Es una competencia esencial en la alfabetización digital y el trabajo del futuro y, desde la infancia, el pensamiento crítico puede ser un instrumento poderoso para tomar decisiones más inteligentes. ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se desarrolla?
Es una competencia esencial en la alfabetización digital y el trabajo del futuro y, desde la infancia, el pensamiento crítico puede ser un instrumento poderoso para tomar decisiones más inteligentes. ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se desarrolla?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Somos un animal que se engaña a sí mismo”. Lo dicen Richard Paul y Linda Elder, creador y actual presidenta de la Fundación para el Pensamiento Crítico respectivamente. Lo dicen refiriéndose a lo empobrecido de nuestro pensamiento, a las fallas de un mecanismo que responde con automatismos cuando debería reflexionar, y que en vez de cuestionar elige confirmar. Paul, filósofo, y Elder, psicóloga educativa, dicen esto y dicen también que el principal responsable de ese autoengaño es nuestro egocentrismo. “Los humanos no solemos considerar los derechos y necesidades de los demás, ni solemos apreciar el punto de vista de otros o las limitaciones de nuestro punto de vista”, explican en su Miniguía para el pensamiento crítico. Cualquier persona que haya vivido en la Tierra el tiempo suficiente podría simplemente asentir y aceptar la responsabilidad que le toca. “Mucho de nuestro pensar, por sí solo, es arbitrario, distorsionado, parcializado, desinformado o prejuiciado”, aseguran. “Creo en lo que se ‘siente bien’, lo que apoye mis otras creencias, lo que no me exija que cambie mi modo de pensar de forma significativa y lo que no requiera que admita que me equivoqué”.
Si sus observaciones incomodan, la solución a esta “falla” en el mecanismo, a priori, incomoda aún más. El concepto de pensamiento crítico no es precisamente de avanzada; su origen se remonta a los filósofos de la Antigua Grecia. Pero en el último tiempo, aplicarlo se ha vuelto más necesario que nunca. Sirve, fundamentalmente, para diferenciar los hechos de las opiniones, para apoyarse en la evidencia más que en las conjeturas, para entender y validar puntos de vista distintos y para tomar decisiones más informadas.
El British Journal of Educational Technology ubica el pensamiento crítico entre las competencias esenciales de la alfabetización digital, y los expertos la consideran una de las cualidades que serán más valoradas en el futuro a nivel profesional.
“Creo que el pensamiento crítico es fundamental para decodificar un mundo que está lleno de información, para poder cuestionarnos y salir de ese piloto automático, y también para adaptarnos a cómo responder a este ritmo vertiginoso, porque necesitamos repensar algunas cosas como sociedad”, dice Vera Babat, licenciada en Psicología, chief culture officer en Abstracta (empresa enfocada en pruebas de software) y cocreadora junto con Mercedes Remedi —licenciada en Comunicación y cofundadora de Learninc, empresa dedicada a enseñar inglés para trabajar en inglés—, del podcast (en inglés) The Everything Else, en el que, entre otros temas, abordaron este.
Fomentado desde la infancia, el pensamiento crítico permite a niños y jóvenes tener una mirada más entrenada y analítica ante la vida, en su sentido más amplio; en el aula, y más específicamente frente a la cantidad de estímulos e información a la que se exponen diariamente en YouTube o las redes sociales.-
Los adultos no escapamos a esta realidad. Evitar caer en la trampa de las fake news, la publicidad encubierta y las fotos con filtros es todo un desafío; el pensamiento crítico es un instrumento poderoso para discernir y no ser blanco fácil para la manipulación.
Engranaje complejo. Para explicar el funcionamiento del pensamiento crítico, Vera Babat cita a Daniel Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar despacio. Allí, el psicólogo israelí-estadounidense, ganador del premio Nobel en Ciencias Económicas, se refiere a dos sistemas de pensamiento: uno que es rápido, intuitivo y automático, y otro que es el pensamiento lento, que implica el ejercicio consciente de detenerse y prestar atención al asunto. “El sistema dos requiere tiempo, y requiere de nuestra atención plena, y esas son cosas que están totalmente en riesgo en nuestra sociedad de ruido y sobreestímulo, de velocidad. Estamos en todos lados a la vez, entonces no estamos ejercitando la capacidad de estar (presentes) en los lugares, en la conversación”, opina Babat. Ese segundo sistema es el que pone en funcionamiento el pensamiento crítico.
