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Los círculos de hombres y la revisión hacia una nueva masculinidad
Con el impulso de eslóganes como “el silencio te hace cómplice”, emergen los círculos de hombres, una práctica y espacio donde ellos se atreven por primera vez a revisarse, expresar preocupaciones y miedos y así contribuir para lograr la igualdad de género
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Nicolás ya no quiere saber nada del Lechuga, ese joven de pelo revoltoso elogiado frecuentemente con adjetivos como capo, genio, grande o el famoso hijo de tigre, entre tantos otros, alabanzas que casi siempre eran la consecuencia directa de alguna muestra de valentía, invulnerabilidad, fortaleza o hasta agresividad.
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El día en que Nicolás se empezó a alejar del Lechuga fue un nuevo comienzo. La sensación fue de liviandad, como si se estuviera deshaciendo de a poco de la armadura de hierro que lo había encorsetado durante toda su vida. Pero también hubo soledad. Los “hermanos” de la vida empezaron a alejarse. ¿A quién se le ocurre cuestionar a un amigo cuando le dice “mina” a una mujer, o cuando se ríe de su cuerpo, o cela constantemente a su novia, o le dice maricón a un niño cuando llora, o sale siempre de noche y deja a la “patrona” al cuidado de los hijos? ¿A qué amigo se le pasa por la cabeza plantear que todo aquello que parece gracioso y mínimo quizás sea la base de una misma pirámide que en su cúspide incluye el abuso sexual, la cultura de la violación, y que todos los días termina en el asesinato de una mujer a manos de un hombre? “Pará, quién te creés que sos”. “¿Por qué no abrís una iglesia también?”, eran solo algunas de las respuestas que Nicolás recibía de aquellos a quienes llamaba amigos.
Si con ellos no había forma de mostrarse libre de corazas emocionales sin ser juzgado, ¿dónde podría hacerlo? Nicolás buscó esos espacios. No los encontró. Entonces, los creó.
Desde 2016 Nicolás Morales realiza los llamados Hombres en Círculo. “Comienzo a dar círculos con la necesidad de encontrarme con otros hombres que estemos en la búsqueda de salir de la imagen social del hombre, resignificarnos como hombres”, apunta. Costó varios años, no obstante, conformar un verdadero círculo, como se le llama a esta modalidad que existe en todo el mundo y en la que no hay jerarquías. En aquel momento llegaban como máximo tres hombres. Una vez hasta salió a tomar mate a la rambla con el único que se había anotado. “También veía hombres que proponían círculos y no se concretaban”, recuerda.
En febrero del 2022 Morales recibió unas 45 anotaciones, y se vio obligado a limitar los cupos a 12 personas por cada círculo —que se realiza todos los lunes durante dos horas—, para que todos pudieran tener su espacio.
Algo pasó este mes. En la noche del 23 de enero, una mujer fue violada por varios hombres en un apartamento del barrio Cordón, en Montevideo, un caso que estremeció a la opinión pública a lo largo y ancho del país, pero que, por otro lado, también sacó a relucir de otra parte de la sociedad todo aquello que caracteriza al término “cultura de la violación”, utilizado por primera vez en 1970 para aplicarse a la cultura americana: culpar a la víctima, intentar desacreditarla, negar la violación o permanecer indiferente a ella y no repudiarla.
Ante estos hechos, predominaron en las redes sociales frases como “El silencio te hace cómplice”, que invitaron a todos —pero más que nada a ellos— a hablar sobre estos temas y de forma urgente en el entorno más inmediato, como familia y amigos.
Y muchos dieron el paso. “Con todo lo que sucedió se activó algo en los hombres, algo de ‘tienen razón, tenemos que hacer algo’. Se activaron otros círculos, o emergieron y se hicieron más visibles los que ya existían”, apunta Morales.
El 18 de enero se creó Men Siendo, una comunidad que busca reunir a quienes están “profundizando en su masculinidad individualmente, con el deseo de compartir en colectivo las herramientas que les ayudaron a ir sanando”. El 29 de enero, mientras las redes se llenaban de publicaciones referidas a la violencia de género a raíz del caso de violación grupal, la comunidad Men Siendo realizó un círculo de hombres online con el objetivo de “revisar los pactos patriarcales”. “Porque no alcanza con repostear esa publicación que nos muestra como aliados o deconstruidos. Como hombres tenemos que comprometernos a diario con este proceso de revisarnos, cuestionarnos y por sobre todas las cosas pasar a la acción. (...) Porque el silencio y la no acción nos hace cómplices, te invitamos a dar el paso, a ser parte, a sentirte en un espacio seguro donde puedas desarmarte para volver a armarte”, señala la publicación que tuvo 122 comentarios de hombres interesados en participar. Varones en proceso de deconstrucción.
