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"Síndrome de Tarzán": ¿por qué es riesgoso saltar de una relación a otra?

Este fenómeno, también conocido como "síndrome de la liana", puede llegar a tener un trasfondo patológico y consecuencias perjudiciales tanto para la vida en pareja como la personal

Valeria se prometió que esta vez iba a estar sola. Hace 10 años se enamoró de Braulio. Significó mucho: su primer novio, su primera ruptura y la primera vez que sintió el famoso corazón roto. El dolor del abandono tras cuatro años de relación seguía presente cuando conoció a Manuel. Fue algo así como un salvavidas. Manuel la quería, la seguía en todas sus andanzas y sus pupilas se dilataban al mirarla al igual que las de Braulio al principio de la relación, cuando Valeria se sentía en las nubes. Con Manuel se reía. ¿Y qué mejor analgésico para olvidar a Braulio que pasar más tiempo con quien provoca risas en lugar de lágrimas? La respuesta parecía obvia para ella y para su entorno. Entonces, se ennovió. A los pocos meses aparecieron los celos. Valeria se fue de viaje con amigas; a él no le gustó la idea, como tampoco le agradaba que saliera por las noches sin él. Tras año y medio de relación, se dio cuenta de que esos celos eran motivo más que suficiente para terminar la relación, y así lo hizo. Decía sentir alivio y repetía frases que quería creer: "Estoy para la soltería, no quiero saber de nadie más". Se llenaba la agenda de planes, pero le bastaba una noche sola en su apartamento para sentir una tristeza y un vacío que era incapaz de soportar. La solución, pensó, estaba al alcance de un dedo. Se descargó Tinder, empezó a salir con Ramiro y, por fin, las noches de soledad quedaron atrás.

Es probable que todos conozcan alguna historia parecida a la de Valeria. Lo que ella ignora es que hasta existe una etiqueta para denominar el comportamiento que ha definido y todavía define su vida amorosa: el "síndrome de Tarzán". Así es como se denomina desde hace algunos años a la acción de saltar de una relación a otra sin transitar un período de duelo, de una forma que hasta parece automática y arbitraria. Y la comparación es clarísima: van pasando de una liana (pareja) a otra, y jamás se dejan caer.

Aunque la etiqueta no sea técnica y resulte hasta novedosa y graciosa, para la psicología se trata de un fenómeno viejo y conocido. "Es un comportamiento más viejo que Tarzán", dice Gustavo Ekroth, psicólogo y escritor. Lo novedoso en estos tiempos, sin embargo, es la frecuencia y la visibilidad. En una era donde la inmediatez y el disfrute efímero compiten con cada vez más peso frente a los compromisos y la estabilidad, y con herramientas como las apps de citas que dejan servida en bandeja una infinidad de posibles relaciones, el escenario está más que listo para quienes no soportan la idea de estar sin pareja. "No es nuevo. Lo que sucede hoy en día es que este comportamiento se ha desarrollado más. Internet permite más ese comportamiento, es más fácil saltar a la otra liana", explica Ekroth.

La doctora en Psicología Clínica, psicoterapeuta y profesora Delfina Miller agrega: "En otros momentos no era que no existiera, pero estaba mucho más reglado. Hoy las personas se permiten más libertad en eso y hay muchísima menos tolerancia, porque hay muchas más posibilidades. La permanencia de un vínculo siempre tuvo sus dificultades. En otro momento no se rompía porque no se podía hacer, hoy sucede y es con muchísima frecuencia".

Por si fuera poco, a esto le añade que tener una nueva pareja al poco tiempo de haber terminado una relación es hasta visto como algo positivo, como un signo de superación. "‘Mirá qué bien se repuso, ya está con otra persona', se suele decir. Tener pareja da una validación social que también consuela", detalla la especialista. Sin embargo, las apariencias engañan. El llevar una vida amorosa cual Tarzán en la selva puede tener un trasfondo mucho más perjudicial -e incluso patológico- de lo que se cree.

Caer para levantarse. Quien no se cae, no se levanta. Y así como los monos van de liana en liana para no caer, la caída o duelo tras una ruptura es justamente lo que suelen evitar quienes pasan de una pareja a otra sin pausa. En ese sentido, todos los especialistas coinciden en la importancia de transitar la tristeza tras terminar una relación y niegan rotundamente aquella frase que dice que un clavo saca otro clavo.

La psicóloga Silvana Sottolano entiende que este "síndrome de Tarzán" es una especie de "manotón de ahogado". "De esa sensación de ahogo que produce angustia por la ruptura, se pasa rápidamente a otra relación intentando recrear la sensación de estar acompañado", algo que, dice, termina llevando a "lugares mucho más complicados". La especialista cree que esa evitación de la angustia también se debe a que socioculturalmente se conspira contra la tristeza, en lugar de considerarla como un sentimiento que, a veces, es más que necesario.

