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“El lujo es poder elegir qué es lo que querés, en lugar de comprar lo que podés pagar”
Con una carrera corta pero repleta de premios, el diseñador brasileño Guilherme Wentz se posiciona como uno de los referentes en América Latina; sus piezas de mobiliario se caracterizan por la calidad, la simpleza y su inspiración en la naturaleza
Antes de recibir a Galería, Guilherme Wentz se encuentra mirando el horizonte. Está en el Hotel Fasano Las Piedras, donde luego va a dar una charla. Viste un conjunto de lino de color crudo, fresco y relajado y lleva sandalias. Tiene el pelo largo y decolorado por el sol —lo que deja en evidencia su amor por el surf—. Allí, parado sobre una roca, está rodeado de naturaleza, de cactus, piedras, árboles y pájaros, pero también de la obra del ser humano. Detrás suyo, se encuentra una sala de vidrio, luminosa, adornada con algunos de los muebles diseñados por él: una silla y una mesa.
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Esa dualidad, la de las cosas hermosas creadas por el hombre y la naturaleza casi virgen, forman parte de su esencia, de su -lifestyle, como dice él. Pero eso es ahora, no siempre fue así. En 2008 vivía en su ciudad de Caxias do Sul, al sur de Brasil, y estudiaba Administración de Empresas. Se veía trabajando en un edificio corporativo y usando un traje a diario. Sin embargo, todo cambió. No fue algo repentino, pero sí radical.
Comenzó a salir a surfear con sus amigos los fines de semana —principalmente a las playas del estado de Santa Catarina, aunque un par de veces fue a Punta del Diablo, en Rocha— y a estar más en contacto con el océano, con la naturaleza. Luego empezó a hacerlo solo y durante la semana añoraba ese momento de desconexión. “Esto me cambió, me hizo tener otro vínculo con la naturaleza. Entonces, decidí transformar mi estilo de vida”, contó a Galería. Dejó su carrera, enfocada a los negocios, y renunció a su trabajo. La idea era empezar otro camino, aunque no tenía claro hacia dónde.
“Empecé la carrera de Diseño de Producto casi al azar. Tenía algunos amigos arquitectos y diseñadores de moda, pero no conocía a nadie que hiciera diseño de producto, entonces decidí ir por ese camino. Al principio el diseño de mobiliario me parecía un poco aburrido, porque todas las referencias que me rodeaban eran más clásicas. Pero cuando comencé mis estudios conocí a diferentes diseñadores que incorporaban al diseño esos mismos elementos que yo estaba tratando de integrar a mi estilo de vida: encontrar la esencia de las cosas y dejar de lado todo eso que no necesitás, mantener todo lo más simple posible. Creo que se trata más de ser simple que minimalista”, agregó.
Con la certeza de haber elegido el camino correcto, comenzó a diseñar para la marca Riva, donde trabajó dos años. En 2012, recién graduado, recibió el premio IDEA Brasil Award por su primer producto, un escritorio desarrollado para la marca paulista Decameron —que luego lo nombró director creativo—. Los premios continuaron llegando y, en 2016, Wentz lanzó su propia marca, que lleva su apellido.
Mobiliario de Wentz. Foto: Adrián Echeverriaga
Complejidad resuelta. El diseño de Wentz es anfibio. Se mueve entre lo tecnológico, lo futurista y lo hecho a mano, lo artesanal. Trabaja con talleres chicos, generalmente de escala familiar, pero al mismo tiempo busca incorporar textiles hechos con impresión 3D para evitar desperdicios. Cree en diseñar poco, pero hacerlo bien. Por eso, en cinco años no ha lanzado más que una veintena de modelos. Cada uno de ellos fue pensado, pulido, perfeccionado al punto de que no es necesario quitarle ni agregarle nada. Complejidad resuelta.
Su catálogo incluye desde cómodos sillones y respaldos de cama de formas orgánicas y colores tierra hasta luminarias con forma de hongo, floreros que son una simple varilla de acero y mesas compuestas de dos superficies ancladas en una base de mármol. Lo que los une es su simplicidad y belleza.
