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Celeste Barber, diosa de una nueva religión

La comediante se ríe de la vergüenza corporal y los modelos de belleza imposibles desde su cuenta de Instagram, y ahora estrena la serie Wellmania en Netflix.

Editora de Galería

Es australiana, tiene 40 años y una ausencia asombrosa de miedo al ridículo. Lo que Celeste Barber hace es cosa de valientes: poner su cuerpo al servicio del humor y recordarles a las mujeres que lo normal es no ser una supermodelo. Desde su primer post en 2015, ha coleccionado más de nueve millones de seguidoras en Instagram y generado amistad con las mismas estrellas a las que ha satirizado (Gwyneth Paltrow, Drew Barrymore, Jessica Alba). También algunas enemistades, daño colateral que la tiene sin cuidado.

Esa reversión libre que hace de ciertas fotos y videos pone en perspectiva una realidad que se ve en las redes a diario, y resulta, como mínimo, refrescante después de tanta perfección estudiada, disfrazada de belleza natural. “Nunca me puse mucha presión en referencia a cómo me veo”, asegura, porque siempre supo que la apariencia era su parte menos interesante.

Antes de ser instagrammer —y símbolo de la imagen corporal positiva— Celeste era (y sigue siendo) actriz, comediante y, si Janet Jackson la hubiera reclutado para su gira de 1998, habría sido bailarina. El año en que se compró el VHS del show practicó los movimientos y los memorizó a fuerza de ensayarlos todos los días a la vuelta del colegio. Tenía 16 años pero al día de hoy, si por esas casualidades termina en una pista de baile y suena Janet o las Spice Girls, su marido (más conocido entre sus seguidoras como @hothusband) sabe que tiene que hacer lugar porque se viene un despliegue de pasos de su mujer.

Su veta más histriónica encuentra un nuevo destino en Wellmania, la serie que estrenó Netflix el miércoles 29 y que se inspira en la novela homónima de la autora australiana Brigid Delaney. Además de coproductora, Celeste es la protagonista; interpreta a Liv Healy, una crítica gastronómica que necesita hacerse de una green card para participar como jueza en un programa de televisión que se graba en Nueva York. Pero los resultados de sus exámenes de salud son tan malos que se la niegan, y ella se ve obligada a mejorar su hábitos y su salud si de verdad quiere el trabajo.

En Wellmania, Celeste interpreta a una crítica gastronómica que debe adoptar un estilo de vida más saludable. Foto: Netflix En Wellmania, Celeste interpreta a una crítica gastronómica que debe adoptar un estilo de vida más saludable. Foto: Netflix

Desafío aceptado. Es difícil saber cuándo exactamente el fenómeno Celeste Barber y su hashtag #celestechallengeaccepted explotó, pero en días de pandemia ya hervía de seguidoras y comentarios elogiosos. La chispa inicial la tuvo durante una conversación con su hermana mayor, Olivia, en la que no paraban de reírse de las fotos de algunos famosos posando en situaciones bastante inverosímiles y forzadas. Pensó que podría ser un experimento divertido, según contó ella, “ver cómo sería para una persona normal fotografiarse a sí misma haciendo cosas de ricos”. En la primera prueba que compartió emulaba una fotografía de Kim Kardashian y le valió en un solo día 10.000 seguidoras.

“Soy una sensación de la noche a la mañana con 15 años de desarrollo, así es como lo veo”, dice ella, refiriéndose a su carrera previa como actriz (había aparecido en las series australianas All Saints y Home and Away).

El proceso detrás de la reconstrucción de una foto suele ser el siguiente: Celeste elige una foto, busca una locación similar (pero no demasiado) y recrea el vestuario con lo que sea que tenga a mano. El resultado siempre es parecido al original, pero lo inalcanzable del look, la pose y la escena, más los escasos recursos con los que ella intenta lograrlo es lo que hace que el resultado sea tan ridículamente gracioso. “El sentido del humor es lo más hermoso del mundo —dijo a People—, especialmente a medida que envejezco, porque siento que lo estamos perdiendo un poco. La forma en que está el mundo en este momento y cómo si algo no es gracioso para alguien, entonces no puede ser gracioso para nadie, me da un poco de miedo”.

Foto: Instagram @celestebarber Foto: Instagram @celestebarber
Foto: Instagram @celestebarberFoto: Instagram @celestebarber

La han llamado “feminista” y “antifeminista”, pero ella tiene ese don tan deseable en los humoristas de no dejarse influenciar por los comentarios. “Sí, a veces siento que me autocensuro. Pero luego otras veces me importa un carajo y opero desde un lugar que ya está cancelado. Quiero decir, buena suerte para ellos. No puedes ganar siempre. Odian lo que haces un día, luego eres lo mejor del mundo al día siguiente”, dijo a Marie Claire en una entrevista de enero de este año (su edición anual de Wellness, bienestar) que fue portada de la revista. Una tapa en la que se la veía de traje de baño en un plano cerrado y que algunos opinaron que había sido retocada. Sin embargo, Celeste había incluido desde el principio en el contrato una cláusula de no retoques.

