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Surgió como un pueblo de pescadores y fue sede de la movida joven; ahora se posiciona como un destino familiar y de calidad, tanto en los hospedajes como en la oferta gastronómica
Playas hermosas sobre la costa oceánica, con agua tibia durante el verano y un ambiente familiar y tranquilo. Actividades que van desde el clásico surf hasta nado en aguas abiertas, yoga, tenis y cabalgatas. Una gastronomía de calidad, que incluye pesca del día, pastas caseras, panadería de masa madre y comida vegana. Noches oscuras, sin contaminación lumínica, donde las estrellas brillan con fuerza. Dormir sin más ruidos que el sonido de las olas. Esa es ahora la experiencia Punta del Diablo.
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Sin embargo, seguramente todavía perdure en la memoria de muchos uruguayos —quizá porque lo vivieron en primera persona, los padecieron o lo vieron en las noticias— la época en que el balneario era tierra fértil para los boliches y los adolescentes, los dueños del lugar. A media mañana, mientras el resto de los veraneantes despertaba, los jóvenes salían de bailar. Los que no llegaban a sus casas, se quedaban dormidos por el camino, usando el pasto, una casa en obra o incluso una hamaca ajena como cama. A esa hora (y casi que solo a esa hora) las playas eran tranquilas. En la tarde, las familias eran desplazadas por las fiestas en la arena, con la música a todo volumen y las pistas de baile improvisadas. De noche, en lugar de escucharse los grillos, los sonidos de las diferentes previas flotaban en el aire. Esa era la rutina que se repetía todos los días durante, por lo menos, la primera quincena de enero.
Cansados de esa dinámica, en 2011 pobladores y empresarios presentaron un recurso de amparo en la intendencia; si bien el pueblo se llenaba, era un turismo que no dejaba dinero y generaba demasiada tensión. Con la nueva normativa, los boliches dejaron de ser rentables y emigraron a otras zonas de Rocha. Y, aunque esto fue hace 10 años, al balneario le costó por lo menos dos recuperar a las familias y aún hoy lucha contra esa imagen. Alex Hernández y Carla de León, dueños de la posada Villa Juana, recuerdan esos años como una época “no oscura, pero gris”. En la piscina, donde hoy juegan cinco niños, hace una década se bañaban jóvenes que se colaban una y otra vez al patio del hospedaje.
En 2022, tiempo y pandemia mediante, la historia es otra. Salvo alguna que otra fiesta, los días y las noches transcurren con tranquilidad. “Punta del Diablo cambió porque en los últimos años hubo una gran inversión inmobiliaria y hay una propuesta de alojamiento de muy buena calidad. Se ha potenciado bastante el sector de playa La Viuda”, explica a Galería el director de Turismo de Rocha, Federico Zerbino.
Foto: Lucía Durán.
De pueblo de pescadores a destino turístico. Hace alrededor de 80 años Punta del Diablo era un pueblo de pescadores con un pequeño paseo de artesanos. Fue la belleza de sus playas la que empezó a atraer cada vez a mas turistas y el poblado se reconvirtió en balneario. Si bien los frutos del mar siguen siendo la estrella de su gastronomía, hoy la principal fuente de ingresos es el turismo. En los últimos años sumó al turismo local algo de extranjeros, que empezaron a llegar en busca de una experiencia más relajada que la que podían encontrar en otros balnearios. Se trata sobre todo de argentinos y brasileños, aunque también vienen de Norteamérica y Europa, en busca de la tranquilidad, de la naturaleza, de lo rústico.
Foto: Lucía Durán.
“Está viniendo un público de un nivel socioeconómico más alto, ha crecido mucho, lo ves en los vehículos, en el consumo de los supermercados”, afirma Hernández. Y agrega entre risas: “Ahora hay jamón crudo”. Ese público, dispuesto a gastar, es causa y efecto de una mejora en la oferta gastronómica y de alojamientos. Si bien siguen estando las clásicas cabañas y hostels, también cada vez más se encuentran otras propuestas como posadas con bungalows y piscina, eco-cabañas e incluso domos, una tendencia mundial.
El desarrollo de Chacras de la Laguna Negra es inusual para Rocha, tal vez se acerca más a la oferta de José Ignacio. Se trata del fraccionamiento de 60 chacras —por el momento hay tres casas construidas— con club social, piscina, canchas de tenis y de fútbol, e incluso caballos. El objetivo, según Juan Beyhaut, ingeniero agrimensor encargado del proyecto, es “generar una comunidad” y plantear un “estilo de vida diferente”, no tan centrado en las playas. A fines de enero, por ejemplo, organizaron un torneo de tenis con posibles compradores que terminó en un fogón a la luz de la luna.
Chacras de la Laguna Negra
Para Beyhaut, estos aires de cambio son el resultado de la llegada de nuevos pobladores, que se instalan en Punta del Diablo buscando ese estilo de vida y traen, con ellos, otra forma de hacer las cosas, otras ideas. Ese es el caso de la argentina Daniela Blandini, quien después de trabajar durante años como diseñadora gráfica resolvió hacer un cambio de vida. “En principio íbamos a pasar la temporada, nada más. Después llegamos y vimos que había una escuelita Montessori, y mandamos nuestra hija ahí. Nos pareció que el estilo de vida era muy bueno para la primera infancia y decidimos quedarnos. No fue premeditado, lo elegimos año a año”, cuenta a Galería.
