Los miedos y dilemas propios del embarazo y el puerperio se acentúan en un escenario tan incierto como el actual
Los miedos y dilemas propios del embarazo y el puerperio se acentúan en un escenario tan incierto como el actual
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLas rutinas dan tranquilidad. Pueden ser tediosas en ciertas circunstancias, pero si se atraviesa una situación nueva o directamente desafiante, tener alguna certeza produce la percepción de tener un mínimo control sobre el devenir y hasta sobre el resultado de los acontecimientos. El parto es de por sí, en un escenario "normal", una instancia que pone el cuerpo y la mente de la mujer al límite de su exigencia. Es conceptualmente y de hecho una experiencia bisagra.
En estos momentos, en que se impone reconciliarse con la incertidumbre y aceptar que no existen protocolos para la mayor parte de los procesos críticos, dar a luz es un reto doble. Hay más miedos involucrados y más ansiedad no solo anticipando cómo será la hospitalización y el nacimiento, sino también porque un bebé es, muchas veces, la encarnación de un sueño (o de muchos), y no ser capaz de imaginar el mundo en el que le tocará ser adulto a ese niño puede llegar a ser muy angustiante.
Aquí, varias mujeres, algunas embarazadas y otras que transitaron el parto en plena pandemia, cuentan su experiencia y cómo viven el tener un hijo en circunstancias tan atípicas y en un mundo tan distinto de aquel del momento de la concepción.
Cambio de planes. La noticia del primer caso de Covid-19 y del posterior (e inmediato) aislamiento cayó como una bomba para toda la población. Pero en las personas en tratamiento médico, o la considerada más vulnerable al virus, tal vez impactó más. Las embarazadas también sufrieron el cimbronazo. Las preguntas llegaron como un aluvión, y nadie tenía las respuestas: lo inédito del fenómeno tomó a todos, autoridades incluidas, desprevenidos.
"Los primeros días fueron medio raros, era todo realmente increíble y difícil de asimilar", cuenta Sofía Montes de Oca, madre de tres, el más pequeño nacido en plena pandemia. "Después pasé por días de miedo, estrés y mucha tristeza, sobre todo porque, en vez de estar contenta porque se me venía la fecha de parto, estaba aterrorizada por todo lo que veía en WhatsApp", cuenta. Con el correr de los días las emociones fueron mutando y llegó a un estado más saludable: "Al final ya estaba supertranquila, entregada completamente y con mucha fe. Hablé solamente con mi ginecóloga de la situación del hospital y me dejó supertranquila. Decidí no mirar más cadenas ni mensajes que inculcaran miedo y estrés".
La sobreinformación -no siempre veraz o de fuentes confiables- incidió también en el estado de ánimo de Martina Yic, embarazada hoy de 36 semanas. Pese a ser psicóloga y contar con todas las herramientas, se le hizo difícil mantener la calma los primeros días. "Tuve un momento de crisis fea, de ansiedad, de decir: hoy los mandados los hago yo y empezar a dar vueltas, lo que en psicología llamamos ‘empezar a rumiar'. Se hizo la hora en que cerraba el súper y no pude ir, porque tenía mucha ansiedad", recuerda. Esa sensación respondió a una sumatoria de pequeños eventos. "Había sido un día feo, habíamos estado muy encerrados, todo el día con las noticias prendidas. Tratás de ver el cable, ponés un canal de dibujitos, y en las tandas también te dicen cómo lavarte las manos. No zafás. Me entré a angustiar". Es difícil desconectar en estos tiempos y Martina reconoce que de por sí es una persona ansiosa, con la cabeza "funcionando siempre, con cuarentena o sin cuarentena".
Toda la vivencia del embarazo fue diferente para estas mujeres, que tuvieron que recibir las clases de parto virtuales en las que falta casi lo esencial: el intercambio con otras embarazadas, la charla, el compartir miedos de madres primerizas y consejos de las más experimentadas. "Es muy extraño, por momentos te sentís muy vulnerable", dice Martina.
Paula Basaistegui acaba de dar a luz a su tercer hijo y dice haber llevado el embarazo de manera muy distinta a los anteriores. "Al tener dos hijos chicos, el tercero estando en la panza no recibe tanta atención como el primero, que pensaba todo el día en él y en cómo sería -contó cuando transitaba las últimas semanas de gestación. Esta vez el romanticismo del embarazo podría decir que no estuvo casi. Ahora en cuarentena, con mucho tiempo en casa, puede que hayamos dedicado más pensamientos al bebé y a la planificación".
