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Nueva York más viva que nunca

La Gran Manzana fue una de las ciudades más azotadas por la pandemia, sin embargo hoy recupera su esencia vibrante

En Estados Unidos murieron 600.000 personas de covid. Una de cada 10 víctimas vivía en Nueva York, una de sus ciudades más densamente pobladas. Los hospitales colapsaron, los restaurantes cerraron, los hoteles quebraron y los teatros bajaron las cortinas y, sin nada que hacer más que atravesar el encierro, la gente se mudó de sus pequeños apartamentos citadinos. Hubo una suerte de éxodo hacia otros estados donde el costo de vida es más barato y algunos auguraban que la ciudad nunca se iba a poder recuperar de ese golpe. 

Sin embargo, todo eso parece haber quedado atrás. La vacuna probó ser efectiva y la única forma de regresar a algo parecido a la normalidad. Con 70% de la población inmunizada, Nueva York levantó casi todas las restricciones en mayo, para luego reinstaurar algunas en agosto ante una nueva ola de contagios producto de la variante Delta. El verano 2021 fue apodado como hot vax summer —una referencia a la expresión hot girl summer de la rapera Meghan Thee Stallion— y así se vive en las calles.

Hoy Nueva York no es la misma que hace dos años. Lo peor ya pasó, todos se acostumbraron a convivir con el virus, los tapabocas y el desinfectante de manos. Quienes viven allí tienen esa experiencia compartida, duelos en común, recuerdos oscuros de lo que quedó atrás. Siempre fue una ciudad vibrante, enérgica, pero ahora, además, hay un espíritu festivo. Tal vez también tenga que ver con esto la reciente legalización del consumo de marihuana, en marzo de este año. Desde entonces su olor dulzón es casi ineludible. En sus calles se vive como una combinación de alegría y alivio que uno puede imaginar similar a la que se siente luego de una guerra. 

Los neoyorquinos siempre supieron aprovechar los espacios públicos: cuentan con muchos y de calidad. Pero ahora parecen estar compensando por cada día de encierro y las plazas están colmadas —aunque con distancia— de personas disfrutando el aire libre, leyendo, andando en skate, tomando sol y hasta haciendo una barbacue con la familia. También volvieron los recitales, desde los pequeños hasta los multitudinarios, y los pubs, donde se toma y baila para celebrar.

Iniciativa solidaria en el Washington Square Park. Foto: AFP Iniciativa solidaria en el Washington Square Park. Foto: AFP

El mejor momento para visitar la ciudad. En el aeropuerto se vuelve evidente que la cantidad de turistas descendió drásticamente. Aquellas largas colas habituales en migraciones del JFK ahora se reducen a un puñado de personas y en cuestión de media hora se puede estar saliendo rumbo a Manhattan. En la ciudad, ese vacío también se hace notar. Salvo en Times Square, el sitio favorito de los turistas para tomarse fotos, es raro encontrarse con una aglomeración. 

Previo a la pandemia, cada museo tenía su cola, ya sea para entrar o para ver un pequeño pero famoso cuadro de Van Gogh. Ahora, en cambio, se puede disfrutar de las diferentes salas con otra tranquilidad, pues están prácticamente vacías.

Eso sí, para entrar hay que presentar certificado de vacunación, ya sea en su versión digital o impresa (la app Coronavirus UY consume datos y no se puede acceder a ella sin roaming). El carnet no solo es un requisito para los museos, sino también para los restaurantes y prácticamente todas las actividades a puertas cerradas. Esta cuestión más burocrática puede llegar a armar un pequeño cuello de botella en alguna entrada, pero en general no suelen ser más de unos minutos entre que algún incauto busca en sus bolsillos el papel que no recordaba que debía presentar.

Las calles de Nueva York atípicamente vacías. Foto: Alejandra Pintos. Las calles de Nueva York atípicamente vacías. Foto: Alejandra Pintos.

Un clásico: los museos neoyorquinos. Hay excepciones con respecto a las filas, claro, como la muestra In America: A Lexicon of Fashion del Costume Institute en el MET Museum. Las exhibiciones de moda suelen ser una forma de atraer público al museo y se organizan de forma anual, precedidas por la famosa MET Gala que reúne a celebridades de todo el mundo para recaudar fondos para su financiación. En 2018 Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination fue visitada por 1,65 millones de personas, siendo una de las más populares hasta el momento.