Para Sottolano, quienes buscan "repararse" con una nueva pareja, también se están perdiendo la oportunidad de aprender y fortalecerse. Porque después o durante la tristeza tras una ruptura de pareja siempre llegan el crecimiento, el aprendizaje y la claridad. "Nos lleva a enriquecernos, a encontrarnos con nosotros mismos, con quienes somos, a poder comprender cómo jugamos en la relación. Sería buenísimo que uno pudiera transitar esa tristeza. Cuando hay evitación permanente del dolor nos quedamos al borde de poder ser más sabios y aprender de las relaciones", apunta.

Un duelo amoroso tiene varias etapas. Es natural sentir que entre la tristeza también haya incomprensión, ira, enojo, rabia. Y parece claro que si predomina alguno de estos sentimientos, no es momento de comenzar una nueva relación. "Si sigue en tristeza, no es el momento adecuado, porque va a buscar que el otro lo repare, se va a prender para que cure esa herida, y no es así. Muchas veces se da eso de que un clavo saca a otro clavo, tu pareja te deja, te sentís horrible, desvalido, y viene otra persona, te empieza a demostrar que no, entonces te prendés y parece que revivís", señala Miller.

Lorena Estefanell es magíster y directora de la Maestría en Psicoterapia de Adultos, Parejas y Familias de la Universidad Católica. Señala que en un duelo de ruptura "se juegan mucho las habilidades de la persona para tolerar el malestar", por lo que es importante tener las herramientas para "no querer salir escapando" rápidamente de la situación. Y entre quienes tienen las también llamadas como "relaciones liana", se suele ver al otro como una anestesia para salir del dolor que parece imposible de tolerar. "El otro a veces es como los tres litros de helado o la cerveza", compara. "Las rupturas implican un buen vínculo con el dolor y una buena capacidad de sanación de cosas que dolieron", resume. Una vez que se transita ese período la persona es capaz de rescatar lo positivo de la relación y aprender de las vivencias negativas. Recién ahí se puede elegir sanamente. Para eso no hay cronómetros, ya que cada uno transita el duelo a su tiempo. Hay, sin embargo, algunas señales claras de que la persona está preparada para encarar -si quiere- una nueva relación: "Si sentimos que podemos autogestionar las emociones, que podemos aprender de lo que vivimos, si podemos ser proactivos con nuestra propia vida y lo que nos pasa, es una buena señal. Elegir cuando uno está con ira o enojo, cuando no logra dejar de pensar en otra persona, es de vuelo corto, no se sostiene. Elegir tiene que ver con haber logrado cierta armonía con lo que nos pasó", sostiene Sottolano.

Mejor solo. Entre quienes saltan de pareja en pareja también suele haber una evasión de la soledad, coinciden los especialistas consultados. Acostumbrados a estar en pareja, hay quienes sienten la urgencia de "tapar" ese vacío de la soledad, un lugar desconocido que, más que incomodidad, parece provocar hasta pavor. Es que para estas personas estar solo puede significar solo cosas negativas; desde ser un perdedor hasta sentir que no se es necesitado, algo estrechamente ligado a la baja autoestima. Son personalidades que en lugar de desear una pareja, la necesitan. Y además, "tienen mucha necesidad de sentirse necesitadas", apunta Ekroth. El miedo a la soledad, dice, es un arma de doble filo, ya que es "imposible" estar emocional y psicológicamente con otro si primero no se está bien con uno mismo. Sobre eso también habla Estefanell: "La dimensión de la intimidad tiene mucho que ver con la capacidad de intimar con otro, pero también con uno mismo. Hay gente que cuando se queda sola no sabe qué hacer consigo misma".

La especialista remarca la diferencia entre necesitar una pareja y desearla, buscarla y elegirla. Quienes acostumbran salir de una relación y entrar en otra tienden a experimentar lo primero. En ese sentido, el otro se llega a convertir en alguien "útil", que sirve al objetivo de evitar estar solo. "No es ‘te quiero', sino ‘te necesito' porque no puedo estar solo, y para sentirme bien necesito que otra persona me acompañe. Hay una incompetencia de vivir en autonomía".