Romper el pacto. Acudir a estos círculos ya es un gran paso, sostienen los especialistas. Es señal de que el hombre está dispuesto a romper el pacto patriarcal y reconfigurar su sistema. Morales entiende que ese pacto funciona como vivir en un constante derecho de admisión: “En todos los lugares nos estamos exponiendo de una forma que no somos. Y necesitamos ser de cierta forma para que nos admitan: tenés que ser viril, fuerte, no podés llorar”. Y romperlo es un proceso apto para valientes. En el peor de los casos, el que rompe el pacto empieza a ser señalado y deja de ser admitido. “Cuando los hombres entramos en ese proceso, quedamos solos y es lo más difícil, lo que menos queremos. Entonces hacemos pactos para no quedarnos solos, que nos sigan queriendo”, cuenta Morales, que lo vivió en carne propia.
Fernando Rodríguez es psicólogo clínico, docente en la Facultad de Psicología e integrante del equipo de Transversalidad y Empoderamiento de la Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo (IM). Dice que desde 2010 existen en Montevideo grupos de hombres que se reúnen a hablar sobre estas temáticas. Ese año la IM realizó el primer coloquio de masculinidad, que duró tres días, organizado por el Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género (CMASG) con apoyo de la Facultad de Psicología. Desde entonces Rodríguez trabaja fuertemente en el activismo social y académico. Está al frente de la red global MenEngage para Uruguay y del programa de la IM de atención a hombres que deciden dejar la violencia, llevado adelante por el CMASG.
Aunque estas alternativas existen en el país desde hace al menos una década, el especialista siempre percibió la misma dificultad: lograr que se sume un número significativo de varones a la convocatoria. “A los hombres les cuesta mucho involucrarse. Quien no está sensible al tema género lo primero que siente es que esto puede llegar a ser un ataque a la identidad hegemónica que se nos ha enseñado a llevar en la vida y que tanta violencia genera. Por eso se habla de deconstrucción, porque hay que visibilizar que parte de esa identidad aprendida y heredada no es saludable para nosotros y nuestro entorno”, indica. De todas maneras, considera que cada vez son más los hombres que deciden revisar su masculinidad, y que el camino no tiene marcha atrás. “A muchos les genera rechazo, a muchos indiferencia y a unos cuantos cada vez más un sentido de involucramiento”, apunta.
Porque lejos de tener que permanecer ajenos en la lucha feminista, los especialistas sostienen que nunca se logrará la verdadera equidad si los varones no luchan contra el machismo —el propio y el de su entorno— en su día a día. “Trabajarse y trabajar con otros para transformar el modelo social en que vivimos es un objetivo de salud, de protección de derechos humanos, de libertad e igualdad”, señala Rodríguez. Pese a que no exista la demanda puntual, el psicólogo trabaja con sus pacientes particulares el desarrollo de sus roles cotidianos como padres, hijos, novios, vecinos, hermanos para que se involucren en su transformación y cambio, y el del entorno en que viven. Porque el cambio de uno puede ser el de muchos, coinciden los especialistas. Según Morales, otro objetivo del círculo es que cada individuo pueda replicar la experiencia afuera. “El círculo nos da herramientas como hombres y acá todo está divino, ahora el tema es accionarlas afuera. Somos 15 hombres, seguro tienen 10 amigos, ahí ya somos 150”.
Damián Cabrera, autor de Nagari: el círculo de la vida, rompió el pacto hace unos 15 años, fruto de la incomodidad, insatisfacción y vacío que sentía. “Estás hablando con alguien que fue karateka toda su vida, y que tuvo una imagen de masculinidad muy arraigada. Mi papá era mi profe de karate, y me crie con una imagen de masculinidad muy dura”, manifiesta.
Atiende la llamada de Galería desde un retiro de hombres organizado por la comunidad Men Siendo, en Punta del Diablo. Acaba de terminar la actividad más significativa de todo el retiro de tres días. En círculo, cada uno de los 16 hombres expresaron cuál es su mayor miedo. Como respuesta, los demás miembros le brindaron contención y apoyo. “Era expresar el miedo más visceral, que de repente tenía escondido y no le contaba a nadie. Fue supersanador y liberador. Somos todos lo mismo, viviendo una misma experiencia, con las mismas incertidumbres. Para algunos el miedo podía ser no tener hijos todavía, para otros, no encajar en el mundo, pero siempre es dolor, y creo que los hombres somos los que menos habilitados estamos a expresarlo y por ende los que más lo guardamos”.
