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Un refugio de fin de semana entre madera, vidrio y las sierras de Lavalleja

Refugio Ventolera, una de las obras más recientes del estudio Tatú Arquitectura y proyectada sobre una pendiente, se camufla con el paisaje que la rodea y se desprende de él al mismo tiempo

Un refugio es un lugar que acoge y genera una sensación de protección. Así se le llama a ese techo que temporalmente resguarda del viento, la lluvia, el frío o hasta de animales peligrosos. Pero no solo se busca un refugio ante fenómenos naturales u otras situaciones adversas. En estos tiempos, también se convierten en espacios que el ser humano busca para recluirse, aislarse voluntariamente del ruido de las ciudades para descansar, reflexionar, volver a conectar con uno mismo y también con la naturaleza.

En el último año y medio el mundo entero valoró, privilegió y salió a buscar estos lugares. En Uruguay, mucho antes de la pandemia, tres arquitectos locales ya eran conscientes de la necesidad de habitar este tipo de espacios enclavados en medio de la naturaleza. En 2018 pasaron a la acción y comenzaron a construir una serie de obras en lugares como Villa Serrana (Lavalleja), Chajá (Maldonado), Punta Colorada (Maldonado) o La Esmeralda (Rocha). Y el nombre de esta serie no podía ser otro que Refugios.

Tatú Arquitectura se llama el estudio de los socios Leandro Alegre, Horacio Goday y Martín Olivera. "La serie (Refugios) se centra en la habitabilidad de paisajes naturales con intervenciones de mínima escala. Hacemos el intento por reconocer paisajes culturales y ponerlos en valor como contexto singular de cada proyecto a través de una exploración sistemática del enclave", cuentan en el dossier que elaboraron para participar en la Bienal de Arquitectura Latinoamericana 2021.

En conversación con Galería, Olivera explicó que a diferencia de las casas de construcción urbana, pensadas como lugares donde priman las comodidades en todas las habitaciones, en los refugios de Tatú el protagonista es el paisaje; las construcciones solo intentan estar a la altura del entorno que las rodea.

La última de sus obras de esta serie se llama Refugio Ventolera. Construida sobre una topografía "muy accidentada", entre rocas, desniveles y la altura propia de las sierras de Lavalleja, el proyecto Ventolera fue un desafío para los socios desde la colocación del primer bloque.

Goday contó que el mayor de todos los retos fue subir los materiales hasta el sitio de la obra. Los arquitectos trasladan ese mérito a Sandro, el constructor del proyecto y quien se encargó de cargar y subir todos los materiales a 10 metros de altura. "Hubo una elección de materiales para facilitar eso, desde el tipo de bloque, que fue más liviano. El sistema constructivo está condicionado por eso", acotó Goday.

A simple vista se nota que los materiales utilizados fueron pocos, y los arquitectos lo confirman: madera, chapa y vidrio. La madera de eucalipto es la estrella de la casa, sobre todo en su interior. Pero el vidrio no se queda atrás. La fachada principal está ocupada por un enorme ventanal de cristal que acompaña la geometría del techo a dos aguas; desde su interior, un telón es el encargado de dar privacidad al lugar.

Ventolera fue ideada como refugio de fin de semana y apunta principalmente a un público joven, menor de 40 años, y a familias. En un terreno de 90 metros cuadrados y 70 de interiores, la casa proyectada sobre la pendiente del terreno cuenta con dos habitaciones de cama matrimonial, dos baños y un entrepiso, que también funciona como tercer sitio para dormir. Los inquilinos han sido principalmente familias (hasta dos) con niños. "Dos matrimonios abajo y todos los niños en el entrepiso", contó Alegre.

En Refugio Ventolera los espacios sociales, en proporción, tienen una relevancia mucho mayor que los privados. De hecho, el living es el que se lleva gran parte del metraje interior. Un sillón, una estufa a leña y una cocina prácticamente escondida que también oficia de mesa es básicamente todo lo que puede encontrarse en este espacio. "Estoy seguro de que viniendo un fin de semana, es todo alrededor de este espacio. El sillón frente a la vista se puede mover, y el mobiliario puede ser otro. La estufa contra el vidrio relacionada con la vista y la cocina-isla del ambiente, con vista al paisaje, son dos aspectos importantes en esta casa refugio", explicó Goday.

Hay otras características que convierten a esta casa en un proyecto único para el estudio. El juego estético en relación con el paisaje es una de ellas. Por momentos, Ventolera se camufla. En otros momentos, se desprende y destaca. "Desde el principio quisimos lograr un emplazamiento de una forma no muy naturalizada, que fuera algo que se desprendiera del terreno. Después, a través del juego estético formal, es que vamos logrando también ciertos mimetismos o integración de la casa en el paisaje. Olivera agregó que "temprano a la mañana se camufla, y ya sobre las 10 es el punto más visible por el ventanal".

Los arquitectos también comentaron algunas vivencias curiosas durante la obra. "Por momentos se dominó el terreno, y por momentos el terreno nos dominó a nosotros", resumió Alegre. Un ejemplo claro de esto fue la construcción de la piscina de seis por dos metros, que se hizo "donde se pudo".

"La casa la hicimos donde quisimos; la piscina, donde quiso el terreno. Y está bueno ese juego de dominio de una parte a la otra", agregó el arquitecto.

Arquitectura global

Horacio Goday, Leandro Alegre y Martín Olivera, de Estudio Tatú

Leandro Alegre, Horacio Goday y Martín Olivera se conocieron en la facultad. Aunque Tatú empezó formalmente a operar en 2016, el estudio nació en 2010, cuando los arquitectos alquilaron un espacio para hacer los trabajos de la carrera.

Por estos días están participando virtualmente en la Bienal Internacional de Arquitectura de Lima, y en setiembre los espera la Bienal de Arquitectura Latinoamericana en Pamplona (España). Hasta allí viajarán 12 estudios de América Latina y Tatú será el único uruguayo. Luego de la bienal aprovecharán la estadía en España para generar contactos con estudios locales. "La idea es recorrer Madrid para juntarnos con arquitectos y ver la posibilidad de colaboración con ellos", adelantó Olivera.

El estudio fue concebido para que sea global. Una de sus maneras de trabajar más allá de fronteras es a través de la participación en concursos. "Es donde uno se olvida de las tareas cotidianas del estudio. Es la libertad total para el arquitecto, porque uno tiene las bases pero no tiene un cliente", explica Olivera.