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Tres países, dos mujeres y un proyecto solidario para impulsar el trabajo artesanal

La productora audiovisual Gabriela Rosés y la empresaria Virginia Staricco unen la artesanía de tres países para crear una cartera que empodere a mujeres en situación de vulnerabilidad

La productora audiovisual Gabriela Rosés y la empresaria Virginia Staricco unen la artesanía de tres países para crear una cartera que empodere a mujeres en situación de vulnerabilidad

El año pasado, el rodaje de una serie para Netflix en la Ciudad Vieja con Keanu Reeves como protagonista causó revuelo en Montevideo, donde extras con trajes futuristas se paseaban por las calles y la plaza Independencia lucía totalmente transformada. Y si bien Uruguay es desde hace años un destino atractivo para las producciones audiovisuales, la elección de Montevideo como locación de ese futuro distópico no fue casualidad: una uruguaya radicada en Los Ángeles, Gabriela Rosés, estaba detrás de esa decisión.

Rosés es una de las productoras de Conquest, junto con el mismísimo Reeves, y además se encarga del vestuario. Ella estudió Diseño de Indumentaria en la Universidad de la Empresa y Confección en la UTU, y aunque desde hace siete años se desempeña como productora audiovisual, la moda es una de sus pasiones. Trabajó muchos años como modelo y desde hace un tiempo tiene su propia marca, Palomita te ama. Ante el desafío de diseñar el vestuario optó por trabajar con talleres uruguayos siempre que fuera posible, y encontró en el rubro del carnaval aliados inesperados.

Esas ganas de priorizar el trabajo uruguayo forman parte de su identidad y tienen que ver con una frase que su madre solía repetirle: "No importa qué tan lejos llegues, no te olvides de dónde eres". Rosés nació en Santa Lucía, pero vivió gran parte de su vida en Rivera, en un hogar humilde, y por eso, siempre que puede, intenta crear oportunidades en su país. "Algo que siempre trato es que en mis rodajes haya 50% mujeres y 50% hombres, que es difícil. Además, busco llevar talento uruguayo, que gracias a esto viaja por todo el mundo y se capacita como para poder trabajar en Hollywood, a un nivel de exigencia que acá no lo tenemos. Allá el nivel estándar es la excelencia. Ahora estoy haciendo el vestuario acá, con gente del carnaval, que tienen talento para el oficio. Solo hay que direccionarlo hacia lo que precisamos. Para mí, es fundamental devolverle lo que pueda al Uruguay", contó a galería durante una breve estadía en el país antes de partir nuevamente a su casa en Los Ángeles.

En un rubro distinto, pero también dominado por hombres, Virginia Staricco tiene una historia similar. Su madre la crio prácticamente sola a ella y a su hermano, lo que le implicó un gran sacrificio. "La fuerza de ella y su postergación fueron un gran motor toda mi vida. Me puse como meta que el día que pudiera llegar a algo iba a intentar que ninguna mujer más tuviera que elegir postergar sus sueños o proyectos por el tema del cuidado", explicó. Hoy es la vicepresidenta de la compañía de logística y transporte Mirtrans, que fundó con su marido hace 12 años, y hoy es una de las líderes del mercado.

Los caminos de estas dos mujeres se cruzaron hace un año. Rosés estaba en Uruguay por el rodaje de la película de Keanu Reeves y Staricco la contactó para conocerla porque le interesaba saber cómo había hecho una mujer joven y uruguaya para estar al frente de una producción internacional. Se juntaron y hubo química instantánea. Descubrieron las similitudes en sus historias, pero, más importante, encontraron un propósito en común.

Gabriela Rosés y Virginia Staricco. Foto: Santiago Cerini.

"La fui a conocer, nos contamos nuestras historias y compartimos las ganas de hacer las cosas. Yo tengo una fundación en Uruguay, ella una ONG en África y pensamos cómo podíamos potenciarnos para hacer cosas desde el lado de lo social y del empoderamiento de la mujer, que es algo que las dos tenemos ganas de apoyar. Nos costó mucho llegar a donde llegamos", dijo Staricco. La empresaria tuvo que afianzarse en un ambiente masculino, donde muchos no la respetaban, mientras que Rosés se abrió paso siendo inmigrante latina, joven y exmodelo, con el prejuicio que eso implica.

Ambas querían encontrar la forma de articular sus dos proyectos comunitarios: por un lado, el centro de cuidados que creó Staricco en Barros Blancos, cerca de la planta de Mirtrans, que atiende a unos 70 niños de la comunidad e hijos de empleados (su objetivo es alcanzar aún más, pero necesitan más presupuesto para maestros) y que se construyó con una inversión de 600.000 dólares en acuerdo con el Sindicato Único del Transporte de Carga y Ramas Afines (Sutcra), INAU, Secretaría Nacional de Cuidados del Mides y la Intendencia de Canelones, que aporta alimentación a los niños del centro; y por el otro, la ONG Tareto Entito -fundada por Rosés después de que visitara ese país por un rodaje- que presta ayuda a niñas y mujeres de la comunidad Masai en Kenia y Tanzania para que continúen su proceso de escolarización, esto es fundamental para que las niñas puedan tener herramientas para evitar los matrimonios forzados y cortar con el ciclo de mutilación genital femenina que es una práctica extendida en la tribu.

