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Seis historias de amor y de éxito que no hubieran sucedido sin la pandemia

La crisis sanitaria frenó planes pero también abrió puertas hacia destinos inesperados, sobre todo para quienes supieron ver los obstáculos como una oportunidad

Se termina un año de coincidencia mundial y sentimientos compartidos. Difícilmente alguien recuerde otro que haya sido tan incierto para los tres millones y medio de uruguayos como para los casi cinco millones de irlandeses, los 1.400 millones de chinos o los más de 40 millones de argelinos. En algún punto, para gran parte de la población del planeta fue intenso, tedioso, triste, duro. Es un año que, en general, se va a despedir con adjetivos negativos.

Pero siempre hay tantos balances de fin de año como personas en el mundo, y 2020 no es la excepción. Es justo ahí, en un momento de introspección o en una conversación que va más allá de la superficie, donde también aparece el 2020 pandémico en el que se cumple con la frase cliché que dice que lo que no mata, fortalece. Así se vuelven visibles los aprendizajes, el autoconocimiento logrado, las capacidades y habilidades que parecían ajenas pero en realidad siempre estuvieron allí, esperando salir a flote. Y emergen historias como la de Milagros Costabel, una alumna no vidente del Liceo No 1 de Colonia que el 17 de diciembre ganó una beca para estudiar en Harvard. La adolescente se iba a postular a inicios de este año a llamados para estudiar en alguna universidad española, planes que se postergaron debido a la pandemia. Las becas para Estados Unidos no estaban en su mente; no se sentía capaz, dijo en una nota que publicó El Observador. De todas formas, aplicó en noviembre para las becas en Harvard. No había nada que perder, pensó. Poco antes de terminar el año recibió la noticia: había ganado una beca para estudiar Ciencias Políticas en una de las universidades más prestigiosas del mundo.

La pandemia, como le pasó a Milagros, frenó planes pero también abrió puertas hacia destinos inesperados, sobre todo para quienes supieron ver los obstáculos como una oportunidad. Porque la pandemia también fue -y sigue siendo- una sacudida que forzó a salir de la zona de confort (aunque sea dentro de las cuatro paredes), a conectar afectivamente sin besos ni abrazos, a reinventarse y buscar soluciones. Así se descubrieron vocaciones, se consiguieron trabajos, se crearon emprendimientos y se fortalecieron vínculos. Y surgieron muchas historias de pandemia, algunas grandes y otras mínimas.

Emprender: el viaje inesperado
Encontrar un lugar en la agenda de Jimena Flores no es tarea fácil. Se levanta a las cinco de la mañana, levanta verduras en el Mercado Modelo, luego retira frutas de pequeños productores de Canelón Chico y arranca la recorrida. Con Manos a la Huerta, su delivery de frutas y verduras, reparte por todo Montevideo, desde el Prado, pasando por el Centro y hasta La Tahona.

Esa es su rutina desde mayo. Antes de su actual trabajo de fuerza -ya que levanta bolsas y cajones todo el día-, Jimena trabajaba nueve horas diarias en una agencia de viajes. Nueve años de antigüedad, un buen sueldo y muchos clientes parecían asegurarle la estabilidad que siempre creyó buscar. Hasta que en marzo la enviaron a seguro de paro junto con el 90% de los trabajadores, situación en la que seguirá al menos hasta el mismo mes de 2021. "De un momento al otro quedé sin nada. No tenía para dónde ir, siempre había trabajado de lo mismo", cuenta.

El shock tras la repentina inactividad le duró dos meses y la idea de Manos a la Huerta apareció en su cabeza en uno de sus tantos días de recorrida por las redes sociales. "Vi que había mucha gente encarando para ese lado y dije: 'Es esto y es ahora'.