Cuando solo funciona el sistema uno no hay lugar para hacerse preguntas y no existe el pensamiento crítico. “Abrirnos a cuestionarnos aquellas cosas de las que estamos convencidos, y dudar y preguntarnos cuál podría ser una mejor manera, implica coraje. Y una vez que ves desde otro lugar aquello que tenías naturalizado, después a veces te es difícil hacer de cuenta que no lo viste, y es un llamado al cambio”, dice Babat.
En el episodio que estas dos “apasionadas de la educación” dedican al pensamiento crítico, ilustran esa experiencia con el ejemplo de una persona que se quita los anteojos para intentar ver sin ellos, y al volver a ponérselos siente que ya no le quedan tan cómodos. “Es importantísimo entender que todos percibimos la realidad desde nuestras propias posiciones subjetivas, y que requiere una cantidad de esfuerzo poder entender la posición del otro, la intencionalidad en la comunicación; que no es lo que hacés cuando estás, por ejemplo, scrolleando en Twitter”.
Hay quienes dicen que el cerebro es perezoso, y que toma atajos para sortear más rápidamente los avatares más nimios de la vida cotidiana. Pero según Babat, lo que el cerebro hace es, en realidad, priorizar. “El cerebro es el órgano más maravilloso de nuestro organismo, es fascinante. Lo que pasa es que son tantos los estímulos, que tiene que priorizar dónde poner la atención, entonces muchas cosas las resuelve por estos mecanismos, que son como vías rápidas; necesitamos entender cómo funciona el cerebro para poder dilucidar cuándo lo estamos usando (a esos automatismos) a nuestro favor, y cuándo estamos haciendo algo en el mínimo esfuerzo”.
Pequeño manual. Desarrollar el pensamiento crítico es un acto voluntario que tiene como principal requisito el compromiso de superar el egocentrismo. Para poder salir de la propia perspectiva hace falta hacer (y hacerse) muchas preguntas.
El filósofo español y promotor del pensamiento crítico José Carlos Ruiz está convencido de que “estamos perdiendo la capacidad de hacer buenas preguntas”, según dijo en la charla Gestionando hijos, que tuvo lugar en Madrid. La calidad de esas preguntas también van dando forma a la calidad del pensamiento. “Aquel que piensa críticamente tiene un propósito claro y una pregunta definida. Cuestiona la información, las conclusiones y los puntos de vista. Se empeña en ser claro, exacto, preciso y relevante. Busca profundizar con lógica e imparcialidad. Aplica estas destrezas cuando lee, escribe, habla y escucha al estudiar historia, ciencia, matemática, filosofía y las artes, así como en su vida personal y profesional”, dicen Elder y Paul en su Miniguía.
Es importante entonces, en este proceso, despojarse, al menos circunstancialmente, de los supuestos en que nos fundamentamos, entender los propios “sesgos de confirmación” (cuando se busca información que respalde nuestras ideas previas), y contar con cualidades intelectuales como: humildad, para no pretender que sabemos más de lo que sabemos; entereza y valentía, para entender “que hay ideas que creíamos peligrosas y absurdas que son ciertas y que hay falsedad o distorsión en algunas ideas muy afianzadas en nuestro grupo social”; empatía, para “poder razonar a partir de premisas, supuestos e ideas que no son los nuestros”; autonomía, para aprender a pensar por nosotros mismos; integridad, para “someterse al mismo rigor de evidencia y prueba” que exigimos a los demás; perseverancia, para enfrentarnos por más tiempo “con la confusión y con los asuntos irresolutos para lograr un entendimiento o una comprensión más profunda”; confianza en la razón, para entender que “los intereses propios y de la humanidad estarán mejor atendidos (...) si fomentamos que la gente llegue a sus conclusiones al desarrollar sus facultades para razonar”; e imparcialidad, para “tratar todos los puntos de vista de la misma forma a pesar de los sentimientos o intereses personales que uno, sus amigos, su comunidad o su nación tengan”.
