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Proa al Mar: una pequeña joya de la costa de Maldonado

Un balneario poco conocido en las costas de Maldonado, destaca por su tranquilidad y la belleza de sus vistas al playa

Un balneario poco conocido en las costas de Maldonado, destaca por su tranquilidad y la belleza de sus vistas al playa

Solís, Bella Vista, Las Flores, Playa Verde, Playa Hermosa y Playa Grande. Hasta ahí conocen -más o menos- todos los que han tenido la suerte de descansar en algún momento en los balnearios que anteceden a Piriápolis. Pero escondida entre Playa Verde y Playa Hermosa hay una pequeña joya de la costa de Maldonado, cuya existencia muchos desconocen: Proa al Mar.

El pequeño balneario, que más que un balneario propiamente dicho es un área residencial de Playa Hermosa, ocupa un pequeño territorio a partir del kilómetro 92 de la Ruta 10, a los pies del Cerro de los Burros. El nombre viene de la forma que toma la costa en esa zona, donde crea una proa que se adentra en las aguas del Río de la Plata. Son apenas unas cuantas manzanas, atravesadas por la ruta, que en una treintena de años se han ido poblado, al punto que ya casi no quedan terrenos libres. Sin embargo, en sus calles, largas y arboladas, se respira tranquilidad. No hay movida, ni aglomeraciones de personas, por lo que es un destino recomendable para disfrutar un fin de semana en familia o unas vacaciones relajantes.

Si uno va por la ruta, es fácil seguir de largo. Si va por la costanera, es difícil darse cuenta de que ya que no está en Playa Verde, porque no hay ningún límite natural ni cartel indicador entre los balnearios. Tampoco sucede que uno pueda terminar allí por casualidad, porque no hay ningún restaurante, ni club social. Los pocos servicios y la ausencia de opciones de ocio aportan a la tranquilidad de la zona y no son un problema puesto que se complementa bien con los servicios que ofrecen balnearios aledaños, e incluso la cercana Piriápolis.

CAMBIOS EN EL PAISAJE. Este paraíso sereno está reservado para los pocos que saben de él. Los lugareños prefieren no revelar mucho sobre el lugar, y hay quien dice que se han encargado en más de una oportunidad de quitar el cartel que en la ruta da la bienvenida a Proa al Mar.

A pesar de eso, el paso de los años y el boca a boca transformó lo que antes era una zona agreste con terrenos vírgenes en un área poblada, llena de casas que aumentan de tamaño a medida que se acercan a la primera línea costera.

Hace 40 años, cuando la gran mayoría de los terrenos estaban vacíos el aroma de las retamas silvestres lo inundaba todo y, como en la mayor parte de los balnearios de la zona, por la noche reinaban los bichitos de luz. Hoy eso se ha perdido. En su lugar han surgido una cantidad de casas con jardines bien pensados, que se mantienen cuidados a lo largo del año.

Desde las construcciones de los primeros pobladores se veía el mar, los cerros y toda la curva de Playa Hermosa hasta Piriápolis. Hoy, la cantidad de casas que se han construido ha conspirado contra esa vista panorámica, pero el mar continúa allí, y sigue siendo el espectáculo principal.

Las playas resultan atractivas para los aficionados a la pesca ya sea con fija, a la encandilada o con redes. Es común ver a alguno salir del agua con lenguados y corvinas, pero los que tienen años en el balneario aseguran que ya no es lo mismo.

De todas formas la pesca no es el único atractivo de esas playas, que son admiradas por su belleza, la claridad del agua y la blancura de la arena. No son territorio de cantos rodados como sucede en Bella Vista y Las Flores, lo que las hace más accesibles para los baños y aun en la zona de rocas se forman "piscinas" naturales de fondo de arena, ideales para darse un baño y deleitarse buceando entre la fauna marina. Eso sí, hay que saber dónde encontrar estas "piscinas".

Una de las grandes ventajas de la zona es su privacidad. Si se visita en invierno, se puede pasar todo un fin de semana paseando por las playas sin conversar con nadie, y en verano las playas ofrecen cierta privacidad. En temporada, numerosos turistas se concentran hacia un lado en la playa de Lamas en Playa Verde, y hacia el otro en la extensa Playa Hermosa. Proa al Mar, una vez más, pasa desapercibida.

MEZCLA DE ESTILOS. La construcción más antigua y reconocible de Proa al Mar es un chalet señorial frente al mar, edificado en 1920, que perteneció al doctor Alfonso Lamas, médico personal de José Batlle y Ordóñez. La residencia se construyó basada en el Hotel Colón, el edificio estilo Tudor renacentista ubicado en la rambla de Piriápolis. Imita las casas de la campiña inglesa con gruesos muros y techos empinados a dos o más aguas. Fue construido como residencia para Lamas y hoy es propiedad de un hombre de origen belga, quien lo ha reciclado y mantenido para que mantenga su belleza original.

Entre los primeros propietarios figuran varios argentinos, ya que un porteño de apellido Pastorino, dueño de una armería en Buenos Aires, descubrió el lugar y compró un terreno hace alrededor de 50 años. A tal punto se enamoró de la zona que motivó a sus empleados a invertir en terrenos, y de a poco fueron construyendo sus casas de veraneo allí.

Hace algunos años, la belleza natural del área logró atraer a los exjugadores de la selección uruguaya Sebastián Eguren y Andrés Scotti, que tienen sus casas casi enfrentadas, a pocos metros una de la otra. En los últimos tiempos, el surgimiento de la Licenciatura en Lenguajes y Medios Audiovisuales del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes, que se desarrolla en Club Playa Hermosa, ha provocado un aumento en la cantidad de residentes permanentes de la zona. Además, algunos europeos han elegido Proa al Mar como lugar para instalarse y pasar sus años de jubilación. Sin embargo, son muy pocos los pobladores estables, y en invierno la gran mayoría de las casas permanecen cerradas, esperando el regreso de los días de calor y playa.