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Fantasías sexuales: ellas aún sienten culpa por tener esos pensamientos

Las fantasías suelen tener un componente prohibido; usualmente, no coinciden con las creencias o el sistema de valores del autor de esas fantasías, de ahí el temor o la vergüenza que existe muchas veces de compartirlas. Sin embargo, son un recurso erótico válido que ayuda a desencadenar la respuesta sexual.
Editora de Galería

Las fantasías suelen tener un componente prohibido; usualmente, no coinciden con las creencias o el sistema de valores del autor de esas fantasías, de ahí el temor o la vergüenza que existe muchas veces de compartirlas. Sin embargo, son un recurso erótico válido que ayuda a desencadenar la respuesta sexual.

 

"Si es tan bueno en la cama, ¿por qué ella está pensando en todas estas locuras en vez de pensar en él?", le preguntó un editor a Nancy Friday cuando presentó el proyecto de un posible libro sobre fantasías sexuales femeninas. Se refería a una anécdota puntual, y se refería a todas. Corría el año 1973 y Friday se había propuesto investigar el tema a fondo. Había publicado un aviso en varios diarios y revistas que llegaban a diferentes públicos -"Fantasías sexuales femeninas se solicitan para una investigadora seria. Anonimato garantizado"- y había recibido cientos de cartas en respuesta. Friday las recopiló, las organizó y las publicó en un libro que terminó publicándose con el título Mi jardín secreto, un libro revolucionario para su época y que se lee como si se hubiera editado ayer.

Las cartas venían de todas partes y confirmaban aquello de que los pensamientos pueden ser un escape o una carga. Lo mismo con la imaginación: bien usada, tiene el poder de crear las imágenes más desafiantes y liberadoras; de permitir vivir una segunda vida en el plano de la mente. Dejar entrar el juego y la imaginación en el dormitorio es, según dicen los que saben, la clave para mantener entretenida y excitante la vida sexual de las parejas estables. "¿Quién necesita fantasías? ¿Qué hay de malo con el viejo y querido sexo?", le preguntaban a menudo a Friday, y ella respondía: "No hay nada de malo con los espárragos, pero, ¿por qué no acompañarlos con salsa holandesa?".

Las fantasías sexuales por lo general aparecen en la pubertad y se mantienen con los años, con ligeras modificaciones o adiciones. Son imágenes o relatos eróticos imaginarios que, casi por definición, suelen tener un componente prohibido; usualmente, no coinciden con las creencias o el sistema de valores del autor de esas fantasías, de ahí el temor o la vergüenza que existe muchas veces de compartirlas. El escenario no siempre está dado para abrirse a contar una fantasía a la pareja, sobre todo para las mujeres. Ni siquiera hoy, en pleno siglo XXI.

Los expertos coinciden en que las fantasías sexuales son un recurso erótico válido y que en lugar de contraponerse al sexo real o mostrar disconformidad con el compañero sexual, permiten vivir la sexualidad desde el plano de la imaginación y el pensamiento, y ayudan a desencadenar la respuesta sexual.

Las de ellas y las de ellos.

Las fantasías sexuales activan los receptores del placer del cerebro que estimulan el deseo sexual; por eso, los especialistas recomiendan (con buenos resultados) que las personas fantaseen voluntariamente con el fin de distraerse cuando, por ejemplo, la ansiedad bloquea el deseo. "El cerebro es el órgano sexual más importante y fantasear es uno de los mejores afrodisíacos", dice la psicóloga y sexóloga clínica Agustina Fulgueiras.

"‘¿Fantasías durante el sexo? ¿Mi esposa? Harriet no fantasea'. Y después volteaba a mirar a Harriet, con una mezcla de amenaza y duda: ‘¿O sí, Harriet?' Una y otra vez me sorprendía al encontrar a tantos hombres inteligentes y de mente abierta en otros aspectos reaccionar así ante la idea de su mujer teniendo pensamientos sexuales que no fueran sobre él", escribe la autora de Mi jardín... Friday recuerda que, aun en sus conversaciones privadas con mujeres para recoger testimonios para su libro, era difícil lograr que atravesaran el miedo no solo de reconocer que tenían fantasías ante otra persona, sino de admitirlo para sí mismas. "Las mujeres tienen poco entrenamiento en pensar en el sexo. Tal vez sí en hacerlo, pero no en pensar en eso", escribía, y aludía a la pregunta: "¿De dónde saca una idea así una chica como tú?", que resumía el miedo a ser juzgadas de la mayoría de las protagonistas de los relatos que escuchó. Más de 40 años después, el panorama no ha cambiado tanto.

