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Una casa de veraneo convertida en hogar de forma inesperada

Carolina y Facundo se mudaron en los primeros meses de pandemia en 2020 y ahora la disfrutan junto con Renzo, su hijo de pocos meses

Hace algunos pocos años, Carolina y Facundo creían tener una certeza. Ella, abogada —propietaria de un estudio— y montevideana hasta la médula, nunca abandonaría el movimiento de la capital. Él, argentino e ingeniero civil, con una vida entre viajes laborales todas las semanas a Buenos Aires, solo podía imaginarse viviendo en grandes ciudades. Pero clarísimo está que las palabras pandemia y certezas no se llevan nada bien. Otra de tantas muestras de ello es que desde la llegada del covid a Uruguay, la pareja vive a 130 kilómetros de Montevideo en una casa de una planta similar a un casco de estancia. Y de allí no se irán más; al menos, esa es su nueva certeza.

De casa de veraneo a hogar. Carolina y Facundo vivían en un apartamento de dos dormitorios en el barrio Buceo cuando conversaron sobre la posibilidad de construir una casa de veraneo en Maldonado. Era 2018 y al poco tiempo pasaron de la idea a la acción. Para diciembre de ese mismo año, justo al comienzo de la temporada de playa, la casa ya estaba lista para recibirlos. 

Con sus espacios amplios, su aire acogedor, la piscina y el verde que rodea a la casa, volver a la rutina montevideana después de cada fin de semana se tornaba una misión cada vez más difícil pero inevitable: lo último que se le pasaba por la mente a Carolina era permanecer lejos de su estudio durante la semana, mientras que el ritmo de vida de Facundo, con jornadas de trabajo en Buenos Aires de lunes a jueves, era opuesto al que llevaba los sábados y domingos en la casa de balneario. 

El 12 de marzo de 2020, un día antes de aquel viernes que quedó marcado a fuego en el calendario de los uruguayos, Facundo regresó como todos los jueves a Uruguay y ese viernes partieron rumbo a Maldonado sin saber que aquel viaje no sería como cualquier otro. Esta vez, no emprenderían la vuelta el domingo. En realidad, aquel viaje sería el primero de su mudanza definitiva. “El lunes me iba a ir a Buenos Aires como todas las semanas, pero si me iba capaz no podía volver. Pensé quedarme esa semana y ver cómo seguía la cosa, porque todo era incertidumbre. Nos quedamos, porque para qué íbamos a ir a Montevideo si mucho no nos podíamos mover, y ella no podía ir al estudio”, resume Facundo sentado al lado de su esposa en el sillón del living, frente a una enorme estufa a leña.

Y así, día a día, semana a semana, la casa se fue transformando en hogar. “Llegamos acá y el lunes no queríamos arrancar para ningún lado. Acá tenemos espacio para todo. Nos empezamos a quedar, salíamos a caminar por la rambla, empezamos a disfrutar de la casa, a vivirla, y fue un viaje de ida”, asegura Carolina. 

Mientras el mundo estaba paralizado, la pareja empezó a disfrutar del nuevo hogar, y aquellos días fueron los primeros de convivencia sin pausa. De todas formas, el tamaño de la casa permite que cada habitante pueda tener su espacio. “Nunca habíamos convivido tanto. Igual, cada uno trabaja en su espacio. Nos levantamos, hacemos horario de oficina, nos juntamos a almorzar y después cada uno de vuelta a trabajar. Empezamos a hacer vida de trabajo pero acá adentro”, cuenta Carolina. “Antes era impensable hacer todo remotamente. Hoy te das cuenta de que las cosas funcionan igual. Se probó que es posible, que no tenés que estar presente”, agrega.

