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Zapatos, champagne y diamantes: el imperio LVMH

Bernard Arnault predijo -antes que nadie- que el mundo demandaría cada vez más productos de lujo; este año su empresa se convirtió en la segunda más grande de la zona euro, y ahora va tras Tiffany & Co.

Bernard Arnault predijo -antes que nadie- que el mundo demandaría cada vez más productos de lujo; este año su empresa se convirtió en la segunda más grande de la zona euro, y ahora va tras Tiffany & Co.

Uno podría intuir que las fortunas más grandes del mundo se encuentran en rubros como la tecnología o el petróleo. Sin embargo, en las últimas décadas la moda ha probado ser un negocio más que rentable. Y esto es, en parte, gracias a Moët Henessy - Louis Vuitton, uno de los conglomerados de moda más importantes del mundo. 

LVMH -como se lo conoce popularmente- es dueño de marcas de lujo como Christian Dior, Fendi, Loewe y Celine. El grupo, liderado por el empresario francés Bernard Arnault, superó a principios de este año a Anheuser-Busch y Unilever para convertirse en la segunda compañía más grande de la zona euro, después de Royal Dutch Shell. Sus ingresos alcanzaron 46.000 millones de euros en 2018, más del doble de lo que generó Inditex (el grupo de Zara) en ese mismo período. La suma equivale casi al PBI de Uruguay. Arnault, por su parte, es el empresario más rico en el rubro moda y el cuarto a escala mundial, de acuerdo con Bloomberg.
Pero no solo se trata de números y de dinero. Al controlar a los principales actores en el mercado del lujo, LVMH lleva las riendas de la industria. Las 75 marcas del conglomerado proponen las tendencias, dominan el mercado y señalan cuál será el futuro del rubro. Ese imperio -que a esta altura parece demasiado grande como para caer- fue construido en tan solo 30 años.

Instinto y visión. El padre de Bernard Arnault tenía una empresa constructora (de tamaño medio, con 1.000 empleados) y, como desde niño se veía trabajando allí, estudió ingeniería civil en la prestigiosa École Polytechnique. Sin embargo, cuando a los 25 años asumió el liderazgo de la compañía, decidió cambiar el rumbo de la empresa vendiendo todos sus bienes y enfocarla en los bienes raíces, convencido de que ahí estaba el futuro.

Con la intuición que lo caracteriza, hizo buenos negocios pero ninguno tan bueno como la compra de Christian Dior en 1984. La maison, que en la década de 1940 había marcado un antes y después en la moda imponiendo el estilo de new look de cintura marcada y faldas acampanadas, se encontraba en su peor momento, después de haberse declarado en bancarrota. La firma que antaño marcaba la tendencia, en los 80 era lo que usaban las señoras de la clase alta para ir a almorzar.

A pesar de eso, Arnault le vio potencial: intuía que la demanda por los productos de alta calidad realizados de forma artesanal aumentaría en las próximas décadas. "No me interesan los números de los próximos seis meses, lo que me importa es que el interés por la marca va a ser el mismo en los próximos 10 años", explicó en una entrevista con CNBC. Aprovechando una crisis financiera adquirió Boussac, un grupo textil que controlaba Christian Dior, la tienda por departamentos Le Bon Marché y el multimarca Conforama. Luego, en 1989, y tras una serie de movimientos, terminó por adquirir la mayoría del conglomerado LVMH, asumiendo como CEO.

Desde entonces, Arnault ha desarrollado un plan ambicioso de expansión para convertir a su empresa en uno de los actores más importantes de la industria del lujo, comprando maisones al borde de la quiebra e inyectándoles capital, desarrollando otros proyectos desde cero y asociándose a los más talentosos. "Creatividad, innovación y calidad", lo resumió Arnault. Actualmente, LVMH tiene 75 marcas que actúan, de manera independiente entre ellas, en los cinco mercados del lujo: vinos y bebidas espirituosas, moda y marroquinería, perfumes y cosmética, relojes y joyería y retail específico.

