Tras el desempeño de Bruno Cetraro y Felipe Klüver en Japón, este deporte suma nuevos adeptos pero precisa más infraestructura y fondos.
Tras el desempeño de Bruno Cetraro y Felipe Klüver en Japón, este deporte suma nuevos adeptos pero precisa más infraestructura y fondos.
Tras el desempeño de Bruno Cetraro y Felipe Klüver en Japón, este deporte suma nuevos adeptos pero precisa más infraestructura y fondos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa tormenta de la madrugada dejó paso a una mañana ventosa. El entrenamiento sobre el agua en el lago Calcagno, en Ciudad de la Costa, se cambió por el gimnasio del Montevideo Rowing Club, en la rambla portuaria. Es el mismo club que en 1874 se convirtió en el decano del remo en Uruguay, que el pasado domingo 7 se consagró campeón uruguayo de remo 2021 aun sin contar con un entrenador para sus competidores, y que hoy está pasando por un momento crítico. Y Bruno Cetraro (23), uno de los héroes uruguayos en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, junto con el mercedario Felipe Klüver (21), está dejando la vida en el remorgómetro, una máquina donde se simula la remada, trabajando piernas, brazos y pecho.
La gran actuación en Japón quedó atrás y ahora la meta está puesta en el Sudamericano de Remo que se desarrollará en diciembre en Asunción (Paraguay). Un pequeño ventilador impide que Bruno se derrita ahí mismo. La radio marca el ritmo, pasando del pop europeo al pop latino sin escrúpulos algunos.
En julio, Cetraro y Klüver lograron lo imposible: que se hablara de remo en bares, en ómnibus y en aulas. Lo hicieron gracias a su actuación en la final olímpica de doble par ligero, consiguiendo un sexto puesto y un diploma olímpico. Eso hizo que, según coinciden sus cultores, mucha gente se acercara a los 14 clubes y cinco escuelas funcionando en todo el país de un deporte que ha dado unas cuantas satisfacciones, sobre todo a nivel continental, pero que jamás fue popular. Y que, pese a esta notoriedad, las cosas sigan haciéndose a pulmón, como en todo deporte amateur del país.
El gimnasio del club decano del remo, lleno de aparatos, pesas, barras, caminadores, bicicletas fijas y remorgómetros de distintas antigüedades y estados, no es grande, pero parece serlo porque solo Marcos Sarraute (23), Romina Cetraro (22) y Nicole Yarzón (19) lo comparten esa mañana con Bruno. No está demasiado iluminado tampoco y los vestuarios parecen salidos de una serie de 1980. “Pero para nosotros es entrañable”, lo defiende el olímpico, recién recibido como licenciado en Imagenología, carrera que mantiene en stand by mientras busca desarrollarse en el deporte que ama.
Con miras a la competencia en Paraguay, él entrena entre seis y ocho horas diarias. La mañana incluye ida y vuelta en bicicleta al lago Calcagno, pero entre que el día no ayuda y que el cada vez más limitado sector para remo que tiene el club en la bahía de Montevideo no invita a ir, hoy toca doble turno de gimnasio. “No será el primer mundo, pero no nos podemos quejar”, agrega.
Bruno, que tiene seis oros sudamericanos en su palmarés, sabe que es el hombre a vencer por todas las demás delegaciones; entre ellas están la brasileña, la argentina y la chilena, con inversiones millonarias y centros de alto rendimiento. Por contrapartida, el club más viejo en practicar remo en Uruguay salió campeón uruguayo sin tener entrenador, ya que, por el avance portuario que lo obligará a mudarse en breve, no tiene un lugar físico que les resulte cómodo para desarrollar la parte práctica (en su lugar, muchas veces, se usa el Calcagno). De todas formas, como sus principales deportistas están en la selección uruguaya —Cetraro, Leandro Rodas o Martín Zócalo—, ahí sí cuentan con un entrenador que los dirige (Osvaldo Borchi); es cuestión de tener memoria.
Al ver a un fotógrafo y un periodista “con pinta de no entender de remo”, un socio del Rowing ya entrado en años no se aguanta y quiere hacer su reflexión del pasado deportivo reciente: “Lo que hicieron estos botijas (por Cetraro y Klüver) es como que vos agarraras un club de la Liga Universitaria, lo entrenaras tres meses, lo pusieras a jugar la Champions League y se metieran en la definición. Lo que lograron es increíble, milagroso”, dice sin abandonar la pedaleada en la bicicleta fija.