No quería esperar mucho tiempo más y empecé a contarles a mis vecinos, que se coparon con la idea", recuerda. Hoy, nueve meses después, le cuesta imaginarse nuevamente en una oficina frente a una computadora. Su actual e inesperado estilo de vida la llevó a replantearse el futuro. Duda sobre su verdadero interés en la estabilidad, la rutina y los horarios a cumplir. Además, la resiliencia es su nueva y poderosa herramienta: "Es increíble lo que crecí y aprendí. Capaz de afuera se ve que solo vendo frutas y verduras, pero tengo que gestionar todo, actualizar los precios, que cambian todo el tiempo, administrarme bien, porque donde venda a un precio más bajo voy a pérdida. Manejo, armo la lista de recorrido, descargo, cobro. Todo en uno", cuenta sorprendida y orgullosa de sí misma.

Jimena cree que la clave para salir adelante está, en primer lugar, en ir en busca de una solución en lugar de quedarse a la espera. Luego, pedir ayuda si es necesario. "Al principio se me caía la cara al ir a pedirles a los productores, que siempre me dijeron que pidiera tranquila, que estaba todo bien. También tengo vecinos que me motivan para que venda más. Me encanta saber que me quieren ayudar", comenta. Varios de quienes ahora le compran frutas y verduras son los pasajeros que antes le compraban viajes. La actual emprendedora termina sus jornadas al atardecer con un cansancio físico que jamás había sentido. Pero la gratificación del proyecto propio también es una sensación nueva. Resume su historia de pandemia con una frase: "Me sacaron todo y ahora sé que puedo con eso".

La docente del año


Cada vez que Marcia Hernández tiene una idea, se obsesiona y no para hasta que logra ejecutarla. La que terminó marcando su 2020 se le ocurrió en marzo, a dos semanas de los primeros casos de coronavirus en Uruguay. Marcia es maestra de la Escuela No 17 de Vergara, Treinta y Tres. Desde principios de diciembre también es "la docente del año", premio que le otorgó la fundación ReachingU, que financia y cocrea programas de educación de calidad para niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad en Uruguay. Como tantos, Marcia pensó que el Covid-19 en Uruguay sería cuestión de una o dos semanas. El Zoom no era una herramienta de la que se hablara en aquel momento en Vergara, además de que no todas las familias de la zona podían asegurarse ese consumo de datos e Internet durante las tres horas de clase.

Por dos semanas, Marcia trabajó con sus alumnos a través de la plataforma Crea del Plan Ceibal, hasta que leyó de sus alumnos dos palabras que no pudo sacar de su cabeza: "Necesitamos escucharte". Al día siguiente, después de una siesta, tuvo la idea: "¿Y si creo un espacio de radio para que los niños me escuchen en vivo?", le dijo a su esposo, quien ante otro de sus nuevos e imparables planes, se limitó a responder: "Bueno, si vos decís".

Marcia sabía que su idea era algo "alocada". "No lo visualizaba, primero porque nunca había tenido experiencia de radio, y porque tampoco tenía conocimiento desde lo tecnológico". Durante todo un fin de semana apeló a una buena cantidad de tutoriales y a su característica tenacidad. Al día siguiente ya había logrado generar un link y vincularlo a la plataforma. Se lo mandó a una amiga para probar y durante el domingo creó un sitio web para las transmisiones, ya que pensó que sería el formato más amigable para los niños. "Ese mismo domingo atomicé a las familias a mensajes para avisarles que tenía una sorpresa, que el lunes a las 9 ingresaran a la web", rememora la docente, quien llamó a su proyecto Radio Alegría. Los niños, que interactuaban entre sí y con la maestra a través de un foro, se mostraron entusiasmados con el nuevo hábito y Marcia enseguida empezó a notar los resultados.

"Demostraron desenvolverse muy bien y desarrollaron habilidades y competencias muy buenas, como de escucha y habilidades comunicativas", relata la maestra, que dice trabajar con dos grupos de 6o año "opuestos": uno muy comunicativo y el otro de alumnos más bien tímidos. "La radio permitió a los tímidos mostrarse de otra forma que quizás en el salón de clase no hubiera podido visualizar. Eso es muy grato de ver", cuenta. También permitió mantener el vínculo emocional con algunos niños que estaban pasando por momentos de inseguridad.

