Para este zodíaco, el próximo será el año del conejo de agua; de los
nacidos en 1915, 1927, 1939, 1951, 1963, 1975, 1987, 1999, 2011 y el propio
2023. El conejo representa la longevidad y, cómo no, la buena fortuna. La pata
de conejo para la suerte es una de las supersticiones más antiguas que existen,
que se remonta a los tiempos de cultos paganos previo a la conversión al
cristianismo del mundo mediterráneo. Las características de este animal —y de
los nacidos bajo su signo—son la atención, la previsión y la discreción, además
de la velocidad. Este 2023 va a ser un año veloz, pero de cuidado. Ferro
explica en su libro que el conejo con el elemento agua habla de una
sensibilidad y fragilidad muy particulares, pero también de las sutilezas del
ingenio, donde la energía de lo creativo impulsará a que todos encuentren la
forma de disponerse a los cambios y abandonar las expectativas.
Para la astróloga, en este nuevo año “sentiremos que nos roban nuestra
zona de confort. (...) quien creíamos bueno no lo es y quien creíamos malo
tampoco”.
No es culpa de los planetas. El 2023 comienza con Mercurio
retrógrado, por lo que hasta el 18 de enero las personas tendrán a quién culpar
de sus problemas. Luego, ya no.
La retrogradación es un movimiento aparente que hace un planeta en
relación con los demás, desde una visión geocéntrica. Que Mercurio, el planeta
mensajero de los dioses en mitología, esté retrógrado, tiene un efecto sobre la
comunicación en la Tierra, el relacionamiento y la expresión cotidiana. Pero
este efecto no será necesariamente negativo y dependerá de “cómo pongamos los
hechos que se desencadenen a nuestro favor”.
Ferro va en contra de la lectura de que todo lo que va para atrás es
negativo. Ya sea por genuina credibilidad en la astrología o por mera
coincidencia, no se puede negar que con Mercurio retrógrado suele haber caídas
de las redes sociales. Para Ferro esto también es un problema, pero señala que
quizás la demora en pasar del relojito al doble check en WhatsApp sucede
por algo. Puede que determinado mensaje en realidad no debía ser enviado, y la
tara de una aplicación puede generar la oportunidad para dar marcha atrás sobre
lo hecho.
No es culpa de los planetas, lo que suceda alrededor de la retrogradación
de Mercurio responde única y exclusivamente a los seres humanos y sus
circunstancias, según Ferro. “Hay hechos que hay que saber poner de nuestro
lado”, es decir, agradecer a la retrogradación o, de lo contrario, vivir en una
queja constante, puesto que el fenómeno no dejará de ocurrir nunca.
En 2022 se vivió la retrogradación de casi todos los planetas, sin
embargo, en el balance final, hubo tantos días caóticos como otros donde todo
iba bien. En 2023, Ferro invita a sus lectores a entender que un mal momento
para algo puede ser una excelente oportunidad para otra cosa.
A modo de resumen. Si bien la Luna será la vedette del nuevo
año, el Sol marcará la pauta desde el día uno. En enero de 2023 el astro rey
entrará en la constelación de Acuario, el signo que simboliza la libertad y la
revolución. “Nos despierta la sensación de que tenemos que hacer algo para
cambiar nuestro mundo”, dice Ferro. Acuario tiene un especial gusto por la
aventura y romper barreras, algo con lo que no todo el mundo puede sentirse
cómodo.
Luego de las idas y venidas románticas de Venus y Neptuno y la luna llena
de febrero, 10 días antes de San Valentín, con la llegada del último ciclista
el año no empieza en marzo, sino en abril. Un mes que se presta para “ver con
ojos realistas la realidad material de cada uno”. El nuevo año hace énfasis en
eso: concientizar sobre lo que se tiene. “Nos invita a conectar con nuestros
recursos desde un lugar diferente”, no por nada autosuficiencia es una
de las palabras del año para Ferro. “Las hambrunas desolarán nuestras tierras”;
será un llamado para tomar aún más conciencia sobre el cuidado del agua y los
residuos.