Así fue que Blandini y su familia abrieron el bed and breakfast Sangha Yoga, una modalidad de alojamiento no muy extendida en Uruguay. El hospedaje ofrece habitaciones privadas, desayuno vegetariano y clases de yoga. La construcción, una edificación de madera de tres pisos, está ubicada en el bosque, como se le llama a la arboleda que lleva a playa Grande. Allí, rodeado de vegetación, hay un acogedor espacio de yoga, también en madera, y una cocina de estilo nórdico para uso común donde todo está permitido, salvo cocinar carnes.
Sangha Yoga. Foto: Lucía Durán.
Como Brasil, pero en Uruguay. Acompañando esa tendencia, hace dos temporadas la zona de playa Grande ganó popularidad. Durante mucho tiempo fue prácticamente inaccesible, pero desde hace un par de años se comenzaron a hacer calles y caminos que permiten a los veraneantes ir en auto y disfrutar de la bahía que se forma en el límite de Punta del Diablo y Santa Teresa. Allí, el agua cristalina y la presencia de los cerros recuerdan a la costa brasileña —de hecho, está a pocos kilómetros de la frontera—. La playa está resguardada del viento y hay que caminar una decena de metros para llegar a tener el agua por las rodillas, lo que la hace perfecta para ir con niños chicos.
Foto: Lucía Durán.
Pero el atractivo de playa Grande no se limita a la topografía de su costa. Es un lugar tranquilo, apenas urbanizado y separado del bullicio del centro por una arboleda. Al ser parte del fraccionamiento de Santa Teresa —pegado al parque homónimo— no tiene agua corriente ni electricidad. Esto hace que la noche sea particularmente hermosa, oscura e iluminada por la vía láctea, la luna y alguna ocasional luciérnaga.
Esa conexión con la naturaleza fue lo que llamó la atención de Juan Mena, empresario inmobiliario que esta temporada inauguró el “complejo ecológico y sustentable” Playa Grande, compuesto por cinco domos (uno más grande con baño dentro y cuatro pequeños con baño fuera) y un restaurante, que también ofrece desayuno —incluido— para los huéspedes.
“Lo que yo quiero cuando vengo a Punta del Diablo es tranquilidad, paz, playa linda. Eso no existe en el pueblo, por eso quería ofrecer otra experiencia. Este es un apartado, no tenemos luz ni agua y la mayoría de los que estamos acá queremos que siga así. Y eso que no es fácil, nos ha pasado que el sol no carga, que se nos rompan algunas cosas. Pero son costos que uno asume al estar en un lugar que no es el tradicional. Para mí, la clave es lograr este silencio, esta paz y valorarlo. Esas son cosas que en el mundo se van a ir terminando”, dijo a Galería.
Buda Sunset, restaurante del Complejo Playa Grande
Más allá del centro. Instintivamente, cuando uno está en busca de un lugar para ir a comer piensa en el centro. Allí, los locales se encuentran unos pegados a otros —generalmente en construcciones precarias— y es fácil dar una vuelta y en pocos minutos escanear la oferta gastronómica. Sin embargo, salvo excepciones puntuales, los locatarios recomiendan escaparle al pueblo. “Yo nunca recomiendo ir al centro, hasta que el centro no sea algo un poquito más ‘bello’, se podría decir. Les sugiero que hagan una vida más de playa, disfruten el lugar, salgan a comer”, asegura Blandini.
De todas formas, no es solo una cuestión de estética, sino también de la calidad de las propuestas. “Los alquileres son caros porque es una ubicación estratégica, pero los locales no están en condiciones para trabajar bien. Entonces la ecuación no cierra”, asegura Karina Pavlea, que vive en el balneario todo el año del alquiler de cabañas y de una panadería artesanal. “El público que es muy exigente, que antes no tenía respuesta, hasta dejaba de venir. Y en definitiva, es un público que consume y aporta al destino, que nos hace tener una buena temporada y eso nos permite seguir reinvirtiendo en nuestros proyectos”, agrega.
Almacén Perro Flauta.
Por eso, después de un par de intentos de hacer funcionar propuestas en el centro optó por irse a la zona del bosque y abrir Perro Flauta, uno de los lugares más recomendados actualmente por los residentes locales. Con su socio siempre fueron “muy desayuneros” y notaron que no había una propuesta en ese sentido, entonces empezaron a hacer croissants —que no tienen nada que envidiarles a las boulangeries montevideanas— y panificados de masa madre. Esta es su tercera temporada y cada mañana trabajan a máxima capacidad, ya sea en las mesas del local o con pedidos para llevar.
“Punta del Diablo está transitando este camino de destino turístico donde no necesariamente las propuestas de muy buena calidad tienen que estar en el epicentro del balneario. En otros tiempos había que estar en el lugar donde estaba la gente para poder tener clientes, ahora con las redes sociales es diferente”, asegura el director de Turismo.