Los diseños son sencillos —prefiere esa palabra a minimalistas—, con líneas limpias, incluso uno podría pensar que es nórdico, lo que lo distancia de la tradición mid century modern, tan arraigada en su país. Sin embargo, conserva algunos toques brasileños, aunque no son evidentes o típicamente cariocas. Un ejemplo es la esterilla que llevan varias de sus sillas, pensada para que el aire fluya en los días de calor. Su estilo podría resumirse como lujoso, simple, elegante e inspirado en la naturaleza.
Todos estos atributos le valieron varias distinciones (en 2016, primer puesto en el premio Museu da Casa Brasileira, entre otros) y reconocimientos, como la mención en la prestigiosa T Magazine del New York Times, que lo nombró como uno de los “Seis estudios emergentes de América Latina”.
Con 34 años, tiene su concept store en San Pablo y vende en Estados Unidos a través de diferentes tiendas de lujo, como 1stDibs. “Queremos ser una empresa local”, asegura, y eso fue lo que lo trajo a Uruguay en enero de 2022, un país con el que siempre tuvo afinidad. “Es una inspiración en cuanto a la cultura, la arquitectura, la estética y el lifestyle. Además es un lugar muy global, se ha vuelto un hub para el arte”. En el marco de esa visita, conversó con Galería.
El diseño de mobiliario parece ser particularmente desafiante porque parece estar todo hecho. ¿Cómo aborda ese aspecto de su trabajo?
Es un gran desafío. Lo más difícil de hacer son las sillas porque hay muchísimas, pero ese es el reto y nuestro trabajo. Mi abordaje es ser lo más sencillo posible en lugar de ir en contra de todo lo que se ha hecho hasta ahora. Una de las sillas que hice se llama Gravatá, y la hice pensando en hacer la silla más simple posible, que perfectamente se pudiera encontrar en cualquier casa de un pescador. Cuando creo busco la simpleza, entendiendo todas las referencias y extrayendo lo más importante. También busco inspiración en la propia naturaleza, intento imitar su movimiento y, cuando hago eso, siento que todo resulta más distendido. Si cada vez que estamos en la naturaleza estamos más relajados, ¿cómo podemos hacer que el interior de nuestras casas sea más relajante? Esa es mi investigación.
En el diseño están los que se inclinan por la estética y los que creen en la funcionalidad. ¿Dónde se encuentra usted?
Lo ideal se encuentra en algún lugar en el medio, a veces tenemos que sacrificar a uno o al otro, pero creo que la estética tiene su función. La belleza tiene su función. Entonces, no me importa sacrificar algún aspecto técnico en pos de lo estético. Pero claro, el desafío es encontrar un balance.
¿Qué es el lujo para Guilherme Wentz?
Es difícil de poner en palabras. Creo que hoy en día el lujo es poder elegir qué es lo que querés, en lugar de comprar o hacer lo que podés pagar. Para mí el lujo no es una cuestión de estatus, para nada. También tiene que ver con elegir cosas más sustentables. Además, la idea de tener una vida más simple es un lujo reservado para aquellos que pueden tener todo y eligen no hacerlo. Elegir es un lujo en sí mismo.
Lo que estamos tratando de vender es un estilo de vida simple y cercano a la naturaleza, y tengo que ser honesto, no todo el mundo puede hacerlo. Sobre todo porque la mayoría de las personas viven en las grandes ciudades. Como empresa, el lujo es elegir los mejores materiales y poner la sustentabilidad como prioridad, que también tiene su costo.
¿Cómo incorporan la sustentabilidad en su estudio?
En primer lugar, el hacer objetos atemporales hace que todo sea un poco más sustentable, porque no tenés que renovar todo cada poco tiempo. Las piezas van a seguir siendo buenas de acá a 50 años, por el diseño y los materiales que elegimos.
Ahora estamos tratando de incorporar nuevos materiales a partir de una búsqueda por encontrar fibras naturales. La tapicería de algunas de nuestras sillas está hecha a partir de algodón reciclado y los sillones tienen un tejido 3D que hace que no haya desperdicio textil porque confeccionás exactamente lo que necesitás. Además, este año vamos a empezar a usar una fibra hecha de botellas PET recicladas que fueron recuperadas del océano. Cada sillón va a tener las coordenadas de donde fueron encontradas esas botellas. También estamos usando madera certificada de fuentes renovables.