Basta hablar con diferentes madres para constatar que la realidad cambia dependiendo de cómo se la percibe. Paula Palma atiende el teléfono mientras prepara una torta marmolada. Su marido está en el supermercado y su bebé de ocho días duerme, cuenta. "A mí me agarró lo del Covid en el último mes (de embarazo). Como atiendo público y estaba expuesta en el trabajo nos mandaron enseguida a casa y para peor me cerró el club. Siempre me sentí bárbaro y soy hiperactiva, entonces fue un shock, peor que el nacimiento, tener que pasar un mes encerrada en casa antes del parto. Mi perra nunca salió tanto a caminar, ya me miraba con cara de "¿otra vez?". Y, tomando las precauciones, fui también al supermercado hasta el último día, por salud mental".
Otra vez, la información permanente hizo lo suyo. "Los primeros días me sentaba y miraba las tres horas de informativo, meta crochet, porque no tenía qué hacer. Estaba pendiente de los casos nuevos. Pero ya corté. Me pudrió el informativo. Tener una manualidad como el crochet me abre la cabeza. Desde que hubo un cambio grande en mi trabajo empecé a volcarme al crochet para canalizar. Hoy todavía no he podido agarrarlo, pero esta tarde tengo esperanza", dice, refiriéndose a las variables horas del sueño del bebé. "Nunca tuve miedo de nada", asegura. Juan ya cumplió un mes y Paula lleva la maternidad con gran fluidez y sin estrés aparente. "Lo que me mata es no ver gente", dice.
Estos últimos días, en que la tensión empezó a menguar a nivel general, Martina logró controlar la ansiedad y se siente más relajada, aunque algo preocupada porque apareció el primer caso positivo en Rocha (donde vive con su familia). También la inquieta la vuelta de su hijo mayor, Simón, al CAIF por la posibilidad de contagio. "El tema de que el regreso sea voluntario nos pone a nosotros en la posición de tener que decidir".
Miedos y cía. Los rumores que circularon a partir de algunos casos puntuales en los que no le permitieron al acompañante de la embarazada entrar a la sala de partos o a la cesárea fueron motivo de estrés para las mujeres con perspectivas de parir. "Las redes son fatales, y empecé a ver en los grupos de lactancia, de acompañamiento de parto, todas esas cuestiones, que no estaban cumpliendo con la legislatura con el tema del acompañamiento en el parto y la cesárea. Las parturientas estaban solas, tanto en la sala de preparto como en el parto, y lo mismo en las cesáreas", recuerda Martina. "Eso fue al principio, que agarró al sistema sin protocolos. Ahí me empecé a angustiar horrible, anticipando cómo iba a ser el mío, pensando que me quedaría sola pariendo. El no saber fue algo que me angustió mucho tiempo, hasta que pude despejar dudas con mi partera y con mi médico", cuenta.
La falta de compañía que preocupa a Martina no solo es en el hospital, también en su casa, en los días que anteceden al nacimiento y en los que lo sucederán. "Estamos resolos acá en la ciudad de Rocha. Mis padres viven en Montevideo y la familia de mi pareja vive en La Paloma", dice. "Cualquier cosa es más difícil en este contexto, en que no podés ir al neonatólogo o al pediatra a preguntarle: ¿Esto está bien? ¿Es normal que la caca sea más verde? O que tu madre te diga: ‘M'hija, esto es normal'. Eso tampoco está y es la parte más triste, lo que a mí más me está afectando. Falta ese mimo de mi madre y de mis tías, que le quitaban las manchas a la ropita (cuando nació Simón), y esa cosa de ilusión que les entra a las abuelas, que se peleaban por plancharle la ropa al bebé; y que estoy tejiendo esto, lo otro. Las encomiendas están buenísimas, pero no es lo mismo". La familia de Martina tuvo que cancelar el baby shower que había organizado para ella y para la esposa de su primo, que acaba de dar a luz.
