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Un repaso por los 13 debuts uruguayos en la historia de los mundiales

En estos encuentros la selección uruguaya acumula seis triunfos, cuatro empates y tres derrotas

Aclaración:depende de cuándo se lean estas líneas, se sabrá cómo le fue a Uruguay en su debut por el grupo H de Catar 2022 frente a Corea del Sur. Quizá se sepa si el Pumita jugó de “4”, cómo se armó la delantera y si Son Heung-Min comandó el ataque rival. En resumen, ya se podrá saber si esta aventura mundialista celeste arrancó bien.

Antes del de este jueves 24, hubo 13 debuts uruguayos en mundiales. La estadística resumida habla de seis triunfos, cuatro empates y tres derrotas, 19 goles anotados (15 hasta 1970), nueve recibidos (ocho desde 1974) y tres expulsados. Hubo victorias contundentes y otras pírricas, hubo empates de distinto sabor y también hubo derrotas dolorosas. Estos partidos han atestiguado las variantes reglamentarias y tácticas que ha tenido el fútbol y la evolución del poderío uruguayo, casi siempre descendente.

Y como el mundo siempre siguió andando, en este racconto de Galería cada partido se acompaña, más allá de los datos futboleros que hacen su razón de ser, de pinceladas históricas y culturales. No todo pasa por la pelota, aunque no parezca.

El primero: Uruguay 1 – Perú 0, 18 de julio de 1930. El primer Mundial de la historia ya había comenzado. El debut de Uruguay supuso también la inauguración del Stadium Centenario, el mismo día en el que se cumplían cien años de la Jura de la Constitución. El cemento estaba fresco y los andamios todavía eran visibles cuando la Celeste salió a la cancha; el sistema de la época hablaba de dos defensas, tres mediocampistas y cinco delanteros; todo el plantel, amateur, jugaba en el país; cinco de los titulares defendían a Nacional; Victoriano Iriarte, uno de los forwards, debutaba con la Celeste en un partido de tal magnitud; para el arquero, Enrique Ballestrero, se trataba de su segundo partido para la selección; el incuestionable titular, Andrés Mazzali, había sido expulsado del equipo por indisciplina: se había escapado de la concentración con una mujer.

De los 655.000 habitantes que tenía Montevideo, unos 60.000 estuvieron en el Stadium, cuya capacidad máxima se estimaba entonces en 90.000. Y sufrieron mucho: recién a los 15 minutos del segundo tiempo Héctor Castro anotó el único gol del partido. La prensa deportiva fue muy crítica con el equipo. Al goleador le decían el Manco, culpa del muñón que lucía debido a un accidente laboral que había sufrido trabajando en una fábrica a los 13 años. Eran otros los conceptos de legislación laboral y explotación infantil, aun en el avanzado Uruguay.

El colorado Juan Campisteguy era el presidente de la República, las bandas de anarquistas protagonizaban las crónicas policiales y la vacuna BCG era un flamante profiláctico contra la tuberculosis. Y quienes habían quedado con un mal sabor de boca con el flojo debut, podían ir al día siguiente al estreno de La fierecilla domada en el Cine Rex, con Mary Pickford y Douglas Fairbanks. Uruguay saldría campeón.

La mayor paliza: Uruguay 8–Bolivia 0, 2 de julio de 1950. La deserción de Portugal y Francia limitó la decisión del Grupo 4 del Mundial del 50 a un solo partido, el que jugaron Uruguay y Bolivia en el Estadio Independencia de Belo Horizonte. Si bien la crítica “especializada” sostenía que la Celeste no tenía el poderío de antaño, y que el desorden organizacional era tal que recién a 22 días de viajar a Brasil se designó al técnico (Juan López), nadie dudaba de la victoria ante un equipo muy pobre.

