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Cafetería en centros culturales de Montevideo: una pausa para antes o después de la visita

La nueva tendencia de cafetería en teatros y museos refuerza el vínculo histórico entre café y el mundo de las ideas

Redactora de Galería

El cuaderno o la laptop comparten la misma gran aliada que un buen libro: la humeante taza de café. Una compañía en sí misma que se vuelve postal recurrente en los museos de Montevideo gracias a la nueva tendencia de cafetería para los paseos culturales.

Esta bebida estimulante, prohibida durante la segunda mitad del siglo XVI en Constantinopla por ser señalada como la culpable de la discusión política y la ebullición intelectual, en verdad sí funciona muchas veces como el detonador del primer trazo o golpe del teclado. Esto es porque la cafeína anima al sistema nervioso central mejorando el procesamiento mental de la información. Una suerte de prisa aparece de golpe, quizá por este efecto psicoactivo, o porque el humo de la taza va perdiendo fuerza y anuncia que el café se está enfriando. Antes de eso tiene que aparecer una idea; se trata de algo así como un desafío al intelecto. La bohemia del siglo XIX se instaló en las cafeterías, lugares de encuentro de mentes creadoras que producían cultura desde el ritual cotidiano de tomarse un café, la bebida que supo adecuarse a todos los tiempos.

Habiendo repasado sus horizontes culturales y coordenadas históricas, no resulta novedoso que con el paso de los años los centros culturales de las ciudades hayan adoptado cafeterías propias, desde NuBel, el restaurante del Museo Reina Sofía en Madrid, hasta Café Mollien, en el Louvre, por nombrar algunos ejemplos. En Uruguay, principalmente en la capital, se tomaron su tiempo para procesar esta tendencia. Algunos departamentos con interesantes destinos turísticos incorporaron, por ejemplo, las tiendas de souvenirs, pero las cafeterías culturales trascienden con su oferta el carácter comercial de cualquier otro servicio: se trata de un café dentro del mismo espacio donde ocurre todo lo demás que ocurre en un teatro o museo.

Cafetería con vista al arte

¿Dónde, si no en una cafetería, uno puede tomarse una pausa para la reflexión consciente, el análisis o el comentario posrecorrido? El público de la cafetería de un museo es un público que tiene el tiempo para eso: una pausa. Para Juan Pablo Imbellone, responsable de la cafetería del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), en Maldonado, se trata de “bajar a lo terrenal la cultura”. La rigidez atribuida a los museos no es extrapolable a su zona de cafetería, en la medida en que en el MACA Café, por ejemplo, “tenés en una mesa a Juan José Varese mirando revistas, a Pablo Achugarry entre las familias, y gente que los reconoce desde la otra mesa y ya corre la silla para sumarse a la conversación”.

Una cafetería no es un restaurante. Hay otra “informalidad”, con gente que pasa e interrumpe a “los parroquianos de siempre”, esos “especímenes” que entre bocetos o computadoras “están creando”; “el intelectual va ahí porque es un lugar neutro, que no es su casa, y le dispara todo”, asegura Imbellone. El estereotipo construido alrededor del público del café, si bien no es exclusivo ni excluyente, al menos en las cafeterías culturales se vuelve palpable.

El Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) fue de los primeros en tener una cafetería funcional a un centro cultural, en un local exterior diseñado por un grupo de estudiantes de Arquitectura cuando aún ni siquiera existía el concepto. Hace cuatro años que The Lab, precursores del café de especialidad y el latte art en Montevideo, está instalado en el jardín del MNAV entre canteros de mantos de novia en flor. A Raquel Leyton, una de las socias de la marca que ya tiene cinco sedes en toda la capital, le fascina “el encanto de los The Labs culturales”.

