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La historia del hotel Jean Clevers, un jardín que inspiró al escritor belga Ernesto Lewy

Con una historia ligada al florecimiento de Punta del Este, el hotel Jean Clevers propone durante el año tranquilidad y confort para el viajero, y servicio integral para encuentros sociales y empresariales
Coordinadora de Sociales

Al transitar por bulevar Artigas a la altura de la parada 7 de la Playa Mansa de Punta del Este, sorprenden las torres de un castillo estilo francés que emergen entre las copas de los árboles. El Hotel Jean Clevers preside un parque de casi una manzana con un lago, una pérgola, una pequeña capilla, puentes y caminos que se registran entre ceibos, cedros azules, cipreses, magnolias, palmeras, pinos, alcanfores y araucarias. Al anochecer, la iluminación revive postales de un jardín que décadas atrás construyó el dueño original del terreno, el belga Ernesto Lewy.

Un parque con hotel. Construido por la empresaria española radicada en Punta del Este Dorita González e inaugurado en enero de 2002, el hotel tomó el nombre del parque en el que se emplaza. “El dueño del predio, el comerciante y escritor belga Ernesto Lewy —cuyo seudónimo era Jean Clevers— vivía en este parque de 11.000 metros cuadrados con un lago y diversidad de flora”, cuenta María Laura Romeu, encargada del hotel desde su apertura. Situado en el barrio Lido, a pasos de Punta Shopping y del centro gastronómico de Pedragosa Sierra y Avenida Italia, cuenta con 50 habitaciones en categorías estándar, de lujo y suites, dos piscinas (una abierta y otra climatizada), sala de aparatos, restaurante , parking cerrado y salones para eventos empresariales y sociales.

“El parque de Jean Clevers, como se conocía en los años 50 y 60, era un paseo obligado de los veraneantes de Piriápolis y Punta del Este. Sobre el lago se apoyaron espectáculos de ballet y música de cámara, y se cobraba una entrada que Lewy donaba a Procardias (asociación dedicada a la prevención de enfermedades cardiovasculares), de Maldonado”, dice Romeu.

A principios del año 2000, la empresaria gastronómica y hotelera Dorita González comenzó a pensar en levantar un hotel en ese predio. Imaginó un hotel inspirado en sus viajes a Europa y los castillos del Loira. Con la ayuda de su amiga la arquitecta Soledad Laguarda plasmaron el proyecto en el que se recrearon el lago y los jardines originales, por lo que el complejo fue declarado de interés municipal.

La residencia de Lewy se encontró donde actualmente se ubica el lobby. Sobre la pared de la recepción se destacan enormes fotografías en tonos sepia que recuerdan la esencia del empresario y escritor belga. Una escalera señorial conduce a los pisos superiores que a través de amplios ventanales dejan ver la piscina, el solarium y el jardín. En la planta baja, se encuentra el restaurante Josefina y los salones, mientras que en el sector opuesto, un hall con mesas de juego y mullidos sillones frente a la televisión, ofrecen el amparo del sol y conducen al sector de relax con la sala de aparatos, la piscina cerrada y el spa.

Cada público, cada estación. Jean Clevers abre todo el año. Incluso durante la pandemia continuó funcionando, aunque con los servicios restringidos debido al protocolo sanitario. Según explica Romeu, el fuerte del hotel es el turismo que está marcado por los distintos momentos del año. En la temporada estival, desde diciembre a marzo, prevalece el viajero que viene desde Argentina, mientras que el público uruguayo se acerca principalmente en temporada media y baja. En Reveillon (la típica fiesta de Año Nuevo) predomina el público brasileño que regresa a Punta del Este en Carnaval o algún fin de semana largo. Hay un nicho de paraguayos que elige el hotel para largas estadías y también llegan chilenos, que prefieren vacacionar en febrero. “Nos visitan familias para quienes Jean Clevers es su hogar en Punta”, cuenta la encargada.

Entre marzo y noviembre, el hotel se dedica a recibir eventos corporativos, conferencias, presentaciones de productos y congresos, en diferentes rubros como salud o tecnología. Para este tipo de actividades, el hotel ofrece múltiples servicios según los requerimientos. Dispone de dos salas de conferencias (que se pueden unir hasta alcanzar una capacidad máxima de 300 personas), salas de reuniones, barbacoa, grupo electrógeno. También se encargan de la gestión de la actividad con enlace para las reservas grupales, los traslados, paseos y confirmación de vuelos, entre otros servicios. Toda esa infraestructura, además, se ajusta para fiestas, cumpleaños y casamientos, incluyendo una pequeña capilla en el jardín.

“A las empresas o familias del exterior les gusta también recorrer Punta del Este entonces les organizamos los city tours según sus preferencias”, agrega Romeu, que junto a Fernando Martínez se encargan de los detalles. De hecho, en este momento llevamos adelante una remodelación de las instalaciones del hotel.

El restaurante Josefina es otro de los clásicos de Jean Clevers. Ofrece desayuno, almuerzo a la carta —con sugerencias del día—, merienda y cena. La gastronomía, el catering para eventos y los panificados son elaborados en el hotel, que además atiende a los pedidos específicos de los huéspedes. “Si alguien quiere tarta de manzana en el desayuno, al día siguiente se le prepara. Somos un equipo que nos consideramos familia, trabajamos hace años juntos y llevamos la camiseta puesta”, asegura Romeu.

Para la temporada baja suman una serie de propuestas temáticas y gastronómicas, y tienen alianzas con restaurantes y cines. Hay fechas especiales que merecen una ambientación determinada como la Navidad, que además de la decoración y de un árbol gigante que preside el lobby, aparece un Papá Noel para la sorpresa de los niños. Otras de las actividades clásicas es la que se organiza desde hace años todos los 24 de agosto: La Noche de Jean Clevers, una marca registrada que incluye cena con alojamiento para disfrutar de la música en una pista de baile que se arma en el lobby del hotel.

Entre la creatividad y la vision

Mientras en París, librerías y teatros acogieron con éxito las obras del escritor Jean Clevers, del otro lado del mundo en la bahía de Maldonado, Punta del Este se expandía lentamente. Sus obras Comme la vie, Literatures y Oscar Pilule, merecieron el reconocimiento de la crítica y del público. La pieza teatral La belle Rombière, escrita en colaboración con Guillaume Hanoteau, ocupó durante años el escenario del Teatro de la Huchette, para luego trascender fronteras conquistando aplausos en Roma, Viena y Amsterdam.

En 1945, el espíritu aventurero de Jean Clevers, seudónimo del belga Ernesto Lewy, lo guió a Maldonado, donde se dedicó a los negocios inmobiliarios. Adquirió un terreno en el barrio Bosque del Lido y otros en Eden Rock y José Ignacio. Ese terreno pantanoso recostado sobre la vía del ferrocarril (actual Bulevar Artigas) hubiera permanecido como un matorral sin la visión empresarial de Lewy y la creatividad de Clevers. Aprovechó la arena de la excavación de los lagos para formar lomas apoyadas con las piedras de los cerros, plantó especies variadas de árboles y flores, y de esa manera comenzó a diseñar Valdeflor, un parque al que veraneantes de la época ansiaban visitar. Lewy además construyó su residencia, el chalet La Caravelle, desde donde dominaba el paisaje y plasmaba sus textos.

Fin de verano

Más allá de las propuestas temáticas que organizan según las distintas festividades, el hotel Jean Clevers ofrece un paquete para marzo y abril con el fin de que el pasajero disfrute de los últimos días estivales.