El Mundial incorporaba la novedad de la numeración en la camiseta, del 1 al 11, para cada partido y cada equipo. Todos los jugadores, ahora profesionales, seguían jugando en el país, costumbre que recién se modificaría en la copa de 1974. Siete de los que jugaron este partido defendían a Peñarol. Tres goles de Oscar Míguez, dos de Juan Schiaffino y otros de Julio Pérez, Ernesto Vidal (que había nacido en Italia y debutaba con la Celeste) y Alcides Ghiggia (que apuntaría en los cuatro partidos que jugó Uruguay en este Mundial). Satisfechos con el triunfo, los responsables de la delegación les dieron la noche libre a los jugadores, muchos no volvieron a ser vistos hasta bien entrado el otro día. El concepto de profesionalismo ha cambiado mucho.

El presidente era otro colorado, Luis Batlle Berres. Pese a la nostalgia por esos años, Uruguay no era un spa: cinco días después del debut, el semanario Justicia, vinculado al Partido Comunista, titulaba con las ocupaciones de los metalúrgicos; era la primera vez que se formaban mesas de apoyo obrero-estudiantiles. Tras el Maracanazo, Uruguay sería nuevamente campeón.

Debut en Europa: Uruguay 2–Checoslovaquia 0, 16 de junio de 1954. El suizo fue el primer Mundial que Uruguay jugó en Europa (no había participado en Italia 1934 ni en Francia 1938). Todos concuerdan con que el plantel que representó al país era mejor que el que había salido campeón en Brasil. El equipo que salió a la cancha del Wankdorfstadion de Berna tenía una leve modificación táctica basada en el sistema conocido como WM: tres defensas, dos medios y cinco delanteros. En este Mundial comenzó a usarse la numeración fija para cada plantel, del 1 al 22, durante todo el torneo. Por caso, Javier Ambrois usó la 19 y Luis Cruz la 17, toda una novedad.

Los goles los hicieron dos históricos, Míguez y Schiaffino, en el segundo tiempo. No existía tal cosa como los “repatriados”, palabra que luego tendría connotaciones malditas: como Ghiggia jugaba en Italia desde 1953 no había sido convocado, pese a haber sido el héroe de 1950.

Una reforma constitucional había impuesto un gobierno colegiado en Uruguay, a cuyo frente estaba entonces Andrés Martínez Trueba. Era la Época de Oro del cine mexicano, y quienes no querían seguir el torneo podían asistir al estreno de Una viuda sin sostén, una comedia dramática protagonizada por la diva Emilia Guiú, una de las primeras femmes fatales latinoamericanas. Uruguay llegó a semifinales y terminó en el cuarto puesto. Checoslovaquia, como tal, no existe más.

El primer gol recibido: Uruguay 2–Colombia 1, 30 de mayo de 1962. La eliminación para Suecia 1958 reflejó que Uruguay había dejado de ser potencia. Y el regreso en Chile 1962 no hizo mucho para levantar el nivel. De penal, un defensa colombiano llamado Francisco Zuluaga anotó el primer gol que recibió la Celeste en sus debuts mundialistas. Por suerte para sus intereses, Luis Cubilla y José Sacía dieron vuelta la historia en el segundo tiempo en el Estadio Carlos Dittborn de Arica.

La dirección técnica estuvo compuesta por un triunvirato integrado por Hugo Bagnulo, Roberto Scarone y Juan López. Para evitar la mala suerte, se quitó el número 13 de la planilla, numerando al plantel del 1 al 23. No sirvió de mucho: Uruguay perdió los otros dos partidos de su grupo y quedó eliminado en la primera ronda. Fue la peor actuación hasta entonces.

En 1962, el blanco Faustino Harrison era el presidente del Consejo Nacional de Gobierno. El Poder Ejecutivo seguía siendo colegiado. En Broadway, se estrenaba una obra teatral llamada a hacer historia: ¿Quién le teme a Virgina Woolf?, de Edward Albee.

El primer empate: Inglaterra 0–Uruguay 0, 11 de julio de 1966. Había motivos para temer. El debut uruguayo en el Mundial 1966 fue ante los organizadores, en el mítico Wembley. Elizabeth II saludó uno por uno a los jugadores antes de arrancar el partido. Seis titulares jugaban en Peñarol, que por entonces era considerado uno de los mejores equipos del mundo.

