¿Le molesta que le pregunten cómo hace para conciliar la política y la maternidad? Es una pregunta que a los hombres no les hacen.
Me acuerdo de una vez que estaba en una reunión al mediodía. Eran todos hombres y éramos dos mujeres, y cuando hubo un corte, creo que para un café, estábamos nosotras dos llamando, las dos teníamos hijos chicos, para ver qué habían comido, cómo estaban. Los hombres no hacían eso. Hoy, por suerte, eso está empezando a ser más compartido.
¿En su caso es así?
Sí, si no tuviera la colaboración, o el respaldo digamos, del papá de mis hijos, no podría estar haciendo lo que estoy haciendo.
¿En algún momento sintió que descuidó a su familia?
Siempre traté de priorizar la maternidad, no la dejé nunca de lado. Quizás descuido otras cosas, por ahí la vida social, mis amigas. Pero entiendo que concilié muy bien la maternidad y que también es importante poder hacerlo, porque es una responsabilidad enorme. La política lo es, pero la familia también y es importante no perder eso de vista. Además, cómo asumo esas responsabilidades familiares habla de mí como política.
O sea que nunca tuvo un reclamo por no haber podido estar en una fecha importante, un partido, un cumpleaños.
Los reclamos siempre están, pero me parece que es también común que existan en los hijos. Creo que es importante darles un ejemplo de que uno tiene que hacer lo que lo haga feliz y seguir la vocación, sin descuidar las responsabilidades. También hay mujeres que toman la decisión de ser madres full time y dentro de esa libertad tampoco hay que juzgar. Pero si tu vocación es otra y se puede compatibilizar con ser una madre presente o con la calidad del tiempo que se les da a los hijos, ellos también lo valoran.
¿En qué momento de su vida política se sintió más vulnerable, más expuesta?
Con mi renuncia, realmente me sentí muy expuesta. Y también lo relaciono con el tema de que a las mujeres quizás nos exponen más.
¿Temió por sus hijos, por su familia?
El político asume el rol que tiene de ser una figura pública, pero por supuesto que hay consecuencias de eso que tocan a la familia. En mi caso, sí puedo decir que todo ese período de mucha exposición, que fue además una exposición negativa, repercutió en mis hijos con determinados episodios en la escuela. Y, por supuesto, que como madre a una le duele mucho más lo que les pasa a sus hijos que lo que le pasa a una misma, más cuando una obviamente acepta lo que viene con el rol que está jugando, que es un rol público.
¿Y cómo manejó ese momento?
Yo hablo mucho con mis hijos, me parece que es muy importante explicarles las situaciones. Decirles, primero, que no todo lo que se dice es cierto, que cuando una persona es pública muchas veces, lamentablemente, se dicen cosas que no son ciertas. Y que eso va a pasar. Ya lo había hablado con ellos antes, ya los había preparado: “Puede pasar esto, porque en política esas cosas pasan”. Siempre es importante la contención dentro de la casa y dentro de la familia para que ellos sean fuertes para afrontar determinadas cosas. Y si hay personas que a una la conocen son sus hijos y su familia, o sea que en ese sentido pueden tener la tranquilidad de cómo es su madre.
¿Pensó en algún momento en abandonar la política?
Sí, claro que sí. Pensé en eso. Creo que al principio fue lo primero que pensé, pero después, a medida que fue pasando el tiempo, tenía dos caminos. Un camino era enojarme con la política e irme a mi casa; yo no necesito la política para vivir, es más una forma de vida y una vocación. Y otro camino era decir: no, me levanto, aprendo de esto que pasó, me fortalezco, y sigo por el camino que me marca la vocación que tengo.
Usted muestra a sus hijos públicamente en sus redes sociales. ¿Cómo fue tomar esa decisión siendo, como es, una persona pública?
A mi hijo adolescente no le gusta, me empezó a decir: “No pongas fotos mías”. A veces la gente me dice que parece que tuviera un solo hijo (ríe). Pero también trato de no hacerlo demasiado porque he recibido, sí, algunos comentarios muy negativos. En las redes, sobre todo las personas que no dan la cara, que no dan el nombre y postean dentro del anonimato, ponen muchas veces cualquier cosa, y no hay ningún tipo de código. Y sí, una vez me pasó, más cerca de esos tiempos que estamos hablando, que a raíz de una foto en que aparecían mis hijos, los comentarios hacia ellos fueron muy agresivos. A partir de ahí me cuido mucho más.
¿Les gusta acompañarla en sus actividades políticas, o son más reticentes?
Sí, siempre me acompañaron. Yo hice campaña en 2014, después en 2019, y me ayudaban a doblar listas. Me acuerdo de que en la campaña de Vamos Uruguay, la de 2014, había una iniciativa de limpiar muros que se llamaba Yo Estoy, y tengo fotos de mi hijo chiquito con la camiseta de Yo Estoy, que le llega a los tobillos, pintando con un rodillo. En la parte de la militancia ellos se acomodan bien y les gusta.