The Lab Coffee Roasters en Museo Nacional de Artes Visuales. <em> Foto: Lucía Durán</em>

Lo primero que subrayó fue lo descontracturado de su dinámica. Con un horario distendido de 8 a 20 horas, “venir a trabajar al café del museo es como un premio”, donde arte, paisajismo, calidez humana y movimiento de personas de diferentes partes del mundo se juntan en un entorno “espectacular”, sobre todo, cuando desde la rambla el sol se toca con el agua y el mundo se vuelve color naranja. Leyton siempre recomienda a los clientes que no lo conocen visitar el museo, que como casi todos los museos del Uruguay, comparte la particularidad de que “no hay tanto cordón rojo”, y si bien se guardan las distancias, todavía se respira la obra.

El Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) también se toma algunas licencias museísticas, sobre todo, con su cafetería y restaurante. Si bien está alineada a la dirección del museo, funciona como un espacio cultural en sí mismo, explica a Galería la encargada de relaciones públicas y coordinadora de eventos del MAPI, Sonia Fontans. “La visión del MAPI no incluye solamente una exposición permanente y rígida que estrictamente responda al arte indígena y precolombino; y para expresar eso, el espacio de cafetería es ideal”. Se comparten otras cosas: comidas temáticas, muestras visuales, eventos, desfiles, conversatorios y música en vivo, que no pueden hacerse en el mismo espacio donde se exhiben piezas de cuidado. “Los museos tienen una categoría diferente y todo lo que allí sucede se categoriza de otra manera”. Y para no manchar ese “halo de misticismo”, la cafetería funciona como un “paraguas”, donde “un alemán comiéndose un alfajor de dulce de leche” también es cultura.

“Son dos destinos diferentes, como un viaje a la Europa histórica o unas vacaciones en las playas del Caribe”. Una puerta de un solo cuerpo con vidrios es lo único que separa a la cafetería del hall principal del museo. Sin embargo, la presencia de un Inukshuk —montículo de piedras de la cultura inuit— donado por la Embajada de Canadá, especialmente armado por un chamán y que solo él mismo puede desarmar o mover, recuerda que no se está en cualquier cafetería.

Leyton sostiene que el café es un arte y por eso encaja tan bien con estos lugares. Cuando uno se topa con los miles de decisiones que se pueden tomar a la hora de tostar el grano, con las múltiples formas que pueden hacerse con la espuma, o con la infinita y libre elección de los ingredientes, no se la puede cuestionar. Hay mucho de ser un artista. “El café se está revalorizando”, señala Imbellone, “siempre hay un detalle”, un “contenido extra”, además del café en sí mismo. En MACA, por ejemplo, usan productos locales de una huerta orgánica en San Carlos y su café de la firma Cafetín se enmarca en un proyecto inclusivo y también orgánico de la localidad de Chihuahua, que genera empleo a personas con síndrome de Down y otras discapacidades.

El café y el espectáculo

Una cafetería en un auditorio con entradas numeradas es un café “de previas’’. Quien está empapado y es habitue de esta clase de espectáculos no hace fila pero tampoco se aparece sobre la hora, llega con el tiempo necesario para darse un gusto y realmente disfrutar de la salida. Si bien el tipo de público dependerá del tipo de función, lo juvenil del concepto “café de previas” aparece un poco para romper con la “idea equivocada” que hay sobre los espacios culturales. Carola Antuña, encargada de Allegro Café del Teatro Solís, cuenta que en la carta se contemplan todas las opciones y aparece hasta cerveza. Para ella, el encanto de Allegro no está en que sea un café cultural, sino en el disfrute de “algo rico y una buena función”; “es la situación de bienestar lo que despierta la capacidad creativa”, dice.

Cafetería Allegro en Teatro Solís. <em> Foto: Lucía Durán</em>

Allegro está dentro del hall de la sala Zavala Muniz. La cafetería tiene una capacidad para 40 personas, pero antes de las 19 horas se llena y Antuña tiene a la gente agolpada contra el mostrador preguntando por más sillas. El exclusivo mobiliario, diseñado para la cafetería por los referentes uruguayos del diseño industrial Carlo Nicola y Agustín Menini, no se opaca ni por el desborde de gente, aunque haya nueve personas amontonadas alrededor de una mesita de un solo pie que apenas alcanza para apoyar sus tazas. “Nuestra vida es con el teatro, nos sentimos parte”, dice Antuña, y señala que sus horarios pico siempre coinciden con los minutos antes de cada función, aunque hay “momentos dispares”, como cuando por las mañanas algunos clientes aprovechan la tranquilidad que un edificio histórico puede darles para trabajar o estudiar.

