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Altura en el bosque: cinco casas construidas en función de árboles centenarios
En Murillo Housing, la presencia de viejos árboles define la ubicación y forma de las casas; el proyecto de los arquitectos Santiago Fernández y Candida Tabet ganó el premio internacional Rethinking the future
Foto: Reinaldo Coser
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La cocina se une y se separa con el comedor a través de dos puertas corredizas de hierro y vidrio. El negro y el tono claro de la madera juegan en contraste y dan carácter al espacio. Foto: Adrián Echeverriaga
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Los pisos son de madera de canela reciclada, traída de Brasil. Los cambios de tonos y los pequeños agujeritos delatan sus vidas pasadas y aportan mayor encanto. La elegancia la dan los larguísimos cortinados de lino. Foto: Adrián Echeverriaga
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Foto: Adrián Echeverriaga
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La vieja casona que antiguamente se levantaba en la esquina de Pedro Murillo y Havre no estaba protegida por Patrimonio, pero su jardín sí. Entonces, para el nuevo proyecto que ocuparía ese terreno se mantuvieron todos los árboles: un liquidámbar -tan añejo como frondoso al que no se le tocó ni una sola rama-, algunas palmeras, un roble, un olivo, un ficus, un gomero, un ciprés y un mandarino.
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Así se comienza a generar la identidad de Murillo Housing, desde una particular implantación de sus piezas. El desafío de los arquitectos Santiago Fernández y su socia brasileña Candida Tabet fue construir en el predio de 2.600 m2 cinco casas de 200 m2, distribuidas en dos pavimentos para minimizar la ocupación del suelo y la interferencia con el jardín existente.
Luego de estudiar el asoleamiento y la circulación, llegaron a la conclusión de que la planta en forma de cruz, debidamente girada, les permitiría posicionar las construcciones cerca de los árboles, generando la sensación de "casas en el bosque", en medio de la ciudad. Esto aportó un interesante ritmo en el que las casas idénticas aparecen distintas desde cualquier punto de vista. A su vez, a partir de una entrada muy amplia, con portón para el ingreso de los autos, se van generando espacios abiertos como si fueran patios, evitando el concepto de corredor. En el mismo sentido, los árboles no solo aportan su encanto y su verdor; también fueron usados en el proyecto para dar privacidad a las casas dentro del condominio.
La forma en que se decidió implantar las casas en el terreno muestra sus diferentes fachadas, a pesar de que las cinco sean idénticas. El uso de materiales livianos fue en sintonía con un proyecto que privilegió el entorno y apuntó a la arquitectura sustentable. Foto: Reinaldo Coser
Después de un año de trabajo en el diseño del proyecto y de haber finalizado la obra a fines de 2020, Fernández y Tabet se presentaron al concurso internacional Rethinking The Future (Repensando el futuro) que entrega la organización del mismo nombre con sede en India. Ganaron el primer premio en la categoría Housing hasta cinco pisos.
Cándida Tabet. Foto: Rafael Briest
"Elegimos presentarnos a ese premio porque es muy reconocido a nivel académico. Se valora mucho la arquitectura de diseño, pensar la arquitectura desde otro nivel, buscando buenas terminaciones de las casas, y que sea sustentable, no la arquitectura tradicional de ladrillo y hormigón, que crea una huella de carbono enorme. La tendencia es a respetar el entorno, como hicimos acá, y apuntar a una construcción eco amigable, en la que consumís menos energía tanto en enfriar o calentar la casa como en mantener la temperatura. Yo creo que por eso nos dieron el premio. También creo que la implantación tiene un plus muy bueno, y una planta muy bien resuelta. Es una casa muy bien aprovechada, acogedora, cómoda, con alturas".
Pero los galardones no se detuvieron allí. Recientemente recibieron la noticia de que son finalistas de los World Architecture News Awards (WAN Awards) en la categoría Residencial, compitiendo con el estudio de Zaha Hadid, entre otros.
Santiago Fernández. Foto: Fernando Blanco
Cada casa de Murillo Housing está formada por un cuerpo de chapa ondulada gris oscuro de doble altura, con una fachada entera de vidrio que da hacia el jardín privado, y dos volúmenes en revoque texturado blanco que lo cruzan, uno en volado sobre la entrada que funciona como alero, y el otro apoyado sobre el volumen revestido en madera que contiene la cocina y el área de servicios. Ambos albergan dormitorios.
En el interior, la luz natural que aprovecha cada oportunidad para entrar, la altura del techo y la revitalizadora vista al verde a través del imponente ventanal son un canto al bienestar. En la planta baja, la sala de estar y el comedor aparecen integrados, solo apenas distanciados por una magnífica estufa a leña central, diseñada especialmente para este proyecto. El toque de elegancia se lo dan al ambiente los larguísimos cortinados de lino color natural. El piso es de madera de canela reciclada, traído de Brasil, con vetas de diferentes tonos y pequeños agujeritos que delatan sus vidas pasadas.
La estufa a leña tiene una especie de cortina en malla que la rodea, protege y a su vez vuelca una luz tamizada —y algo romántica— al ambiente en la noche. Foto: Adrián Echeverriaga
La cocina se une y se separa con el comedor a través de puertas de hierro y vidrio corredizas. Este espacio combina el negro opaco de las mesadas en granito cepillado con la madera clara del enchapado en roble de la excelente carpintería hecha a medida. En medio, la isla es el gran gesto que termina de dar carácter. Dos heladeras, despensa, lavavajillas y demás facilidades domésticas se encuentran integradas detrás de las puertas de los muebles.
La primera planta la completa una sala de música/tv que aparece separada por un volumen central donde se ubican el baño social y la escalera. Esta también fue hecha toda en canela excepto por los primeros escalones, que se fabricaron en piedra solo para dar un toque divertido.
Arriba, tres suites se organizan en torno al hall de distribución que se proyecta sobre la sala de estar en forma de entrepiso. Desde allí las vistas al jardín son una bocanada de aire fresco. Aberturas y transparencias en diferentes rincones de la casa siguen la lógica de aprovechar la luz natural al máximo, un factor que levanta el ánimo, siempre.
La suite principal tiene dos discretos vestidores, un baño con doble bacha afuera, cuatro ventanas y la iluminación artificial bien pensada para los usos y ambientes deseados. Una buhardilla remata los metros aprovechados al máximo.
Al final del recorrido la sensación es de que se está ante la casa perfecta, hecha a la medida justa, en la que no sobran ni faltan metros, y ese parece ser el mayor acierto: simple, de espacios exactos y terminaciones finas. "Es como una casa boutique, amena, linda, muy bien pensada y diseñada, con todos los detalles", dice Fernández. Y la conjunción de todo eso la hace una joyita en el bosque.