En estos prolíficos ocho años la fama de la comediante se ha expandido. Fue tapa de revistas, escribió una autobiografía que se convirtió en best seller (Challenge Accepted!: 253 pasos para convertirse en una anti it girl, 2018), hizo una colaboración con el diseñador Tom Ford y un tour por Europa y Estados Unidos con localidades agotadas con su show de stand up, y ahora da el siguiente paso hacia la nueva forma de consagración de un artista popular: estrenar su propio show en Netflix.

El desafío de Celeste de intentar en vano parecerse a las celebridades de la foto demostró cuánto en común tenía con el resto de las mujeres. “Mi audiencia, ellas son yo. Son mujeres de cierta edad que son aliadas de todos, una especie de marcadores de posición para sus maridos, para sus hijos. Para sus familias son todo, ¿pero afuera, en el mundo? Son bastante invisibles”. Estas mujeres, que son su audiencia, “están cansadas de hacerse a un lado”, asegura la comediante en Marie Claire. Y ahí está ella, no para salvarlas, solo para hacerlas reír un rato. Tiene claro que lo que les ofrece es una vía de escape transitoria. “Me encanta que digan: ‘Estoy aquí para reírme, sentirme vista, perder la cabeza y luego volver a mi vida”, cuenta.

Foto: Instagram @celestebarber Foto: Instagram @celestebarber
Foto: Instagram @celestebarberFoto: Instagram @celestebarber

Ser como Phoebe. Por muy segura que se la vea hoy, dispuesta a compararse con los ejemplares más deseados de la industria del entretenimiento, la autoconfianza no siempre estuvo de su lado. Phoebe, Monica, Rachel, Chandler, Joey y Ross eran sus principales acompañantes en sus años de liceo. Le hacían bullying y no tenía muchos amigos, por eso Friends era una especie de refugio. Seguía la serie semana a semana, esperando el día de estreno de cada episodio, presionando play + rec en el VHS para grabarlos todos. Como un ritual sagrado. En ese entonces hacía de cuenta que era Phoebe (Lisa Kudrow) algunos días, y fingía que no le importaba lo que dijeran de ella.

Lo cierto es que en el colegio no era buena ni social, ni académicamente. Tenía trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) pero no se lo diagnosticaron hasta los 17 años, así que cada clase era una lucha. “No era traviesa porque estaba demasiado asustada para ser traviesa. Pero como no entendía nada (de lo que se decía en clase) era graciosa, hacía bromas”, confesó en el podcast Stuff of Legends, de su compatriota Christian O’Connell. Solo en las clases de actuación sentía que se podía expresar. En el mismo programa contó que todavía la aterrorizan las autoridades escolares.

Sin embargo, tuvo una infancia y adolescencia feliz gracias a unos padres “realmente excelentes” y muy “sentimentales” que respetaban y valoraban a sus hijas. Su padre (de quien dice haber heredado el TDAH) solía dejarle notitas alentadoras en la cartera. Las escribía detrás de sus tarjetas personales, y decían cosas como “Pensando en ti, con amor, papá”, “Bien hecho” o simplemente “Que duermas bien”.

Cuando finalmente le diagnosticaron el TDAH, sus padres temieron que en el tratamiento se perdiera su hija. Celeste llegó a escuchar a su madre decirle al médico en el consultorio que no quería ver cambiada a su hija. “Sabemos que ella es muy ruidosa y muy intensa, pero nos gusta eso de ella, no queremos que cambie”. Y no cambió, simplemente sintió que todas las piezas se acomodaban. Fue a esa edad que pudo leer por primera vez un libro.

Está convencida de que todos esos años sin diagnóstico terminaron haciéndole un bien, y hasta lo agradece. “Solo podía ser graciosa y encontrar diferentes maneras de lidiar con las cosas, porque no me podía sentar a aprender. Creo que ahora soy resiliente y tiene que ver con eso”.

Marido trofeo. Se llama Api Robin y desde que su esposa es un boom de las redes sociales tuvo que acostumbrarse a ocupar un rol de relativa visibilidad y permitirle a ella (con fines cómicos) que coqueteara con la idea de tener a su lado un hombre florero. Celeste, por su parte, tuvo que acostumbrarse a que sus seguidoras la felicitaran por su “marido caliente”. Ella dice saber que está casada con un hombre que es “universalmente más atractivo” que ella. Se conocieron en 2003, cuando Celeste era bartender en el bar de un hotel y Api era un arbolista con ganas de tomarse una copa después del trabajo. Ella tenía 21 años; él tenía 30 y dos hijas.