La de este año repasa casi 100 años de moda estadounidense, con piezas de diseñadores fundacionales para la industria, como Anne Klein, Halston y Ralph Lauren, y otros emergentes como Emily Bode, Christopher John Rogers y la uruguaya Gabriela Hearst. Cada atuendo representa una palabra que resume la esencia del diseñador y de esa pieza en particular. Por ejemplo, el colorido poncho de Hearst tejido por artesanas de Manos del Uruguay representa el confort.

Para entrar al Costume Institute dentro del MET hay que atravesar el ala de arte egipcio y hacer una fila de unos 15 minutos —dependiendo del día y la hora pueden ser más o menos— frente al templo de Dendur, del año 10 a. C. La hermosa vista hace algo más agradable la espera. Dentro, las salas pequeñas donde se realiza esta exhibición anual están a máxima capacidad y no son tan sencillas de navegar como el resto del museo.

Muestra en el MET Museum. Foto: AFP. Muestra en el MET Museum. Foto: AFP.

Siguiendo con el tema de la moda, otra exhibición interesante es Christian Dior: Designer of Dreams en el museo de Brooklyn, que se extiende hasta febrero de 2022 y repasa el trabajo de los nueve directores creativos que han estado al frente de la maison, desde Christian Dior a María Grazia Chiuri. La puesta en escena es espectacular, tanto que por momentos opaca a los vestidos —sobre todo en las áreas “instagrameables”. Phyllis Dillon, una historiadora textil que se encontraba recorriendo la muestra comentó a galería que “no es necesario tanto artificio, los textiles son tan preciosos que hablan por sí mismos”. De todas maneras, para quienes no son expertos en el tema pero que disfrutan de la moda es un imperdible.

Muestra de Dior en el Museo de Brooklyn. Foto: Cortesía del museo. Muestra de Dior en el Museo de Brooklyn. Foto: Cortesía del museo.

La tendencia: muestras de arte inmersivo. Los museos no le agradan a todo el mundo. Mientras que a algunos les parecen enriquecedores y sorprendentes, a otros les pueden resultar aburridos. Sobre todo en la era de las pantallas, donde estamos acostumbrados a otros tiempos, otros estímulos. Por eso, en el mundo el arte inmersivo está en auge.

En estas instalaciones se desdibujan las barreras entre el arte y el espectador, que pasa a interactuar con las obras e incluso es absorbido por ellas. Claro que no reemplaza a las grandes obras de arte —aunque a veces se base en ellas, como Van Gogh Exhibition: The Immersive Experience— pero no deja de ser novedoso y entretenido.

Para notar su popularidad en Nueva York, basta con entrar a una app de entradas como Today Tix y buscar “immersive art” para encontrar decenas de opciones. Una de las mejor rankeadas es Geometric Properties, con patrones matemáticos y fractales creados por el artista danés Julius Horsthuis. Sus mundos imposibles y dinámicos son proyectados en salas enormes, donde uno puede pasar varios minutos absorto mirando los diseños hipnóticos. También hay un espacio más pequeño con pantallas interactivas que captan el movimiento del espectador y modifican los fractales en función de ello.

Geometric Properties. Foto: Difusión. Geometric Properties. Foto: Difusión.

It’s show time: Broadway reabrió sus puertas. Después de un año y medio con la cortina baja, los 40 teatros que componen el circuito de Broadway reabrieron sus puertas a mediados de setiembre y un centenar de artistas volvieron a las tablas. Por supuesto, están los clásicos como Lion King y Wicked, los éxitos recientes, Hamilton y The Book of Mormon y los estrenos como Diana, basado en la trágica vida de la princesa de Gales.   

Aún con aforo reducido, la reapertura tiene un gran impacto económico en la ciudad porque representa uno de sus grandes atractivos turísticos. En la temporada 2018-2019 unos 15 millones de espectadores se sentaron en las butacas de los teatros en la zona de Midtown Manhattan y solo un tercio de ellos eran residentes del estado de Nueva York.