En agosto se encontró con la postulación de ideas para el concurso de ReachingU en la plataforma Crea y pensó que, con el premio, la Radio Alegría podría pasar a ser un recurso para toda la escuela.

El día de la final del concurso, Marcia, que vive en un poblado a unos 20 kilómetros de Vergara, empezó a sentir bocinazos. "Era toda la familia que se había venido para apoyarme y felicitarme. Lo más lindo fue que se vinieron sin saber que yo era la ganadora", destaca. Los 5.000 dólares del premio se destinarán a continuar fortaleciendo el proyecto Radio Alegría. Marcia, que hasta recibir el premio no había percibido su trabajo como un logro sino simplemente como parte de su trabajo, aprendió este año a no estancarse ante lo desconocido o ignorado.

"Muchas veces no tenemos los conocimientos y se nos presentan varios obstáculos, pero la clave es persistir y no perder las esperanzas. No hay que quedarse con lo que no sabemos, sino en cómo sobrellevar los obstáculos. Más tarde tenemos las metas alcanzadas y las recompensas", subraya. El impacto de su trabajo en la pandemia está más que claro. En lo personal, Marcia cree que este nuevo escenario reforzó su vocación como maestra.

Tiempo de volver a los libros


A sus 55 años y en la vorágine del día a día entre las ventas de vino y el turismo, al director de la bodega Familia Moizo, Omar Moizo, nunca se le había pasado por la cabeza volver a estudiar. Más aún teniendo en cuenta que hacía 35 años no tocaba un libro con ese objetivo. Como mucho, se veía perfeccionando el portugués para poder recibir mejor a la cada vez mayor afluencia de turistas brasileños. Sin embargo, termina el año con un diplomado internacional en Gestión del Enoturismo bajo el brazo. La pandemia sacudió su negocio justo durante los festivales de la vendimia, el momento de mayor actividad para la bodega turística, que permaneció cerrada durante tres meses. "En ese momento, para poder continuar pagando las cuentas nos salvó una uva de mesa que teníamos acá para vender al mercado, y nos pusimos los cinco de la familia a vender esa uva fresca", comenta.

Moizo buscaba en qué ocupar su tiempo cuando escuchó que se estaba creando la Diplomatura Internacional en Gestión de Enoturismo, en formato online, en la universidad mendocina Umaza. Parecía creada para él. "Lo vi como una muy buena oportunidad para mí, para poder ocupar ese tiempo disponible que había quedado en hacer algo productivo, provechoso como el poder formarme durante cinco meses, hasta diciembre", agrega. No solo ocupó tres horas de cada uno de esos cinco meses, sino que lo hizo en algo que cree que puede tener un impacto positivo en su bodega y en el enoturismo uruguayo en general.

"Conocí gente de todo el mundo, paisajes vitivinícolas de todas partes. Había como 50 personas de distintos países y era increíble lo que abarcaba culturalmente ese grupo", cuenta.

Su entrega final trató sobre la creación de nuevos productos enoturísticos y el mantenimiento de los ya existentes, con una mirada "pospandemia". "Una estrategia para acoplar los productos que ya tenemos y crear nuevos pensando en una pospandemia donde la gente va a querer visitar lugares de naturaleza, al aire libre, donde pueda venir con la familia y estar cerca de Montevideo". Moizo está convencido de que pese a las dificultades, la pandemia sacó lo mejor de cada persona.

"Sacó todo el potencial que uno tenía. Nos obligó a desarrollar la creatividad, a ser mejores personas y mejores en lo que uno hace", concluye.

De la distancia al distanciamiento, con amor

Hace cuatro años Belén y Carlo compartieron oficina durante pocos meses, con un mínimo intercambio de palabras. "En mi primer almuerzo en ese trabajo estaba él, y me pareció lindo. A los cinco minutos hizo referencia a su novia", recuerda Belén.