Según los expertos que elaboraron la Miniguía para el pensamiento crítico, se alcanza esa calidad de pensamiento cuando se logra claridad, exactitud, precisión, relevancia, profundidad, amplitud, lógica, importancia y justicia.
Si bien lo ideal es aplicarlo rutinariamente, según Babat, por su propia naturaleza no habría que automatizarlo. “Pero sí generar ese tiempo y ese espacio para reflexionar”, dice, y pone el ejemplo del vínculo entre las redes sociales y la responsabilidad. “¿Cómo podemos no contribuir al ruido que hay en la sociedad y colaborar constructivamente? Antes de compartir algo, hacernos ciertas preguntas: ¿Lo leí? ¿Sé la fuente? ¿Entiendo lo que hay detrás de esto? ¿Por qué quiero compartirlo? ¿Con quién lo quiero compartir? ¿Es por acá que lo quiero compartir? ¿Qué dice de mí? Permanentemente estamos ante un momento en el que sacarnos el piloto automático nos puede ayudar a hacer las cosas de una manera más consciente, y de esa manera elegir lo que hacemos”.
Según la psicóloga, esas preguntas no tienen que ser solo racionales. “Hay que entender también qué se está jugando en mí, cuáles son las emociones que están en juego. Una de las cosas que queríamos desarmar en este episodio (el de The Everything Else sobre pensamiento crítico) era esta idea de que, o sos emocional, o sos racional y pensás críticamente. Somos seres integrados y las emociones siempre están. Lo que necesitamos es aprender a conocerlas y regularlas para poder hacer una pausa, y generar ese espacio entre acción y reacción”.
Preguntas en el aula. Ruiz, autor de libros como El arte de pensar y Filosofía ante el desánimo. Pensamiento crítico para construir una personalidad sólida, coincide en que la humildad es un buen punto de partida para incentivar el pensamiento crítico, y explica la importancia que tiene en los niños esa capacidad “de ver que todo lo que está a su alrededor tiene cosas importantes que enseñarles”. La capacidad de asombro, la curiosidad y el cuestionamiento son tres pilares imprescindibles para enseñarles a “pensar bien”.
Ruiz va incluso un poco más allá, y declara al pensamiento crítico visual la “batalla del siglo XXI”. El experto opina que educar la mirada en tiempos de redes sociales es básico para evitar ese fenómeno que se está dando en niños y jóvenes de empoderar su imagen virtual frente a la real. “Que tengan capacidad de tomar imágenes, seccionarlas y darse cuenta de que la imagen que se proyecta en el agua de Narciso, no son ellos. Ellos están creando un avatar virtual, una imagen de sí mismos, de la que de a poco se van enamorando si ven el refuerzo externo en forma de likes”. Para facilitarles las herramientas de análisis crítico y que sean capaces de diferenciar lo que es real de lo que es virtual, están los padres, opina.
En esa misma ponencia, Ruiz cita al expresidente José Mujica: “Hay que vivir como se piensa, de lo contrario acabarás pensando como vives”. Según el filósofo, hoy hacemos lo contrario: “vivimos y después pensamos”. Bastante de eso hay si se toma en cuenta que partimos de un egoísmo innato que, según Elder y Paul, lleva a que el ser humano se aferre “a las creencias que justifiquen el que tenga más poder, dinero o ventajas aunque esas creencias no estén basadas en razones ni en la evidencia”. Por eso, para desarrollar el pensamiento crítico hace falta trabajar y cultivar valores altruistas.
En los padres también está, según Babat, el reto de cambiar algunas respuestas; de escapar de ciertos preceptos heredados de generaciones anteriores para acercarles a nuestros hijos herramientas más adaptadas al presente y el futuro. “Hay un mensaje muy instalado en la sociedad que dice que una vez que empezás algo, lo tenés que terminar. Te das cuenta cuando les decís a tus hijos: ‘Empezaste taekwondo, tenés que seguir’. Pero ¿si no le gusta? ¿Si él sabe que no es por ahí? Nos autoimponemos cosas a veces”. Lo que sugiere Babat es que, en vez de responderles automáticamente con discursos que tal vez nunca analizamos pero repetimos de memoria, los ayudemos a que busquen cuáles son sus preguntas, y que saquen sus propias conclusiones. “Creo que cuando se van acostumbrando desde niños a darle espacio en ciertos momentos al pensamiento profundo se vuelve algo más de todos los días, y se van generando culturas de personas más reflexivas”.