El empate fue festejado como un buen resultado por la prensa uruguaya y reconocido debidamente por la inglesa. Uruguay clasificaría en su grupo a la siguiente fase, pero quedaría eliminado en cuartos de final ante Alemania.

Todavía seguían en el poder el Partido Nacional y el sistema de gobierno colegiado. Su presidente era Alberto Heber en 1966. En ese año, si había un lugar lindo para vivir era Inglaterra: en abril los Rolling Stones editaron su disco Aftermath, en agosto The Beatles publicaron Revolver.

El primer cambio: Uruguay 2–Israel 0, 2 de junio de 1970. Apenas se jugaban 12 minutos cuando Pedro Rocha cayó en el césped del Estadio Cuathemoc de Puebla y no se levantó más. Ahí mismo se terminó el Mundial 1970, el primero realizado en México, para el capitán y principal estrella de la Celeste, ya que no pudo recuperarse de su lesión. Este torneo fue el primero en el que se podían hacer cambios, así que ingresó Julio Cesar Cortés en su lugar. También fue el primero en el que los árbitros podían usar tarjetas amarillas y rojas, de las que Uruguay haría uso y abuso en ediciones siguientes.

Pese a la pérdida, la debilidad del rival hizo que el triunfo, con goles de Ildo Maneiro y Juan Martín Mugica, no estuviera nunca en duda. El esquema de juego predominante ya era un 4-3-3. Seis de los titulares jugaban en Nacional, por entonces el mejor equipo del país. El tremendo poderío de los grandes a nivel continental se alimentaba de sus figuras extranjeras (el chileno Elías Figueroa y el ecuatoriano Alberto Spencer en los manyas; el brasileño Manga y el argentino Luis Artime en los bolsos), las que obviamente no podían jugar en la selección. Uruguay alcanzó las semifinales y terminó cuarto, pese a que solo ganó dos de sus seis partidos (uno de ellos en alargue) y metió apenas cuatro goles.

Había otros motivos para preocuparse. El país, presidido por Jorge Pacheco Areco, colorado, se debatía entre un gobierno que apelaba frecuentemente a medidas prontas de seguridad y las acciones de los tupamaros. Toda la región estaba en llamas: un día antes del debut celeste, en Argentina los montoneros asesinaron al exdictador Pedro Aramburu.

El mayor revolcón: Holanda 2–Uruguay 0, 15 de junio de 1974. La afición uruguaya, habitualmente mesurada, reflejaba un autobombo inédito. La que representaría al país en el Mundial de Alemania era una “superselección”. Por primera vez, se incluían ocho “repatriados” que brillaban en equipos de Argentina, Brasil, España e incluso Perú, y se sumaba el poderío goleador de un joven Fernando Morena. El mundo era más ancho y ajeno que hoy y muy poco se sabía de Holanda: que volvía a los mundiales luego de 36 años, que un equipo de ese país (Ajax) dominaba Europa y que jugaba un tal Johan Cruyff.

La realidad que reflejó el césped del estadio de Hannover fue violenta. Holanda le dio una paliza tal a Uruguay que el resultado fue harto benévolo, en parte gracias a la actuación del arquero Ladislao Mazurkiewicz. Fue un jet contra una carreta. Julio Montero Castillo (el padre de Paolo Montero) se convirtió en el primer expulsado de Uruguay de la historia de los mundiales; exasperados ante el baile que recibían, vieron la amarilla Pablo Forlán (el padre de Diego), el capitán Juan Masnik y Walter Mantegazza.

Uruguay estaba bajo una dictadura que presidía Juan María Bordaberry —que había asumido constitucionalmente en 1972 por el Partido Colorado—, pero donde el real poder estaba en el Ejército. En Argentina, el presidente Juan Perón había dado hacía tres días su último discurso, el que fue considerado como un desesperado llamado a la unidad política; moriría el 1o de julio. La de Alemania 1974 fue la peor actuación celeste en los mundiales: un empate y un gol en tres partidos, eliminación temprana. Ahora nadie habla de Holanda, sino de Países Bajos.