La principal falencia del género que se trata en estos retiros es la apertura, esa “excesiva coraza” que se colocan para “aparentar fortaleza” y cumplir con el deber ser y las tantas expectativas que se ejercen sobre el género masculino, explica Cabrera. “Ese es el motivo por el que a veces se llega a conductas nocivas, el estar excesivamente encerrado en uno mismo, en su coraza, uno guarda todo el miedo, la impotencia, la frustración, y ahí está la olla a presión. La tapaste, y cuando te querés acordar, explotó”.
La violencia en general no es un tema que se ponga sobre la mesa. Cabrera entiende que es consecuencia de la represión que padece el hombre y que, al trabajar sobre la apertura y exteriorizar emociones, enojos y frustraciones, se trabaja directamente sobre ese punto.
En Hombres en Círculo, cuenta Morales, se tratan problemáticas sociales aunque siempre tratando de abarcarlas desde lo personal e individual. “De ahí vas a salir a tu familia y hacer los movimientos que tengas que hacer”, apunta.
Esas palabras. “Ale, ¿en qué viaje te estás metiendo?”. Desde el 24 de enero al psicólogo Alejandro De Barbieri le empezaron a llegar algunos mensajes de ese estilo de sus amigos. Pese a su perfil amplio como psicólogo, hace varios años que De Barbieri también trabaja y se forma en la sensibilización y revisión de la masculinidad. Y tras la denuncia de violación grupal buscó aportar su grano de arena. “Me dediqué a postear en redes y a sensibilizar. Siento que como varón hay que hablarles a otros varones. Les hablo a ellos. Tenemos que identificar en qué aspectos estamos ejerciendo el machismo, sensibilizar a la población, sobre todo a los varones”. Para hacerlo, recurre a términos y palabras que mucho resuenan pero no todos entienden, como machismo, cultura de la violación, deconstrucción o pacto patriarcal. “Decís estas palabras y mucha gente se asusta. Mi invitación fue a leer sin prejuicios, a entender qué significa cada una de estas palabras, que la gente entienda que tenemos que ayudar desde nuestro lugar a generar una nueva masculinidad, que en suma es la no violencia y la búsqueda de la igualdad”, sostiene. La preocupación por la generalización, la frase “No somos todos violadores” fue de lo primero que De Barbieri recibió como respuesta en las redes. Por eso, dice, es necesario llegar con un mensaje claro para dar a entender cómo los micromachismos pueden ser la raíz de lo macro, como una violación. “A veces es pasar el videíto por WhatsApp, y a veces el que viola no es el último de esa fila pero no lo estamos rechazando y repudiando”, observa. Sobre ese punto, Morales entiende que “lo micro forma lo macro, y que desactivarlo, por ende, tendría como consecuencia desactivar también lo macro”. “El tema es que nos tenemos que hacer cargo, tenemos que cortar ya. No hay más tiempo. Está bueno que los hombres que participamos en esos espacios y nos cuestionamos estas cosas nos pongamos a hablar en el asado de amigos y digamos: ‘No, no hablemos de su físico; no le digas mina; qué te importa cómo se viste; no lo hizo para vos, lo hace para ella’. Tenemos que empezar a cuestionar los lugares desde donde estamos hablando”.
Porque por más leyes que defiendan la igualdad y por más logros obtenidos, está claro que los hombres también deben poner de su parte para alcanzarla. Lo resume José Ignacio Pichardo, profesor titular del Departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, consultado para un artículo de Amnistía Internacional: “La masculinidad tradicional nos dice que solo hay una forma de ser hombre: siempre fuerte, seguro, valiente, exitoso, sin mostrar sentimientos. Esa masculinidad es intrínsecamente tóxica porque es irreal, y eso nos hace sentir insatisfechos”. Incluso el afecto, dice, se suele manifestar con violencia entre los hombres, como los saludos con golpes fuertes en la espalda o los insultos entre amigos. “Debemos ser más libres, ser más nosotros mismos y que nos dé igual lo que piense el mundo. Esos son valores de la nueva masculinidad”, sintetiza. El machismo, apunta Rodríguez, es uno de los mayores problemas sociales: transversaliza el manejo de las economías, los conflictos bélicos, las resoluciones políticas. “Tenía lógica en el siglo de guerras mundiales, y el sentido que tuvo en el siglo pasado fue millones y millones de muertos. Ojalá hayamos aprendido algo de todo eso a nivel individual y colectivo”, espera el psicólogo. Dar el paso hacia la revisión y deconstrucción, entonces, sería contribuir para lograr un mundo más pacífico, igualitario y libre.