Por motivos culturales, los varones todavía fantasean más; "para ellos, ser sexualmente activos no solo es algo permitido, sino forzado por la sociedad, mientras que las mujeres siguen siendo estigmatizadas si tienen alto deseo sexual, por lo que muchas se reprimen por miedo a ser juzgadas -dice la sexóloga. Aunque parezca que esto ya no es tan así, aún se sigue viendo con frecuencia en la consulta".

Aquellas que, pese a todo, fantasean, lo hacen con relatos que suelen diferir de los masculinos: ellas tienden a imaginarse en una situación más vulnerable y pasiva, mientras que los varones fantasean colocándose en roles activos y dominantes. Friday interpretaba la mayoría de las fantasías sexuales como "un grito de frustración". "Aun las aventureras sexuales más arriesgadas con las que he hablado admiten que su rol en la fantasía está muy por detrás de su actividad sexual real: en algún lugar, incluso en su fantasía sexual más salvaje, todavía interpreta el papel inhibido que su madre le inculcó. En su vida se puede sentir perfectamente libre de iniciar el sexo, de jugar el rol de seductora, de estar con un hombre por una noche y sin culpa, solo por diversión, pero su fantasía a menudo es del tipo: ‘No es mi culpa, él me hizo hacerlo'". Según proyectaba la autora hace varias décadas, estas ideas "tan profundamente arraigadas en la mente sin importar cuán libre sea el cuerpo" se superarían en la siguiente generación. Pero al parecer, todavía no ha sucedido.

Hoy, las fantasías de las mujeres suelen situarlas aún como el objeto del deseo de otra persona, con una actitud sumisa, usualmente con un desconocido. Fulgueiras explica que generalmente la seducción y el romance son aspectos importantes en las fantasías femeninas y aparecen distintos escenarios como la playa, el auto o el trabajo.

Los hombres, en cambio, usualmente son más concretos, recrean experiencias ya vividas y se concentran en el acto sexual y en los estímulos visuales. "Los varones heterosexuales fantasean protagonizando un gran encuentro sexual con una mujer, generalmente su pareja o alguien que ya conocen. También es común que fantaseen con la propia pareja teniendo relaciones sexuales con otra persona u orgías, y que agreguen ciertos fetiches, como medias o tacos, para aumentar así la excitación", explica la sexóloga, y agrega que hoy "más varones se animan a decir que fantasean con ser sometidos por otro varón o una persona transexual".

Variaciones de guion.

Justin Lehmiller, médico investigador del renombrado The Kinsey Institute, también profundizó en el tema y volcó sus hallazgos en el libro Tell Me What You Want: The Science of Sexual Desire and How It Can Help You Improve Your Sex Life (Dime lo que quieres: La ciencia del deseo sexual y cómo puede mejorar tu vida sexual). Lehmiller envió un formulario con 369 preguntas sobre su personalidad, su historia sexual y sus fantasías a más de 4.000 estadounidenses de 18 a 87 años, de diferentes razas, religiones y niveles socioeconómicos. Tal vez por el carácter anónimo de la metodología, 97% admitió tener fantasías sexuales, que el investigador agrupó en siete grandes categorías: sexo con múltiples compañeros, sexo duro (incluyendo sadomasoquismo), aventurero, tabú y sexo prohibido (incluyendo voyeurismo, exhibicionismo y fetiches), no monógamo (con otras personas fuera de la pareja), pasión y romance (presente en hombres y mujeres) y flexibilidad erótica (con personas del mismo sexo).

Julietta, una de las mujeres que confiaron su historia a Nancy Friday por carta, respondiendo al anuncio, relataba que cuando tenía intimidad con alguien, no le importaba si las luces estaban encendidas o si era de día. "Me gusta cómo se ve un hombre... todo él. Pero cuando llego a cierto punto, cuando de verdad me excito, cierro mis ojos, entierro mi cara en la almohada o cruzo mi brazo sobre mis ojos. De esa manera, aunque puedo sentir todo, puedo estar de vuelta ahí en la oscuridad, con mis propios pensamientos".

