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Que el corsé esté de moda en 2021 parece contraintuitivo. ¿Por qué, en pleno siglo XXI, se volvería popular una prenda que restringe el cuerpo de las mujeres y limita su movimiento? Y, sin embargo, se los puede ver en las principales pasarelas, alfombras rojas y cuentas de Instagram de las celebridades. Entonces, ¿el corsé es liberación femenina u opresión patriarcal?
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Entre el auge y las críticas. La fijación de la moda con la silueta de “reloj de arena” no es una novedad de este siglo, sino que cientos de años atrás, las mujeres ya buscaban lograr esa figura a través de la corsetería y las crinolinas.
Los corsés, como tales, se empezaron a usar en el siglo XVI, alcanzaron su máxima popularidad en la era victoriana y dejaron de utilizarse a principios del siglo XX —o al menos como mandato—. Catalina de Médici, reina de Francia y esposa de Enrique II, es señalada como la gran impulsora de esta moda, llevándola de Italia a Francia y de allí al resto del mundo. Algunos, incluso, dicen que estaba prohibido en su corte tener cintura ancha.
Catalina de Médici.
Los primeros modelos eran usados por mujeres (y hombres) aristócratas y, en consecuencia, estaban construidos con materiales caros como lo eran la seda y los huesos de ballena. De ahí es que se le llama “ballena” a aquello que se cose en el interior para reforzar la estructura del corsé, que hoy puede ser de metal o plástico.
Su silueta fue variando a lo largo de los siglos, alternando entre versiones más cortas o más largas, con o sin cordones, enfocadas en reducir la cintura o mejorar la postura. En la década de 1900, incluso, se buscaba lograr una forma de “S” con el cuerpo femenino.
La reina Victoria fue la monarca que popularizó los corsés más restrictivos, tanto en su corte como en el resto del mundo, pero resultó ser una moda que duró poco y pronto llegaron las críticas. Es que con la Revolución Industrial la prenda dejó de estar reservada para la clase alta y cada vez más mujeres la empezaron a usar.
En el siglo XIX, en el apogeo del corsé, médicos y políticos empezaron a cuestionar públicamente los efectos de esta prenda en los cuerpos de las mujeres. Algunos sostenían que esa fuerza “antinatural” aplicada al torso estaba vinculado a rotura de costillas, enfermedades respiratorias como la tuberculosis y desplazamiento de los órganos.
Foto: Museo de Londres.
Si bien el corsé surgió en Europa, con los años llegó a las colonias en América y las montevideanas no estuvieron ajenas a ello. “Si consideramos las modas femeninas, no podemos menos que vincular algunas de sus características con la posición subordinada y dependiente que ocupaban las mujeres en la familia y la sociedad. Así, el cuerpo femenino debió adaptarse a determinados cánones de belleza, tales como la ‘cintura de avispa’ conseguida mediante el uso del opresivo corsé, sacrificando su propia comodidad y libertad de movimientos”, escribió Silvia Rodríguez Villamil en el apartado Vivienda y vestido en la sociedad burguesa, de Historias de la vida privada en el Uruguay.
La opresión simbólica que representa el corsé, que menciona Villamil, era (y es) la principal objeción de los movimientos feministas respecto a esta prenda. Algunos historiadores sostienen que incidió de forma fundamental en la construcción de un ideal femenino caracterizado por la “sumisión” y el “masoquismo”. Valerie Steel, reconocida historiadora especializada en moda, en cambio, echa por tierra esa teoría señalando que los hombres también los usaban y que, además, era una forma de expresión libre de la sexualidad femenina.
De cualquier forma, en la década de 1920 se puso de moda la estética flapper y con diseñadores como Paul Poiret y Gabrielle Chanel las prendas pasaron a caer libremente sobre el cuerpo, sin marcar la cintura o la cadera. Y, con esta moda, desapareció el corsé. Aunque no por mucho tiempo.