El ansiado retorno: Uruguay 1–Alemania 1, 4 de junio de 1986. Había mucha expectativa en el regreso celeste a la Copa del Mundo, luego de las ausencias en Argentina 1978 y España 1982. Pero era mesurada: el rival era la poderosa Alemania. El fútbol ya era otro: de los 22 jugadores del plantel, solo ocho jugaban en Uruguay; había repatriados de Argentina, Brasil, España, Francia, Grecia y Colombia.

En el estadio de La Corregidora, en Querétaro, con un 4-4-2 bien definido, Antonio Alzamendi marcaría bien temprano, a los cuatro minutos del primer tiempo. Cuando Klaus Allofs empató, a falta de seis minutos para terminar, ya estaba en la cancha el hoy diputado suplente Mario Saralegui, que entró por el capitán Jorge Chifle Barrios. Uruguay tuvo chances, pero la figura fue el arquero Fernando Álvez.

En el país había vuelto la democracia y el presidente era Julio María Sanguinetti, colorado. En el cine, ese mes podían disfrutarse los estrenos de la española Pigmalión, la argentina Seguridad personal o la estadounidense Desaparecido en acción. Todo era mejor que ver a Uruguay, que jugando mal y rudo clasificaría a gatas a octavos de final luego de perder 6 a 1 con Dinamarca y empatar 0 a 0 con Escocia. Ahí se encontraría con la Argentina de Maradona y terminaría de armar las valijas.

Un tiro a las nubes: Uruguay 0–España 0, 13 de junio de 1990. Los últimos antecedentes de la selección alimentaban una cierta esperanza, los jugadores eran buenos, los “repatriados” eran figuras en sus ligas y los grandes hacía poco reinaban en América. Fue la primera vez de Óscar W. Tabárez como director técnico de la selección en un Mundial.

Este partido en el Estadio Friuli de Udine es recordado por dos cosas: porque Uruguay dominó completa e inusualmente a su rival “pesado”, al punto de merecer ampliamente la victoria; y porque esta no se pudo lograr, sobre todo, porque Ruben Sosa, la gran figura del equipo, pateó un penal a las nubes en el segundo tiempo. El presidente de la República era el nacionalista Luis Alberto Lacalle. Siguiendo con la ola cinéfila, al día siguiente del debut se estrenaba Sexo, mentiras y video, de Steven Soderbergh. La actuación de Uruguay fue pobre: perdió 3-1 con Bélgica, derrotó in extremis 1 a 0 a Corea del Sur (el rival del debut de este jueves) y finalmente quedó eliminado en octavos de final ante el local, Italia.

Un golazo que valió poco: Dinamarca 2–Uruguay 1, 1o de junio de 2002. Las ausencias en los dos mundiales anteriores y la angustiosa clasificación abrigaban menguadas esperanzas. Que el Mundial se disputara en Corea del Sur y Japón, en las antípodas, no ayudaba. Es muy nebuloso el recuerdo que se tiene de la participación celeste en el Mundial 2002, que no fue muy destacada. El reglamento ahora permitía tres cambios y planteles de 23 jugadores. La figura táctica reconocía al “enganche”, que parecía ser Álvaro Recoba.

Lo más memorable de este partido, jugado en el Estadio Munsu de la surcoreana Ulsan, fue el tremendo zurdazo de Darío Rodríguez, a poco de comenzado el segundo tiempo, transitorio gol del empate. Aún hoy es considerado uno de los mejores goles de los mundiales, pese a que no sirvió de mucho.

Este partido se jugó un sábado. Al lunes siguiente, se difundió una entrevista de Bloomberg TV al presidente Jorge Batlle, colorado, en la que dijo que los argentinos eran “una manga de ladrones del primero al último”. La crisis en la que estaba sumido el país daba mucho para entretenerse, aunque no se riera nadie. Uruguay empató los dos partidos que le restaban en su grupo y quedó eliminado en la fase inicial por última vez.