¿En qué siente que cambió su infancia respecto a la de sus hijos?
En primer lugar, todo el tema digital y el contacto con la tecnología. Nosotros no lo teníamos y hay que saber medirlo, porque es una cosa que puede llegar a ser positiva pero en exceso, como todo, no es bueno. Ese es el cambio más fuerte que veo, el contacto con las pantallas, los juegos online. Y deriva en un montón de consecuencias porque es más difícil controlar y hay algunos riesgos a los que hay que estar atento. Uno pierde la noción de hasta qué punto y con quiénes se están vinculando. Quién está detrás de la otra pantalla, que muchas veces ellos, con su ingenuidad, se creen lo que les dicen. Hay que tratar de ponerlos en alerta para evitar determinadas situaciones desagradables o peligrosas.
¿Qué cosas de su crianza y educación mantuvo y cuáles quiso cambiar?
Mis padres se separaron cuando yo era muy chica, tenía seis años. Yo vivía solo con mi madre, porque mi padre trabajaba en el campo y no lo veía todos los días. Entonces ya la dinámica de una casa con los padres que no están separados es diferente. Creo también que es distinta la relación con la autoridad. La relación de los padres con los hijos es mucho más cercana, mucho más horizontal hoy que lo que era en mi época. Es solo una generación, pero es notorio. Y tiene sus cosas buenas y también tiene sus cosas malas.
Ahora todo se negocia.
Todo se negocia. El no también se cuestiona mucho. Yo creo que en mi época el no era no, y punto. Ahora preguntan más, y cuestionan todo, y negocian todo mucho más.
¿Le preocupa educar a sus hijos varones en género? ¿Es algo en lo que hace énfasis?
Yo creo que en la escuela uno recibe la educación, pero la formación y el aprendizaje de determinados valores, como el respeto, se dan mucho en la casa. Yo dialogo muchísimo con mis hijos del respeto hacia el otro, y por supuesto que en eso también va el tema de las mujeres. Es algo en lo que hago mucho énfasis, en ponerse en el lugar del otro, en la empatía, y en determinados estereotipos que me gustaría que no estuvieran presentes en su vida. Pero también veo que hay mucha más conciencia en ellos de lo que podía haber en la época en que yo crecí.
Lo tienen más internalizado.
Yo creo que sí. Ahora, también hay que hablar mucho. Muchas veces lo que veo en los niños es que la empatía hay que enseñarla también. Viste que la empatía nos viene más de grandes, y lo digo también, por ejemplo, por el bullying. Hay que explicarles el sufrimiento del otro, hay que enseñarles a ponerse en el lugar: ¿qué sentirías tú si nadie te hablara?, ¿o si todos te pelearan? Capaz que el niño no se lo pone a pensar y no se da cuenta de que hay una persona que está sufriendo por eso.
¿Le gustaría que alguno de sus hijos siguiera sus pasos?
Una como madre siempre lo que quiere es que sus hijos sean felices y que estén contentos con lo que hacen. Si ellos eligen ese camino, obviamente les daría una gran bienvenida, porque creo que más allá de que, como en toda actividad, hay cosas buenas y cosas malas. La política bien entendida es muy noble.
¿Cómo es el vínculo con su madre, Priscila?
Tengo muy buen vínculo con mi madre. Es más, políticamente ella me acompaña también. Quizás hoy estoy en este camino por haberla acompañado también a ella. Mi madre era muy joven cuando se separó, quedó con nosotros dos chiquitos (tiene un hermano, Juan, un año menor) y fue una madraza; tengo un excelente vínculo con ella. Obviamente que la adolescencia fue muy complicada, como muchas hijas mujeres adolescentes. Miro para atrás y digo: “Pobre mi madre”. Pero una después se da cuenta. Ahora, que yo tengo hijos adolescentes, empiezo a entender todo el esfuerzo que ella hizo por nosotros y lo buena madre que fue y que es.
¿Se reconoce haciendo las mismas cosas que ella ahora que es madre?
Una se encuentra diciendo las mismas cosas que le decía la madre hace mucho tiempo. Hay cosas, sobre todo en la adolescencia, que dicen las madres y uno piensa: mirá lo que me está diciendo. Y después terminás repitiendo lo mismo, y tus hijos te ponen la cara que vos le ponías a tu madre en aquella época.
¿Cómo se definiría como madre? ¿En qué siente que es buena y en qué siente que falla?
Me considero... ¿Cómo me considero? (piensa). Me considero una madre dedicada. Soy muy intuitiva con lo que les pasa a mis hijos. A veces me paso de pesada con el abrazo, el beso.