El timing (im)perfecto. Los primeros meses de embarazo, cada vez que salía a hacerse un control o una ecografía, el nene mayor de Martina le preguntaba: "¿Trajiste al bebé?". Para que entendiera el proceso y que el hermanito tardaría unos meses en llegar, los padres decidieron ir poniendo mojones a futuro para marcarle el paso del tiempo. El primero fue la Semana Santa y la espera del conejo de Pascua "en la montaña". "Con mi familia por parte de madre solemos pasar en la sierra todos juntos, todos los primos, y ese primer mojón se borró". Le dijeron entonces que el bebé llegaría después de su cumpleaños, y eso avivó su entusiasmo.
Mientras tanto, disfruta del tiempo compartido con su hijo de cuatro años. "Eso también es un privilegio, porque no nos habría pasado si no hubiera cuarentena. Capaz que no estábamos viviendo esto mano a mano, solos. Yo pienso, aunque no se lo digo, que es su despedida de hijo único, y ahí me pongo un poco melancólica. Ayer vimos una peli los dos juntos, chochos, haciendo mimos, y ¡ay, chiquitito, no sabés la que te espera!", dice Martina, refiriéndose a cómo cambiará la dinámica familiar con la llegada de Jerónimo.
Para Paula Basaistegui, estar embarazada en cuarentena puede ser productivo en algunas situaciones. "Tengo la suerte de poder decir que en mi casa estamos más unidos que nunca. A veces hasta pienso que el bebé va a llegar a un hogar ideal, los cuatro unidos, esperándolo día a día y queriendo conocerlo. Otras veces, cuando el día es duro, pienso que la llegada de un bebé implica una crisis; un nuevo integrante, que no conocemos y se enfrenta al mundo exterior. Es difícil de poner en palabras tanta ambigüedad, pero quiero creer que este es justo el momento de mayor fortaleza para enfrentar cualquier crisis que venga, el mejor momento para recibir al bebé", reflexionaba Paula antes de que naciera Felipe, su tercer hijo, hace 15 días.
El nacimiento. Virginia Varela es ginecóloga y trabaja en el Pereira Rossell y en el Hospital de Maldonado, además de en la Asociación Española y en Universal. Desde mediados de marzo una misma pregunta se repite entre sus pacientes: ¿Cómo va a ser el parto? Y la respuesta varía dependiendo de cada institución. "Lo que nos cuesta es adaptarnos a cada protocolo distinto, porque todos te ponen pautas diferentes. En las pacientes que no tienen elemento de alarma la atención es igual que siempre, pero nosotros tenemos que tener igual una preparación porque sabemos que tienen un período asintomático de transmisión; estamos todo el tiempo con tapabocas. Estás con una paciente y no te ve la cara; yo me saco el tapabocas un segundo, para que me vea la cara, que me reconozca, y después me lo pongo enseguida. ¿La voy a asistir en el nacimiento y me ve solo los ojos? El parto humanizado, que tanto se intenta fomentar, ahora no lo es tanto, porque tratamos de disminuir el contacto", explica la ginecóloga. Adaptarse a cada protocolo diferente fue complejo: "Hubo momentos en que llegaban protocolos por todos lados y ya no sabías ni qué leer. Eso también fue cambiando día a día".
Lo primero que se hace es preguntarle a la paciente si tiene síntomas respiratorios o si estuvo en contacto con alguien confirmado o sospechoso de Covid. Con las pacientes que no son sospechosas los médicos utilizan la vestimenta habitual, pero cuando entra una paciente "sospechosa", el protocolo de vestimenta cambia: se utiliza "doble guante, túnica impermeable, antiparras y máscaras de plástico. Tenés que ponerte todo eso y no te lo podés sacar tan fácilmente. Nosotros tenemos muchas urgencias con las cesáreas, es decir que también tenés que tener en cuenta todo ese tiempo que te puede insumir vestirte", explica Virginia.
Actualmente la mayoría de las instituciones tienen la política de hacer el hisopado a todas las embarazadas ingresadas. De cualquier manera, la gran mayoría de las mujeres no son sospechosas de tener el virus y, en esos casos, el trabajo de parto o la cesárea se dan con normalidad. En cuanto al acompañante, la idea es que no esté cambiando todo el tiempo, y no puede tener ni un síntoma respiratorio: "si lo escuchan estornudar, o tiene tos, lo sacan".