Annette, otra de las mujeres que se pusieron en contacto con Friday, le confesó que nunca le había confiado sus fantasías sexuales a nadie por vergüenza y miedo a que la consideraran ninfómana. Revelarlas fue una forma de "sacarse la carga" que llevaba encima. "Sé que si tuviera la oportunidad de hacer reales mis fantasías con cuatro hombres viriles, sin que mi marido se enterara, la aprovecharía. Siento que una vez que viviera la experiencia, que estoy segura de que sería de otro planeta, no me sentiría más atormentada ni necesitaría fantasear al respecto", escribía Annette, que terminaba diciendo: "Me interesaría escuchar las fantasías de otras mujeres, y saber si estoy sola en esto de tener pensamientos tan malvados".

Lo retorcido de algunos de los relatos (sadomasoquismo, sexo con miembros de su familia, zoofilia y violaciones) se explicaban, según la autora, como una respuesta a la represión que decían sentir algunas de ellas. "Las cosas prohibidas, encerradas en lugares chicos, oscuros, crecen fuera de sus proporciones".

Clima propicio.

Tener fantasías sexuales (voluntarias o involuntarias) habla de la presencia de un deseo sexual sano en la persona. De hecho, en trastornos como el deseo sexual hipoactivo o personas con actitudes sexuales negativas generalmente no hay fantasías o son muy pobres. En parejas que llevan juntas un buen tiempo las fantasías sexuales pueden ayudar a aumentar la excitación cuando ya no hay misterio respecto al otro. El problema es que hay quienes consideran que si el otro fantasea, es porque lo que tiene delante y en carne y hueso no le es suficiente, y ven en la fantasía una amenaza. Por el otro lado, también hay personas que se sienten en falta si fantasean durante el acto sexual con su pareja; lo ven como una forma de infidelidad. "En realidad no tiene nada de malo -asegura Fulgueiras. Tampoco es necesario tener que compartirlo con el otro, las fantasías pueden quedar en nuestro mundo interno".

La intención de Friday al escribir su libro fue también disminuir la ansiedad sobre la fantasía sexual durante el sexo. "No quiero decir que si no tienes fantasías sexuales hay algo malo contigo; lo que estoy tratando de hacer es establecer un clima más aceptable para las fantasías, para que las mujeres que fantasean no se sientan tan solas, tan extrañas, y se den cuenta de que no hay nada malo con ellas, que de hecho, tanto para ellas como para personas que todavía no son conscientes de sus fantasías, un uso más consciente de ellas puede agregar una nueva y excitante dimensión al sexo". Según la autora, para algunas mujeres la fantasía es el juego previo más efectivo, aunque estén frente al hombre real que quieren y que han elegido; "de lo contrario, no estarían ahí con ellos". Si se las calla o se les pone una carga negativa, ambos se pierden la oportunidad de experimentar lo que la fantasía podría haber sumado. La autora, que emprendió el proyecto convencida de que no había manera de que lo que pensara una mujer durante el sexo pudiera verse como negativo, que "si la excita, está bien, y por lo tanto añade alegría a ambos", se dio cuenta al terminarlo de que aun entre sus amigos más "sofisticados y liberales" había prejuicios al respecto.

Sueño y realidad.

Tener determinada fantasía no implica querer llevarla a la práctica. De hecho, no siempre es recomendable por dos motivos: al hacerla realidad puede perder su efecto estimulante y, peor aún, puede ser una mala experiencia. "Al fantasear, idealizamos, lo que permite que nuestra mente elimine detalles que en la realidad harían que fuera difícil o imposible realizarla. Es importante saber que tener ciertas fantasías no implica necesariamente querer llevarlas a la práctica. Muchas veces se oponen a las creencias o a los valores que tenemos y, en otros casos, no podríamos tolerar estar en una situación determinada que en nuestra mente sí produce placer. Por ejemplo, ver a nuestra pareja tener sexo con otra persona", dice la sexóloga.

Justamente porque existen únicamente en el plano de la imaginación es que las fantasías son inocuas y se pueden experimentar sin dolor, miedo, vergüenza o remordimientos. Y ahí está el asunto, el punto neurálgico del tema: la culpa, por el otro y por sentir que no está bien tener ese tipo de pensamientos que provocan excitación. "Tener prejuicios sobre nuestras propias fantasías, reprimirlas y negarlas como si fueran algo malo no es beneficioso para nuestra salud. Si les damos una connotación negativa, las vamos a percibir como algo malo", dice Fulgueiras. No hay infidelidad en las fantasías. Tampoco una insatisfacción con la sexualidad propia ni un deseo oculto de hacerlas realidad. Lo que hay, en la mayoría de los casos, es una imaginación frondosa puesta al servicio de la sexualidad. Tomar partido de ese recurso desde ambos miembros de la pareja tiene el potencial -aseguran los expertos- de enriquecer su vida sexual.