrarse a idealismos.
Porque, aunque vivamos en un mundo de “individualismo salvaje”, ningún hombre es una isla, como dice el poema que John Donne escribió hace 400 años, con el que Patricia concluye su interpelante artículo.
Porque, aunque creamos que estamos muy bien solos, en el fondo siempre habrá una necesidad del otro, y aprender a integrar a alguien a nuestras vidas implica que todo ha cambiado, que lo que conocemos y aprendimos ya no funciona y que probablemente tengamos que crear nuestro propio paradigma de la pareja y la felicidad.