Dolores del crecimiento. Estos atractivos turísticos contrastan con el pueblo, prácticamente atrapado en el tiempo. Salvo el pavimentado de unas pocas calles y una serie de demoliciones —las más recientes en 2011 y 2021— no se ha invertido en infraestructura. Martín Rodríguez, en su candidatura a intendente por Cabildo Abierto, prometió “erradicar el turismo hippie” y siendo director de Producción y Desarrollo de la Intendencia buscó prohibir que los artesanos se instalen en la calle. Pero más allá del paseo de compras frente a Los Pescadores, no se han creado nuevas oportunidades. Todos coinciden en que para que los turistas regresen cada verano y estén dispuestos a pagar más por los servicios, es necesario que el balneario se actualice.
“A mis huéspedes les transmito que hay otro Punta del Diablo, hay otra propuesta gastronómica, hay otros servicios más allá del pueblo, que yo le veo poca vida salvo por el ingreso obligado”, explica Pavlea. Para ella es urgente que el centro se actualice, no solo en cuanto a la oferta gastronómica, sino también de infraestructura. “Lo que a nosotros nos da de comer es la playa. Y donde nos quedemos sin playa nos quedamos sin laburo, sin casa, sin destino. Y eso no se está cuidando”, agrega. En la bajada de Los Pescadores, según las mediciones realizadas en enero de 2021 por la Intendencia de Rocha proporcionados a Búsqueda, los niveles de coliformes detectados en el agua fueron superiores al máximo permitido. Se está trabajando en un “saneamiento ecológico” con microorganismos que son depositados en los pozos negros, pero aún no es obligatorio.
Una de las principales demandas es la accesibilidad de las playas: la mayoría se encuentran retiradas y hay que caminar bastantes metros, subir dunas o bajar por piedras para llegar a la playa. “Falta un paseo costero, intervenciones urbanísticas que levanten el nivel. Hay una avenida central, que baja a la playa del Rivero, que podría tener un parque lineal que haga que la gente se involucre, que deje de usar el vehículo y eso puede hacer que se generen oportunidades comerciales”, afirma Juan Beyhaut.
El director de Turismo de la Intendencia de Rocha dijo a Galería que “no se llegó este año, pero hay un proyecto muy lindo de hacer 600 metros de paseo, desde la bajada hacia la playa de los Pescadores, donde arranca la peatonal hasta la prefectura. La calle va a tener un diseño y se va a trabajar el tema de los pluviales, que es complicado”. En cuanto a la accesibilidad, dijo que “hay dos proyectos que los financia la Dirección de Turismo y que los va a ejecutar la Intendencia de Rocha. Uno en la bajada de La Viuda y otro en El Rivero, que es complicada. Estamos planteando una bajada que no va a ser accesible dentro de las normas de accesibilidad, por ejemplo, para las sillas de rueda, pero va a tener 1,60 de ancho con doble baranda, en cuatro etapas, para descender alrededor de 7 metros”.
Con esos cambios, Punta del Diablo puede transformarse en el próximo gran destino turístico de Rocha. El desafío está en crecer sin perder la esencia.
DÓNDE ALOJARSE
Punta del Diablo tiene una amplia oferta de alojamiento, principalmente de casas particulares a las que también se les da un uso turístico. De acuerdo con la Intendencia de Rocha, se está trabajando en la formalización de estos lugares para crear una suerte de guía online con los que cumplen con “cierto estándar de calidad”.
Domos ecológicos frente al mar con desayuno incluido.
Desde noviembre del año pasado en Punta del Diablo funciona el Complejo Playa Grande, una propuesta de glamping con domos ecológicos. Foto: Lucía Durán.
Está situado en el medio del bosque, donde lo que se escucha es el crujir de los árboles y el canto de los pájaros. Suelen tener música en vivo y la carta es amplia.
Fue fundado por italianos y, si bien ahora tiene nuevos dueños, la gastronomía conserva esa herencia. El plato más recomendado son los raviolones de sirí.
Ideal para los que tienen antojos de frutos del mar, como camarones, mejillones y berberechos. También hay platos sin gluten y vegetarianos, y pueden preguntar por opciones veganas.
Sus panificados se agotan en cuestión de horas. Se puede ir a comer al lugar —cuentan con tres mesas— o pedir para llevar. Se recomienda hacer el pedido el día anterior para asegurarse los famosos croissants. El local se encuentra retirado de la calle y no es fácil de encontrar, así que seguramente necesite ayuda de algún vecino para llegar.
La mayoría de las personas que comen en Raíz no son vegetarianas; sin embargo, la propuesta saludable y sin carne es un éxito en Punta del Diablo. Hasta agosto del año pasado estaban en el centro, pero luego se mudaron a un acogedor espacio en la zona del bosque. Es aconsejable reservar mesa e ir en auto porque la caminata es larga.
No es en Punta del Diablo, sino a unos pocos kilómetros, en La Coronilla, pero todos los locales coinciden en que vale la pena el viaje en auto. Como su nombre lo indica, se trata de una pequeña cabaña ubicada en un entorno rural. Ofrecen cafetería y, además, se pueden comprar productos de huertas locales.