En estos cuatro años él vivió un tiempo en Australia y ella en España. Fue recién a fines de 2019 (luego de casi cuatro años sin saber el uno del otro) que Carlo la encontró en un grupo de WhatsApp del antiguo trabajo y, fingiendo haberse equivocado de número, le escribió. Por desgracia, Belén estaba en España y le quedaba por delante un año y medio de maestría en ese país, por lo que la charla fue muy breve.

En enero, Carlo la encontró en Tinder. Si el GPS no le fallaba, Belén estaba en Montevideo. En esa estadía de dos semanas salieron dos veces y el flechazo de ambos fue inmediato. "Me acuerdo que después de la primera salida vi a mis amigas y les dije: ‘Me enamoré'", acota Belén.

Con esa mezcla de sensaciones volvió a Madrid. Hasta que en marzo arrancó el caos. Su maestría se suspendió y España iba rumbo a convertirse en el epicentro mundial de la pandemia. Ante ese panorama -en el que se veía a sí misma aislada, lejos de sus afectos y en medio de la incertidumbre-, el miércoles 11 de marzo Belén amaneció y sacó un pasaje hacia Uruguay para esa misma noche. Llegó a la casa de su familia en Montevideo y se encerró en su cuarto durante 15 días. La cuarentena se hizo más amena gracias a videollamadas de amigas y de Carlo, quien además le pasó su cuenta de DirectvGo. En su primera salida tras la cuarentena agarró el auto, lo pasó a buscar y bajaron a una playa de Canelones. "Bajamos y a los 10 o 15 minutos se puso a llover. No quería ni darle un beso porque estaba con miedo del coronavirus", cuenta. Pasaron tres meses viéndose arriba de un auto, al principio con poca frecuencia -cada una o dos semanas-, ya que Belén vivía con su familia. "Había preocupación por el coronavirus y cada vez que salía tenía que explicar a dónde iba, qué iba a
hacer".

La situación cambió cuando se mudó sola. Hoy Belén y Carlo están formalmente de novios y tienen claro que la
pandemia tuvo mucho que ver. ¿Qué habría pasado si la pandemia no hubiera sucedido? Ni ellos ni nadie lo sabe.

La danza de las oportunidades

"Fue un año que a todos nos hizo cambiar en algún sentido la manera de ver las cosas y valorarlas", asegura Annie Fridman, de 24 años y apasionada por la danza desde que tiene memoria. En 2015 empezó dos carreras en paralelo: la de cuatro años en InDans, Escuela de Artes del Movimiento, y Diseño Industrial en la ORT. En 2018 terminó la de danza y este año le quedaban solo dos materias para recibirse de diseñadora industrial. Cuando llegó la pandemia y las clases pasaron a ser virtuales, no tardó en darse cuenta de que le costaría -y mucho- adaptarse a esa nueva modalidad. Justo antes de los primeros casos de Covid-19 se había anotado a la materia "más práctica de todo el semestre", que le resultó "imposible" cursar vía Zoom. "Entiendo que cada uno tiene su modalidad, pero en esa materia tenía que tocar, sentir, realmente vivirlo, probarlo en materialidad. Sufría cada vez que tenía que entrar a una clase por Zoom y dije que no podía terminar la carrera así. Me
gustó mucho y no quería terminarla llorando", explica.

Entonces, con tristeza y frustración decidió dejar de cursar. De repente apareció el tiempo, eso que tanto le faltó durante años, sobre todo mientras estudiaba dos carreras en paralelo. Al ser una persona inquieta, casi instintivamente empezó a buscar qué hacer. Pensó en su formación como bailarina, imaginó castings y rodajes, pero sabía que ser seleccionada sin ser conocida era muy difícil. En una bolsa de trabajo encontró una propuesta que parecía apuntar directamente hacia ella. "Una agencia buscaba personas con rulos, peinados llamativos, para una película brasileña". Mandó el currículum y fue seleccionada. También la eligieron para participar en dos series brasileñas. Como en los rodajes se exige disponibilidad de 12 horas seguidas, sabía que en otro momento esas vivencias hubieran sido imposibles de llevar adelante. "En ningún momento de mi vida había logrado tener 12 horas para hacer lo que me gusta, que es el baile. Me encantó ese mundo, ver cómo arman y desarman la escenografía, cómo pasan los directores y actores, y sobre todo bailar y que te remuneren por algo en lo que te recibiste y además disfrutás. No lo siento como un trabajo", agrega.