“Yo creo que logramos cambiar algo en el remo. Hemos sabido que mucha gente se ha acercado a las distintas escuelitas en todo el país, sobre todo niños chicos, en edad escolar”, dice Klüver a Galería, desde el municipio colombiano de Calima. Al igual que su compadre en el Preolímpico de Río de Janeiro y los JJOO de Tokio, donde conformaron una dupla exitosa que promete repetir, Felipe —deportista del Club Remeros de Mercedes, uno de los más importantes del país— no ha parado de entrenar en estos meses. Ahora se encuentra de viaje con parte de la delegación uruguaya preparándose para representar al país en los Juegos Panamericanos Juveniles en Cali, que se inauguran este jueves 25.
Lo mismo percibe Romina Cetraro, hermana menor de Bruno y estudiante de la Facultad de Química, quien también se prepara para Cali. Además, ella es profesora de la Escuela de Remo de Punta Carretas, asociada al Club Oriental, la más joven de las instituciones que practica este deporte. “Ni bien pasó lo de Japón, noté que se acercó más gente”.
Esto lo corrobora Joaquín Mones (31), remero y principal responsable de esa escuela que funciona en el embarcadero del Club La Estacada, a la que asisten más de 200 niños y adultos, de 11 a 85 años, por mes. No fue necesario esperar a la zafra primaveral para que viniera un incremento de aficionados. “Si bien siempre después de unos Juegos se acerca más gente, en este año fue un plus. ¡Vos ibas en el ómnibus y hablaban de los remeros, de la final! Entonces aprovechamos para una campaña de nuevos socios: ‘¿Lo viste en Tokio? ¡Practicalo en Montevideo!’ Al menos ahora, cuando a la gente le hablás de remo no parece que les estuvieras hablando en chino. Vos fijate que en agosto, que es temporada baja, pegamos un salto de 25% de gente nueva. También influyó que las personas querían salir de sus casas, estaban cansadas de la pandemia y que esto no es estar encerrado en un gimnasio. Acá estás en contacto con la naturaleza, sos parte de un grupo, es además un ejercicio aeróbico muy completo”.
Por su lado, Fernando Ucha, presidente de la Federación Uruguaya de Remo (FUR), pone una dosis de realidad a ese entusiasmo. Destaca que se haya acercado mucha más gente a un deporte que tiene menos de mil atletas federados, pero un número creciente de quienes toman esta actividad lo hace de manera recreativa. “Por un momento, de no tenerse ni idea que esto existía se pasó en este país a tener tres millones de aficionados al remo” (ríe). Para mejor, los que ya estaban metidos se entusiasmaron todavía más: destacarse a nivel mundial resultó ser posible.
“Lamentablemente, por más que vengan 5.000 más, por más que aumente la gente en las escuelitas, esto no es como el fútbol, que tirás una pelota y hay 10 de cada lado. Acá precisás lugares donde remar”, agrega Ucha. Un crecimiento también requiere becas y dinero. Las primeras, dice el dirigente, se pueden obtener de las intendencias, del Ministerio de Defensa o del Comité Olímpico Uruguayo (COU). “Estamos trabajando con la Secretaría Nacional del Deporte (Senade) para poder conseguir más patrocinadores privados”, agrega. La buena actuación en Japón es una excelente carta de presentación. “No hay muchos deportes en Uruguay que puedan conseguir un sexto puesto en unos Juegos Olímpicos. Brasil, Argentina y Chile han realizado inversiones de un millón de dólares al año para arriba y quedaron del puesto 14 para abajo. Con una décima parte, quedamos sextos. Por suerte en el deporte no es todo plata”, concluye a Galería. Habrá que seguir remando.
La pasión y su techo. Pasando el asfalto y los edificios de la rambla de Punta Carretas, y en estos días pasando también a los hinchas brasileños y fanáticos del fútbol que se reúnen a pasar el rato y beber cerveja gelada en la Embajada del Hincha, funciona la Escuela de Remo de Punta Carretas, junto al club La Estacada, a metros del faro de Punta Brava. Son las 17 horas, muchos remeros vuelven y otros salen a pasear. La escuela cuenta con unos 30 botes; dos son de particulares, tres de la FUR y el resto de la propia institución. Que un container esté reconvirtiéndose en vestuario da idea del crecimiento.
No es un deporte popular, señala Mones. “Cuando yo estaba en el Rowing, éramos 40 remeros en el único club de una ciudad con un millón y medio de personas”, cuenta el entrenador. El club vinculado a su escuela, el Oriental, fue fundado en 2014 y este año comenzó a competir a nivel local. El otro club montevideano, el Alemán, está en el departamento pero no en la ciudad: funciona en Santiago Vázquez.
