Una nutricionista y dos cocineros comparten tips para mandar mejores viandas
Una nutricionista y dos cocineros comparten tips para mandar mejores viandas
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"¿Tenés el tupper?" y "no te olvides del tupper" son dos de las frases más repetidas por los padres cuando sus hijos parten rumbo a la escuela. Enfrentarse al recipiente vacío y decidir cómo llenarlo es una de las tareas diarias de las personas con hijos en edad escolar que, sin una planificación, puede fácilmente convertirse en motivo de estrés. Para ayudarlos a no caer en la desesperación, galería consultó a tres expertos en el tema, Diego Ruete, Lucía Arocena y Mariana López Brito, que brindaron sus consejos para hacer que la preparación de la vianda escolar se transforme en un disfrute para toda la familia.
"Hacer las cosas a último momento te lleva a caer en lugares comunes y en comidas poco saludables", explica la cocinera Mariana López Brito, más conocida como Marian Laquecocina. En esto coinciden los tres: la forma de enfrentar el problema es la organización. "Nosotros lo que recomendamos es tener una organización semanal", añade el cocinero y educador preescolar Diego Ruete. "Esto se conoce como batch cooking", explica el creador de Petit Gourmet, un espacio de experimentación y aprendizaje para niños a través de la cocina. El término no tiene traducción literal al español, pero implica dedicarse un día a cocinar lo que vas a consumir en los siete días siguientes. "Hoy por hoy la rutina es demasiado intensa para grandes y chicos, por eso recomendamos en el fin de semana dedicarse a llenar la heladera de alimentos de calidad, ir a la feria, lavar los verdes y ponerlos en un tupper, llenar otro con arroz integral, otro con pasta ya cocida y otro con vegetales, por ejemplo", explica Ruete.
"Al planificar, uno le está dando importancia a la alimentación", agrega la licenciada en Nutrición Lucía Arocena. De esta forma, el niño se expone a distintos alimentos y eso ayuda a no caer en la rutina y terminar comiendo siempre lo mismo. "No hay que obligarlo a comer, hay que exponerlo a los alimentos, porque la exposición repetida aumenta su aceptabilidad", cuenta la creadora de Esencia by Lú Arocena, un proyecto de asesoramiento nutricional personalizado.
El trabajo para lograr que los niños coman y realmente disfruten de sus viandas escolares comienza en las casas. Los niños suelen comer lo que los padres consumen; por eso, para crearles hábitos saludables los padres deben adoptarlos ellos mismos. En ese sentido, Arocena cita al pediatra español Carlos González, quien afirma que las preguntas que comienzan con "¿cómo hago para que mi niño haga determinada cosa?" siempre tienen la misma respuesta: "Hágalo primero usted". La comida no es la excepción, concluye Arocena, "la educación alimentaria parte de los padres, son conductas que empiezan en la familia".
Para niños pequeños, la nutricionista aconseja que las viandas escolares sean entretenidas y coloridas, que no se les manden todos alimentos que no les gusten, pero que alguna porción pequeña se puede agregar. También recomienda sentarse a la mesa en familia por lo menos en una de las comidas, con la televisión apagada y hablar a los niños de los alimentos que hay servidos. Conversar sobre las comidas ayuda a aumentar su aceptabilidad y compartir el almuerzo o la cena disminuye el riesgo de obesidad y problemas de alimentación en los niños. "Es intuitivo para el niño aprender a comer comidas que ve que se comen en su casa. A largo plazo, si en su casa consumen vegetales y frutas, el niño las va a terminar comiendo, es muy raro que no las acepte de grande", explica. "No es necesario que el menú sea supervariado, está estudiado que cuanto más variedad de alimentos se consume mayores son los riesgos de obesidad" agrega. Si bien la diversidad es importante, Arocena hace énfasis en la calidad de los ingredientes. En cuanto a los costos, es categórica: "En Uruguay no es más caro comer saludable. Sale bastante más llenar el carro con alimentos ultraprocesados que llenarlo con alimentos saludables de estación".