¿Es compinche con ellos? ¿Le cuesta bajar línea?
No me considero estricta en el día a día. Cuando lo tengo que ser, lo soy. Pero en general soy más compinche.
¿Tienen algún ritual familiar?
Mis padres están separados, pero tienen muy buena relación, entonces todos los domingos es la comida familiar con los abuelos, con mi hermano si está acá, porque trabaja en Rocha, y con los primos.
¿Sus papás se juntan?
A partir de que fueron abuelos mis papás se juntan los domingos, se juntan en Navidad… Tienen una muy buena relación, se conocen desde los 17 años. Hemos viajado juntos con ellos también. Es una relación de amistad. Eso fue muy bueno porque, más allá de haber estado separados, siempre mantuvieron un buen vínculo por nosotros. Y una vez que fueron abuelos empezaron a compartir tiempo con sus nietos, juntos. Así que los domingos nos juntamos acá en mi casa para comer. También a veces de noche hacemos chivitos, o al mediodía nos pedimos unas milanesas de Lo de Marcos, que es un restaurante de acá cerca que hace unas milanesas buenísimas.
Foto: Mauricio Rodríguez ¿Qué es lo que más le preocupa del futuro de sus hijos?
Que se sepan adaptar. Yo creo que eso es lo principal, porque uno no puede saber, aunque trate de pensar o de adivinar, lo que va a pasar. Es imposible, en el mundo de hoy todo va muy rápido. Me parece que lo más importante es que ellos tengan la capacidad de adaptarse. Llega un momento en que uno entiende que ellos van a ir en busca de su camino y de su felicidad, y creo que hay que darles valores muy sólidos y enseñanzas muy claras para que el día de mañana, con lo que les toque vivir, ellos puedan adaptarse a las situaciones teniendo una guía de cómo comportarse. Hay que tratar de que sean flexibles dentro de determinada escala de valores que uno les tiene que enseñar ahora, cuando los está educando. Pero tengo unos hijos de los cuales me siento muy orgullosa, por supuesto, como todas las madres. Creo que si tengo que decir cuál es mi mejor trabajo, es ser madre.
¿Y cuáles son sus pasiones?
La política es una pasión. Algo que también me apasiona es conocer distintas culturas y entenderlas. Tanto leerlas, como poder tener el vínculo con personas que quizás parezca que no tienen nada que ver con uno, pero siempre se encuentran las coincidencias o las cosas en común en las diferentes culturas. Eso siempre me apasionó, desde chica, el conocer al diferente y poder encontrar las similitudes o poder entender para derribar determinados prejuicios.
¿Y eso cómo lo cultiva? ¿Viajando?
De joven sí, viajé mucho. Después viví en distintos lugares del mundo estudiando y trabajando. Pero no solamente con distintas culturas, sino con distintas realidades, quizás de tu mismo país.
¿Tiene como referente alguna mujer líder de la política uruguaya o internacional?
Adela Reta era una gran mujer política, con mucha fuerza, y una mujer colorada. Una pionera en su tiempo, así que es una referente. Y Angela Merkel también, una mujer con mucha fuerza a nivel internacional.
¿Qué consejo le daría a una mujer que esté pensando en dedicarse a la política? ¿Qué le diría?
Que es más difícil para las mujeres que para los hombres. Yo creo que todas las mujeres, de todo el espectro político, de todos los partidos coincidimos en eso, todas lo vivimos. Yo soy una conversa en ese sentido, porque era de las que decía que las mujeres tenemos las mismas oportunidades. Siempre cuento una anécdota. Yo estaba repartiendo listas, cuando militaba de adolescente, y me acuerdo que una mujer más grande que yo me dijo: “Sí, claro, para repartir listas no tenés ningún problema; esperá un poquito, cuando vayas adquiriendo otros cargos te vas a dar cuenta de que es así”. Y es cierto. Entonces también es nuestra responsabilidad abrirles camino a las mujeres que van a venir después. Otras lo han hecho por nosotras y nosotras también, a medida que vamos alcanzando distintas metas, les estamos abriendo el camino a otras. Por ejemplo, el Partido Colorado nunca había tenido una precandidata mujer, esta es la primera vez. Eso también les está allanando el camino a otras que van a venir después de mí. Lo que les diría es que hay que tener convicción y vocación, y hay que tener determinación, y paciencia.
Y cierto temple.
Sí, tenés que tener el temple, pero también es algo que se va adquiriendo, y se va adquiriendo con los golpes.
¿Usted lo fue adquiriendo así?
Y todavía me falta, porque creo que eso nunca termina de pasar. A medida que va transcurriendo el tiempo o los distintos episodios, uno se va fortaleciendo. Y eso que yo había visto los avatares de la política, porque crecí con la política cerca, era parte de la vida cotidiana de mi casa.