Muchas veces hay funciones más largas que otras, con entreactos o intervalos, como pueden ser espectáculos de ballet, la filarmónica u orquestas, por lo que las cafeterías de este tipo deben estar preparadas para prestar un servicio de barras móviles. Por ejemplo, Leyton, que también se encarga del The Lab cultural del Auditorio del Sodre Adela Reta, nunca pensó que llegaría a servir champagne entre actos.

The Lab Coffee Roasters Sodre. <em> Foto: Adrián Echeverriaga</em>

Desde las 8:30 de la mañana hasta minutos antes de que termine la última función —para evitar que la gente se disperse a la hora de cierre del edificio—, esta cafetería también funciona con un cronograma mensual de actividades y al ritmo que marque el auditorio con sus funciones. El público está bien marcado dependiendo del espectáculo, pero “predominan las señoras mayores y matrimonios”, siempre dentro del estereotipo del “corte cultural”, cuenta Leyton. Asegura que el público uruguayo es un público muy culto; “somos pocos pero agotamos las entradas”.

En estos espacios lo que sucede es que, nuevamente, se rompen las distancias durante los minutos previos, a pesar de que el mundo del ensayo y las preparaciones se viva tan intensamente. Estela Medina es una eminencia del teatro. Siempre se reserva la mesa de al lado de la ventana y no hay vez que alguien no le pida una foto o pase a sentarse un rato junto con ella. “No tiene problema”, comenta Antuña. O María Noel Riccetto, que “te llega apurada, te pide perdón porque estás cerrando y te ruega con esa humildad que tiene que le saques un cafecito. Por favor. ¡Por supuesto que te sacamos un cafecito, oíme! Te ponemos una alfombra roja para hacerte el café”, cuenta Leyton, entre risas. En The Lab están buscando la forma de compartir experiencias como esta con todos. Por eso, hace algún tiempo que trabajan en el proyecto de un ciclo de charlas abiertas con personalidades del Sodre, acompañado por catas de vino y café.

Merienda en Cinemateca

El séptimo arte, aunque algo más disruptivo que las formas anteriores, no se queda atrás en esta tendencia. Con el nuevo edificio de Cinemateca, la exhibición de un cine culto también vino acompañada de una cafetería propia, que, además de “colaborar con la experiencia que se vive”, busca “enseñar a los usuarios a que se vinculen a un producto nuevo y de calidad”, explica Patricia Rovira, una de las socias del servicio. Allí trabajan con café Seis Montes y dulces caseros, aunque “la gente todavía no se entera de que somos café de especialidad y entonces no se acercan los más snobs”. A Cinemateca lo frecuentan jóvenes interesados por el audiovisual y “personas a las que les gusta hablar de películas o libros”; “nos ven más como una cantina”.

Es otro café de previas; cuando termina la película, que muchas veces son muy largas, se termina el paseo porque “la gente sale cansada”, cuenta Rovira. Se trabaja muy bien ajustándose al horario de las funciones, aunque a la entrada de las películas es cuando más clientes hay.

El Café del Ciñe. <em> Foto: Lucía Durán</em>

Una curiosidad que demuestra que lo que se respira en Cinemateca es algo bien diferente a todo lo que se mencionó antes es que “la cafetería del ciñe” acepta ñeripesos, el activo virtual uruguayo. Los muchachos del café fueron los que crearon su código e identidad como “una herramienta educativa” del mundo crypto. La cafetería alquila un galpón que pronto se convertirá en una comunidad cowork donde además se pondrán a la venta diferentes objetos con valor en ñeripesos.

No es fácil procesar nada de lo que implica este nuevo mundo de las criptomonedas, por lo que solo queda buscar la forma de retomar el hilo de esta nota: hasta el ñeripeso, como idea, nació en el seno de una cafetería.