Se casaron 10 años después en Bali, tuvieron dos hijos (Lou y Buddy) y hoy ya llevan 20 años juntos. En su caso, él es quien se queda con los niños cuando ella viaja por trabajo, lo cual sucede cada vez más seguido. Celeste dijo a Urban List que su esposo es “el mayor impulsor de confianza en el mundo”.

Con su marido, más conocido entre sus seguidoras como hot husband, Api Robin. Foto: Instagram @celestebarber Con su marido, más conocido entre sus seguidoras como hot husband, Api Robin. Foto: Instagram @celestebarber
Cada tanto, la comediante comparte instantáneas de su vida familar. Aquí se la ve con su marido, Api Robin, y sus hijos, Lou y Buddy. Foto: Instagram @celestebarberCada tanto, la comediante comparte instantáneas de su vida familar. Aquí se la ve con su marido, Api Robin, y sus hijos, Lou y Buddy. Foto: Instagram @celestebarber

Encajar, nunca. “La forma en que me veo nunca ha sido la parte más interesante de mí y siempre lo he sabido”, aseguraba a The Australian Women’s Weekly en 2019. Tenerlo así de claro siempre es un plus. Sin embargo, todavía siente la presión de la “industria de la vergüenza corporal”, que “es grande y fuerte”. “La vergüenza corporal es una industria multimillonaria y, desafortunadamente, el dinero habla. Las empresas tienen miedo de cambiar lo que hacen porque les ha funcionado durante mucho tiempo. Por lo tanto, tenemos que seguir mostrando diferentes cuerpos en las campañas tanto como sea posible, crear una nueva norma y ver cómo se agotan esos productos. La gente lo quiere, pero la cultura está tardando un poco más en subirse a bordo”.

Para ser coherente con su actitud ha rechazado colaboraciones con marcas que, aunque en sus campañas se muestran a favor de la imagen corporal positiva, con sus productos reafirman la necesidad de encajar en el estereotipo. “Creo que tu carrera se define por las cosas a las que dices que no”.

Reforzando esa postura escribió su primer libro infantil, Celeste the Giraffe Loves to Laugh (A la jirafa Celeste le encanta reír), dedicado a sus hijos, y después Flamingo Celeste is Not Like the Rest (El flamingo Celeste no es como el resto).

De eso habla también Wellmania, su serie, recién estrenada en Netflix. De esa obsesión por el tan esquivo y exigente bienestar, al que todos aspiran pero pocos acceden y que ha creado una subcultura que se asemeja más a una “religión organizada” que a un estilo de vida. “Esa es otra cosa sobre el bienestar: mucho es para la élite, los privilegiados. Mucho de eso es ‘Compre esta botella de agua de 45 dólares y hará que su esposo no la deje’”, dijo a The Guardian.

Wellmania. Foto: Netflix Wellmania. Foto: Netflix
Drew Barrymore, admiradora de Celeste, la invitó a su programa de entrevistas. Foto: Instagram @celestebarberDrew Barrymore, admiradora de Celeste, la invitó a su programa de entrevistas. Foto: Instagram @celestebarber

La amiga que todas quieren. Mientras su cifra de seguidoras no para de crecer, también lo hace su lista de amigas-estrellas. A Drew Barrymore y Gwyneth Paltrow (vio como un logro ser parodiada por Celeste) se suma Sharon Stone, dejando comentarios a menudo en sus posts, y Cindy Crawford. Pero lo que la hace un fenómeno es la sumatoria de seguidoras anónimas, ya convertidas en declaradas fans. Todas se sienten Celeste Barber. Algunas le envían mensajes para salir juntas a tomar una copa de vino cuando alguna gira la lleve de paso por su ciudad. A ellas, Celeste les aconseja dejar de seguir las cuentas que las hacen sentir mal. “Te sorprendería ver la cantidad de cuentas que seguimos porque pensamos que solo es un poco de diversión. Pero se va filtrando y antes de que nos demos cuenta estamos diciendo que no a un pedazo de torta en el cumpleaños de un amigo porque vimos en línea que si tienes celulitis no mereces amor”, dijo a The Urban List.

Cada vez son más frecuentes los viajes de trabajo que la traen a este lado del océano, pero sigue eligiendo Gold Coast (al sur de Brisbane, Australia) por sobre Hollywood. Como esa, hay otras cosas que prefiere no cambiar, además de su imagen: sigue viendo al menos un capítulo de Friends al día, como compañía cuando está de viaje o mientras prepara la cena con sus hijos.