¿Cuál es su vínculo con la cadena de producción?
No hago los muebles yo mismo, trabajo con diferentes empresas que suelen ser emprendimientos familiares, todas en la región donde yo nací, en el sur de Brasil. Tenemos un proveedor para la madera, otro para la esterilla, otros para el tapizado. Tengo un vínculo muy cercano con ellos en el prototipado y desarrollo, y luego ellos continúan la producción en serie.
¿Es un desafío escalar el negocio sin perder la calidad?
Sí, y aún no tengo la solución, estamos tratando de hacerlo. Queremos salir de Brasil, y para que eso suceda tenemos que escalar, pero lo más difícil es mantener la calidad. Por eso nos enfocamos en los procesos y en tener gente especializada. Eso nos lleva a veces a optar por fábricas que tienen mayor tecnología porque eso nos permite estandarizar, pero para otros productos optamos por lo hecho a mano, lo artesanal.
Cuando veo sus muebles nunca hubiese pensado que vienen de Brasil, no son estereotípicamente brasileños.
Cambio mucho mi opinión sobre este tema. Me gusta pensar que siendo brasileño, diseñando y produciendo en Brasil, las cosas son naturalmente brasileñas. Entonces, no trato de forzarlo, de pensar en las etiquetas que nos ponen culturalmente. No lucho en contra de ello, pero intento hacer las cosas de la manera que a mí me gusta y que creo que es bueno para mis clientes. Pero a veces pienso: ¿debería ser más brasileño? ¿debería usar más madera oscura? Creo que las sillas son las más brasileñas, por el junco, y eso fue intencional. Allá usamos la esterilla para tener una silla más fresca, por la temperatura de nuestro país, para que corra el aire.
Empezó la carrera de Diseño Industrial luego de un cambio de rutina que lo llevó a acercarse a la naturaleza. ¿Cómo es hoy su estilo de vida?
Estoy más tiempo trabajando en San Pablo de lo que me gustaría, así que la mayoría de mis días los paso tomando café y diseñando. Pero el estilo de vida que querría tener o el que inspira mi marca es el tener un vínculo más cercano con la naturaleza. Tengo la suerte de vivir cerca de la tienda y puedo ir caminando, ahorrándome el tránsito de San Pablo.
Lo que me gustaría que fuera mi lifestyle a tiempo completo sería vivir en un lugar silencioso, cercano al océano. De todas formas, creo que hay diferentes maneras en las que podés estar en la naturaleza: podés estar en el medio de la naturaleza, que es más estresante, más tenso, o podés estar en un lugar calmo, donde ves el horizonte, sentís el silencio.
En cuanto a la ropa, me inspira mucho otro brasileño, Oskar Metsavaht. Somos buenos amigos desde hace algunos años y siempre fue uno de mis referentes. En San Pablo construí mi casa como si fuera un refugio del caos urbano, y eso es lo que estamos tratando de hacer con los productos.
Foto: Adrián Echeverriaga.
Esto contrasta mucho con el ambiente corporativo con el que soñaba cuando era más joven.
Sí. Yo tenía un trabajo muy sencillo, estaba comenzando mi carrera, pero me veía en el futuro usando traje y trabajando en un gran edificio. De repente, todo cambió y solo quería trabajar de sandalias. Eso fue lo que me llevó al diseño.
Cuando empezó la carrera, ¿lo inspiró algún diseñador en particular?
Sí, Jasper Morrison, un diseñador inglés. Él escribió un libro con otro diseñador, Naoto Fukasawa, de Japón, un libro que se llama Super normal y leerlo fue mi aha moment.
¿Qué es la belleza para usted?
Creo que me repito con el tema de la simplicidad, pero hay una cita de (Constantin) Brancusi que dice que la “simplicidad es la complejidad resuelta”, entonces creo que cuando lográs despojar las cosas, remover los excesos, se vuelven más hermosas.