“No es tan caro como la gente supone”, agrega el responsable de la Escuela de Remo de Punta Carretas. El histórico Rodolfo Collazo (38), dos veces campeón sudamericano, tres veces representante olímpico de Uruguay (en 2004, 2008 y 2012), hoy presidente del Colonia Rowing Club y de la Comisión de Atletas del COU, señala que son los clubes los que proveen el equipamiento necesario a sus deportistas —un bote, por caso, cuesta en promedio diez mil euros— y la FUR es la que se encarga de solventar inscripciones a campeonatos, pasajes y estadías de los que van a competir por Uruguay en el extranjero. Solo los más destacados reciben algún tipo de beca o apoyo económico mensual gestionados por la FUR o la Secretaría Nacional del Deporte (Senade).
Pero Mones admite que, más allá de que en su escuela haya convenios con escuelas públicas para que sus alumnos tengan una primera experiencia con el remo en botes recreativos, es un deporte que atrae a un público, podría definirse, clase media y media alta Eso es más notorio en categorías como los botes cuádruples, afirma, en los que es común que desde el mundo corporativo se acerquen para fomentar el trabajo en equipo. En la propia web de la escuela están publicadas las tarifas: un curso de seis sesiones cuesta 2.800 pesos por persona, valor que va decreciendo a medida que sean dos, tres o cuatro los anotados; una vez egresado, se pueden pagar desde cuatro salidas a 1.200 pesos, válidos por 40 días. Los botes los aporta la institución. Noviembre está resultando impredecible por los vientos, pero en octubre se compraron 130 abonos y se hicieron 211 reservas para salir.
Joaquín (14) es uno de los chicos que espera salir a remar. Comenzó por agosto, envalentonado por los logros de Cetraro y Klüver. “Es un deporte lindo, que te sirve para hacer amigos. Y si te gusta el agua es redivertido”. Estudiante de segundo de liceo, no cuenta mucho en su clase lo que hace, admite tímido. “No creo que les cuelgue”.
Otra cultora por hobby es María Fabregat (52), quien comenzó a remar por su propia voluntad de grande, en 2016. Su padre (el fallecido cineasta Adolfo Fabregat) lo había practicado y a ella siempre le rondó el cosquilleo. “Una noche, bobeando en Facebook, encontré la Escuela de Punta Carretas. Me dieron unas clases y después arranqué a remar sola, cada vez más autónoma, cada vez soltando más la piola... Es un ejercicio supercompleto, trabajás brazos, espalda, piernas, abdominales… y es muy desestresante. De golpe, salía de La Estacada y me encontraba sola en medio de la playa Ramírez. Si estás sola, sos vos y tu bote, con el ruido del silencio y del agua. Para mí era glorioso…”.
Lo visto en Japón es la síntesis de un trabajo duro. Para las competencias nacionales, dos horas de entrenamiento diario pueden alcanzar; para las internacionales, con menos de seis horas solo se garantiza pasar vergüenza. Bruno Cetraro arrancó en el remo a los nueve años; ver a la dupla Rodolfo Collazo-Javier García en los Juegos Olímpicos de Londres 2008 les dio la idea a sus padres de canalizar por ese lado la inquietud de un chico hiperactivo, que por entonces probaba con la gimnasia olímpica, el fútbol y la natación; su hermana le siguió el tren poco después. Felipe Klüver arrancó quinceañero, más tarde de lo habitual, en su Mercedes natal, cuyo Club Remeros había hegemonizado el campeonato nacional entre 2017 y 2020. Y si bien para ambos las puertas de las becas y los sponsors se les abren con menos dificultad que antes, no escapan a la realidad de sus colegas menos reconocidos.
“Todos los remeros estudian y el que terminó de hacerlo por lo general trabaja y sigue en el deporte más que nada por pasión”, dice Collazo a Galería, quien se recibió de profesor de Educación Física (igual carrera que quiere seguir Klüver y varios otros competidores), trabaja en un colegio y en un gimnasio de Colonia, además de llevar adelante un proyecto personal. La práctica activa comienza alrededor de los 10 años y, si no hay lesiones, se puede seguir compitiendo hasta los 40. “El estudio es fundamental. Si dejamos de remar no hay tal cosa como un apoyo para trabajar fomentando el deporte, tal como me pasó a mí”.
Apuntar alto y lejos. Hay cosas que van a seguir siendo a pulmón. Así es el entrenamiento de Bruno y los suyos, así será la búsqueda de Fernando Ucha por conseguir más sponsors para sus mejores competidores. Ya metido en un nuevo Ciclo Olímpico (período de competencias entre un Juego y otro, donde cada comité nacional va preparando y seleccionando a sus mejores atletas), la mira está puesta en 2024.
