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Cuando un
animal llega a un hogar, logra ganarse el cariño de todos sus miembros. Sabemos
que la vida de nuestros mejores amigos es mucho más corta que la de un ser
humano. Y el dolor que se deberá afrontar cuando nuestras mascotas fallecen es
directamente proporcional al amor que nos brindaron todos esos años.
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Pautas
para abordar el tema con los niños y niñas.
Es
frecuente escuchar a los adultos que con el fin de “ahorrar sufrimiento”
terminan incrementándolo. Esto sucede cuando en vez de explicar y poner
palabras sobre lo sucedido, les dicen que la mascota fallecida “se fue al
cielo” o que “está en alguna estrella” o que “la pusieron a dormir”. Es
importante considerar que los niños pequeños se manejan en el plano de la
literalidad. Es decir, aún no logran comprender metáforas, con lo cual el
adulto deberá estar atento a esto para no confundir o entorpecer las cosas.
Para ello, también es sustancial tener en cuenta en qué momento del desarrollo
evolutivo se encuentra el niño y responder siempre con la verdad, pero de una
manera acorde a sus tiempos lógicos.
Se debe
explicar claramente que no se va a volver a ver a esa mascota una vez fallecida
y habilitar el momento en que el niño pueda despedirse, entendiendo esto como
“rituales simbólicos”, por ejemplo, hacerle un dibujo o ir al entierro, que son
partes importantes para el comienzo de cualquier duelo. Del mismo modo, si no
desean participar, no hay que insistir, ya que esto podría causar culpa. Por
ello, se hace hincapié en prestar atención a la necesidad de cada niño.
Otra buena
recomendación es no llevar a casa de inmediato a un nuevo animal, ser prudentes
y esperar, hacer lugar al dolor para sanar.