En estos casos, las parejas hasta pueden convertirse en algo muy parecido a una adicción, ya que el otro sirve de sostén. "Todo el tiempo están en búsqueda de una pareja que les dé sentido", acota Estefanell. Sobre ese punto, Sottolano fue gráfica: esas relaciones "liana" son más bien una especie de shot de "fuera angustia", y el otro, sin saberlo, está siendo "usado" y se convierte casi en un objeto para evitar la tristeza y soledad. Y ese shot para matar la angustia termina siendo algo así como "pescar lo que venga". "En esa desesperación por encontrar a esa persona terminás pescando lo que venga, y eso no habilita una elección más adecuada", apunta Miller. Muy por el contrario, ese "pescar lo que venga" o comenzar un vínculo de pareja ni bien se termina uno anterior, puede tener otra consecuencia negativa: que se repita un patrón o modelo de relación dañino. Sobre eso, Sottolano explica lo siguiente: "Es condenarse a repetir las mismas cosas, como modelos de relación que nos llevan al desencuentro. Además, me parece que es importante tener claro que si nosotros no transitamos un aprendizaje, tendemos a elegir mal a las parejas que vienen después. Las elegimos desde el miedo, la inseguridad y la descompensación", señala Sottolano.

Estefanell, por su parte, dice que sin atravesar el proceso correspondiente tras una ruptura, es posible terminar saltando hacia relaciones aleatorias, disfuncionales, con personas que no solo no aportan; en el peor de los casos, también quitan. "La persona va buscando el próximo sin mucho criterio. Cuando buscás desde la necesidad, tiende a suceder bastante. No tenés la posibilidad de elegir, porque lo necesitás", indica.

Advierte un detalle no menor: el mismo modelo o temor a la soledad se puede encontrar tanto en el "excesivo movimiento" de quienes pasan de relación en relación, como entre quienes no sueltan un vínculo que se sabe que es dañino. En ambos casos, "el otro es tu tanque de oxígeno, tu ancla", dice.

Detrás de ese "síndrome de Tarzán" o "zapping de pareja", como le dice Ekroth, no solo hay evitación de la angustia y miedo a la soledad. También puede haber una búsqueda de sensaciones y de intensidad permanente. No obstante, al buscar tanto ese deseado enamoramiento en las relaciones, Ekroth avizora que en realidad aumenta el riesgo de perder la capacidad de enamorarse. "En mi experiencia como terapeuta, he visto que estas personas que saltan de liana en liana tienen capacidad de enamorarse, y se han enamorado alguna vez y han sufrido mucho. No quieren volver a pasar por ese infierno y eligen este comportamiento un poco escapista", apunta. Sobre esto, Sottolano agrega que quienes atraviesan el fenómeno de Tarzán muchas veces tampoco soportan la etapa posterior al enamoramiento, cuando se da paso al amor, se "bajan los decibeles". Por eso, otro comportamiento común entre estas personas es el de retirarse de las relaciones cuando se termina la sensación adrenalínica para buscarla en el vínculo con otra persona.

Naranja completa. Más allá de las consecuencias a nivel vincular, saltar de relación en relación de forma automática, sin profundizar ni tomarse un tiempo para oxigenarse y replantear prioridades, puede tener otras consecuencias nocivas como la depresión y ansiedad. Partiendo de que se necesita a la pareja en lugar de elegirla y quererla, la sola posibilidad de ser dejado o abandonado es vista como una amenaza permanente, agrega Estefanell. Miller, en tanto, entiende que ese nivel de dependencia limita el crecimiento, aumenta el miedo y el vacío. En el largo plazo, solo puede tener consecuencias negativas.

Por eso, los especialistas destacan la noción de sentirse naranjas completas en lugar de salir a la búsqueda de la otra mitad que complete en la sensación de soledad tras una ruptura. ¿Lo quiero, o lo necesito? es la pregunta clave para definir si el comportamiento en una relación es saludable o patológico, según Estefanell. "Si uno tiene intimidad consigo mismo, se siente naranja entera. Luego buscará una banana o manzana que complementará. Cuando te sentís naranja entera, tras una ruptura te sentís triste, con dolor, pero no que te falta algo", añade.

La idealización de la pareja como aquel ser al que tantas canciones le dedican frases como "sos el aire que respiro" o "me muero sin tu amor", no colaboran con lo que tanto pregonan los psicólogos. Ninguna pareja aparecerá con más aire del necesario para respirar y mucho menos con la pastilla para eliminar el dolor de una ruptura. Puede dar un alivio inmediato, pero los especialistas también coinciden a la hora de advertir que el dolor que se evita hoy, quedará como una herida esperando el momento oportuno para volver a abrirse. Por eso, permitirse atravesar la tristeza y expresarla con una red de contención -amigos, familiares o terapeuta- parece ser la clave para salir fortalecidos y sacar lo positivo de la situación.