El remo consta de 14 modalidades distintas, aunque no todas ellas son olímpicas. La selección uruguaya que irá al Sudamericano de Asunción el mes próximo aún no tiene claro quién competirá en cuál. Mucho tendrá que ver el desempeño de los juveniles en Cali. “Dependiendo del rendimiento, se seleccionará quién corre y cómo. El 11 y 12 (de diciembre) vamos a hacer evaluaciones para decidir”, dice Bruno, quien va con el rótulo de estrella al torneo en Paraguay.
Además de buscar más financiamiento, la FUR evalúa qué hacer con la dupla Cetraro-Klüver, al menos hoy el doble par ligero más fuerte a nivel sudamericano y panamericano, más allá de ser los responsables de esta “popularidad” de su deporte. Una posibilidad es mudar su entrenamiento (y su vida) a Europa; es una posibilidad costosa pero de gran potencial, debido a que ahí está la elite del remo. “Hoy en la zona no hay rivales para este doble, por lo que hay que instalarse en Europa para la competencia”, dice Ucha. Ambos estuvieron preparándose durante un mes en Tuy (Galicia) antes de los Juegos de Tokio; y mal no les fue.
“Acá (en Uruguay) se compite una vez al año. En Europa se compite cada día, en cada entrenamiento. Cambiar el chip, donde cada entrenamiento es una competencia, te hace mejorar a diario”, explica Bruno ilusionado con esa posibilidad. Dicen quienes lo conocieron que a los 12 años le decían el Eléctrico, que igual llegaba dos horas antes del entrenamiento en el Rowing para adelantar trabajo, que era capaz de hacer los deberes a doble velocidad para que los padres lo dejaran venir antes, que así como hizo él es que se marca la diferencia.
De cualquier forma, sabe que más allá de las becas o apoyos que vengan, el principal sponsor en su disciplina es la familia. Así lo dijo a Galería antes de tirarse a las aguas niponas y así lo repite ahora. “La familia es la que está con vos día a día, la que te apoya, tu psicólogo, tu nutricionista. Hay días que ganás y son buenos, y están ahí. Pero es más importante que estén ahí los días que no se gana y se ‘aprende’”. Bruno Cetraro no usa la palabra perder. “Ahí están con vos, bancándote y diciendo que hay que saber ‘aprender’. Y, la verdad, nadie quiere ‘aprender’”.
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Si bien muchos por esta parte del mundo recién se desayunaron ahora de las mínimas características del remo, lo cierto es que ningún deporte aportó al país más medallas en los Juegos Olímpicos que él.
De las 10 medallas olímpicas en el historial del deporte uruguayo, cuatro pertenecen al remo: una de plata y tres de bronce. De ese total, dos se lograron en los Juegos Olímpicos de Londres 1948: Eduardo Risso (plata en scull individual) y el doble de William Jones y Juan Rodríguez (bronce en doble scull). Guillermo Douglas había sido bronce en Los Ángeles 1932 (scull individual) y también lo serían Juan Rodríguez (otra vez) y Miguel Seijas en Helsinki 1952 (doble scull).
A nivel panamericano, le dio a Uruguay 11 medallas: tres de oro, tres de plata y cinco de bronce. Solo el ciclismo ha obtenido más preseas.
A nivel uruguayo, la competencia se divide en un Circuito Nacional de Remo que consta de ocho fechas que se corren en todo el país. El Club Remeros de Mercedes, toda una potencia, ha ganado los últimos cinco. Y luego está el Campeonato Uruguayo, que es una única fecha, donde cada club trae su mejor bote. En el último torneo Rowing ganó en mayores, Remeros de Mercedes en juveniles y Remeros de Salto en menores.
Una de las características de este deporte es, además de la importante participación de mujeres en el total de federados (27%), su fuerte presencia en el interior. Hay clubes destacados en todo el litoral uruguayo, de Salto a Colonia, y en El Pinar. También hay una escuela en Rivera.
De acuerdo con Fernando Ucha, presidente de la Federación Uruguaya de Remo, hoy se consiguieron viáticos para Felipe Klüver, Bruno Cetraro y Martín Zócalo, otro de los grandes remeros uruguayos. Este último, explica el directivo, había logrado en el Preolímpico de Río de Janeiro los méritos para clasificar a Tokio, “pero solo aceptaban un bote por país” y la FUR eligió al doble de Klüver y Cetraro. También se está buscando conseguir un incentivo económico para otro atleta, Leandro Rodas, en el que también hay depositadas muchas esperanzas.
Entre las mujeres, se destacan la fraybentina Zoe Acosta, “una excelente remera, que se fue becada a estudiar a Estados Unidos”, según Ucha. Allá continúa su entrenamiento. Nicole Yarzón hizo el recorrido contrario: canadiense de nacimiento, de madre uruguaya, vino un día a entrenarse acá y le gustó tanto que se quedó.