Tal vez uno de los shows que mejor captura el espíritu de la ciudad en estos tiempos es American Utopia, de David Byrne. Su escenografía y vestuario son sencillos, minimalistas, lo que hace que el foco esté inevitablemente puesto en el músico y los 10 artistas que lo acompañan. Byrne entrelaza canciones principalmente de su época al frente de los Talking Heads con monólogos sobre la realidad estadounidense como la victoria de Donald Trump en 2016, lo poco representativo del sistema electoral y el racismo endémico. Es inteligente, conmovedor y, lo mejor de todo, termina invitando al público a bailar, una experiencia colectiva alegre y necesaria.

Tensiones raciales. En American Utopia Byrne toca una versión de Say her name, una canción de Janelle Monaé que honra a mujeres afro víctimas de la brutalidad policial cantando uno a uno sus nombres. La más chica tenía 7 años, la más grande 93. Que un hombre blanco de 70 años dedique parte de su show a hablar del tema es, sin duda, una muestra de que es un tópico que se ha vuelto urgente. 

Las consignas Stop Asian Hate y Black Lives Matter tapizan la ciudad, desde grafitis improvisados a murales y memoriales. Se pueden ver en las remeras de los neoyorquinos, en las obras de arte que cuelgan en las galerías y en pegotines o tazas que venden en tiendas independientes. Si la covid unió a la ciudad, el racismo y la discriminación la continúan dividiendo. 

Chinatown, por ejemplo, fue uno de los barrios más golpeados por la pandemia y muchos negocios se vieron obligados a cerrar. Al recorrer sus calles es frecuente ver cortinas bajas. Al ser apodado por “virus chino” por el entonces presidente, se desató una ola de odio hacia las personas asiáticas, que resultó en incidentes e insultos en la calle.

Comercios cerrados en Chinatown. Foto: Alejandra Pintos. Comercios cerrados en Chinatown. Foto: Alejandra Pintos.

Mirar alrededor. Los montevideanos envidiamos a las ciudades con subte y, por eso, la novelería del tren que va bajo tierra suele ser tentador para nosotros cuando visitamos Nueva York. Sin embargo, es sin duda una ciudad para recorrer a pie. Cada barrio tiene un espíritu diferente, bien marcado, y cuando uno viaja de un punto a otro sin detenerse a observar lo que hay en el medio es mucho lo que se pierde.

Por ejemplo, en cuestión de unas cuadras Chinatown se transforma en Little Italy, otro barrio que acogió inmigrantes hace más de un siglo pero que tiene un ambiente totalmente diferente. Y pegado a ellos está Soho, el barrio de moda, donde se encuentran las principales tiendas de marcas internacionales como Gucci y Louis Vuitton, y también locales como Tibi y Sandy Liang. Particularmente Orchard, Ludlow y Broome Street se han vuelto muy populares en los últimos años.

A veces, claro, las distancias son demasiado grandes pero por suerte hay alternativas. Cada pocas cuadras se pueden encontrar estacionamientos de Citi bikes, bicicletas que se alquilan a través de una aplicación que permite escanear un código QR y desbloquear sus trancas. Están las clásicas y las asistidas, que hacen el pedaleo más liviano gracias a un pequeño motor eléctrico, aunque estas últimas son las más cotizadas y no son sencillas de encontrar.

También está la opción del ferry, que es público y tiene una tarifa bajísima en relación con las vistas que ofrece. Por 2,75 dólares se puede viajar en barco del norte al sur de Manhattan (y viceversa) o cruzar a diferentes áreas de Brooklyn. Desde el ferry se puede apreciar la majestuosidad del skyline neoyorquino que nunca deja de crecer y modificarse con nuevos rascacielos que pretenden desafiar las leyes de la gravedad. 

Foto: Alejandra Pintos. Foto: Alejandra Pintos.

Datos útiles

Actualmente Estados Unidos prohíbe la entrada a viajeros que hayan estado en Europa, China, Brasil, India, Sudáfrica o Irán en los últimos 14 días —salvo que sean ciudadanos —. En contraposición, para los latinoamericanos es relativamente sencillo entrar: hay que presentar un PCR negativo realizado en las 72 horas previas al vuelo y la documentación de siempre, pasaporte y visa. El país no exige certificado de vacunación, pero algunas aerolíneas sí lo hacen. En Nueva York se solicita para entrar a museos, restaurantes y otros espacios cerrados. Esta regulación cambia el 8 de noviembre, cuando se empezarán a solicitar vacunas.