El almuerzo es el momento que tienen los niños de reconexión con su casa durante el horario escolar, cuando abren ese tupper vuelven a casa un ratito. Para Ruete, que tiene dos hijas en edad escolar, "el tupper es un mensaje de amor que les damos a nuestros hijos y es la forma que tenemos de acompañarlos en esas horas que se van a la escuela". En su opinión, el secreto está en estimularlos a probar cosas nuevas de una forma atractiva, como les gusta a los adultos, incorporando variedad de colores, sabores y texturas. "Si la comida no entra por los ojos, va a ser muy difícil que nutra nuestros cuerpos", explica. Para Ruete, un trabajo importantísimo que tienen los padres es el de fomentar el consumo de frutas y verduras de estación. "Es muy rico comer mango en verano, pero probablemente sea carísimo, porque viene desde lejos, es un producto que no va a estar fresco y además -y ahí me voy a radicalizar un poco- produce una huella de carbono que no es buena para nadie", comenta. "Está bien comer ananá, comer bananas -el potasio de las bananas no lo vamos a encontrar en esa cantidad en otras frutas y son deliciosas y un muy buen alimento-, pero tenemos que tratar de consumir de estación", agrega. "No debemos pretender usar frutillas o morrones en invierno".
"Cocino y congelo, tengo el freezer lleno de comida ya pronta congelada", explica López -también madre de dos niñas-, que además de dar talleres de cocina lleva adelante el blog y cuenta de Instagram @marianlaquecocina, en los que comparte sus recetas y tips. "Yo soy práctica, busco hacer la vida más simple, me encanta lo saludable pero hago énfasis en simplificar", explica, "la parte de congelar es la que más me soluciona". Congela comida cocida, al sacarla la pone unos minutos en el horno y de ahí directo al tupper.
Arocena, que también cocina y congela mucho, advierte que la pérdida de nutrientes en el congelado es alrededor de 5%, con lo cual no es significativa, sobre todo en comparación al tiempo que ahorra en momentos de apuro. "El tema del congelado es la contaminación cuando descongelás y volvés a congelar", agregó Arocena.
"No solo les querés mandar algo sano, querés darles algo que sea vistoso, que les atraiga y dé ganas de comer", asegura López. En su rol de madre, admite que le encanta sumar en las viandas de sus hijas un premio que las sorprenda. Además de la fruta que suele acompañar el tupper que prepara, algunas veces les manda un alfajor casero, una porción de torta o un chocolate.
Consejos de Mariana López
Tener a mano masa comprada para cuando no tenemos tiempo de hacer la masa casera.
Disimular verduras como remolacha, zanahoria y zapallito procesados en las salsas, por ejemplo, para la pizza. Eso va a aumentar el valor nutritivo de la preparación, va a bajar el costo y mejorar la digestibilidad.
Cuando no les gusta la textura de la verdura en algún relleno, licuarla primero.
Decorar las preparaciones, hacerles caritas, que sean más atractivas a la vista.
Preparar porciones individuales, lo que se llama finger food, que los niños la pueden comer con la mano.
Hacer todo al horno.
Tratar de no incluir en la vianda pescado, brócoli o coliflor para evitar los malos olores. Consumir esos alimentos en el hogar.
Consejos de Diego Ruete
Cuidar la cadena de frío, incluir un refrigerante en la vianda. En la mayoría de los casos esa vianda no va a una heladera, sino que queda afuera hasta la hora del almuerzo.
Presentar las ensaladas con los ingredientes por separado, porque no a todos les gustan las mismas ensaladas y de esta forma le damos al niño la opción de elegir.
Fomentar el consumo de frutas y verduras de estación.
Utilizar tuppers de vidrio (aunque no todas las instituciones educativas los permiten, porque son más riesgosos de manipular). Son los más recomendables desde el punto de vista de la conservación de los alimentos. De lo contrario, utilizar de plástico apto para microondas.
Llevar a los niños a las ferias.
Consejos de Lucía Arocena
Preparar el menú que va ir al tupper para la cena del día anterior. De esta forma, se puede testear la aceptación del niño. Además, hablar de esa comida durante la cena va a hacer que el niño la acepte mucho más al día siguiente.
En verano mandar comida que no se tenga que calentar. Eso ayuda a que el niño se pueda sentar y comer tranquilo. El proceso de calentamiento implica un microondas y hacer fila, por lo que el niño tiene menos tiempo para comer.
Cuando haga mucho calor, evitar preparaciones que incluyan mayonesa.
Mezclar un alimento que sea muy aceptado con algo que no lo es. A esto lo llama "efecto ketchup", ya que es frecuente que los niños acepten algo que de otra forma no comen siempre que se le ponga ketchup.
No olvidar las legumbres.