A los pocos meses, otra noticia llegó para cambiar su vida. Ya no serían dos. En agosto nació Renzo, y su decisión de vivir en Maldonado se volvió aún más firme. “Él va a ser de acá, va a vivir acá, va a ir al colegio acá y acá nos quedamos”, cuenta Carolina, quien pasó de estar todos los días en su estudio a viajar una o máximo dos veces por semana. Facundo, por su parte, viaja una vez por mes a Buenos Aires y durante la pandemia comenzó a desarrollar proyectos en Punta del Este. “El tiempo que estamos acá lo empezamos a potenciar para generar cosas acá mismo”, subraya. 

Aire de campo. Primero fueron las puertas; después, la casa. Aunque suene raro y difícil de creer, Carolina y Facundo diseñaron su actual hogar a partir de unas puertas. Hace algunos años, clientes de Carolina del rubro construcción compraron una casa antigua para construir un edificio. Y cuando fue a conocer la casa, a Carolina le pareció encontrar un tesoro. “Más de uno quería las puertas, pero me quedé con la mayoría”, cuenta entre risas. Durante un tiempo, las puertas ocuparon espacio en el apartamento del barrio Buceo como objetos sin destino. Pero algo había que hacer con ellas. Fue así que, literalmente, representaron la entrada hacia su nuevo proyecto: la construcción de la casa en Maldonado. El nuevo hogar de Carolina, Facundo y Renzo no sería el mismo sin esas puertas, ya que fue en su totalidad diseñada a partir de ellas, desde las dimensiones hasta el estilo. “En base a su altura se diseñó la casa”, detalla Carolina. 

Pese a que se ubica en un barrio privado en plena ciudad de Maldonado, dentro de la casa la sensación es la de estar en una estancia. Ese fue, justamente, el objetivo buscado por la pareja y bien logrado por las arquitectas María Arralde y Mercedes Somoza, y el diseño de interiores de Carolina Cesio. De hecho, que simulara un casco de estancia fue —luego de encontrar las puertas— la primera de sus ideas. Entre los pisos, las galerías y el aire industrial, la casa logra una armónica mezcla entre antiguo y moderno. 

Y hay espacio para todo, ya que la casa cuenta con tres dormitorios, un escritorio y una habitación de servicio, y cinco baños. Los tres cuartos tienen baño en suite. Además, hay otro baño y uno social cerca de la entrada. La luz natural, en tanto, entra diáfana por los ventanales de los pasillos y los que rodean toda la casa, enmarcados por vidrios azules y fucsias. 

Como siempre, hay espacios que quién sabe por qué motivos se convierten en imanes para todo el que llega. Pese a que cuenta con una gran mesa de comedor ubicada bajo dos grandes luces con forma de campanas, en esta casa la cocina es la estrella. Y no solo para sus principales habitantes. “Generalmente comemos en la cocina. Y la gente llega y no sé por qué se instala en la cocina”, comenta Carolina. 

La idea siempre fue generar una open house. Ambos visualizaban gente entrando y saliendo permanentemente, algo que terminó sucediendo en la práctica. “No pensamos una casa así de grande solo para nosotros. Fue pensada para vivirla y que los espacios fuesen vivibles”, explica Carolina. 

Parte de esa atmósfera acogedora también se debe a otras características mucho menos visibles pero igual de importantes. En esta vivienda todo está domotizado, ya que cuenta con tecnología aplicada para darle mayor confort, seguridad y eficiencia. “La calefacción la prendíamos desde Montevideo cuando estábamos viniendo. Eso lo habíamos pensado para ir y venir”, recuerda Carolina sobre el año en que disfrutaban del espacio solo los fines de semana. 

Facundo asegura que el cambio de vida fue “enorme”. Lo mismo para Carolina, quien sigue teniendo gran parte de sus amigos en Montevideo, a quienes cada tanto intenta persuadir de hacer el cambio. “Yo estaba recómoda en Montevideo. Fue algo nuevo para los dos, arrancar de cero con un proyecto nuevo que hicimos los dos”, comenta. Y Renzo, de apenas tres meses, nacido en plena pandemia, fue la frutilla de la torta, asegura su madre. “Renunciamos a un montón de cosas, pero ganamos”, enfatiza.