El 20 de abril habrá luna llena y, según Ferro, será la más majestuosa de
todo el 2023, con Aries y Tauro como protagonistas. Este será su año, y la
portada de esta Guía Astrológica 2023 lo sugiere: “El fuego (de Aries) y
la tierra (de Tauro) crea en nosotros la arcilla que hay que moldear”. Este
mensaje es el emblema de todo el libro y, por ende, del año que empieza, que
sutilmente irá sugiriendo a cada uno que comience a trabajar en sí mismo. La
recomendación de la astróloga es no desoír las visiones que se produzcan la
noche de luna llena del 5 de mayo.
Para el segundo semestre se espera la superluna azul de agosto, que es la
segunda luna llena que pasa dentro de un mismo mes y la más cercana a la
Tierra. Esa Luna es para tomar conciencia social, apunta Ferro. Ese mismo mes
es que “Urano retrograda y le pega un
cimbronazo a la economía mundial” y “Marte en Libra nos baña de diplomacia”,
poniéndole un punto final a los conflictos.
Octubre será “el mes más intenso del año” y místico, con dos eclipses:
uno el 14, de Sol, y otro el 28, que será parcial de Luna. Según Ferro, los
eclipses despertarán el interés por los temas más tabúes, además de generar
momentos de toma de conciencia y “conectar con nuestra justicia interior”.
Para finalizar el año, noviembre laterá en un sentido onírico porque el
mapa astral será ideal para proponerse dilucidar los mensajes de los sueños y
el universo, que siempre tendrá algo para decir.
Guía astrológica 2023, de Lourdes Ferro. Planeta, 438 páginas, 790 pesos.
¿Qué dicen los
números?
Lourdes Ferro dejó de lado la numerología en su guía, pero lo que esta
tiene para decir sobre el año que empieza en realidad acompaña muy bien sus
predicciones. La suma de las cuatro cifras del 2023 da un resultado de siete.
Un número que siempre aparece relacionado a temas del mundo: siete son los
continentes, los océanos, los colores del arcoíris, los chakras, por lo que el
número tiene un simbolismo muy terrenal pero místico.
Siete además son los arcángeles, por lo que desde algunas religiones se
entiende al 2023 como el año del ángel; un ser sobrenatural de la mitología y
la religión al que siempre se le atribuye la misión de mensajero. Es un año
para confiar en las señales y valerse por la intuición.
Es curioso cómo de las múltiples ramas del análisis esotérico se
desprende lo mismo: el año que empieza es un año para volverse tan atentos y
cuidadosos como un conejo a la merced del bosque, de lo contrario, ¿cómo podría
alguien darse cuenta de que hay un ángel tratando de dar un mensaje?
Además, 2023 lleva doble dos. Un número relacionado con la fe, que
representa a la pareja, a la familia y al equilibrio entre la vida privada y la
social. Al hablar de la pareja, el número dos también carga un importante
mensaje de adaptabilidad, lo que puede aplicarse a los grandes cambios
estructurales que Ferro anticipa.
La destrucción/creación de Plutón está reflejada en el número cero, el
punto donde todo comienza y termina, mientras el número tres aporta la parte
sensible y sobre todo creativa del año, cualidades a través de las cuales se
podrán primero percibir y luego sortear con gran dinamismo aquellos cambios.
Los colores
del 2023:
El color del
año será el rojo del fuego de Aries, de la mano con los terrosos y rupestres
colores que sugiere Tauro. La conjunción de ambos habla de la posibilidad de
resurgir, representada en los colores negro y blanco por el carbón y la ceniza
que aparecen cuando dejan de arder las llamas, quemando la tierra.
Pero, cada
signo tendrá un color propio que le favorecerá en los próximos 12 meses: para
Aries curiosamente será el verde, por la abundancia de recursos, y para Tauro
sí, el rojo, para avanzar y seguir adelante.
Para Géminis,
el lila, por la inspiración; para Cáncer, el celeste, de la revolución; para
Leo, el marrón, que es la realidad de sus logros; para Virgo, azul,por los
desafíos; para Libra, violeta, de soltar; Escorpio, rosado, por el amor; para
Sagitario, el blanco, de cuidado; para Capricornio, el dorado, porque este año
brilla; para Acuario, plateado, por la sensibilidad, y para Piscis, amarillo,
para la comunicación.