Pero no todo es champagne y caviar. A LVMH se le achaca el haber puesto el foco de la industria de la moda en los retornos económicos, desplazando el componente artístico. En las marcas controladas por Arnault, los directores creativos que no generan grandes ingresos en períodos cortos de tiempo son reemplazados sin piedad.

Arnault y su archienemigo. Bernard Arnault es fanático del tenis -hincha de Roger Federer, contra quien jugó un partido mano a mano- y como tal se declara muy competitivo: "Siempre quiero ganar", contó a la CNBC. A lo largo de los años su principal rival ha sido François Pinault, líder del conglomerado Kering, principal competidor de LVMH. Fueron amigos por algunos años, hasta que en la década de los 90 se enfrentaron por la compra de Gucci, una disputa que el New York Post describió como "la batalla más sangrienta de la industria de la moda". Después de varios años y miles de millones de dólares la marca -que hoy es una de las más influyentes de la industria- terminó quedando en manos de Kering. Desde ese entonces, Arnault y Pinault son enemigos.

Pero la competencia no se limita solo al ámbito de los negocios: los dos empresarios son grandes coleccionistas de arte contemporáneo y a menudo se enfrentan por cuadros y esculturas. La colección de Arnault incluye piezas de Picasso, Yves Klein, Henry Moore y Andy Warhol, y propuso la creación de la Fundación Louis Vuitton, en París, dedicada a promover el arte contemporáneo. Después de pasar más de 10 años en construcción, el edificio diseñado por el famoso arquitecto Frank Gehry abrió en 2014 y su costo alcanzó los 790 millones de euros, casi ocho veces más de lo estipulado inicialmente.

En abril de este año, cuando se incendió la catedral de Notre Dame, Pinault anunció que donaría 100 millones de euros para su reconstrucción. A las horas, Arnault decidió duplicar la donación de su rival y ofreció 200 millones de euros. Bernard Arnault y François Pinault son las dos personas más ricas de Francia, con una fortuna estimada en 92.000 millones y 35.000 millones de dólares, respectivamente.

Los proyectos más recientes. Arnault siempre ha tenido ojo para identificar quiénes son los talentosos y rápidamente colocarlos bajo su ala. Ese fue el caso de Rihanna, una de las estrellas pop más importantes de su generación. El empresario francés se asoció a la cantante para desarrollar en conjunto la marca de belleza Fenty Beauty, que salió a la venta en 2017. La línea, que incluía 40 tonos de bases, se convirtió en un éxito, revolucionando la industria de la belleza al incorporar el concepto de "inclusión" al maquillaje. La revista Time nombró esta base como uno de los mejores inventos del año. Desde el lanzamiento de Fenty Beauty, los principales competidores de la marca como MAC y Maybelline han incorporado más tonos de base, alcanzando o superando los 40 de Fenty.

Tras el éxito de este proyecto, liderado por Rihanna, Arnault le propuso a la artista -que claramente tiene talento para los negocios- crear su propia marca de ropa de lujo y así nació Fenty. Para la sorpresa de nadie, recibió acoladas por parte de la crítica. Las prendas de su colección van desde los 250 dólares (un par de lentes de sol) hasta los 3.500 (una campera de cuero). Rihanna se convirtió en la primera mujer y en la primera persona afro en desarrollar una marca desde cero para LVMH.

Ahora Arnault tiene la mirada puesta en la legendaria marca de joyería Tiffany & Co. y el mes pasado puso encima de la mesa una oferta en efectivo de aproximadamente 120 dólares por cada acción del grupo (lo que sumaría unos 14.500 millones de dólares). Con Tiffany & Co., LVMH busca incrementar su presencia en el mercado de la joyería, uno de los segmentos que más crece en la industria de lujo. Por ahora, el grupo solo tiene a Bvlgari en ese rubro, a la que adquirió en 2011 por 5.200 millones de dólares. La compra de Tiffany & Co. le permitiría fortalecer su negocio en Estados Unidos, su segundo mayor mercado después de Asia.