Sofía, que dio a luz a Mili a mediados de abril, no notó muchas diferencias respecto a sus partos anteriores. "Calculo que hay protocolos nuevos que no percibimos, pero lo que ves como madre en el hospital es solamente que todo el personal está de tapabocas todo el tiempo", cuenta. Notó, además, algo positivo con este cambio. "La paz del área maternal es otra, los ginecólogos y neonatólogos están felices porque dicen que las familias descansan divino y los bebés también, porque están restringidas las visitas".
Eso mismo observó Paula Palma, que notó que la tranquilidad de no recibir visitas la ayudó a adaptarse al bebé y a tomarle el ritmo a la lactancia. Pero por otro lado, notó la falta de abuelos en esos días, y en los posteriores. "Los abuelos por parte de padre viven en Florida. Es su primer nieto y no sé cuándo lo verán. Lo conocen por videítos", cuenta. Sus padres conocieron al recién nacido cuando el matrimonio volvió a casa del hospital, pero guardando distancia y con tapabocas.
Aunque ve con ilusión el momento de reintegrarse al trabajo ("Ya tengo el uniforme colgadito para el 15 de julio"), le preocupa pensar con quién va a dejar al bebé, aunque los primeros meses hará medio horario. "Iba a venir la sobrina de una compañera de trabajo, pero tiene 20 años, es estudiante, o sea que ve a mucha gente, y no puedo hacerle una encuesta para ver si estuvo en contacto con algún sospechoso de Covid", dice. "No sé qué va a pasar en julio".
Cuando termina la jornada de trabajo en Salud Pública o en la mutualista, Virginia vuelve a casa. Desde el primer caso confirmado en el país, no ha visto a nadie de su familia, excepto a su marido. "Nosotros (los médicos) seguimos trabajando normalmente y tenemos que estar en contacto con muchas personas, entonces está ese temor de: ¿nos vamos a contagiar o no?, ¿cuándo? No sabés si estás en ese período asintomático y podés estar contagiando. A mi madre no la veo desde que salió todo esto. No veo a nadie más. Estoy solo con mi esposo. Él no sale de casa, no está yendo a trabajar, está haciendo cuarentena, pero tampoco ve a su madre porque yo sí estoy haciendo vida normal y si yo me contagio, él se va a contagiar".
Un mundo distinto. "Yo siento que estoy viendo una ficción a veces. La primera semana me vino una crisis y después acepté, maduré y dije: ‘Paula, cambiá el chip. Estás en una posición que no tenés de qué quejarte. Me preocupa mucho la gente cercana que está en estado de vulnerabilidad y trato de ayudar. Trato de no mirar tantos informativos. Por suerte vino él (Juan), pero no es una felicidad completa. Vamos a salir diferentes. Vamos a valorar otras cosas. Yo lo viví muy traumático porque me encanta ver gente. El otro día un conocido no me saludó y empecé a los gritos para que me viera, para hablar con alguien. Con el panadero hablamos de todo, sabía hasta qué día me inducía. El ser humano tiene esa necesidad, y es insólito lo que está pasando. Es muy fuerte eso de no poder tener el contacto, un abrazo, un beso", dice Paula.
Mientras amamanta a Mili, en este nuevo rol que asumieron los padres de enseñar a sus hijos lo que marca la currícula, Sofía le hace un seguimiento al aprendizaje de sus otros dos hijos, de cinco y tres años. "Creo que en lo que coincidimos todas las mamás es en que a las maestras les tendríamos que hacer un monumento. ¡Ser mamá-maestra no es nada fácil!".
La incertidumbre parece ser el hilo conductor de todos los miedos de estas madres. Y de todas las personas. "Traer al mundo a un bebé y no saber exactamente a qué mundo lo traemos (es duro). Es difícil hacerse a la idea de que no sabemos cuándo vamos a poder salir con mayor libertad, de cuándo el país va a recuperar el rumbo, de cuándo vamos a poder volver a trabajar. Pero dentro de toda esta situación tan compleja, lo más importante siempre es ver la parte llena del vaso y enfocarse en las cosas positivas", dice Paula. Acá en casa está toda la familia muy unida, los niños muy felices de estar todo el día con sus padres y nosotros disfrutando de verlos crecer. Espero que todo salga bien y que el bebé sienta que es bienvenido y amado por todos nosotros, porque en definitiva traer un bebé al mundo es lo más lindo que hay".