De la restricción al empoderamiento femenino. Los últimos años de la década de 1970 y los primeros de 1980 trajeron de vuelta el corsé, pero no como prenda interior, sino como algo digno de lucir. Y, como siempre, no es casualidad. Este regreso coincide con los movimientos de liberación sexual y las subculturas góticas y punk de Londres que toman una pieza asociada a la represión y, al apropiársela, la transforman en rebelión.
Vivienne Westwood, ícono de la moda punk de esa era, fue una de las primeras en resignificar el corsé. La diseñadora buscaba generar el efecto de “shock” entre su audiencia, al sacar a relucir una prenda típicamente reservada al ámbito íntimo. Al día de hoy la corsetería sigue siendo una de las insignias de Westwood y, de hecho, se ha convertido en objeto de deseo entre la Generación Z.
Vivienne Westwood transformó al corset en punk (1992). Foto: AFP.
Otros diseñadores que también incorporaron los corsés a su estética fueron el francés Jean Paul Gaultier —¿quién puede olvidarse del bustier cónico que hizo para el Blond Ambition Tour de Madonna?— y los italianos Domenico Dolce y Stefano Gabbana, de Dolce & Gabbana. Los tres son asociados con una mujer que no tiene miedo de mostrar su sexualidad, con la femme fatale, que tanto caracterizó los 80 y 90.
El corsé en 2021. La moda es como un péndulo, todo lo que pasa de moda tarde o temprano vuelve. En 2021 y en plena cuarta ola feminista, tanto la restricción de los cuerpos como la hipersexualización de las mujeres no parecen ser mensajes que vayan de acuerdo con el espíritu de los tiempos.
Sin embargo, el corsé ha logrado adaptarse de una forma menos estricta y más lúdica, con telas flexibles o siendo combinado con jeans para un look informal. También lo ha ayudado la industria del cine y de la televisión, con series como Bridgerton y The Great que popularizaron la estética neorromántica y el cottagecore —escenas bucólicas, vestidos naif y actividades como el horneado de pan, como salido de otro siglo—. De acuerdo con el sitio especializado Lyst, la popularidad de esos dos shows se ve reflejada directamente en las ventas: hubo un aumento de 123% en la búsqueda de corsés, 49% en la de tiaras y 23% en los guantes largos.
Actualmente se los puede ver en las pasarelas de varias marcas, como Simone Rocha, Alexander McQueen, Prada, Bluemarine y Gucci, así como también en tiendas masivas como Zara y H&M, que acaba de lanzar una colaboración con Brock Collection, enfocada en prendas románticas y sofisticadas.
Prada. Foto: AFP.
Bella Hadid con look Vivienne Westwood. Foto: AFP.
Corsé para la nueva María Antonieta. En 2015 el diseñador uruguayo Nicolás Galván se presentó al concurso de moda Lúmina con una colección llamada Feast, en la que imaginaba “a una María Antonieta de otro multiverso”, dijo a Galería. Fue en ese momento que empezó a explorar el corsé como prenda y en 2018 lanzó una colaboración con la marca de lencería Catwalk que los tenía como protagonistas.
“No me gustaba que aprisionara tanto a la mujer, por eso elegimos telas flexibles acordes al estilo de vida de la mujer contemporánea. Entonces eligieron el neopreno, los géneros con lycra. Agarramos algo que fue hermoso en una época y lo hicimos funcional a nuestra vida”, recordó. Galván destacó que sus corsés, que son hechos a medida, no solo sientan bien a “chicas hegemónicas” sino que son para todo tipo de cuerpo.
Las referencias no son solo históricas, sino que también se entrelazan con toques pop como el dibujo animado Winx club. Galván también recuerda, con cariño, la época de principios de los 2000 en la que las faldas de pico, la combinación de celeste con marrón y los corsés con strass estaban de moda. Así, sus piezas tienen una indiscutible estética Y2K.