Gabriela Rosés con miembros de la tribu Másai.

La cartera como insignia. Así surgió la idea de hacer una cartera, algo material que involucrara mujeres de las dos comunidades, y que sería la bandera insignia de esta sinergia. Este accesorio de moda une, por un lado, el diseño y los cueros uruguayos, y por otro la artesanía africana. Está hecha de cuero rígido, como dicta la tendencia, con textura reptil en color pleno, elegante, que contrasta -en el buen sentido- con un asa de mostacillas de colores que le da un aire lúdico. Cada asa tiene un diseño único y diferente al resto.

En los talleres uruguayos se hace el proceso de patronaje y corte del cuero. Sin embargo, la confección quedó en una primera instancia en manos de fábricas italianas porque en Uruguay no existían talleres que pudieran hacer una cartera con los estándares que ellas buscaban. Luego, la cartera vuelve al país donde se le ensambla el asa previamente intervenida por las artesanas en África, con las que se mantienen en contacto vía WhatsApp.
Estos desafíos surgidos a la hora de confeccionar en Uruguay impulsaron una nueva forma de contribuir: importar maquinaria moderna y capacitar a talleristas locales para que incorporen nuevas técnicas más sofisticadas. "Un equipo de italianos va a venir a capacitar a las mujeres. Supimos tener una industria del cuero increíble, pero muchas de esas mujeres ya no trabajan porque no hay dónde. Entonces queremos recuperar todos esos recursos y que haya una mano de obra especializada para hacer carteras de ese nivel. Ahora se hace todo de forma demasiado artesanal", aseguró Rosés, a lo que Staricco agregó: "Lo que queremos es crear capital humano, dar capacitación, que es lo que le falta a Uruguay para poder potenciar su materia prima. Hoy se llevan nuestras materias primas y no les generamos ningún valor agregado".

La propuesta fue bien recibida por los talleres locales, que fueron profundamente afectados por la crisis sanitaria. "Algunos de los talleres con los que estábamos trabajando estaban en seguro de paro. Además, trabajar con diseño, con colores les da como otra chispa. Las noto muy entusiasmadas con que otras mujeres vayan a intervenir la pieza, mujeres de una tribu. Igual es difícil, la gente del rubro textil está muy traumatizada, porque es todo cuesta arriba. Es complicado conseguir avíos (botones, cierres, hojales), hombreras, todas las cosas que se necesitan para poder cerrar una prenda entera", contó Rosés.

Nuevas dimensiones. Tanto a Staricco como a Rosés se las ve entusiasmadas con su proyecto social, porque saben que puede cambiar la realidad de una familia. Para ellas la cartera es solo el comienzo, la idea es que en un futuro se sumen dos piezas más: un tapado -están considerando involucrar a comunidades de mujeres vulnerables tanto en el norte como en el sur de Argentina para que intervengan el paño de lana y el cuero uruguayo- y una joya con piedras locales.

Con este proyecto lograron sumar a mujeres influyentes de todas partes del mundo a bordo de La Nave, como le llaman a la fundación de Staricco. Por ejemplo, la empresaria -que tiene oficinas en Argentina- consiguió reunirse en la Quinta de Olivos con Fabiola Yáñez, actriz, periodista y primera dama de ese país, que decidió apoyar la iniciativa. "Lo que más me atrajo del proyecto es la posibilidad de generar valor agregado, potenciar el trabajo de las mujeres e impulsar el diseño en un trabajo integral", aseguró Yáñez a galería. También están involucradas Lorena Ponce de León, la esposa del presidente Luis Lacalle Pou, Beatriz Argimón, la vicepresidenta de la República, que históricamente ha apoyado el diseño local, y Ana Botín, presidenta del Banco Santander a escala global.

La primera tanda de carteras, compuesta por 100 piezas, ya está en producción y cada una de ellas tiene, al igual que una joya, el nombre de su futura dueña asignado. La idea es que quienes se hagan con estas carteras sean mujeres fuertes, que ocupen lugares de toma de decisión en distintas partes del mundo, y que sirvan de vidriera para esta iniciativa que involucra a varios países. Luego, el resto de las producciones serán distribuidas en tiendas globales que quieran incorporar una dimensión social a su marca.

"Al llevarlo a un nivel internacional con estas embajadoras globales vamos a lograr darles atención a las organizaciones y, a la vez, ambas fundaciones retroalimentan otros proyectos que están detrás y dentro de La Nave, el proyecto de Virginia, como la escuela de árbitros de mujeres y los talleres de panadería y huerta en Barros Blancos", dijo Rosés y Staricco añadió: "El proyecto va más allá, esto va a ser lo que lo haga brillar. El objetivo es que con la cartera se financien otros proyectos. Directa o indirectamente tenemos un impacto en más de 350 familias".

Si bien la sustentabilidad y el interés social cada vez están más entrelazados con el mundo de la moda, luego de la pandemia -a partir de la cual las marcas se están replanteando su forma de producir y los consumidores de comprar- un proyecto como el de Gabriela Rosés y Virginia Staricco parece ser el futuro.