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    Una primavera que tarda en llegar

    N° 2041 - 10 al 16 de Octubre de 2019

    Cuenta la historia de Peñarol que, a fines del mes de setiembre de 1891, al finalizar la reunión fundacional del CURCC, uno de los flamantes directivos –no se sabe si Frank Hudson o Arthur Davenport— estampó al pie del acta labrada al efecto, la frase: “Serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera”. Y de allí en adelante, a lo largo de los años, los hinchas aurinegros apelaron a ella con frecuencia, como una suerte de esperanza de que el arribo de esa estación traería consigo un período de bonanza para su equipo. No hay constancia de cuántas veces ello ha acontecido en su glorioso pasado, pero los muy malos resultados deportivos que viene cosechando Peñarol de un tiempo a esta parte parecen ser indicativos de que esa esperada primavera aún no se ha hecho presente.

    Varias veces, en esta columna, nos hemos ocupado de los vaivenes de los dos equipos grandes en el desarrollo de los torneos oficiales de nuestro medio. Así, el año pasado, Nacional, tras ganar el Apertura, se quedó también con el Intermedio, e incluso llegó a estar diez puntos por encima de Peñarol en la fase inicial del Clausura. Sin embargo, hubo una brusca caída en su producción y el equipo aurinegro, en briosa arremetida, se quedó con este torneo, y a la postre también con el título de campeón uruguayo. Este año, el arranque del Apertura fue ampliamente deficitario para el equipo tricolor (cambio de técnico incluido), y Peñarol se encaramó prontamente en la punta del certamen. La diferencia entre ambos llegó a ser muy amplia en favor del aurinegro, que se coronó campeón dos fechas antes de su conclusión (en ese momento, con nueve puntos de ventaja sobre su tradicional rival en la Tabla Anual). Sin embargo, se dejó estar inesperadamente, y en esos dos últimos partidos dejó por el camino cinco puntos, permitiendo que aquella diferencia se acortara apenas a cuatro. Ese desnivel en el puntaje fue luego oscilando en el transcurso del Intermedio, fruto del errático desempeño de ambos equipos, lo que incluso les impidió terciar en su definición (que finalmente se dio entre dos equipos chicos, con Liverpool como justo campeón).

    Sin embargo, hubo un hito fundamental en ese certamen, y fue la contundente victoria de Nacional en el clásico jugado en la última fecha. No, como ya se dijo, para el título en disputa, sino por la significación que ese resultado tuvo en la Tabla Anual (con el tricolor superando por primera vez en el año el puntaje de Peñarol), y también por la incidencia que ha venido a tener en el desarrollo del actual Torneo Clausura.

    Es que, tras un comienzo que mostró un notorio equilibrio (ambos ganaron en sus dos primeras presentaciones), mientras Nacional siguió en la senda de la victoria (3-0 a Racing y 2-0 a Boston River), Peñarol entró en un pronunciado declive, empatando primero con Juventud de Las Piedras y en la última fecha cayendo sin levante ante Liverpool. Y en tanto el equipo de Álvaro Gutiérrez va afianzándose en su rendimiento, a su colega Diego López las cosas se le vienen complicando cada vez más. Y no hay duda alguna que la impensada ventaja de cinco puntos que hoy ostenta Nacional en el Clausura, y los seis en la Tabla Anual, son el fiel reflejo de esa realidad.

    La mejora de Nacional era algo que podía preverse. El transcurso del tiempo le ha permitido a su técnico un mayor conocimiento de un plantel que él no había conformado. Probando y evaluando partido tras partido, ha ido encontrando la táctica más apropiada para el rival de turno, con posibilidades de variantes en su integración que tiempo atrás no tenía. Acertó plenamente incluyendo en la formación titular a Felipe Carballo —hoy erigido en el eje del equipo— y en lugar de algunas figuras fogueadas pero de muy escaso rendimiento, optó por varios juveniles de promisorio futuro, como Viña, Neves, Ocampo y el propio Méndez. E incluso hasta pudo disimular la larga ausencia por lesión de Bergessio —su capitán y principal figura ofensiva— logrando, con la inclusión de Vecino y el muy notorio repunte de Castro, una línea de fútbol más prolija y trabajada. Nacional no luce demasiado pero gana, y aun sorteando algunos inconvenientes ha logrado hilvanar esta seguidilla de victorias, mostrándose actualmente como un equipo sólido y bien plantado en la cancha.

    Por el contrario, la declinación de Peñarol se fue dando en todos los órdenes. De aquel equipo bien conjuntado, con varios hombres fogueados apuntalando el brillo de algunas figuras jóvenes, que por momentos practicaba un fútbol veloz, vistoso y efectivo, hoy va quedando muy poco. Es cierto que no ha podido reponer la ausencia de varios valores fundamentales (Lema, Lucas Hernández, el Toro Fernández, Brian Rodríguez y Darwin Núñez), y que viene sufriendo una desusada racha de lesiones, pero igual mantuvo un potencial futbolístico nada despreciable. Sin embargo, hoy Peñarol ha perdido solidez defensiva, no es consistente en la mitad del terreno y no genera casi nada en ataque. Y, lo que es aún más preocupante, presenta un inocultable déficit en lo físico y anímico, con una llamativa falta de liderazgo dentro y fuera del campo de juego. En especial, de parte de aquellos futbolistas de mayor trayectoria, como su capitán Christian Rodríguez, quien se perdió un montón de partidos, y cuando pudo jugar se mostró falto de su mejor forma. Y si los más experientes no se hacen cargo, no puede exigírsele a un chico de 17 años como Pellistri que saque la cara por el equipo. Y hasta ese muy buen técnico que es Diego López, hoy se muestra errático en la confección del equipo y hasta del banco de suplentes, quizás consciente de que si no viene pronto la reacción, su crédito frente a la dirigencia mirasol corre el serio riesgo de agotarse.

    Cabe preguntarse si este tan disímil panorama que muestran los dos grandes será duradero en el tiempo o sufrirá los caprichosos vaivenes en el rendimiento de ambos, tal como ha venido aconteciendo en los últimos torneos. Y obvio es señalar que los resultados del partido de ayer miércoles entre Nacional y Danubio, y el de esta noche entre Peñarol y Wanderers, quizás puedan dar alguna señal en uno u otro sentido.

    Aunque aún queda por delante mucha tela por cortar, puede presumirse que esta próxima serie de partidos amontonados en dos o tres semanas parecería robustecer la chance tricolor, que hoy presenta un plantel más parejo y numeroso, para abordarlo de la mejor manera. Lo antedicho, sin perjuicio de que Peñarol, como ganador del Apertura, tiene desde ya asegurado un lugar en la definición del presente año futbolístico. ¡Lo que no es poca cosa!