El camino y la recompensa: Uruguay 0–Francia 0, 11 de junio de 2010. De alguna manera se puede considerar al Mundial de Sudáfrica 2010 como la antítesis del de Alemania 74. Nadie cifraba mayor fe en la selección, Uruguay no había ido al Mundial anterior y a este había clasificado angustiosamente. Abundaban quienes vaticinaban el típico “tres partidos y ya están acá de vuelta”. Al menos, eso sí, era una selección que caía bastante simpática y ya nadie dudaba de la necesidad de repatriar jugadores; en este caso, 21 de los 23.

En el Estadio Green Point de Ciudad del Cabo se plantó firme ante Francia, que era subcampeón mundial, llegando a jugar con uno menos los últimos 10 minutos por expulsión de Nicolás Lodeiro. No es el partido más recordado de la campaña; lo mejor vino después.

Uruguay tenía por entonces una inusual presencia en los medios extranjeros, debido al gobierno de José Mujica, del Frente Amplio, presentado como “el presidente más pobre del mundo” y cuyas reflexiones provocaban una amplia aprobación internacional. En el primer Mundial en suelo africano, con fútbol, actitud y suerte, Uruguay va pasando fases hasta llegar a semifinales, terminando en un muy festejado cuarto lugar con Diego Forlán como principal figura. Al regreso, el técnico óscar Tabárez dice su frase “el camino es la recompensa” y para muchos se convierte en un mármol viviente.

Un inesperado cachetazo: Costa Rica 3–Uruguay 1, 14 de junio de 2014. La Celeste pasó los anteriores cuatro años con más maduras que verdes, aunque la clasificación a Brasil 2014 fue más complicada de lo que se pensaba. Aun así, el debut previsto en el Arena Castelão de Fortaleza se preveía como sencillo. Costa Rica era, por lejos, el rival más accesible del Grupo D, que además tenía a las potencias Italia e Inglaterra. Tanto, que no convenía arriesgar a Luis Suárez, que se recuperaba de una muy reciente operación. Además, el primer tiempo lo terminó ganando con gol de Edinson Cavani.

El segundo tiempo fue un compendio de todo lo que no se debe hacer en un Mundial. La “débil” Costa Rica anotó tres goles y dejó a Uruguay en el CTI. Cuando no faltaba nada, fue expulsado Maximiliano Pereira, tal era la bronca e impotencia. El estupor fue total.

En Uruguay Mujica seguía siendo el presidente; las internas arrojaban la sorpresa de que Luis Lacalle Pou sería el candidato a la presidencia por el Partido Nacional; también lo serían Pedro Bordaberry por el Partido Colorado y Tabaré Vázquez por el Frente Amplio, pero esto no sorprendía a nadie. En el Mundial de Brasil, se aceleró la recuperación de Suárez, dios ante Inglaterra y demonio ante Italia. Uruguay logró pasar la fase de grupos, pero quedó eliminado en octavos de final.

La vuelta a la victoria: Uruguay 1–Egipto 0, 15 de junio de 2018. El último capítulo de esta saga, el del Mundial de Rusia, significó la vuelta al triunfo en un debut mundialista luego de 48 años. Es una historia reciente y sabida: Uruguay clasificó con una tranquilidad inusitada y no hubo mayores problemas para armar el plantel, con varios jugadores rondando los cien partidos internacionales sobre el lomo a la hora de saltar al verde de Ekaterinburgo.

De Egipto se sabía que su estrella, el delantero Mohamed Mo Salah, estaba lesionado. Uruguay fue muy superior, pero recién sobre el final José María Giménez pudo anotar el gol de un triunfo que se demoró mucho. Uruguay tendría un buen Mundial, siendo eliminado en cuartos de final por Francia, quien sería el campeón.

En junio de 2018, Arabia Saudita permite por primera vez a las mujeres conducir autos. El frenteamplista Tabaré Vázquez presidía Uruguay por segunda vez. Todos los presidentes uruguayos desde la restauración democrática han visto a la selección debutar en un Mundial. Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, también continuará esta saga. Eso es buena cosa.