Annie confía en que su camino en los rodajes recién empieza. Apuesta, mientras pueda, a seguir mostrando su forma de trabajar y empezar a hacerse conocida, pero sabe que ya se le abrió la puerta más difícil de destrancar. "Me parece que una vez que estás adentro es un poco más fácil. Ellos valoran la cara con la que estás, porque son muchas horas que hay que estar con ganas. Te hacen caminar 30 veces y si te ven ahí presente, sin poner cara de cansada, creo que en un futuro va a pesar".

Para ella, la pandemia sin duda implicó decisiones duras pero también sorpresas positivas. "Al final, eso que tanto me frustró me terminó dando un tiempo para hacer algo que disfruto desde siempre, y me abrió todo un mundo nuevo. Fue un año de oportunidades".

"La mejor noticia de mi vida"

Días atrás, Abby Tejera, de 19 años y oriunda de Maldonado, recibió la mejor noticia de su vida: ganó una beca completa para estudiar en la Universidad de Oberlin (Ohio, Estados Unidos), conocida por ser la primera en admitir estudiantes negros y una de las primeras en implementar la educación mixta en ese país. La universidad también se destaca por tener uno de los conservatorios de música más grandes del mundo. Abby será la primera uruguaya en pasar por esta institución; allí estudiará Ingeniería y Astrofísica. Además, aprovechará el conservatorio para continuar tocando el piano y seguirá jugando al tenis, otra de sus pasiones.

La pandemia, lejos de ser un obstáculo, le dio algunas ventajas en su proceso de postulación. Uno de los componentes a evaluar por las universidades estadounidenses es el interés demostrado. Para eso, en general ofrecen instancias presenciales para que el estudiante conozca la institución y viceversa. Pero este año, todo ese proceso pasó a ser virtual, por lo que el acceso se democratizó. Bajo las mismas condiciones, podría participar tanto un joven estadounidense como Abby, desde su casa en Maldonado. La postulación le llevó un año y medio y la hizo de la mano del programa Fondos de Oportunidad, de EducationUSA, que le asigna una tutora para acompañarla y prepararla durante el camino.

Estudiar en el exterior es el sueño de su vida, asegura. Y empezó a materializarse en un año difícil para la familia de Abby, que es hija única. Su padre, que trabaja hace años en un hotel de Punta del Este, estuvo meses en seguro de paro. "Cuando me enteré, nos largamos todos a llorar. Pasó por nuestras mentes todo el esfuerzo durante todo este proceso de postulación y sentí esa sensación rara de risa y llanto que no sabía que podía sentir", relata.

Abby descubrió su interés por la ciencia desde niña. Al principio parecían simples preguntas: ¿por qué el arcoíris tiene esos colores?, ¿por qué los pájaros vuelan? Años más tarde, notó que la mayoría de sus preguntas eran respondidas por la ciencia. "Encontré un paraíso de respuestas increíble", dice. A su corta edad, es fundadora de Física Mente Posible, una plataforma para divulgar la ciencia en un lenguaje accesible para todo público, con el objetivo de despertar vocaciones científicas y romper la brecha entre cuota masculina y femenina. "De chica leía artículos y veía que todos eran de universidades del exterior. Yo sabía que quería poder tener acceso a todo ese mundo y luego poder volver y compartir con la comunidad todo lo que haya aprendido". Ahora, eso es lo que le deparan sus próximos años.