Preguntas en la vida. Si hablamos de los trabajos del futuro, sin duda aquellos roles en los que se puede aplicar el pensamiento crítico tendrán más chances de persistir por el simple hecho de que una máquina es incapaz de realizar este tipo de razonamiento. “Las máquinas ya han demostrado que pueden hacer cosas que hacemos nosotros, y que las hacen muy bien, porque no descansan, no comen, no paran, no se ponen a charlar, no cobran un sueldo, no tienen reivindicaciones; hay veces que les hacemos muy fácil que nos reemplacen”, reflexionó Babat. La capacidad de pensar críticamente es humana, y solo humana. “En un proyecto profesional, por ejemplo, donde se tomaron decisiones que tenían sentido en ese momento pero que después por distintos motivos ya no lo tienen —ya sea porque yo cambié, porque el entorno cambió, porque las necesidades cambiaron, porque el mercado laboral cambió, por lo que sea—, tengo que poder detenerme y pensar. A veces no es para hacer un cambio radical, pero tiene que ver con cómo cambio, cómo adapto mejor lo que venía haciendo, y desprenderme del ‘siempre se hizo así’. En algún momento a las cosas que nos generan malestar necesitamos dedicarles atención, poner el foco y pensar. ¿Qué es lo que no funciona? ¿Por qué? ¿Qué podría cambiar para que funcionara distinto? ¿Con quién necesitaría tener esta conversación? Cosas viables. Pero todo el tiempo estás escuchando que la gente no se toma el tiempo”.
Esta forma de pensar no solo aplica a la vida profesional. También puede contribuir a elegir un compañero de vida más adecuado o a darse cuenta cuando una relación ya alcanzó su fecha de caducidad. Un estudio de 2017 realizado por investigadores de varias universidades de Estados Unidos concluyó que las personas con mayor pensamiento crítico tendían a sufrir menos sucesos negativos en su vida, y la explicación sería que el pensamiento crítico favorece la toma de buenas decisiones incluso más que la inteligencia. Por algo Babat y Remedi incluyen al pensamiento crítico en lo que llaman “kit de supervivencia” para adaptarse a los desafíos.
Una oda al tiempo. “Víctor Frankl (neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco) dice que entre el estímulo y la respuesta hay un espacio, siempre, y que es en ese espacio donde está nuestra capacidad de elegir nuestra respuesta. Y es esa respuesta que elegimos la que permite nuestro crecimiento y nuestra libertad”, dice Babat. Por eso hace énfasis en la necesidad de hacerse un tiempo para ser capaces de reflexionar y de cultivar nuestras habilidades más humanas, y no estar tan sensibles a los estímulos ni reaccionar de manera automática. “Visto así es inevitable considerarlo una herramienta clave para no ser manipulados, para nuestra libertad y para la capacidad de construir la vida que queremos vivir”. La calidad de vida, dicen, depende de la calidad de los pensamientos.
Pero también es importante tener claro que no todos los pequeños eventos de la vida ameritan un análisis profundo. Discernir cuándo aplicar el pensamiento crítico y cuándo no es parte de la cuestión. “Todos los psicólogos en algún momento de nuestra formación anduvimos cuestionando todo, todo el tiempo, y en un momento nos dimos cuenta de que no, no era por ahí. Te enloquecés y enloquecés a los demás. Hay momentos en que hay que vivir las cosas más livianamente”, opina Babat a la vez que propone, también, vivir los cuestionamientos más como una “curiosidad alegre” y no como “algo tortuoso”. “La curiosidad es una energía bellísima. Es lo que nos mueve, es el deseo de saber”. Y es lo que genera, también, conversaciones más comprometidas e interesantes.